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🎖️Capítulo 29🎖️

Habitación

Alessandro movió su cabeza para intentar mirarla y Celeste lo observó también.

No le respondió absolutamente nada, tan solo se acercó a sus labios y comenzó a besarla, un beso que de a poco se fue acrecentando cada vez más. Fue tan intenso y apasionado aquel ósculo que la joven se sorprendió, pero se dejó llevar por él, su manera de besarla y querer aún más que solo un beso de aquella magnitud.

—¿Quieres ir a la cama? —le preguntó en susurros contra su boca.

Celeste solo pudo asentir con la cabeza, pero no pudo responderle porque se sentía abrumada de deseo.

La levantó en sus brazos y se dirigieron a la cama.


Alessandro miró hacia la ventana, las lucecitas de la ciudad estaban encendidas y tenía a una mujer dentro de aquella habitación de lujo con la que podía construir algo precioso.

—¿Vos querés que me vaya? —La pregunta de la chica lo tomó por sorpresa.

—¿Te parece que quiero que te vayas después de lo que hicimos y que antes de eso te volví a confesar que te amaba?

—No, solo quiero estar segura. Nada más.

—Pues deberías estarlo. Te amo, Celeste y quiero construir algo contigo. Poder ir a cada lugar que nos inviten, pasar momentos juntos, vacacionar, si está en nuestra vida tener hijos, lo haremos, pero si no es así, tampoco me preocupa.

—¿No te gustaría que el título continúe?

—Sí, pero no es algo primordial, creo que nunca lo fue, de todas formas, está Alan.

—¿A qué te referís con eso? —Frunció el ceño estando abrazada a él.

—Quizá después le pueda otorgar otro título, no solo el de Sir.

—¿Pensás darle el de barón? —Abrió más los ojos y lo miró entre la poca iluminación del dormitorio.

—No sé si podré el de barón, pero posiblemente el de un rango más abajo que el nuestro.

—La verdad es que no me lo esperaba —acotó sorprendida y queriendo cambiar de tema—, decime otra cosa, ¿no quisieras tener un hijo como los tuvo mi papá?

—Nunca lo pensé, y creo que es un tema que se debería tocar más adelante y con calma. ¿No te parece?

—Bueno, viéndolo de ese modo, tenés razón —inclinó un poco la cabeza hacia la derecha—, tengo otra duda que empecé a plantearmela desde hace un tiempo.

—¿Cuál?

—Pensaba en que, si ninguno de nuestros papás se hubiera conocido o bien, que acordaran el trato de que nosotros teníamos que contraer matrimonio, nosotros nunca nos habríamos conocido tampoco.

—Te equivocas, Celes. Si a mi madre no le hubiera sucedido lo que le pasó, nosotros seguiríamos en contacto, mi padre cambió mucho desde lo que le ocurrió a mi madre, pero si se hubiese estado, todo sería distinto. Así que, de alguna manera —agachó la cabeza para mirarla entre la penumbra de la habitación—, nosotros dos sí nos habríamos visto más veces.

—Otro punto a tu favor, porque como lo expresaste tiene su lógica.

—Me alegro —sonrió de lado y se acercó a su rostro sosteniendo la barbilla entre el dedo pulgar y el índice para darle un beso en los labios.

—¿Sabes que hace unos días atrás recibí la invitación a pertenecer al círculo de las reuniones de té que organizan Emma y Grazia?

—¿Vas a ir?

—No lo sé, no tengo muchas ganas la verdad.

—No te puedo obligar a que vayas a un lugar que no quieres, pero creo que le estarías demostrando ser más gente que ellas dos. ¿No te parece?

—Supongo —levantó un hombro en señal de dudas e indiferencia—. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué se puede hacer teniendo un título? No tengo idea de estas cosas, Alessandro.

—Puedes hacer lo mismo que hacía mi madre y más cosas también. Ya sabes que te conté que con su título hacía recaudaciones, eventos al aire libre para buenas causas, era invitada también a otras reuniones, fiestas, etcétera. Tú podrías hacer esas cosas también y si quieres, reuniones de té también con algún elemento especial para que se destaque de lo que hacen Emma y Grazia.

—¿Por ejemplo? —preguntó sintiéndose interesada.

—Algo que deben usar en cada reunión, algo inamovible, por ejemplo, puede ser una prenda de algún color en especial, tu color favorito si quieres y que las demás lo usen.

—Me agrada mucho la idea —se sentó de golpe en la cama y respondió con felicidad mientras unía las manos—. Me gustaría que lleven el mismo color quien quiera unirse a la reunión. ¿Por qué sugeriste las reuniones de té?

—Porque me contaste que te gustaba jugar a beber el té con tus peluches y muñecas cuando eras pequeña y me pareció una buena idea que lo hicieras de forma real.

—Papá me llevaba a merendar, porque sabía que me gusta como preparaban la mesa del té de las cinco.

—Entonces puedes hacerlo, Celeste. La cocina tiene un mueble repleto de juegos de té para que se luzcan y creo que mi madre pocas veces lo usó para reuniones, así que, tú podrías desempolvarlos.

—Está bien, haré eso y trataré de averiguar sobre los eventos que me nombraste.

—De acuerdo, averigua sobre eso, pero el resto no deberías ser tú quien se mueve, sino el anfitrión que realiza el evento para invitarte.

—Hasta ahora no recibí ninguna invitación y cuando quise ir a una sin ser invitada, no me fue muy bien.

Alessandro se rio al recordar aquella noche.

—Estabas algo pasadita eh —le dijo refiriéndose a su repentino mareo por alcohol que había derivado en un gran vómito de la joven entre las plantas.

—Un poco —rio por lo bajo también—. Con respecto a lo que quiero hacer, tampoco quiero descuidar la cocina, me gusta preparar la comida y cosas dulces.

—Puedes seguir cocinando si eso quieres, pero creo que sería bueno contratar una cocinera también, para que tú no hagas todo, haz hecho demasiado a una edad temprana y no disfrutaste como era debido.

—Era lo que me correspondía.

—Lo sé —emitió sentándose en la cama él también—. Pero ahora si no quieres cocinar, no lo haces. Ya no es más una obligación por no haber otra persona.

—Aless, nadie quiere pisar la villa, no si sigo estando ahí también.

—Se la van a tener que aguantar, Celeste. En los próximos días iré a la tienda de Guido para pedirle si conoce a alguien que quiera cocinar. Estoy seguro de que alguien aparecerá para el trabajo.

—Tenés mucho optimismo encima, pero no puedo sacártelo de la manera en cómo lo decís.

—Espero que no me lo quites porque yo sí estoy seguro de que alguien vendrá.

—¿La persuadirás con el sueldo?

—De ser necesario, lo haré.

—No quiero que lo hagas, quiero que si viene, esté cómoda o cómodo con el trabajo, sin que tengas que darle un sueldo elevado con tal de que trabaje en la villa. Se lo podés elevar porque querés, pero no por obligación, por favor, Aless.

—Tranquila, no lo haré sino quieres —le dijo acariciándole la mejilla y dándole un beso en la boca.

—Bien entonces —posó sus manos en las mejillas masculinas y le dio otro beso.

Aquellos besos que se daban calentaron el ambiente una vez más y fue el turno de Celeste llevar la situación porque con ayuda de su marido, se puso encima de él para que experimentara el placer desde otra posición, haciendo que se viera como una amazona. 

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