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La mejor opción, cual será

Darien se rompía la cabeza dándole vueltas a sus pensamientos. Amarrarlo, no, eso no funcionaría, él era muy fuerte y rompería las ataduras. Torturarlo sexualmente por más de una hora sin dejarlo culminar, eso podía funcionar pero sabía que el dios lo seduciría y todo se iría a la mierda. Morderlo como lo había hecho en el cuello, el muy maldito cicatrizaba muy rápido.
Unos brazos lo rodearon y lo atrajeron hacia el sólido cuerpo.

-No me entretengas Anubis, estoy pensando- regañó al dios que lo miró con una inmensa sonrisa en sus labios hinchados.

-Y que atormenta a mi pequeño cachorro-

-La forma en que te haré rogar por mi perdón. Maldito perro sádico-

Anubis enarcó su ceja oscura. 

-Oh, el lado malo de mi bebe está saliendo, eso es excitante- besó su mejilla con ternura saboreando la humedad de la piel por aun estar dentro del baño donde el agua ahora era más caliente, relajando sus cuerpos.

-No me trates como un niño Anubis, prometí que me vengaría y lo pienso hacer con creces-
El dios soltó una carcajada y le mordió el lóbulo para chuparlo después.

-Estás seguro que puedes hacerlo, quieres ver quien ganas, soy muy mal perdedor-

-Ya verás chucho- enredó sus brazos alrededor del cuello, girándose y sentándose a horcajadas- Te demostraré que porque seas un dios no eres mejor que yo-

-Ya veremos- Y lo besó.

Darien no se había imaginado todo el peso que se le había ido de arriba al estar junto a Anubis. Todas las preocupaciones se esfumaron, los malos recuerdos, el dolor de su cuerpo, el asco de haber sido brutalmente violado una y otra vez, la frustración acumulada en la parte baja de su cuerpo. Todo eso junto a él, era una gota de agua en un océano. El hombre era capaz de calmar sus ataques de pánico como nunca nadie había podido, ni siquiera los medicamentos que hacía mucho no había podido comprar. No podía ocultarlo, se había enamorado perdidamente de él.
Puso su rostro entre el hueco del hombro y la garganta y se recostó dejando caer su peso sintiendo cada delicioso volumen del cuerpo masculino bajo el suyo.

-Anubis dónde demonios estoy-

Sintió como el chacal se sobresaltaba.

-¿Horus no te lo dijo?

-Cuando me lo encontré en la calle me hizo perder el conocimiento y después me tuvo encerrado en una cuarto por no sé cuántos días hasta que escape, además de violarme como si fuera una muñeca no hizo más nada-

-No me recuerdes lo que ese tipo te hizo, solo hace que quiera ir a estrangularlo, pero tuviste suerte cachorro. No sé qué hubiera pasado al no haber llegado a otro templo que no fuera el de Nastet-

-Lo dices como si los demás dioses fueran pirañas a algo así- Lo sintió suspirar.

Estás en el Imperio, el lugar donde vivimos los dioses egipcios, mantenidos por el Orbe Celestial. Nuestro rey es Ra el Todopoderoso, si te lo encuentras alguna vez no se te ocurra salir corriendo, tiene unos bichos raros siempre su alrededor que te cortarían la cabeza solo por no mostrar respeto hacia él. Después estamos nosotros los dioses mayores que cada uno además de sus respectivas responsabilidades tiene que mantener la energía del Orbe para poder vivir, por eso cada cierta cantidad de años tenemos que descender a la Tierra. Después de nosotros están los dioses menores, ellos son los encargados de atendernos y del resto de las cuestiones básicas del Imperio.

-¿Esclavos?- Darien preguntó.

-Algunos si, otros no, depende de la cantidad de poder con que nazcan- miró al chico que se había incorporado y lo miraba algo dudoso. Algo me dice que no comprendiste mucho de lo que te dije.

-No soy estúpido, sólo que es un poco difícil asimilar que existe un mundo diferente al que uno vive. Y yo que pensé que los científicos cuando hablaban de los aliens estaban locos, a mí me encerrarían de por vida en un manicomio-

Se río.

Anubis se quedó perplejo.

-Darien vuelve a hacerlo-

-Que cosa-

-Reír como lo hiciste-

El chico pestañeó y se dio cuenta que hacía mucho no se sentía tan relajado. Se abrazó de nuevo a Anubis y escondió su rostro.

-No lo haré- dijo contra la piel cálida.

-Niñato cobarde-

-Dios malcriado- y se incorporó sonriendo de nuevo para besar sus labios sintiendo, que por el momento, era feliz.

De momento las manos de Anubis que descansaban en su cadera rodearon su espalda y con un rápido movimiento fue girado mientras el gran cuerpo sirvió de escudo para el de él. 

Sobre ellos el techo con diversos vitrales se hizo polvo con un gran estruendo y una figura alada cayó sobre el medio de la piscina salpicando agua hacia todos lados.

Darien se aferró al pecho de su dios sin quieres saber que ocurría cuando un temblor lo invadió, conocía la sensación.

La voz fría y tajante voz del nuevo invitado se hizo eco dentro de las paredes

-Creo que es tiempo que recoger a mi precioso y travieso juguete-

-A mí me parece que es tiempo de ajustar cuentas- el gruñido de Anubis estremeció hasta al pequeño humano en sus brazos.

Lo que Darien evitaba lo que no quería que ocurriera estaba a punto de explotar.

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