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—¿Qué puede decirnos sobre el rumor de su verdadera casta?

—¿Por qué lo ocultó tanto tiempo?

—¿Todo es real o son simples rumores?

—¿Qué tiene que decir sobre su empresa relacionándose con la mafia coreana?

Bien, esa última pregunta no estaba dentro de lo que la rueda de prensa se trataba.

Jeongin tronó los dedos y apuntó al chico que había hecho tal estúpida pregunta, pronto dos de sus hombres lo sacaron a rastas.

No puede creer que, minutos atrás, estuvo frotándose las mejillas con su alfa para recibir su olor, calmándose los nervios antes de salir hablar en la conferencia que había pedido ser organizada y aclarar el tema de una buena vez por todas.

Dos veces había intentado desayunar y ambas fueron devueltas por el retrete. No sabía si se trataba del embarazo o que su ansiedad estaba elevada, provocándole aquellas feroces náuseas.

—No aceptaré otro tipo de preguntas que no sean relacionadas al tema por lo que fueron citados.

Habló claro, viendo las cabezas de todos asentir en acuerdo y entendimiento.

A su lado estaba Changbin, el director de la empresa y al otro costado Minho, quien tenía la mayoría de sus acciones puestas en Yang's Illusion, su presencia no era del todo importante, meramente es protocolo de tener al gabinete oficial de la empresa, aún faltaban unos cuantos, pero no los creyó del todo necesarios. Hyunjin se mantiene detrás de él, con las manos cruzadas por el frente por si algo se llegaba a ofrecerle.

—Seré breve —comenzó—, y de una vez aviso que nada debe cambiar en mi trato hacia mí. Soy omega, nunca fue mi intención llevar esto tan lejos, pero el respeto se gana y sé que al ser de esa casta no se me daría. Han sido cinco años desde que asumí y por lo que han podido observar omega o no, he sabido hacer mi trabajo mucho mejor que cualquier alfa.

—¿Por qué decidió ocultarlo, señor Yang?

—Lo acabo de decir —sonó irritado. La periodista se removió incómoda, sin embargo, no bajó su micrófono que apuntaba hacia él—. Mucha gente no cree capaz a los omegas, sé que la gente iba a tratar pasarse de mí al saberlo, así que lo más congruente para mí fue mantenerlo en secreto.

—¿Le da vergüenza ser omega?

—Jamás.

—¿Está en espera, presidente Yang?

Jeongin asintió, con el mismo semblante de siempre, serio, pero sin llegar a lucir molesto, simplemente manteniéndose al margen.

—¿Quién es su alfa?

Achicando los ojos pudo reconocer aquella omega, no era nadie más ni nada menos que una reportera de una distinguida revista de chismes, siempre hacía ese tipo de preguntas indecentes.

Otra vez, chasqueó los dedos y movió el índice, haciendo que Hyunjin se acercara a él.

—¿Quién la dejó pasar? —susurró.

—Creo que se coló, señor. ¿Quiere que la saquemos?

Jeongin asintió.

—Solo no sean tan rudos.

Volviendo a su puesto, su asistente se dispuso a comunicarse con los de seguridad a través de sus radios interconectados.

—Me abstendré a contestar preguntas sobre mi vida privada.

—¿Seguirá al mando de la empresa?

—De ser necesario asignaré a un presidente sustituto, si tanto les preocupa.

—¿Cuántos me...?

Alzó la mano, parando al señor Kang, escritor y columnista de un reconocido periódico.

—No tengo nada más que decir. Como he mencionado, el trato hacia mí no tiene por qué cambiar, en dado caso que lo hagan se verán con mis abogados. Gracias por venir.

Poniéndose de pie, reverenció cortamente a los presentes, pronto los flashes y disparos de las cámaras se hicieron notar antes de que Yang Jeongin saliese de aquella sala con el perfecto porte que había adquirido gracias a las dos décadas dedicadas al baile.

