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Causas y consecuencias


Los largos y delgados dedos de Darien aparecieron en el ángulo de visión de Anubis.

El dios sabía lo que quería. Después de explicarle la situación y las consecuencias que traía consigo, muy reciamente el humano había aceptado y ahora esperaba su primer pago.

Anubis sacó del bolsillo los mismos billetes que había encontrado arriba de la cama cuando salió del baño y se encontró solo. Se había molestado como nunca antes, después de todo, era un dios, quien desobedece a un dios. Le había pasado por la mente infinidad de formas de castigarlo, incluso, algunas demasiado placenteras. Pero ahora le costaba todo su control mantenerse sereno y no rememorar las acciones de la noche anterior. Solo el pensar que el chico se estaba volviendo una obsesión lo incomodó. Como uno de los dioses de primer nivel en el Imperio debía de dar su ejemplo, pero no era de piedra.

Le entregó el dinero y aprovechó la oportunidad, tomándolo por la muñeca lo jaló hacia su muslo donde cayó sentado a horcajadas.

-No recuerdo que esto estuviera en el contrato- Darien se sintió muy vulnerable en esa posición y se sonrojó cuando la gruesa mano de Anubis recorrió su pierna hasta posarse sobre esa nalga que tanto había querido volver a amasar. Se removió pero eso solo aumentó la fricción y el contacto con el hombre.

-Mientras estés trabajando para mi nada de buscar otros clientes- Anubis soltó en su oreja de modo dominante para luego lamerla con la punta de la lengua recibiendo un ligero temblor por parte del pequeño cuerpo. Le molestaba la idea de esa piel acariciada por otros.

-Soy joven no estúpido- Darien se empujó para atrás posando las manos en el duro pecho, intentando separarse molesto- Yo cumpliré con parte del trato así que tu cumple con la tuya-

-Espero que así sea- El dios llevó sus labios al cuello de Darien depositando un beso y dejando una visible marca, mostrando así que era de su propiedad.

Ya había anochecido cuando se sentaron en la mesa de la cafetería de la plaza. Darien le había dicho que ese era uno de los lugares a los que deberían ir. Y tenía razón. Con solo entrar había detectado a dos mujeres, posibles candidatas, en direcciones opuestas, lo que estaban acompañadas. Eso no era problema.

Vio como el chico junto a él solo cruzó las manos sobre la mesa y miró hacia los alrededores.

-Vez, tenía razón. Normalmente las parejas jóvenes o amigos vienes aquí a pasar el rato hasta cerca de las 12 p.m. Puedes encontrar algo que te sirva- Las palabras tendrían un tono despectivo al final. Darien no estaba cómodo con la situación.

A Anubis le gustaría estar haciendo otras cosas también, pero tenía prioridades. Apartando el sentimiento le dio la carta al chico.

-Pide lo que quieras, yo invito-

El joven vaciló pero después no tuvo mesura. Por lo visto tenía intención de aprovechar los servicios por parte de él. Después de todo no era gratis.

Solo cuando la mesa estuvo llena de platos Darien comenzó a comer como si no hubiera un mañana.

Anubis solo se deleitó en ver como esos labios engullían cada pedazo de cualquier cosa y dejaba restos en ellos. Si no fuera por el público, el mismo se los limpiaría. Entonces reaccionó. Recordó la noche anterior. Había estado con la mente más para allá que para acá, que no le había prestado importancia a pequeños detalles como por ejemplo, lo delgado de su cuerpo. Cuando estuvo en su casa hasta el reconoció que tenía muy poquísimas cosas para un humano normal. Tal vez esa era la razón de vender su cuerpo. Y su familia qué se supone que estaba haciendo. No entendía a los humanos de hoy en día. Había conocido a personas en la pobreza. De por si una de sus mejores candidatas fue un mujer que apenas tenía para vivir, pero habían pasado tantos años desde aquello que por favor, ya deberían haber evolucionado, pero al parecer sus esperanzas no serían escuchadas.

-No vas a comer- Darien lo sacó de sus pensamientos- Me estas mirando que asusta-

Anubis sonrió de lado como siempre lo hacía cuando no era en serio y negó con la cabeza. No necesitaba tanto alimento como los humanos, con una sola comida al día era suficiente. El Orbe Celestial lo abastecía del resto de la energía necesaria.

Un escalofrío lo recorrió y los pelos de la nuca se le erizaron. Se enderezó tan rápido en la silla que alarmó al chico.

-Ocurre algo-

Anubis giraba la cabeza de un lado a otro buscando algo. Reconoció esa sensación.

-No, nada de qué preocuparse- Pero el ceño fruncido del dios no daba mucho crédito a la afirmación.



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