7. Cena.
[Capítulo dedicado al primer comentario ❤️]
Freya...
Leah comienza a correr de allá hacia acá, luego me apunta con un burrito.
— ¡Freya violeta cárter!—se atora un poco tras decir cada palabra— ¿vivimos en el mismo techo y recién me entero que tienes novio y que el bueno para nada de Fred se convirtió en nuestro vecino?
Sabía que Leah no se lo tragaría tan fácil.
—Yo... no quise decirlo porque lo conocí por... Tinder. Sí, tinder.
Si antes se atoraba con un trozo de burrito, ahora lo expulsaba en un escupo.
— ¿Como es esa mierda? A ti no te gusta... Tinder. Freya, estás ocultando información o saltándote alguna parte, confiésalo. Sabes que a mí no me puedes mentir.
Ahí estaba. Jamás se me ha dado bien mentir, a excepción de con el tal Max, pero esta no era esa excepción. Leah me conocía lo suficiente como para creer que yo buscaría a alguien en Tinder, no porque lo encuentre algo malo, sino porque las relaciones no se me dan ni mucho menos conseguir a alguien decente por Tinder. Quedó comprobado la vez en que casi me manosean a plena luz del día en un bar.
No encuentro una respuesta que parezca creíble, así que comienzo a caminar a mi habitación.
— ¡Lo sabía, huyes porque algo me estás ocultando! —llega a mi habitación y se apoya en el marco de mi puerta. Su sudadera está ligeramente manchada con tomate, y su pantalón de franela de vaca le queda extremadamente holgado y la hace lucir bastante graciosa. Si no fuera porque Leah está en su zona de confort con alguien de confianza, jamás permitiría que alguien la viera así, no se dejaría ver, es muy pretenciosa para hacerlo, pero eso no evita que detecte con agilidad las mentiras.— confiésalo, entre nosotras jamás han habido secretos.
Ese «jamás» me dio vergüenza. Se que Leah siempre ha sido sincera en todo sentido, inclusive cuando engañó a Diego, no se molestó en ocultármelo, ni a mi ni a él, y yo me sentía una traidora, porque por mi parte no era del todo así. Jamás le había contado los sentimientos enterrados y ocultos que tenía por Diego, ni tampoco le había comentado jamás las frases extrañas que a veces me dice. Ni tampoco como dormimos juntos la noche de mi cumpleaños, aunque estuviese muy ebria como para recordarlo.
Evito su mirada todo el tiempo, hasta que los labios lo confiesan.
— Tienes razón, hay algo que no te he comentado.
El timbre suena repetidas veces y como nadie sale a abrir, se oye la cerradura girar. A los pocos minutos aparece un Diego sonriente y a la vez confundido observando a Leah en esa ropa. Leah automáticamente se ruboriza.
—deberías preguntar antes de entrar—le reclama.
Diego se defiende levantando las manos y enseñando la llave que le dimos de emergencia.
Mi móvil vibra en el bolsillo trasero de mis pantalones, lo veo rápidamente. Es un whatsapp de Max.
«Creo que estoy en tu edificio, al menos eso salía en la ficha cuando te investigué. En cinco estoy en tu puerta, Frida.»
Maldición. ¿Dos sullivan bajo el mismo techo? No podía permitir eso, o soportarlo, tenía que ganar tiempo antes de contarle a Diego que era la novia de su primo. O al menos eso debemos fingir ser. Tiene que lucir creíble y Diego sabe que yo no me he estado viendo con nadie este último tiempo. Mi única salvación podría ser Leah.
—¿Diego? ¿Puedes esperarnos un segundo mientras le pido algo a Leah?
Diego asiente, mientras, a su vez, tomo por la manga de la sudadera a Leah y la arrastro dentro de la habitación cerrando la puerta tras ella.
—Necesito tu ayuda Leah, con urgencia.
—¿Ahora quieres ayuda? Luego de mentir y no revelarme tú oscuro secreto.—ironiza.
—Te lo contaré después, pero antes necesito que metas a Diego en tu habitación.
Rueda los ojos—Mira, se que te conté que dormimos juntos—algo en mi estomago se revuelve al recordarlo— pero te recuerdo que Diego está interesado en otra chica, aunque eso me fastidie, así que no creo que él quiera permanecer en la misma habitación que yo, ni menos con la tensión sexual que pueda desatar eso.
Demasiada información.
No se que expresión tenía mi rostro porque Leah asintió.
