06
El pequeño cuerpo de Minnie descansaba luego de haber pasado una noche muy mal, el rubiecito jamás había sentido cosas como las que sintió: Escalofríos, sudor por todo el cuerpo. Era una sensación abrazante que le quemaba todo cada partícula de su cuerpo y en su interior, algo le rasgaba fuerte como si un animal invisible se le hubiese metido dentro del pecho.
Podía escucharlo, le susurraba cosas que no lograba entender como “Alfas” y “Pareja” e incluso podía sentir que aullaba. Pero afortunadamente el sacerdote tenía supresores, esos ayudaron con el problema del chico.
Ahora dormía plácidamente en aquella camita de la pequeña habitación donde los únicos ocupantes de la casa parroquial vivían. Era una habitación modesta y bonita, nada comparada a la antigua donde vivía. Esa no tenía una cama suavecita, era un catre viejo que su madre pudo comprarle de segunda cuando su cama vieja se arruinó por completo. Las ventanas no tenía vidrio así que con cartón trataba de evitar la ráfaga de aire por las noches, no tenía nada más que solo una sucia y vieja caja donde guardaba las pocas prendas que poseía al igual que una bolsa vieja donde guardaba sus únicos tesoros y los extrañaba: Un carrito ya sin dos llantas y desgastado. Un libro de cuentos y una foto de él junto a su madre.
Quizá Minnie no volvería a ver esos tesoros, pero al menos, ahora el pequeño se sentía como en el paraíso. Podía comer tres veces al día, tomaba leche, le daban permiso de comer golosinas y sus favoritos sin duda eran las galletas recién hechas y el chocolate dulce. Amaba comer eso, sobre todo los aromas de ambas cosas, y más cuando se combinaban. Aquello que no sabía que era se movía en su interior al pensar en esas dos golosinas, rasguñaba con fuerza.
—Minnie, el desayuno está listo.
Los toques en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, se levantó perezosamente a abrir. Al menos podía darse el lujo de levantarse tardecito, no le regañaban si dormía más de la cuenta. Su padre solía echarle agua fría si no se apresuraba.
El beta estaba parado al otro lado con una gran sonrisa en su rostro.
—Hola, Minnie. ¿Dormiste bien?
—Minnie durmió muy bien, Mingseon hyung. Ya no duele pancita —Sonrió achicando sus ojitos.
—Me alegro, vamos a comer.
Juntos fueron a la cocina donde el aroma a Hotcakes inundó su nariz e hizo que su paladar vibrara. La leche ya estaba servida y había tocino en la mesa.
—Hola. Minnie. ¿Estás bien, pequeño? —Preguntó el sacerdote, mirando al rubio cuando este entró al comedor.
—Sí, Minnie bien. —Sonrió.
—¿Estás feliz?
Jimin asintió, bebiendo un largo sorbo de su bebida.
—Sí, pero a Minnie le da risa su vestido —Señaló y volvió a reír, contagiando a Mingseon.
El sacerdote rio por lo bajo también.
—Ya veo, te da risa mi atuendo. Pero no es un vestido, Minnie, es una sotana. Acabo de dar la mesa y no me la quité, pero espera. —El sacerdote se sacó la sotana blanca, quedando con una camisa negra y pantalón oscuro.
—¿Ya no usa vestido?
—Ahora no, la misa será hasta la noche. Por cierto, próximamente habrá una boda y me preguntaba si querías darnos una mano, si vas a quedarte aquí necesitas aprender algunas cosas para que no te aburras.
Jimin asintió con energía, en su antigua casa debía ayudar por obligación, pero ahora era diferente porque nacía de él.
—Bien, te iremos enseñando qué hacer.
—Sí, Minnie aprende.
Con el ánimo a tope, el omega comenzó a comer la deliciosa comida de Mingseon.
—Minnie se siente raro —Dijo de pronto, dejando su vaso sobre la mesa.
El sacerdote y Mingseon arrugan la frente, preocupados.
—¿Qué sientes, Minnie? ¿Te duele algo?
—No, Minnie convertirse en hombre lobo como la película —Habló bajito como si aquello fuera algo ultra secreto.
Los dos hombres comenzaron a reír fuerte ante aquello, Jimin los miró serio cruzando sus brazos y formando un dulce puchero en sus labios.
—¡No reírse!
—No es eso, Minnie, lo que pasa es que te has presentado.
—Minnie ya se presentó. Minnie se llama Park Jimin y tiene veintidós años.
Los dos volvieron a reír ante la ternura que derrochaba el rubiecito.
—No, tampoco es eso. Presentarte como Omega, pequeño, tu casta. Si serás un fuerte e imponente alfa o un precioso y bello omega, o un tierno beta. En tu caso, eres un bonito omega y eso significa que muy pronto vas a encontrar a tu pareja.
Jimin arrugó el ceño, tratando de comprender todo.
—¿Minnie tiene pareja?
—Un día un alfa te reclamará como su omega. Se van a querer mucho y lograrás reconocerlo por su aroma.
—Minnie tiene pareja. Chocolatito y Galletita.
Los dos hombres se quedaron callados, pues no entendían a lo que el rubio se refería. Continuaron desayunando en completa calma.
Y así como si nada, pasaron dos semanas más las cuales completaron el mes sin que la madre de Jimin volviera por él, aunque no cambió que el omega siguiera esperando en aquella banca cada vez que la misa acababa. A veces se quedaba dormido ahí y Mingseon debía cargarlo hasta su habitación.
Pero no todo era malo, también aprendió cosas como ayudar al sacerdote en la misa y ordenar los floreros, regar el jardín y pedir las limosnas. Y lo más importante era que en todo ese tiempo había logrado captar el aroma de su Galletita, muy cerquita. Pero por más que se esforzaba, no lograba sentir el aroma de Chocolatito.
—¡Minnie, ven rápido!
Mingseon lo llamó desde el jardín, quien dejó lo que estaba haciendo y llegó corriendo.
—Encontré un nido de pajaritos. ¿Quieres ver?
—¡Sí! Minnie ver pájaros.
—No, Minnie, son huevos. —Mostró Mingseon, afortunadamente según intactos.
—¿Comer?
—No, los pondremos de nuevo arriba. Pronto van a nacer, su madre los buscará.
Jimin arrugó el ceño.
—¿Pajarito nacer de huevo? ¿Minnie también?
Mingseon parecía estar en un dilema.
—Eh, no, Minnie… Es diferente, es… Ah caray, como te explico. Minnie nació… eh sí. ¿Sabes qué? Minnie nació de un huevo y un día también tendrás tus propios huevos.
—¿Minnie tendrá huevos?
—Algún día. —Mingseon se rascó la cabeza, anonadado—. Este nido va allá arriba, pero detenlo aquí, traeré una escalera.
Jimin se quedó pensando un momento, si su mamá extrañaba a los huevos y los huevos quizá extrañaban a su mami, era mejor que no la hicieran esperar más porque esperar era muy feo y triste. Así que sin pensarlo mucho, se trepó al árbol con una sola mano, le fue dificultoso, pero lo logró y así fue como puso el nido con cuidado.
—Huevitos quedarse ahí, no bajar otra vez —les susurró cerquita.
Entonces llegó el momento de bajar, el gran error de Minnie fue mirar hacia abajo. Había subido muy alto. ¿Cómo hizo eso?
El miedo le invadió y su cuerpo tembló, al tratar de poner un pie en la rama, resbaló haciendo que cayera del árbol.
💌: Si Mingseon dice que nacemos de huevos, de huevos será JAJAJA 🫣
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