En casa Chan lo recibió con los brazos abiertos y un plato de sopa caliente para su dulce omega. Lo felicitó y mimó como era debido.

Decir que los últimos meses fueron fáciles sería una total mentira si le preguntaban a Jeongin y Chan.

Empezando porque el omega era demasiado terco y orgulloso como para dejar su trabajo aún si las contracciones le atacaban a media junta ejecutiva. Chan estuvo a punto de ordenarle que se diera un tiempo para evitarse complicaciones y todo saliese lo mejor posible por su bien mismo y el de Jeongin.

—No puedes obligarme a nada. Soy tu omega, pero no de tu posesión —con aquel tono que usaba con sus trabajadores Jeongin le había dicho a su novio una tarde, poco después de cumplir ocho meses de gestación—. Y si te gusta la idea de pasar la vida con tu futuro hijo más te vale que me dejes hacer las cosas a mi manera.

Como cachorro regañado Chan solo bajó la mirada, aceptando lo que le decía con esa voz decidida que empleó su omega.

Aunado a eso su trabajo también se complicó, su vida entera había sido la composición y producción de música, pero el estado de Jeongin y su terquedad no le permitían concentrarse como era debido. Trabajaba para una de las bandas más famosas del momento y sus producciones debían ser increíbles, como siempre lo eran, pero no quedaba del todo satisfecho con estas y tocó re-grabar muchas canciones varias veces, tantas que los mismos idols se quejaron de él con su jefe.

Nadie más ni nada menos que Yang Jeongin, quien había invertido gran cantidad de sus acciones en cierto grupo, haciéndolo casi casi uno de sus mayores dueños. No fue sorpresa que al llegar a casa este le llamara la atención diciendo que no había tiempo para juegos, que la fecha para el lanzamiento del álbum estaba cerca y estaban contra tiempo.

Pero eso fue meses atrás, cuando su bebé aún no llegaba al mundo.

Ahora Jeongin sostiene al pequeñísimo Jungsu de cuatro horas de nacido entre sus brazos. Es rosadito y llora suavemente con el estómago vacío.

Chan se muerde las uñas de las manos, viendo a su hijo. ¿Era normal que sea tan pequeño? ¿Su color rosa era bueno o significaba algo malo?

—¿Te vas acercar ya o vas a seguir ahí sin hacer nada?

Jeonin usa la mano extremadamente diminuta de su bebé para saludar a su papá, incitándole acercarse.

—Hueles feo, Chan —se queja, usando su pequeña nariz, olfateando a su alrededor—. Lo pones nervioso.

—Lo siento, es que yo lo estoy.

Con una sonrisa enternecida, niega el omega.

—Ven, tómalo tú, parece pequeño, pero está gordo y pesa. Creo que no debiste dejarme comer tanto pastel estos meses.

Chan nunca pudo negarse a la mirada y pucheros que el menor le hacía cada vez que pedía un dulce postre de sus pastelerías. Su deber era complacer a su omega como le fuese posible.

Una vez en sus brazos siente a Jungsu de lo más liviano posible, el bebé le olfatea con sus ojos chiquitos bien abiertos, deja de llorar un momento, acostumbrándose a los nuevos brazos y al olor de su padre, una vez lo reconoce vuelve a llorar.

—La enferma dijo que venía en un minuto para que le de comer y me explique cómo es.

Chan simplemente asintió, fascinado con su hijo. ¿Él había hecho eso? Vaya que era bueno en eso, alguien debía felicitarlo por su increíble trabajo.

—Hyung, devuélveme a mi bebé, es más mío que tuyo.

El alfa se quejó con un gruñido. Pronto Jeongin le mostró una cara enojada, que indicaba más le valía no gruñirle y molestarle o se las vería con él.

Segundos más tarde una amable enfermera le brindó apoyo e indicaciones sobre cómo debía ser la manera correcta de lactancia. Jeongin aprendía rápido, hacía y seguía las recomendaciones que la beta le daba a la perfección, no por nada sabía cómo manejar su empresa.