—En verdad luces jodida. Está bien, lo haré pero luego me das los detalles.
Le beso la cabeza mientras oigo sonar el timbre.
—Yo voy— añade Diego.
— ¡No! —gritamos Leah y yo al unísono.
—Diego, necesito ayuda en mi cuarto, mi tv no funciona y temo que se haya estropeado cuando se me cayó esta mañana—miente Leah.
Diego camina a su habitación y la puerta se cierra tras el. Gracias al cielo.
Me deslizo rápidamente en uno de los pantalones de cuerina negra que jamás usé, y que me había regalo Leah en mi décimo octavo cumpleaños. Es negro, tiro alto y luego cae hasta los tobillos, lo combiné con un top blanco con escote de corazón.
Cuando sonó por tercera vez el timbre Leah grito desde su habitación.
—¡Freya, que te apures joder, abre la maldita puerta! ¡La ave quiere salir del nido!
—¿De qué hablas Leah?—se le escuchaba preguntar a diego.
Desordeno mi cabello y le doy color a mis mejillas y labios y salgo, no sin antes coger mi bolso. Cuando abro la puerta veo apoyado a Max.
Lleva un suéter negro con tonalidades en blanco y beige. Su cabello estaba despeinado y su expresión era de completa diversión.
—Guau. Luces muy, pero muy bien, Frida.
Golpeo su mano.
—Tú tampoco luces tan mal.
—¿Tan mal? No sé si tomarlo como un halago o una ofensa.
—Tómalo como ambas.
Me sonríe. Toma mi cintura y me acerca a su cuerpo.
—Mi novia—susurra en mi oreja.—esto será divertido.
Me estremezco ante el contacto de su aliento contra mi piel. Cierro la puerta y caminamos hasta el apartamento de Fred. De camino Max bromea todo el tiempo con que deberíamos tomarnos la mano, pero le digo que no es necesario si alguien no nos ve.
Le cuento brevemente quién es Fred y como fue nuestra ruptura.
— Menudo imbecil, además quién tiene un nombre tan ridiculo, ¿Fred? ¿Qué edad tiene, entre treinta y cien?
— Le pusieron así por su tatara tatara abuelo que es irlandés, y se casó con una niuyorkina. En teoría hay un 0,99% de sangre irlandesa por sus venas, o algo así siempre solía alardear.
—¿Entonces presume que es irlandés solo por su tatara tatara abuelo?—asiento— ¿Cómo pudiste mantener una relación tan larga con un tipo así?
—Ni yo lo sé.—confieso.
—Lo positivo de esto es que mejoraste en tus gustos.
—¿Gustos?
—Sí, Freya. ¿Se te olvida que me concediste el honor de ser tu falso novio?
— Pero lo nuestro es falso, Max.
—Lo sé, pero aún así lo nuestro es más real que la mierda de su 0,99% de sangre irlandés, admítelo.
Comienzo a reír.
— En teoría sí.
Cuando llegamos, Fred abre al tercer tono de su timbre.
—Bienvenidos— dice entre dientes intentando forzadamente ser educado.
Hay un olor a muchas especias, mezclado con carne. Nos invitan a sentarnos en la mesa, habían dos velas pequeñas y nuestros platos. Fred nos ofrece vino.
— Mucho tiempo sin verte Freya, ¿qué ha sido de tu vida? Poneos al día—pregunta Monica.
Se que sabe a la perfección cada detalle de mi vida, porque es una stalker profesional desde jardín de niños, pero la razón por la que lo hace es solo para intentar avergonzarme frente a Max. Arrastro el tenedor en mi plato y me llevo un trozo de la carne que sirvieron, para disimular el enojo.
—Nada diferente a lo que ya hayas averiguado. Pintar, trabajar en Lupps, y sobrevivir. ¿Aún se te da mucho lo de stalkear, no?
Ignora mi ofensa— ¿Cómo conociste a tu novio?
Como no respondí, llevó su mirada a Max que se llevaba un trozo de carne, mientras me quedaba observando.
—En... sanchopanza—ríe Max mientras me dedico a observar mi plato avergonzada por lo que fuera a decir— sucedió como en las películas, golpee por accidente su frente con la puerta y me insultó. Luego horas más tarde la vi en la discoteca, sabía que era ella porque nadie jamás me había insultado y a la vez se había visto tan condenadamente linda. Desde ahí supe que no podría dejarla escapar, y aquí nos ves.
