10
Ollie estaba llorando en el hombro de Miriam cuando Kenneth apareció. Se asomó por la puerta y bajó alegremente hasta que notó la situación y se detuvo se golpe.
—¿Qué está pasando? —preguntó, sorprendido. Los otros dos levantaron la vista, Ollie tenía los ojos hinchados y Miriam parecía mortalmente sería.
—Tu hermano lo fue a buscar después del trabajo, le ofreció dinero para que renunciará —lo dijo ella, cómo si esa fuese la razón del llanto de Ollie. Este apretó los labios, confundido, notando como el ambiente se tensaba, los rostros de los presentes reflejaban el extraño estado de ánimo que los invadió.
Kenneth apretó los puños, furioso, su rostro se transformó, su cabello rojo reflejando el sol dio la sensación de que estaba en llamas.
—Ese bastardo —espetó, dándose la vuelta. Ollie no pudo evitar mirar el brazo del hombre, donde la cicatriz atravesaba el mismo. Sin querer lloró más fuerte y lo tomó de la muñeca para que no se marchara.
Kenneth se giró alarmado, Miriam suspiró, poniéndose en pie.
—Los dejo solos, creo que es lo mejor —dijo, desapareciendo dentro de la cafetería. Oliver no entendió cómo podía estar tan tranquila, simplemente llegó, soltó una bomba y se fue. Sin embargo, si lo pensaba bien, Miriam siempre fue un poco de esa manera, de personalidad dura y filosa, podía estar frente a un león y mirarlo a los ojos mientras era devorada.
—Oliver —Kenneth lo observó, moviendo las manos sin saber dónde ponerlas. Acostumbrado al rechazo de Oliver, se sintió extraño mientras se sentaba a su lado y este se recostaba en su hombro, usándolo para cubrirse la cara. Ken le acarició el cabello, al principio un poco cohibido, pero finalmente lo abrazó y cuando lo hizo, Oliver se sorprendió de lo fácil que era dejarse amar por Kenneth.
Si embargo todavía estaba un poco confundido, no podía dejar de pensar que Kenneth le mintió, lo lastimó, aunque quería protegerlo dejó que sufriera una angustia agonizante durante años, haciéndolo sentir insatisfecho consigo mismo, con su autoestima por los suelos, solo en el peor momento de su vida.
No sabía qué hacer.
Kenneth le acarició el cabello y fue extraño sentirse consolado por la misma persona que lo hizo llorar.
—Hablaré con mi hermano, le diré que te deje en paz —susurró contra su oído.
—No te pelees con él —Ollie se acomodó bajo su mentón, aspirando su perfume, sintiendo la suavidad de su camisa contra su mejilla—. No quiero que se peleen.
Ollie odiaba las peleas familiares, sus padres nunca se llevaron bien con sus tíos, todo el tiempo luchaban por el dinero, cuando su abuelo se enfermó sus padres gastaron muchísimo en su enfermedad y cuando murieron no había casi nada en la cuenta de ahorros. Siempre se ponía a pensar en cómo las cosas habrían sido mejores si su familia no estuviese peleando constantemente por cualquier pequeña cosa que se atravesaba en el camino. Soñaba con una realidad en la que todos fueran felices, unidos, apoyándose unos a otros, entonces no habría tenido que quedarse solo luego de la muerte de su abuelo.
En cambio, estaba acostumbrado a enfrentarse a las críticas de su familia en lugar de recibir el amor y protección que deberían brindarle. Se sentía terrible e insatisfecho consigo mismo, aunque sabía que él no era el problema, no podía quitarse la sensación de que había algo incorrecto en él.
—Eso no depende de mí —Kenneth lo envolvió en sus brazos, besándole la coronilla.
Ollie no agregó nada más, sus palabras fueron producto de un impulso, pero al fin y al cabo ¿Quién era él para meterse en los asuntos familiares de otros? Si todo fuera tan sencillo, sus padres y sus tíos no se habrían odiado hasta el último momento de sus vidas.
El llanto se terminó antes que la última vez, aunque la pesadez de su corazón no lo hizo.
Ollie se encontró mirando al horizonte, contemplando con tristeza el atardecer como si se tratara de una imagen que solo se ve una vez en la vida. Tenía los ojos hinchados y le dolía la cabeza, pero fuera de eso se encontraba relativamente bien.
—Creo que es hora de irme —dijo, notando como el crepúsculo comenzaba a perder contra la noche. Kenneth le acarició el cabello y Ollie cerró los ojos con fuerza ante el toque
—Deja que te lleve —le pidió, se escuchaba preocupado. Ahora que su mente estaba un poco más clara podía reconocer los sentimientos del hombre mostrándose claramente.
