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🎖️Capítulo 8🎖️

Ostuni, Apulia

A la mitad del camino de regreso a La Villa el coche de Vitto se detuvo sin que este se diera cuenta.

—¿Se detuvo el coche? —cuestionó intrigado Alessandro.

—Eso parece —le dijo su padre mirando el tablero frente a él—. Y creo que se quedó sin gasolina —respondió y estalló de la risa—, no puedo creer que esté pasando esto —siguió riendo.

—No me causa ninguna gracia, padre —replicó su hijo.

—Ay no seas un viejo gruñón, que para viejo estoy yo y gruñón también —se quejó.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó preocupada Celeste.

—Nos iremos con el coche de Bianca.

—No puedo creer que te hayas olvidado de ponerle gasolina al vehículo, es el colmo —expresó enojado su hijo echándose contra el respaldo del asiento.

—Lo revisé y creí que no hacía falta cargar más, porque no es tan largo el camino de la ciudad al pueblo y del pueblo a La Villa.

—Habrá que caminar, Alan y yo caminaremos, no vamos a entrar todos en el auto de Bianca con el vestido que tengo.

—Algo más sencillo no estaba mal tampoco —acotó el barón por lo bajo.

Vitto se bajó del coche y le abrió la puerta a su nuera, ella ni siquiera respondió al comentario de su flamante esposo.

—Puedo caminar sin problemas con Alan hasta La Villa.

—No seas tonta, hija —manifestó el hombre—, no dejaré que camines con tu hermano hasta la residencia y menos con los zapatos que llevas puesto. A menos que el barón te acompañe —se inclinó para mirarlo dentro del coche—, hasta poco antes del inicio del sendero hacia La Villa y luego uno de nosotros los recoge.

El vehículo de Bianca se detuvo detrás del de su padre y ambos se bajaron.

—¿Qué pasó? —Se acercó a ellos con preocupación.

—¿Estás bien, Celes? —Quiso saber su hermano con angustia en su voz abrazándola por la cintura y mirándola a los ojos.

Alan giró la cabeza en dirección a Alessandro y levantó una ceja para observarlo con seriedad absoluto. En aquel momento el barón comprendió que tenía un pequeño rival en La Villa, su mocoso cuñado.

—Sí, mi amor, estoy bien. El auto quedó sin nafta —comentó su hermana y este volteó la cabeza de nuevo.

Alessandro bajó del coche y se acercó a los demás.

—Vamos en el mío.

—Celeste y Alessandro irán caminando hasta la entrada del camino hacia La Villa —afirmó Vitto.

—Bueno, en ese caso, se vienen conmigo —dijo sin vueltas Bianca—, después los iré a buscar yo, tú te quedas en la residencia con Alan para recibir a los invitados.

—Me parece perfecto —admitió el hombre.

Cuando vieron el coche alejarse de ellos y el de Vitto en una calle al borde del cordón quedaron en silencio una vez más, aunque no habían hablado casi nada dentro del vehículo, fue peor en aquel instante porque estaban solos.

Celeste no iba a esperarlo así que emprendió la caminata hacia Villa Elixir.

—¿Cómo sabes el camino?

—Es fácil, todo recto.

Alessandro que se encontraba detrás de ella sin moverse, se apretó el puente de su nariz y suspiró resignado, dio ligeros pasos para quedar a su lado. Durante todo lo que duró el paseo ninguno de los dos habló y para Celeste era lo peor que podía pasarle, el rechazo era demasiado notorio. Antes de llegar a la entrada del camino principal que conducía a La Villa, la chica tenía sujeta la falda de su vestido con ambas manos, así como también el ramo, pero al avanzar con el pie derecho tropezó con la punta de su zapato con uno de los adoquines que estaban un poco levantados, pero pronto recuperó el equilibrio.

—¿Estás bien? —cuestionó acercándose un poco, pero ella reculó.

—Sí, gracias —le respondió un poco cortada con su actitud amable.

Alessandro quedó incómodo también por la manera espontánea que tuvo para acercarse a ella y preguntarle cómo se encontraba, pero volvió a tener esa cara impasible y siguieron caminando en silencio.

Cuando llegaron a la entrada principal de La Villa, la cual tenía rejas, el coche de Bianca los esperaba a ambos detrás de esta. El barón abrió una de las rejas y dejó que pasara primero Celeste. La joven se dirigía hacia la puerta del lado del conductor, pero el hombre le dijo que se debía subir del lado que tenía más cerca. Le abrió la puerta y ella ante la sorpresa de su gesto se sentó y luego subió los pies al piso del coche, él cerró la puerta cuando metió parte del vestido sobre la muchacha.

Apenas su hermana escuchó el cierre de la puerta donde se había sentado su hermano, emprendió el viaje hacia la residencia.

—Vamos a apurarnos un poco porque están todos los invitados y la mayoría están ansiosos por conocer a tu preciosa esposa —sonrió mirándolos a través del espejo retrovisor—. En serio, Celeste, estás hermosa —expresó con sinceridad absoluta.

—No creo que sea para tanto, pero te lo agradezco mucho, Bianca.

—Sí que lo es, aparte ya formas parte de la familia y me alegro mucho de que seas mi cuñada.

—Gracias —rio con un poco de vergüenza por las cosas que le decía.


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Villa Elixir

Al llegar a la entrada de Villa Elixir, la argentina quedó frente a la casa mientras que su cuñada como su marido se bajaron del auto. Ella se había quedado mirando con fijeza la decoración del jardín principal y la fachada de la residencia. Abrió la puerta por dentro y bajó un pie enfundado en un zapato blanco con piedras y la pierna cubierta con una media de seda de liga.