Elevé mi vista hacia Max, lucia sincero y convincente, tanto que Monica lo observaba como a un plato de patatas fritas y ella estuviera a punto de comérselas. Sí, como la primera vez que lo hizo con Fred. Es una auténtica zorrillo.
—¿Eso es todo?—cuestiona Fred aburrido.—pensé que sería algo más romántico, como cuando te vi comprando pinturas después de clase y no encontraste tu color favorito, y yo te lo compensé obsequiándotelo en tu taller de arte de la secundaria. ¿Lo recuerdas? Lucías muy feliz.
Se produce un silencio incómodo, porque lo que dijo estaba completamente fuera de lugar. Max aprieta su puño y sus nudillos visiblemente se ven blancos. Toqué su mano en señal de que se relajase.
—¿Para ser tu ex novia tienes los recuerdos bien frescos, no?—pregunta Max evitando su tono molesto.
—¿Qué sabes de ella? ¿Es que acaso la conoces?—Fred le desafía.
—Lo suficiente como para no desearla engañar con una amiga.—espeta Max furioso.
El ambiente se volvió denso y un calor me subió a la cara. Había demasiada testosterona en el ambiente, pero aún así, agradecí que Max defendiera mi ya pisoteada dignidad.
— ¿Por qué no cambiamos de tema?—intervine.
—¡Sí, Freya tiene razón! ¿Por qué no comemos postre?
Por primera vez, Monica y yo, estábamos de acuerdo en algo. Y ese algo no necesariamente era salir con el mismo chico.
Fred se ofrece a servir el postre. Cuando me sirve mi postre y el de Max, accidentalmente da vuelta nuestras copas de vino que caen en mi pantalón y un poco en el de Max. Afortunadamente mi pantalón es de cuerina, pero mi top no fue tan afortunado.
— Freya... lo siento, yo no quería estropear tu ropa—ofrece disculpándose. Toma una servilleta e intenta enmendar el daño.
—Eres un jodido idiota, claro que querías hacerlo.— expulsa Max.
—¿Te crees que quería hacerlo a propósito?
—Pues sí, tu pene se ha sentido bastante ofendido durante la cena, ¿te crees que no lo noté?
—Max, déjalo ya, es mejor que nos vayamos—interrumpo.
Porque de otra manera terminarían a golpes. Max se levanta de la mesa y le agradece a Monica por la comida. Fred no paraba de decir que falsamente lo sentía, porque no quería admitirlo frente a Max, pero lo que hizo no fue accidental, evidentemente fue a propósito.
—Freya en verdad lo lamento...—se excusaba por milésima vez Fred.
—Cierra tu puta boca, ya te has disculpado lo suficiente.—defiende Max.
—Oye, no te permitiré que me hables así en mi puñetero apartamento—responde Fred entre dientes intentando contenerse, pero no lo suficiente porque Max se queda frente a él.
—Pues yo te hablo como se me da la gana.
—¿Te crees que ya es tuya?—interroga Fred refiriéndose a mi.— pues cuando lo sientas, recuerda que fue primero mía.
Ahora no solo era Max el enfurecido, también yo, quería golpearlo, si, mil veces golpearlo por atreverse a decir aquello pese a que él estuviera de novio con otra chica. Estaba comportándose como un imbecil, como un perro orinando sobre mí para marcarme como de su propiedad y no se lo permitiría.
Max lo toma por el cuello de su camiseta furioso y lo estampa contra la mesa. Monica ahoga un grito cuando ve que su perfecta cena se encontraba repartida en el suelo.
—¡Max, detente!—grito cuando me doy cuenta que lo iba a golpear contra la mesa.
Al instante en que las palabras salen de mi boca Max se aleja y se detiene.
—Eres una basura, ahora comprendo por qué Freya te dejó, ella es demasiado para alguien como tú— espeta Max entre dientes, como si me conociera.
Cuando Fred se recupera del azote que le dieron contra la mesa se pone de pie como agradeciéndome que detuviera a Max de darle una golpiza.
—Esto es por creerte mi dueño—digo y le doy un golpe en la boca del estómago. Expulsa un grito apenas audible, de dolor— y esto, por dañar mi ropa— le doy ahora, una cachetada.
Max me observa impresionado mientras camino hacia la puerta tomándolo de la mano y cerrando la puerta tras nuestra salida.
Cuando ya estamos fuera caminando en dirección a las escaleras, comienza a hablar.