—Es muy lindo nuestro Jungsu, tengamos otro —observaba a su bebé comer de su pecho, luciendo tan tranquilo y cómodo en esa posición.

El alfa se atragantó con su sorbo de café americano, si era sincero no quería pasar otro embarazo con Jeongin hasta dentro de los próximos 20 años.

Dos días hicieron en el hospital a petición del omega por si alguna complicación se presentaba, quería que todo estuviese perfecto con su hijo y el mínimo error o problema con él le ponía nervioso.

Le hicieron estudios, pusieron las vacunas necesarias y cuando todo estuvo perfecto, fueron dados de alta.

Lo que más quería era llegar a casa, armar el nido más cómodo para su bebé y permanecer con su alfa y Jungsu todo el tiempo que les fuese posible.

Durante el trayecto a casa Jeongin hizo un par de llamadas tanto a Changbin, quien se había quedado como presidente sustituto, y a Hyunjin, solicitando su presencia en casa lo antes posible.

—Preferible que cuando llegue tú ya estés ahí —dijo claramente a su asistente.

—Como usted ordene, señor Yang —ella cortó sin tener nada más que decir.

—Un por favor y gracias no estaría de más —comentó el pelinegro a su lado, en voz baja, tratando de no sonar agresivo.

—Por favor, cállate, gracias. ¿Así?

Se rio bajamente, no quería despertar a su bebecito que dormía plácidamente en la silla para coches. Rodando los ojos, el alfa dio vuelta a la esquina para adentrarse a la carretera, dirigiéndose a su casa que quedaba fuera de la ciudad, apenas 2 kilómetros alejada de la gran Seúl.

Un taxi los rebasó por la derecha, yendo a una velocidad rápida a comparación de la tranquila que llevaban ellos.

—Debe ser Hyunjin, mira cómo lo tienes al pobre.

El acusado bajó la mirada, sintiéndose culpable. Hyunjin lleva años trabajando para él, le pagaba una buena suma de dinero, nunca se ha quejado por nada, entonces piensa que no hay problema por cómo la trata. O sea, Jeongin es así y no lo hace con mala intención.

Los guardias le acceden el paso a su residencia, el omega puede respirar con más tranquilidad el ver el verde pasto de su jardín siendo regado por los rociadores programados. Alguno que otro empleado de la casa los ve pasar en el auto y aun así, agachan la cabeza en reverencia a ellos.

—¡Llegamos a casa, Susu! —le habla a su bebé, feliz.

Sacándolo de su sillita el bebé despierta debido al ajetreo.

—Bienvenido, señor Yang —Hyunjin luce agitado, la sonrisa de su rostro no la abandona.

—Hola, Hyunjin. Lamento hacerte venir tan apresuradamente.

—Sabe que para mí es un placer, presidente.

Aprisiona a su bebé contra su pecho, truena los dedos y con la cabeza indica a dos mucamas que bajen todo lo que estaba en la cajuela del auto.

No contrató a ninguna enfermera porque estaba decidido a que él y Chan debían ocuparse de su bebé, justo como su madre lo había hecho. Sabía que los primeros días y meses de un recién nacido eran importantes para adaptarse al mundo y que mejor que en compañía de sus padres.

En la noche, después de la cena, Jungsu duerme plácidamente en su cuna, anteriormente de ser alimentado por Jeongin.

—Alfa —le llama bajamente, jugando con sus manos.

—Dime, Innie.

—¿Crees que soy mala persona?

Estuvieron recostados en el nido que el omega hizo apenas llegaron a casa, habían pasado el día ahí, consintiendo a su bebé con todo el amor y calor posible, él solo suspiraba complacido al sentir los olores de sus padres combinados.

