🎖️Capítulo 28🎖️
Bari
Festival de vinos
Cuando llegaron, la gente se acercó a ellos para darles la bienvenida y así comenzar con el festival.
En la primera bodega, el encargado comenzó la charla y luego a catar los vinos.
Casi en la culminación del paseo por la cava, Celeste vio entrar al lugar a la exnovia de Alessandro con el mismo vestido que el suyo y todo se le vino abajo.
—Buenas noches, Alessandro —la voz de la mujer irritó a la argentina—, ¿desempolvaste el título? Tarde lo has hecho —acotó con sorna.
—Buenas noches, Gemma. Sí, me presenté con el título, de otra manera no estaríamos aquí y tú parece que has querido opacar a la baronesa o alguien más te dijo que lo compró —los ojos de Celes se dirigieron al hombre cuando escuchó que hablaba en plural.
—Si estuvieras casado conmigo, desde hacía tiempo estarías de reunión en reunión y de eventos en eventos, y no solo aquí, sino en otros países, pero... me cambiaste por otra —miró de abajo hacia arriba a Celeste y le clavó la vista en los ojos—. O te obligaron... porque hay unos pequeños rumores que dicen que fue un matrimonio arreglado —comentó y cambió de tema—, con respecto al vestido, yo me lo he comprado en una boutique cara, el suyo posiblemente sea una imitación.
—De haberme casado contigo, el matrimonio no duraría ni un mes. No nos hagamos los tontos, si nos casábamos era por intereses y porque yo podía expandirme, pero no por algo más y no faltes el respeto, te lo pido por favor.
—Pero el sexo que teníamos era increíble —metió más el dedo en la llaga y evadió la otra respuesta del barón.
Celeste no sabía dónde meterse.
—¿Acaso no le contaste que lo hacíamos en la oficina de la villa y en tu dormitorio?
—Gemma, no digas idioteces, esas cosas nunca pasaron.
—Me voy de acá, me tomaré un taxi, no pienso aguantar más esto —respondió muy enojada—, creo que sos una ardida e irrespetuosa, muy fina, pero tenés la boca floja —terminó por decirle y se dio media vuelta para intentar irse, pero su marido la sujetó del brazo sin hacerle presión.
—Quien se tendría que ir es Gemma, o te alejas o te exijo que te vayas. Como tú lo prefieras —replicó molesto ante la situación que se estaba creando.
—¿Me lo estás diciendo en serio? —Levantó las cejas quedándose sorprendida.
—Sí, te lo digo en serio, Gemma.
La mujer tan enojada como estaba se dio media vuelta y salió de la bodega.
—Ya me cansé de esto, en serio —confesó Celeste—, me cansé de estar así con vos. Esto me superó —se quejó.
—Tengamos el evento tranquilo, te lo pido por favor. Luego hablaremos.
—¿Por qué me la tengo que aguantar cuando ella es una desubicada? —cuestionó enojada.
—Porque lamentablemente es un lugar público y aunque ella es la irrespetuosa, tú tienes que mantenerte en el lugar y aunque puedes ser tú misma, eres baronesa y tienes que comportarte como tal.
—Ella tiene un título también y tal parece que no le importa nada.
—Es problema de ella si quiere quedar en ridícula. Tú no estás para quedarte en el nivel de ella.
La muchacha quedó con un sabor amargo en la boca, porque sabía bien que aquello iba a ser un posible quiebre en su matrimonio, ya de por sí tambaleaba desde hacía días y esa noche era probable que se rompiera del todo.
Entre las bodegas que visitaron, lo que comieron y la gente que estaba contenta de poder recibirlos, se hicieron las once de la noche, horario en que Alessandro no tenía intenciones de volver a la villa, no con una carretera tan sinuosa.
—Buscaremos un hotel y nos quedaremos a pasar la noche, no pienso volver en este horario.
—¿Y Alan?
—Alan se sabe cuidar solo, se fue de campamento en una oportunidad con su grupo de amigos del instituto y aparte, ahora está mi padre, mi hermana y Sabina.
—Pero no es lo mismo.
—No eres su madre, Celeste, solo eres su hermana, nada más.
La chica quedó muda ante lo que le había contestado, sabía que tenía toda la razón, pero sentía que lo hacía a un lado si se alejaba de él.
