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El inicio comienza

-¿Están bien?- Anubis preguntó con la respiración acelerada y con cada músculo de la espalda marcándose bajo la camisa.

Los chicos asintieron con alivio 

El sentimiento de seguridad que recorrió a Darien fue indescriptible. Saber que estaba a salvo detrás del chacal le sacó una sonrisa, más no con Horus cerca.

El serpa se sacudió el cuerpo de su compañero muerto sobre él, quitándoselo de arriba y soltando un gruñido que le heló la sangre a los dos más jóvenes.

En la mano de Horus se materializó Aritma, su mejor amiga de lucha entregada por mismo Ra, conocida también por la lanza del cielo. 

La bestia se giró. El halcón saltó blandiendo el arma enterrándola con dificultad en un costado, teniendo que retirarse con la misma velocidad para no ser alcanzado por las púas de la cola.
El dios volvió a ponerse en guardia.

-Oye perro sarnoso, mueve tu maldito culo y ayúdame-

Anubis apretó los dientes ante el insulto eso no quitaba que tenía que reconocer que era verdad. Los serpa eran de las criaturas más fuertes de todo el espectro celestial, sumándole que tomar su forma original estaba prohibido en la Tierra, las posibilidades de reducían aún más. Allí, muy a su pesar tenían que trabajar en equipo para poder derrotarlo.

-Darien, Tobías, escóndanse allí y no se muevan- señaló una de las columnas de mármol.

-Anubis- su pareja se puso nervioso. El dios se giró con una sonrisa fingida en un intento de calmarlo.

-Todo estará bien cachorro, confía en mí- era más fácil decirlo que hacerlo. Aun los sucesos de su separación y reconciliación estaban muy vigentes y confiar todavía no se creía capaz de ello. Sabía que debía ser más flexible y hacerle caso, era su seguridad la que estaba en sus manos. Solo esperaba que el hombre no terminara herido.

Agarró al rubio más brusco que lo que planeó y se lo llevó corriendo hacia la columna. Se sentaron en el piso y se recostó intentando mirar por el rabillo del ojo como ambos dioses enfrentaban al tal Serpa.

-¿Cómo va el combate?- Tobías, a su lado, se sobaba donde había sido herido.

-Estarán bien- dijo más para el que como respuesta mientras se acercaba y apartando la mano buscaba rastros de la herida inexistente.

-No te preocupes, soy inmune a las heridas- el chico sonrió pero en su rostro estaba dibujado una mueca de dolor.

-Mentir no te sienta bien- 

-No lo hago, las heridas desaparecen después de que Ra me salvara, el dolor es una cosa con la que tengo que lidiar, pasará después de unas horas- 

-¿Lo dices en serio?- tener alguien por quien preocuparse lo hizo sentir útil. Manteniéndose a raya con la interacción con las personas más allá de lo estrictamente profesional se había convertido en una costumbre. Tobías le infundaba confianza y una persona con la que podía pasar tiempo sin preocuparse por nada. Tal vez era su primer amigo, si el mismo Tobías lo dejaba considerarlo así

El rubio sonrió confirmando. 

Un estruendo sonó cerca de ellos y el piso se agrieto a sus pies. Darien cubrió con su cuerpo al otro chico atrayéndolo hacia sí.

El cuerpo de Horus apareció entre ellos y el Serpa que había sido derribado a unos pocos metros.

El dios del cielo hizo danzar su lanza iluminándose uno de los estrenos y arremetió contra la bestia enterrándosela en el cuello. Anubis copió la acción pero esta vez en la coronilla de la cabeza saliendo la punta de su espada por la parte superior de la boca. 

El Serpa se sacudió con violencia intentado quitárselos de arriba sin resultados hasta caer sin vida en el suelo.

Los dos dioses dieron un respiro y se apartaron de él, antes cerciorándose que estaba bien muerto.

Anubis desmaterializó su espada de las manos para no asustarlos y se acercó a los chicos.

-Ya todo está en orden-

Los ojos amatistas del menor se aguaron sin remedio lanzándose hacia su cuello rodeándolo, y enterrando su rostro en él.

-Cachorro, tranquilo, estoy aquí- Anubis correspondió su abrazo y lo apretó fuerte contra el con sumo alivio. Pensar que algo le pasara a Darien, no podría ni imaginarlo.

-¿Tu estás bien?- Darien se separó y lo examinó en busca de heridas 

-Solo pequeños rasguños. Nada importante- 

-La escena romántica no es nada agradable- la voz de Horus interrumpió la agradable atmosfera.

Anubis hizo el indicio de girarse gruñendo cuando fue detenido.

-No desperdicies el tiempo así. Ignóralo- aun así el cuerpo de Darien estaba tenso al no estar cómodo con el dios a su alrededor.

-Olvidémoslo- Anubis le hizo caso y se arrodilló delante de Tobías sentado todavía en el suelo.

-Dame tu mano- y con una facilidad impresionante lo cargó en brazos cuidando de no lastimar el área adolorida.

Ver aquella escena revolvió más de una cosa dentro de Horus, que se giró y camino hacia la calle. Estar en aquel lugar le daba náuseas. 

Primero el chico que quería a su lado, estaba al lado de la persona que más odiaba, y ahora este nuevo chico que no entendía por qué se molestaba verlo en sus brazos. Lo que no recordaba de dónde le era tan familiar. Su rostro, no era la primera vez que lo veía.

Al demonio con todos, el mismísimo Ra, Anubis y su pandilla de culitos danzantes. No necesitaba sobras de nada ni de nadie. Él era de los dioses mayores con más categoría del Imperio y tenía un orgullo que mantener, así si renunciara a todo, incluso su austera felicidad cuando se casó con una de las hijas de Ra, esposa que si la había visto veces contadas era mucho.

Salió al exterior dejando que la brisa golpeara su rostro con restos de polvo solo para ver como el cielo se volvía completamente negro así como una sombra comenzó a cubrir el asfalto petrificando los cuerpos humanos de la zona mientras avanzaba en dirección a ellos.

-Anubis- llamó sin perder de vista el avance del manto -Anubis, imbécil, saca a esos dos de ahí ahora si no quieres que se vuelvan granito- gritó otra vez.

El chacal salió seguido de Darien.

-Pero qué demonios- exclamó este último.

-No puede ser. Solo hay un dios capaz de hacer esto- Anubis apretó los dientes hasta dolerle- Esto solo quiere decir una cosa-

Por primera vez Horus estuvo de acuerdo con él 

-Hay un traidor en el Imperio-


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