Lluvia, centellas y lágrimas
Esa voz. Aun cuando era fría y cortante, era la voz de él, de la persona que tanto había esperado. Levantó la mirada para enfocar su rostro con las lágrimas amenazando con salir, no sabía si por el alivio de que no fuera otro o por lo fuerte que lo sostenía. Allí estaba Anubis, delante de él. Tocándolo, mirándolo tan profundamente que intimidaba. No era un sueño, ni su imaginación jugándole una mala pasada. Estaba allí, en carne y hueso.
Con un ágil movimiento Darien de encontró con su cuerpo entre la fría y desgastada pared y aquel cuerpo que incluso bajo la lluvia no había perdido su calor. Agarraba sus muñecas por encima de su cabeza y dolía, no estaba midiendo su fuerza, sus ojos con un brillo que lo estremeció. Sí. Anubis estaba presente, pero muy molesto. Esta, iba a ser difícil que se la perdonara.
-¿Por qué me hiciste esto?- apretaba los dientes mientras sus palabras salían roncas.
Darien solo mantuvo su mirada sin contener las lágrimas que bajaban silenciosas por sus mejillas
-De todas las personas, de todos los dioses. Te pude haber perdonado, pero no con mi peor enemigo- Alzaba su voz pero se notaba que se contenía- Tienes idea de cómo me sentí al verte con ese desgraciado, de tu traición-
Lo odiaba. El humano estaba seguro de eso. Su olor, su aura, todo lo decía.
Aun cuando no respondía al contacto del cuerpo del dios, su mente recordaba todo, cada pequeño detalle. La impotencia de no poder decir alguna palabra al respecto para defenderse le quemaba el pecho. La marca en su abdomen comenzaba a doler. Darien quería explicarle, contarle que no lo había traicionado, que lo había hecho por él. Pero dolía mucho, como una braza de fuego quemando su piel.
Movió sus labios con dificultad, incluso decir su nombre le sacó todo el aliento.
El dios se dio cuenta que el pequeño cuerpo cambiaba de color y su rostro se retorcía en lo que podía interpretarse como una mueca de sufrimiento. Abría los labios para articular pero los volvía a cerrar como si una fuerza mayor que él le impidiera hablar.
El chico bajo la cabeza, agotado y Anubis, con su mano libre la levantó obligándolo a mirarle. Ahora no, no permitiría quedarse con la duda.
-¿Qué quieres decirme Darien?- acercó su rostro frunciendo el ceño- No tengo mucha paciencia para ti así que cuida tus palabras, pueden decidir qué haré contigo-
El labio inferior del chico se rompió bajo sus temblorosos dientes, soltando un hilo de sangre que fue diluido por la lluvia.
Su cuerpo se resistía a aceptar a Anubis. Sus pelos estaban de punta, tanto por el frío que por las olas de dolor que le recorrían como latigazos. Si no decía nada, él se iría de su lado, maldecía a Horus por la marca que le había hecho que lo reprimía. A la mierda el contrato y todo lo demás. No dejaría pasar la oportunidad de poder decirle la verdad, si no lo hacía, lo perdería para siempre.
Respiró lo mejor que pudo y se enfocó en las palabras que quería decir. La marca es su piel ardió como una puñalada perdiendo el aliento. No le importó, ese dolor no era nada comparado con lo que sufriría si lo dejaba salir de su vida.
Anubis se quedó atónico cuando la débil aura de Darien se fue concentrando en un punto exacto de la cadera mientras el chico jadeaba y volvía al movimiento inestable de sus labios.
Con las uñas en forma de garra, rasgó la tela húmeda en ese punto.
-Eso es- Anubis abrió los ojos indignado al ver la marca sobre la piel del chico que poco a poco fue desapareciendo contra la piel.
-Yo... Yo n...yo no te...traicio...-Sus palabras eran confusas pero el dios le puso atención.
Su aura comenzó a diluir el estigma con más rapidez aunque eso le provocó un intenso dolor. Anubis pudo sentir como las muñecas tensas temblaban.
-¿Darien?- Lo llamo preocupado. Soltó sus manos y lo sostuvo cuando su cuerpo comenzaba a perder fuerza y colapsar.
El chico respiró fuerte contra su brazo. Quemaba, dolía, lo estaba matando, pero sentía como el poder de Horus iba cediendo y desapareciendo la atadura.
-Yo..no te.. traicioné- Fueron sus últimas palabras antes de perder el conocimiento.
Anubis sostuvo el cuerpo inerte sobre el suyo. El estigma que reconoció como un hechizo de atadura de Horus había desaparecido y el aura de Darien volvía a su estado original. Miró el rostro pálido sin conocimiento con incertidumbre.
¿Qué demonios estaba ocurriendo?
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