Apuglia
Dogana Resort
El recorrido hacia el hotel no les llevó mucho tiempo, por lo que cuando entraron, subieron directamente a la mejor habitación del lugar y fue allí cuando él la enfrentó.
—¿Cuándo me ibas a decir que tienes una maleta con ropa en el vestidor? ¿Antes o después de que me diera cuenta de que te vas? —La pregunta no la esperaba, no tan directa.
—La tengo hecha desde hace semanas atrás, desde que te vi raro a raíz de la llegada de tu exnovia y la empecé a preparar porque esto no cambia, no avanzamos y en parte ya me cansé de seguir viendo tu actitud seria y fría por culpa de una mujer que siempre quiso más a su fortuna que a vos. Parecía que las cosas entre los dos estaban mejor, pero cuando ella volvió, nada fue igual.
—Si te vas, no te lo voy a perdonar, si te vas, te pido el divorcio y no ves un euro —apretó los dientes con rabia contenida.
—Me importa una mierda tu plata —dijo ardida—, lo hice por personas ajenas, por mi papá, por el tuyo y por Alan, para darle algo mejor, nunca pensé en mí, pero ya estoy cansada y no tengo fuerzas para seguir con un matrimonio que no vale la pena. No vale la pena luchar por algo que jamás tendré.
Las lágrimas se le caían de bronca y decepción, sin esfuerzos y ella iba quitándoselas como podía.
—Las dos veces que tuvimos relaciones, fueron maravillosas, pero te comportaste distante desde que volvió esa hija de puta y lo desagradable fue lo de hace unas horas atrás cuando alardeó en dónde habían tenido relaciones —le respondió enojada.
—Eso nunca pasó, lo escuchaste de mi propia boca, ni antes y ni después, ella jamás pisó la villa, no de esa manera como lo dijo, no se lo permití. Jamás tuve relaciones con ella en el despacho y mucho menos en el cuarto y principalmente en la cama que compartimos. —Reafirmó sin titubeos—, si me abandonas como intentaste hacerlo la primera vez cuando me escribiste esa carta, hazlo, pero que sea como corresponde, pidiéndome el divorcio o aceptando que yo te lo pida, y si no lo haces, pues entonces ahora mismo me dirás en la cara lo que escuché hace horas atrás en tu dormitorio, cuando hablaban tú y tu hermano.
—No me va a servir de nada que te lo diga porque vos no vas a hacer algo para que esto funcione —le largó con irritación.
—Te dije que estaba enamorado de ti y te amaba. Te amo, Celeste, ¿eso no te dice nada? —inquirió con algo de reproche.
—Me lo confesas y después actuas como un completo extraño, ¿y yo qué?
—¿Qué es lo que quieres realmente?
—Lo que de verdad quiero es que dejes de ser así, distante, frío, como si no existiera en la casa cuando te hablo.
Alessandro se acercó más a ella y la tomó de las manos.
—No lo hago a propósito, la presencia de Gemma me pone irritable.
—¿Por qué? Alguna buena razón debes tener.
—No tengo una razón para sentirme así, pero ella de por sí me pone insufrible, es como cuando no puedes ver a alguien o te molesta apenas abre la boca, ella me produce lo mismo.
—Pero te ibas a casar con ella, ¿qué pasó?
—No terminamos en buenos términos —le expresó y ambos caminaron hacia los sillones individuales que se encontraban a los pies de la cama para sentarse sin dejar de tomarse de las manos—. Ya sabes bien que tiene un título al igual que yo, un rango inferior, pero eso no le impidió para que fuera aún más estirada, soberbia y teniendo comportamientos de una mujer que tenía poder.
—Entiendo, como siempre se mostró.
—Exacto, al principio, lo dejaba pasar porque supuse que era su modo de ser y lo que quizás le habían inculcado, pero su carácter comenzó a molestarme cuando trataba mal a los que no eran de su círculo.
—Típico en ella, tan solo la vi un par de veces y la detesto.
—Justamente esa fue la palabra que sentí cuando pasaron los meses de noviazgo y la vi de otra manera. La terminé detestando por su carácter y personalidad, no le terminé de ver algo bueno, tan solo el dinero, el prestigio y la belleza que tenía.
—Sigue teniendo esas tres cosas, Alessandro.