—Recuérdame jamás enfurecerte.
Río.
—Recuérdame por qué decidimos aceptar esta invitación y venir... fue una pésima idea.
—Hey—me detiene en seco— lo que hiciste y como mantuviste la cordura hasta el final de la cena, fue grandioso. Ese idiota desde el minuto uno te estaba meando, se merecía que al fin lo golpearas.
Me causa gracia su expresión «meando» jamás la había oído.
—¿Con que «meando»?—bromeo.
—Sí, meando, así le decimos a orinar donde vivía antes.
Antes. De pronto medito en que no sé absolutamente nada de Max y ya le he contado casi prácticamente todo en mi vida, y lo que no le he contado, lo ha investigado por su cuenta, pero yo no sabía absolutamente nada de él, a excepción de lo que Diego comentaba de vez en cuando sobre su primo perdido.
—Gracias por acompañarme— confieso.— no debiste tomarte la molestia de fingir ser el novio celoso y defenderme así.
Sus ojos negros se detienen en mí por unos segundos
— Si voy a fingir ser tu novio debo serlo con el pack completo, ¿no crees?—bromea—No es cierto. No estaba fingiendo, fue real. Me enfada muchísimo cuando los hombres son unos completos gilipollas con las chicas. Bueno, yo lo he sido, varias veces— se rasca la nuca—pero jamás un gilipollas posesivo ni ofensivo. Menos contigo, se pasó de la raya y no lo iba a permitir, Frida.
Una sensación extraña invade mi estómago.
Le envío un texto a Leah para saber si Diego aún estaba en casa, respondió al instante que no.
—Creo que me iré a casa, esta noche ha sido lo suficientemente desastrosa para empeorarla aún más.
—Nada de eso, coge una chaqueta, te llevaré a mi casa, quiero enseñarte algo.
—Max...
—Si quieres fingir ser mi novia a la perfección, debes pasar tiempo conmigo para conocerme, Freya. De otro modo, todos descubrirían que lo nuestro es falso.
Imaginar a Max a solas en la misma habitación que yo, me asustaba, porque pese a que nos envuelva una gran mentira, la tensión sexual que existía entre ambos era notoria, y que yo no haya tenido sexo en un buen tiempo, solo empeoraba las cosas.
—Bien, pero debemos poner cláusulas.—propongo.
—¿cláusulas?
—Sí, debemos firmar un contrato para que ambas partes cumplan con lo acordado.
—Sabía que eras la chica indicada, toda una negociante. Acepto, pero solo si puedo incluir el cuarto rojo.—añade con diversión, haciendo alusión al cuarto rojo de Christian Grey.
Lo golpeo—El único cuarto rojo que conocerás es el que ocupamos como bodega en Lupps.
Me encojo de hombros:—No te mentiré, no me fascina la idea de que haya mucha comida al rededor, pero acepto. Creo que podría apañármelas con eso.
Vuelvo a golpearlo pero esta vez más fuerte:—¡Es broma, es broma!— se disculpa— pero si quieres, no es broma.—lo fulmino con la mirada— está bien, nada de cuarto rojo. Será mejor que nos marchemos pronto.
Si, pronto.
Sabía qué tal vez aceptar este trato era altamente riesgoso, pero ya me había metido hasta el cuello en este asunto y no podía rechazarlo, porque a su vez, me beneficiaba. No había, ni existía, escapatoria. Debíamos fingir ser novios a la vista de muchos, compartir como novios, dormir como novios, besarnos como si fuésemos novios, y es por eso que debíamos tener cláusulas para no traspasar la delgada línea que divide la ficción, de la realidad.
Piensa en las pinturas y la escuela de arte, Freya. Piensa en las pinturas...
¿Quién iba a pensar que ese beso sería el que lo comenzaría todo? Mi vida ya no se divide en trabajos, y más trabajos, se dividía en dos, desde hoy,
antes de besar a Max,
y después de besarlo.
•__________#ElBesoQueNoDebimosDarnos•
¿Comentarios, sugerencias, infartos agudos al miocardio? Demasiada universidad.
¿Qué les parecen Freya y Max? ¡L@s leo! ❤️
¿Qué team son? Team Max o Team Diego. Para que integrar a Fred, es un idiota, ni su mami lo quiere☠️
RRSS para chismear😏
Ig: domival.s
Twitter: dbadisbetter
Tiktok: badisbetter
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro