Correr por tu vida
En el Imperio también llovía. El cielo negro que cubría al astro real apenas dejaba escapar los rayos de luz. La lluvia con intervalos de más lenta a más densa daba un espectáculo tranquilizador. Al menos eso era lo que pensaba Darien. Un momento de tranquilidad para su ajetreada e ilógica vida.
¿Cuánto tiempo había estado allí? Tal vez horas, días, semana, había dejado de contar desde su cruel acto hacia la única persona que lo valoró. A esa altura ya no importaba. Solo le gustaría cerrar los ojos y no abrirlos de nuevo. Puede que sonara muy trágico para algunas personas su forma de pensar pero al menos antes, aunque se prostituía, recibía dinero a cambio que le permitía vivir y si quisiera irse de ese mundo lo hacía, pero ahora, no recibía nada, a menos que fuera golpes o ataduras que sometieran su cuerpo, sin la posibilidad de escapar.
Movió las manos para quitar el entumecimiento de tenerlas tanto tiempo en la misma posición y se levantó acercándose a la ventana. El aire frío entró y estremeció la piel semidesnuda. Horus, al menos, le permitía vestirse cuando no estaban haciendo juegos de cama, como lo llamaba él. Le habían dado un corto shenti, que a diferencia de los que había visto en los pocos dioses de aquel lugar, tenía una parte superior que apenas cubría los últimos moretones.
Se recargó en el borde y miró hacia abajo. El suelo del templo se erguía al menos 3 metros del nivel de la tierra, una altura que para algunas personas podía ser de gracia para Darien solo significaba un hueso o más rotos, pero que más podía perder.
Ese día la guardia que fuertemente resguardaba cada rincón estaba más esparcida que de costumbre, incluso el soldado que siempre estaba debajo de la ventana, brillaba por su ausencia.
Sin mucho ánimo aunque con una extraña sensación de buscar algo de libertad su miedo se fue sofocando.
Pasó una pierna sobre el marco, después la otra y tragó en seco cuando llegó la hora de tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Contó hasta 5 sin acabar de decidirse, no llegó al 6, cerró los ojos y se lanzó al vacío.
Sus piernas protestaron al sentir el suelo bajo ellas. Se quedó unos segundos arrodillado dejando que la parálisis por el impacto cesara. Movió los tobillos, las rodillas, el torso. No, no tenía nada roto, solo pequeñas punzadas de dolor por la repentina actividad fuera de lo normal. Y ahora la pregunta del siglo ¿Para donde iba?
No tenía la menor idea de lo que había más allá de los jardines del templo. Desde la ventaba del cuarto donde estuvo cautivo, apenas si se podían ver algunas edificaciones antiguas pero nada más, solo estaba seguro de una cosa, mientras más metros de distancia pusiera lejos de Horus, mejor. Quizás encontrar el templo de Anubis hubiera sido una buena opción antes, pero ahora, después de haberle hecho aquello, y cuando se diera cuenta que ya no reaccionaba a él, le daría una patada en el trasero de regreso a los brazos de su enemigo. Podía explicarle lo que había ocurrido pero la marca dolía cada vez que intentaba mencionar el tema a alguien. El dios del viento había sido inteligente y pensado en todo, no tenía intenciones de dejarlo libre. Si encontraba cualquier cosa que le sirviera se arrancaría el tatuaje de su piel, aunque con aquello dejara una fea cicatriz. Puede que el hechizo no se esfumara pero ya no tendría que ver esa marca recordándole a cada momento sus días pasados.
Se puso de pie sintiendo la lluvia terriblemente fía calar hasta los huesos, tembló sobándose los brazos, eso no lo detendría. Comenzó a correr inclinado asegurándose de que fuera la menos visible. Un trueno cayó a su espalda acompañado un humo negro que rápidamente llegó al cielo. Algo por detrás del templo de Horus se estaba incendiando. O la suerte estaba de su lado, o estaba de su lado. Sintió pasos cerca de él y se lanzó contra la tierra buscando refugio, cruzó los dedos para que no lo descubrieran.
Los segundos lo sofocaron. Levantó la cabeza con la bilis en la garganta. No había sido descubierto y no había rastro de guardias en los alrededores. Se levantó con el shenti pegado como una segunda piel y reanudó la carrera en línea recta.
El Imperio era inmenso, para cuando había salido de los límites de su antigua prisión le faltaba el aire. Miró hacia el frente y decenas de edificaciones con una peculiar terminación triangular estaban puesta una a continuación de la otra.
Decidió rodearlas, si tomaba el camino fácil e iba entre ellas seguro que sería atrapado.
Debió estar corriendo por al menos 1 hora más. Sabía que para esa altura lo único que lo movía era la adrenalina de pensar que era perseguido. La lluvia había comenzado a arreciar hasta picar sobre la piel y convirtiéndose en una gruesa y opaca cortina que no lo dejaba ver más allá de sus pies. Así no podía seguir avanzando.
Se refugió muy a su pesar dentro de un templo apartada de tamaño regular que parecía deshabitado.
Se recostó a una columna en un rincón oscuro y cayó al suelo tomando aire y poniendo una mano en la costilla, era la primera vez que corría tanto y por su vida, no le gustaría volverlo a repetir.
Sus párpados comenzaron a cerrarse por el cansancio y la pérdida de calor. Hizo un esfuerzo sobrehumano para mantenerse consciente cuando recibió un estímulo externo que lo alarmó, un rugido le heló hasta la sangre que aún estaba caliente.
Darien abrió los ojos como platos y se pegó a la pared tras él, aterrorizado. Una bestia de tres metros estaba frente a él.
***
Ra puso una pieza frente a la otra sobre el tablero de juego y sonrió. Pasó los dedos sobre las piezas a un costado en forma de sus dioses mayores.
-Y ahora quién será el siguiente en aparecer-
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