—Sí —afirmó y trató de cambiar un poco el tema—, para cuando acepté casarme contigo, hacía meses que había roto con ella, así que, si piensas que has sido un reemplazo o lo que sea que pienses por culpa de Gemma, te equivocas, no es cierto, no eres su reemplazo —confesó con honestidad—, eres mucho mejor que ella y no deberías incluso intentar compararte.
—Debo reconocer que en algún momento llegué a pensar que ella era mucho mejor que yo, pero después la conocí y supe que no era cierto lo que yo pensaba.
—Puede tener dinero, pero carece de cosas importantes, sobre todo, si quería conocerla mejor. Y yo ya no tengo porqué buscar porque la encontré hace meses atrás —le sonrió con cariño y le acarició la mejilla.
—Sos muy cariñoso, pero no cuando sabés que está Gemma.
—Intentaré que no me afecte, ¿te gustaría eso?
—Mucho —le regaló una sonrisa de enamorada.
Alessandro la miró con fijeza a los ojos y Celeste tuvo que preguntar por qué la miraba de aquella manera.
—¿Por qué me mirás así?
—¿Así que gustas de mí? ¿Soy el único hombre que te gustó porque antes no gustabas de nadie?
—Sabes que no solo me gustas, sino que estoy enamorada de vos. ¿Por qué te sorprende?
—No me sorprende, me lo confesaste la noche que pasamos juntos en Grotta Palazzese.
—Entonces no tendrías que estar dudando o preguntando para que te diga respuestas obvias. ¿Alguna vez dudaste en casarte conmigo?
—Cuando no sabía con quién iba a casarme, sí, es lo que te había dicho en su momento. Aunque eras la ahijada de mi padre y tu padre era el mejor amigo del mío, quería saber más.
—¿No te decepcionaste?
—No fue decepción la palabra, sino hacer lo correcto, no quería al principio, pero lo terminé aceptando y luego vi los modales que tenías en la mesa, es como si hubieras tomado clases de modales.
—Al fin y al cabo, lo hiciste por deber también, por terceros como lo hice yo.
—Se podría decir que sí.
—Con respecto a los modales, cuando tenía 12 años mi papá me inscribió en una escuela de señoritas donde aprendí modales y cómo comportarme en una mesa de invitados más que nada.
—¿Te gustaba?
—Bastante, me parecían divertidas las clases porque en casa jugaba a tomar el té con las muñecas y los peluches —sonrió recordando aquellos tiempos—. Aun así, no pude terminar el curso, papá no empezó a sentirse bien, comenzaron de a poco las deudas, el tratamiento y tuve que hacerme cargo de él y de Alan.
—Entiendo. ¿Quisieras tomar clases de modales o por lo menos lo que quisieras reforzar o continuar aprendiendo? Digo, si te gustaba, podrías retomarlas. No lo veas como algo que te estoy imponiendo, pero como dijiste que te parecía divertido, quizás todavía lo sientas así.
—Te lo agradezco, pero no. Esa etapa de mi vida ya está cerrada y lo que viví cuando era preadolescente fue feliz, no necesito aprender más cosas, de todas maneras, si quisiera, podría leer algunas cosas por internet.
—De acuerdo, no habrá clases de modales entonces —rio por lo bajo—, me alegra saber que dentro de todo lo que te pasó, hayas podido tener una infancia feliz.
—Gracias, ahora sí soy feliz.
—¿Y por qué? —insistió sabiendo la respuesta.
—Porque quisiste conocerme de verdad y porque te diste cuenta de que no era una mala persona.
—No lo eres para nada y me alegra mucho que sea así —le acunó las mejillas y le dio un beso en los labios.
—Y después de conocerme mejor, ¿qué pensaste de mí? —le cuestionó con las cejas levantadas en una clara señal de curiosidad.
—Eres muy distinta a las mujeres de este país, y creo que no pude haber estado más seguro con la decisión que tomé el día que me casé contigo, Celeste.
La argentina se puso de pie y se sentó en su regazo para abrazarlo por el cuello.
—Te amo, Alessandro Frumento. Y agradezco a tu papá y al mío por haberte puesto en mi vida —lo besó en la boca, luego en la mejilla y recargó su cabeza en el hombro masculino.
El silencio reinó dentro de aquella habitación de hotel y solo se escucharon las respiraciones de ambos.
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