—¿Eres un Uber o algo? Siempre estás queriendo llevarme —su tono fue un poco sarcástico, pero no lo suficiente como para que se le notara agresivo. Casi parecían dos amigos jugueteando entre ellos y no supo que tanto le gustaba eso.
—Me preocupo por ti —confesó sin problema alguno. Ollie apretó los labios adoptando una expresión compungida. No podía evitar que los sentimientos se volvieran complicados ante sus palabras.
—¿En qué sentido? —sus ojos se posaron en los de Kenneth. Sabía que estaba jugando con fuego, sabía que estaba actuando como un desesperado sin amor propio, sabía todas esas cosas, pero no pudo evitarlo.
—¿Necesito decirlo en voz alta? ¿No es evidente para ti? —había cierta frustración en el tono de voz de Ken, quién le tomó de la barbarilla y le acarició la mejilla con el pulgar. Ollie no dijo nada, sólo le dedicó una mirada interrogativa—. Me gustas, todavía me vuelves loco.
Ollie hizo un gesto y desvío la mirada.
—Es mejor que me vaya antes de que tenga un ataque de locura y deje que me lleves a tu departamento —se quejó. No iba mentir, había tirado un anzuelo con la esperanza de que Kenneth lo tomara. Este soltó un gemido y tiró de su barbilla. Ollie se sorprendió por la brusquedad del gesto.
—¿Quieres torturarme? —preguntó, clavando la mirada en sus labios mientras los acariciaba con el dedo pulgar. Oliver podría haberse derretido en ese momento, pero en su lugar miró a Kenneth, completamente absorbido por la intensidad del momento.
—¿No puedo? —su voz casi en un susurro, inclinándose hacia él. Los ojos de Ken estaban encendidos, su expresión había cambiado.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo —sentenció, inclinándose para besarlo. Cuando estaba a apenas unos milímetros de distancia, Ollie giró el rostro, sintiendo los labios ajenos sobre su mejilla.
—Me tengo que ir —dijo finalmente, para luego ponerse en pie y alejarse del hombre. Apenas había dado unos cuantos pasos cuando sintió un tirón en la muñeca, Kenneth lo obligó a girarse y con la mano libre lo rodeó de la cintura.
Sorprendido, Ollie pudo sentir la posesividad en su agarré y la mirada del hombre parecía querer devorarlo de pies a cabeza.
—¿En serio me vas a dejar así? —prácticamente gruñó contra su cuello. El cuerpo de Kenneth se sentía firme como una roca contra el suyo, que apenas tenía suficientes músculos para solventar su día a día. Prácticamente tembló contra él, excitado por el sonido bajo de su voz y el aliento cálido contra su piel.
Sin embargo, saber que Kenneth lo quería, que probablemente siempre lo quiso, le dio una confianza extraña.
—Si —sentencio, alejándose. Kenneth parecía desesperado, permitiéndole alejarse un poco, pero sin soltarlo. Ollie lo miró, quitándose la mano de la cintura y dándose media vuelta.
Mientras caminaba sentía la mirada del hombre como un ardor en la espalda y alcanzó a escucharlo lanzar una maldición, pero se negó a girarse. Caminó y caminó hasta llegar a su casa, donde se dio una ducha, se comió una barrita energética y se acostó en la cama, preparándose para dormir un poco antes de lo habitual.
—Estoy loco —se dijo a si mismo—. Que tontería acabo de hacer.
Eran las tres de la mañana cuando se despertó asustado por los golpes en su puerta. Ollie dio un salto de la cama y se llevó la mano al pecho, observando a los alrededores con los ojos muy abiertos. De repente escuchó la voz de Kenneth hablándole y desorientado como estaba, pensó que era una equivocación. Tragó saliva y cuando escuchó al vecino golpearle la pared fue como si se asentara en la realidad.
Se puso en pie, sintiendo el suelo frío la caminar, esa noche había refrescado y estaba lloviendo a mares. Al asomarse por la rejilla de la puerta, la cual podría abrirse y cerrarse desde adentro, se encontró con la imagen de Ken, quién tocaba la puerta cada tanto y le habla a medio lengua.
Sorprendido abrió, Ken estaba empapado y parecía un poco confundido.
—¿Estás bien? —preguntó, frunciendo el ceño. Afuera hacía frío, el sereno entraba por el pasillo y pudo sentir la brisa golpearle el cuerpo.
—Hola —Kenneth se le quedó viendo, pero estaba desenfocado. Ollie se dio cuenta enseguida que el hombre había bebido de más, el olor a alcohol emanaba de su cuerpo como o fuera una esponja chorreando cerveza. Kenneth estaba borrachísimo y empapado.
