Después de la tormenta viene ...
Anubis se levantó de encima del chico frunciendo el ceño preocupado. Oía sus jadeos en busca de aire y lágrimas correr por sus mejillas. Lo tomó por los hombros y lo sentó en su regazo en un intentando calmarlo. Si hubiera sabido que sus acciones lo pondrían en ese estado no lo hubiera hecho, en primer momento. Le pasó la mano por la espalda rígida mientras el pequeño cuerpo convulsionaba entre sus brazos.
Le transmitió palabras tranquilizadoras en su oído, mientras frotaba su piel y para su alivio, después de 5 tortuosos minutos, poco a poco, Darien se fue relajando. Sus sollozos fueron disminuyendo al igual que sus temblores.
Los humanos eran criaturas tan débiles que cualquier cosa que atentara contra su vida los ponía al borde. Anubis chasqueó los dientes. Porqué entonces tenía que gustarle este chico humano.
Darien fue recuperando lo compostura y el calor que lo rodeaba lo daba consuelo. Por un momento se había bloqueado, su mente totalmente en blanco y solo sentía terror, pero una voz lejana le repetían que estaba a salvo. Y ya no sabía que creer. Estaba en una encrucijada.
El supuesto dios primero lo amenazaba y después lo trataba con tanta ternura, en su recaída, que asustaba. Se enderezó y cuando su fuerza volvió a sus brazos y piernas se revolvió como pudo intentando librarse de los gruesos grilletes de músculo que lo mantenían en su lugar. El hombre era impredecible y eso lo asustaba más todavía.
Pero Anubis no cedió. Un brazo lo apresó en la cintura y lo mantuvo recostado contra su pecho.
-Ya te dije que no te voy a hacer daño, deja de luchar contra mí-.
Fuiste tú el que empezó- Dijo con voz pastosa. Su garganta estaba seca.
El dios tomó su barbilla y llevó su cabeza hacia atrás encontrándose con su mirada.
-Yo te hice una pregunta importante y tú no la quisiste responder-
Darien se perdía dentro de esos oscuros orbes que ahora estaban a ausentes totalmente de color.
-Te respondí, tú eras el que no quiso aceptar mi respuesta-
Anubis se quedó mirando los hinchados labios mientras le hablaba, ignorándolo. Bajó su cabeza y besó los labios del joven. Suave, como una caricia, no quería que el chico volviera a su estado anterior. Y si usar el puño de hierro no servía, tal vez su cuerpo podría delatarlo. Pero la verdad tenía ganas de devorarlo completo. El humano le hacía salir lo más salvaje de su ser.
Darien se resistió al inicio pero la imponente mano en su barbilla lo mantenía en su sitio. Al final sucumbió a los placeres que el dios le daba, mientras saboreaba el dulzor natural de Anubis. Se separó con un jadeo. Demonios si el dios sabía besar bien. Hacia el amor solamente con la boca.
Y cayó en la cuenta que era su primer beso. Maldecía una y otra vez internamente mientras el sonrojo cubría su rostro y parte de su pecho, demasiado viejo para avergonzarse con cosas así.
Quería más.
Anubis le limpió con el pulgar el hilo de saliva que se escapaba por la comisura del labio inferior, y lo llevó a los suyos saboreando nuevamente. Este segundo método, no era seguro ni para Darien y menos para él mismo.
El chico, al parecer, no tenía ni idea de lo que era. Tal vez Ra tendría que darle respuesta a este dilema. No todos los días encuentras a un humano capaz de ver el aura de otros humanos, eso era solo una cualidad de los dioses. Y no sentía dentro de Darien ninguna esencia mística.
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