Era la primera vez que usaba algo tan sofisticado y provocativo, y sentía que las siliconas de las puntillas que tenía en sus muslos en cualquier momento iban a dejarle una marca. Alessandro la ayudó a bajar del coche porque Bianca lo miró con mala cara. Los tres entraron a La Villa y con un aplauso por parte del personal que trabajaba en el lugar les dieron la bienvenida y la felicitación correspondiente. La italiana se dirigió al jardín trasero donde había sido preparado y decorado todo.

La pareja apareció detrás del cortinado y bajaron los pocos escalones hacia el jardín para ser recibidos. Los invitados de a poco se acercaron a ellos para felicitarlos y conocer a la nueva baronesa.

No faltaban los cuchicheos, las risitas tapadas con la mano y los falsos elogios. La mayoría de los invitados estaban allí solo por el mero hecho de saber cómo era la nueva dueña de La Villa y no por un cariño especial a la familia Frumento, habían sido invitados por deber y estos aceptaron la invitación por apariencias, y porque de alguna manera les gustaba curiosear entorno a la nueva integrante de la familia. Otra argentina como lo había sido la madre de los jóvenes, y las especulaciones y rumores rondaban siempre alrededor de aquella mujer que no había sido bien vista en el pueblo.

Una vez que se sentaron junto con los tres integrantes de La Villa, los invitados hicieron lo mismo y esperaron por el primer plato para degustarlo y así le siguieron varios platos más.

Pasadas cinco horas de la reunión nupcial, Celeste estaba cansada, pero el fotógrafo se acercó a ellos para pedirles algunas fotos.

La pareja se levantó de las sillas y entraron a la residencia para escuchar las instrucciones del hombre. Quedaron un poco incómodos por lo que les había pedido, pero Alessandro se acercó a ella y le habló al oído.

―Seré yo quien te abrace por la cintura y el brazo, tú sostienes el ramo, ¿me oíste?

―Sí, no te preocupes.

El banquero se acercó a ella pasando un brazo por su cintura y la mano libre sujetó el brazo. El perfume de Celeste le llegó a la nariz y comprobó que tenía curvas cuando la abrazó.

El fotógrafo les tomó varias fotos y luego les pidió que entraran para ubicarse en un sector que quisieran.

Como era de esperarse, el barón se sentó en un sillón individual y Celeste tuvo que permanecer de pie a su lado. Tanto el hombre que sacaba las fotos como la chica quedaron incómodos ante la actitud del dueño de la Villa y permanecieron callados.

Su hermana Bianca apareció en el salón después de haber estado con los invitados en el jardín trasero.

—No creí que fueras tan machista —habló acercándose a los tres—, no seas un ridículo y deja que tu esposa se siente en el sillón, tiene tacos, no seas tan bruto, deberías ser más caballero.

—Pensé que seguías con los invitados.

—Me están aburriendo y sería bueno que adelantes el primer baile porque aburren de tanto que hablan.

—No habrá baile —se levantó del sillón.

—Celeste, aprovecha que se levantó para sentarte tú —rio—. ¿Cómo que no habrá baile?

—No cuestiones todo lo que hago.

—Te lo cuestiono porque haces verla mal —bajó varios tonos de voz—, la dejas en ridículo frente a los demás, no puedes ser tan insensible.

—Bianca, vuelve con los invitados. Nosotros iremos en unos minutos.

—No seas un cabrón con ella —expresó enojada y en el mismo tono bajo de voz.

Su hermana se dio media vuelta y se fue de allí, Alessandro se giró en sus talones y caminó hacia los dos.

—Podemos continuar, pero solo un par de fotos más y luego volveremos con los demás.

—Sí, señor Frumento —asintió con la cabeza también.

—Siéntate.

Celeste quedó perpleja y se sentó antes de que cambiara de opinión.

Alessandro apoyó el brazo sobre el respaldo del sillón y quedó serio.

—¿Podrían sonreír ambos, por favor? —les preguntó y ambos asintieron con la cabeza.

La pareja miró a la cámara y sonrieron. El fotógrafo les tomó más de un par de fotos y luego se los agradeció dejándolos tranquilos y solos.

El banquero se inclinó quedando a la altura de la chica para mirarse a los ojos.

—¿Quieres el baile o no?

—Me dijiste que no debía tocarte.

—Si lo quieres, te lo dejaré pasar por esta vez, no quiero quedar como un ridículo.

Se preocupó por él, pero no por ella.

—Vayamos con los invitados, le diré a la orquesta que prepare algo.

Bianca se había adelantado por su hermano, puesto que les tenía preparada una sorpresa para el primer baile como recién casados. Cuando los invitados aplaudieron y silbaron a los cantantes que se habían ubicado frente a la orquesta en vivo, Alessandro frunció el ceño y cerró los ojos cuando miró por el ventanal que daba al jardín de quienes se trataban, y tuvo que poner su mejor cara y tomar la mano de Celeste para salir.

—Vamos a bailar —le emitió mirándola a los ojos cuando escucharon ambos los primeros acordes de Il Mondo.

Las personas aplaudieron cuando quedaron en el medio de la pista de baile para comenzar a moverse con lentitud y a medida que la melodía y las voces aumentaban, sus movimientos de baile lo hacían también.

El barón y Celeste no podían apartar la mirada del otro, ni siquiera cuando él le daba una vuelta y la sujetaba de la cintura, y la mano o cuando daban una vuelta se separaban, y él volvía a acercarla a su lado. La joven se mantenía aferrada al antebrazo masculino como si fuese su sostén por miedo a caerse mientras bailaba con él, pero lo que más la había impresionado era la mirada de Alessandro que no se apartaba de la suya.

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