—¿Bebiste de más? ¿Manejaste así? —preguntó, intentando asomarse por las escaleras, pero fue imposible, estaba lloviendo demasiado. Luego volvió a posar sus ojos en él—. Estás empapado —dijo, abrazándose a sí mismo para mitigar el frío.
—Caminé, sabía que te enojarías conmigo si manejaba —dijo, arrastrando las palabras. Parecía a punto de desmayarse.
—¿Y tú auto? —Ollie abrió los ojos de par en par—. ¿Viniste caminando? —sentía que a cada momento recibía información más impactante.
—Lo dejé por ahí —Kenneth señaló hacia la calle en un gesto ambiguo. Ollie abrió los ojos de par en par, sorprendido por las palabras del hombre, entonces el timbre de un teléfono lo hizo saltar. Tardó varios segundos en darse cuenta de que se trataba del celular de Ken, el cual se iluminó en el bolsillo del mismo.
Exasperado, Oliver tomó el aparato, la foto de Miriam apareció en la pantalla, así que contestó de inmediato.
—¿Kenneth? ¿Dónde mierda estás? —Miriam estaba prácticamente gritando al otro lado de la línea. Ollie soltó un suspiro.
—Soy Oliver, Kenneth está en mi departamento, está muy borracho y no sé dónde dejó su auto —espetó, dirigiéndole una mirada acusatoria al hombre. Este sonrió, ajeno a todo.
—Espera —pudo escuchar sus pasos yendo hacia algún lado—. Su auto está afuera de la tienda, no pasa nada, hay un guardia que cuida el edificio —Miriam suspiró—. Supongo que debo ir a buscarlo, estábamos bebiendo en la tienda, fui al baño y de repente había desaparecido —se quejó, furiosa. Kenenth le quitó el celular de las manos.
—Me voy a quedar a dormir con Ollie —balbuceo, para después azotar el teléfono contra la puerta. Oliver pegó un grito de sorpresa y observó el aparato hacerse trizas. Sorprendido tomó lo que quedaba del mismo y enseguida se dio cuenta que no funcionaría más.
—¿Qué te pasa? ¿Estás loco? —chilló, indignado.
—Tengo sueño, vamos a dormir —dijo, caminado hacia la cama. Ollie prácticamente corrió para cortarle el paso y lo empujó dentro del diminuto baño.
—Nada de eso, te duchas, te secas y luego hablamos —espetó, para después cerrar la puerta de su departamento.
Kenneth no contestó nada entendible, pero pudo escucharlo encender la regadera. Ollie esperó pacientemente afuera, mientras revisaba en su ropa cualquier cosa que pudiera quedarle, lo único que encontró fueron unos shorts deportivos que compró de la talla incorrecta y que sólo conservaba porque se los regalaron y prácticamente no tenía ropa.
Cuando Kenneth salió, lo hizo completamente desnudo. Ollie abrió los ojos de par en par, sorprendido por el cuerpo tonificado y hermosos de Ken, luego le lanzó los shorts.
—Póntelo, no tengo nada más para darte —dijo, intentando no mirarlo. De reojo pudo distinguir la figura del hombre vistiéndose, luego se tambaleó hasta llegar a su lado.
—Vamos a dormir —dijo, sosteniéndolo del torso para tirarlo en el colchón y meterse bajo las sábanas con él. Oliver pegó un grito de sorpresa, sin embargo, lo que más le dejo confundido fue ver el short que le había dejado tirado en el suelo.
—¿Kenneth? ¿Qué hiciste con los shorts que te di? —su voz se escuchó aguda. La cara se le puso tan roja que parecía que sacaría humo de las orejas en cualquier momento.
—Me sequé el cabello —dijo, rodeándolo en un abrazo. Ollie se puso tenso, así no iba a dormir en toda la noche.
—Vístete —ordenó. Kenneth se rio contra su cuello y se quedó dormido casi al instante. Azorado, Ollie pudo sentir el cuerpo desnudo de Kenneth, prácticamente podía describir a detalle el pene erecto que frotaba contra su pierna.
—Bastardo —se quejó, por suerte al día siguiente era fin de semana, así que podía desvelarse, de otra manera terminaría llegando a trabajar con unas ojeras del tamaño del puente de San francisco. Enojado, miró el rostro durmiente de Ken—. Me las vas a pagar.
Bueno, como se habrán dado cuenta, ayer me equivoqué y subí el capítulo que no era, pero hoy ya está todo en orden. A partir de esta semana habrá actualizaciones los días domingo y lunes, para que estén atentas.
Un beso y espero que hayan disfrutado de la historia. <3
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