Jeongin está sentando en el centro de la gran cama, mirando al alfa lavarse los dientes para poder dormir al menos un par de horas hasta que el cachorro se despertara para volver ser alimentado.

—¿Por qué lo dices?

—Tú sabes por qué.

Termina de asearse la boca ante la atenta mirada de su novio, quien luce cabizbajo, casi nunca se le ve de esa manera. La mayoría del tiempo mantenía una actitud seria, a veces altanera y engreída cuando le era necesario, pero nunca llegando a excederse.

—No lo eres, mi amor —ahora está frente a él, besando su cabello con mucho cariño.

—No me gustaría que Susu crezca con esa imagen de mí.

—No te preocupes, Innie. La única imagen que tendrá de ti es de la madre más amorosa que existe.

Se ríe detrás de su mano, tímidamente.

—Hyung...

—¿Sí?

Las caricias en su cabello lo hacen relajar sus músculos antes tensos, los últimos días con la llegada del bebé ninguno ha descansado del todo, y en el hospital no podían ser muy cariñosos o llamar mucho la atención a petición de Jeongin.

—Yo te amo.

—Lo sé.

—No quiero que por mis actitudes llegues a pensar que no lo hago, Chan. Sabes que estoy enamorado de ti, ¿verdad?

Sus dulces, pequeños y tiernos hoyuelos hacen acto de presencia ante la más sincera sonrisa que ha tenido en días. Claro que lo sabía, solo que el escucharlo le hacía bien, tanto a él como a su lobo, quien aulló orgulloso ante las palabras de su amado omega.

—Nunca pensaría eso de ti, Innie. Sabes que también siento lo mismo por ti y nunca dudaría de eso.

—Gracias, alfa —lo abrazó, muy fuerte, lo más que podía, tratando de transmitir todos sus sentimientos en el acto.

—Además, no te culpo, sé que soy increíblemente guapo e irresistible.

—Eres un tarado, Bang Chan —cruza sus brazos, tratando de lucir enojado.

Chan besa sus labios de la manera más dulce que puede, suspirando enamorado en medio de su demostración de amor. Las tiernas manos de su omega se posicionan en sus mejillas, sus pulgares acariciándolas con suma devoción.

—¿Te digo algo, pero prometes no contarle a nadie? —sus narices se rozan entre sí, se sienten cálidos.

—Sinceramente no prometo nada.

Gruñendo, recibió un suave golpe en el pecho, pronto un beso fue depositado en ese mismo lugar en modo de disculpa.

—Yo fui quien convenció a papá de conseguirte como productor para el grupo.

—¿Entonces no fue por mi increíble y excesivo talento?

—Además, creí que así seríamos más cercanos y podría gustarte.

—Jeongin, me gustas desde que te veía en las noticias con tu padre.

Un sonrojo es causado en el aludido, se pone nervioso ante tal confesión.

Un presidente duro y respetable frente al mundo, pero un omega dulce, sensible y enamorado en los brazos de su alfa.

—¿Recuerdas cuando nos presentaron en la fiesta de Minho?

Jeongin asiente, eso había sido hace unos diez años atrás, cuando ambos eran solo unos adolescentes sin preocupaciones.

—Temblabas como papel por el café que consumías.

—¿En serio sigues creyendo que era el café? —confundido, su omega le mira con la cabeza ladeada—. Era por ti, Innie. A pesar de tener esa cara tierna tu mirada expresaba determinación, y sabía que al más mínimo error me mandarías a volar.

—Hyung...

—Nada de hyung, mi amor. Eres un omega increíble, lo sabes, te respeto de la misma manera de la que te amo, no dudes eso.

—Gracias.

Jungsu cumplía dos meses de haber llegado, bebé con los ojos cerrados del pecho de su madre, relajado por el murmullo del videojuego que su tío Yongbok juega, el universitario tiene la cabeza recostada sobre el hombro de su primo, disfrutando de las feromonas maternas que este soltaba con el propósito de adormilar a su cachorrito.

Bang Chan escribe en su bloc de notas con hojas amarillas, seguro era para un nuevo proyecto del grupo. Rascaba la parte trasera de su cabeza, borrando y reescribiendo en tinta negra.

—Ten tu café, Chan, le puse un sobre de endulzante, si no te gusta no es mi problema —su asistente, Seungmin, dejó la taza en la mesita de centro con la bebida humeando.

—Gracias.

Estaba más que claro que la relación jefe-asistente de Chan y Seungmin era muy diferente a la que Jeongin mantenía con Hyunjin.

—Chan puedes ir a trabajar al estudio, te avisaré si necesito algo —al omega estaba comenzado a desesperarle la situación, de verlo estresado al no estar en un lugar donde se pudiese concentrar meramente en su trabajo.

Yongbok gruñe a su lado, ha perdido la partida, Seungmin se ríe de él, apuntándolo con el dedo, burlándose de él.

—¡Hyung, dile algo! —enfurruñado acusa al mayor de la habitación.

Todos ruedan los ojos ante el berrinche del muchacho, en serio era como un niño pequeño.

—Seungmin, obliga a Chan a ir al estudio, puedes llevarlo de las orejas si es necesario.

—¿En serio? Siempre quise hacer eso —intentó acercar su mano la tierna oreja del alfa, antes de que pudiese ser tocada fue apartada de un golpe.

—Trabajas para mí, Seungmin, no sigas órdenes de él.

Yongbok pidió tomar a Jungsu en brazos, el alfa mayor le indicó que caminaran fuera de la sala porque al sentir los olores de la pareja, se notaban molestos, ya buscarían la ayuda de Hyunjin.

—Pídeme disculpas —gruñó, pateando de manera suave el tobillo de su alfa, sin llegar a lastimarle.

—No soy uno de tus empleados, Jeongin, te lo he dicho mil veces.

Cruzado de brazos, cayó sentando a su lado, puchereando.

—Es que sé que no estás cómodo trabajando aquí, te dije que podía ocuparme de Jungsu, está Yongbok para ayudar, si quiere acabarse el refrigerador tiene que servir de algo.

—Y yo te dije que estaba bien.

Esto parecía ser una guerra de ver quien era más terco. Jeongin tenía complejo de alfa y no le era ningún problema ponerse al tú por tú con uno, menos si se trataba del suyo.

Sin embargo, al ser martes por la mañana no tenía ánimos de pelear. Chasqueó la lengua, recostándose en al mayor. Su olor tranquilizante lo envolvió enseguida, quería calmar la situación para no llegar a una discusión.

—Lo siento —a pesar de ser testarudo, sabía bien cuando cometía un error y pedía disculpas dignamente, aunque le costara hacerlo, su madre le había enseñado a aceptar una derrota.

Proveniente de los delgados labios de Chan salió un suspiro cansado, acomodó sus lentes de descanso, recostando su peso sobre su pareja.

Bang Berry apareció de la nada, meneando la cola de manera altanera, sentándose a los pies de su dueño quien con estos mismos le acarició.

—¿Le diste de comer?

—Pensé que tú lo hiciste.

—No es mi perra.

—¡No es una perra, es nuestra primera hija!

No saben cómo terminan besándose en el sillón de manera perezosa, con la perra lanuda sobre el regazo de su amo. Vuelve a pedir disculpas entre besos y picos que recibe con gusto, su alfa le dice que no había problema alguno, sabía que los dos estaban estresados y cansados por las noches sin dormir debido al tener que cuidar de su bebecito.

—¿Están vestidos o alguno está herido de gravedad? —el asistente alfa cubre sus ojos.

—Puedes ver, Seungmin, no seas payaso.

—Jungsu necesita un cambio de pañal.

El primo de Jeongin avisa, tendiéndoles a su bebé que ha despertado y luce de mal humor debido a su pañal sucio, es su padre quien se dispone a asearlo.

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