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🎖️Capítulo 23🎖️

Sábado

Había pasado una semana del incidente y del comunicado oficial que había hecho Alessandro a los habitantes del pueblo en el centro del lugar. De a poco las personas que vivían allí, iban entendiendo los sucesos y aceptando cada vez más a Celeste y a Alan.

Para el sábado a la noche el barón esperó a su esposa frente a la puerta de su dormitorio, estaba con un esmoquin y nervioso, y a la expectativa de lo que iría a encontrar cuando la viera.

Celeste salió ataviada en un vestido de gala en color fucsia y adornando el atuendo con el collar que él le había regalado después de casados y la insignia que su marido le había obsequiado que era de su madre. Lo completó con sandalias, cartera de mano, un par de aros pequeños y maquillaje natural, pero con los labios rojos.

—Preciosa —confesó mirándola embelesado.

—Gracias —le sonrió—, vos te ves lindo también.

—¿Nos vamos? Tenemos la función a las ocho y media —le comentó y le ofreció el brazo para que se sostuviera de él.

—Me parece bien.

Alan esperaba a su hermana para verla antes de irse con sus amigos a la casa de uno de ellos en donde harían una parrillada y verían películas.

—Qué linda —le dijo acercándose a ella y mirándola con mucha atención.

—Gracias, ¿ya te vas?

—Sí. Ya me preparé el bolsito.

—¿Querés que te llevemos hasta la casa de Fabrizio?

—No, me lleva el padrino.

—¿Seguro?

—Sí, seguro. Me dijo que me llevaba a las nueve.

—Bueno, por favor portate bien y no se metan en líos.

—Vamos a hacer una parrillada y a ver pelis, nada más, Celes.

—No importa, la parrillada puede ser peligrosa también.

—Lo sabemos, no te preocupes, tendremos cuidado. Que la pasen lindo.

—Gracias —le contestaron ambos.

—Cualquier cosa nos llamas.

—Está bien, pero no hará falta, no se preocupen. Vayan tranquilos.

—Celeste —le habló Alessandro y ella lo miró— son responsables, no deberías preocuparte. Vayámonos, son las siete y media de la tarde, tenemos cuarenta y cinco minutos de viaje hasta Bari.

—¿A Bari? Pensé que íbamos a Apuglia.

—No, Puglia —modo italiano que él llamaba así a la ciudad— no tiene lo que la familia tiene al lugar que iremos.

—Me tenés bastante intrigada y me gustaría saber lo que es o adónde vamos. ¿Vamos a comer a un restaurante fino?

Alessandro se rio.

—No, pero luego de lo que haremos sí habrá una cena. Y sería ideal ir saliendo de la Villa —le comentó mirando su reloj pulsera.

—Está bien. Alan, ya sabes las indicaciones, ¿no?

—Sí, Celes, anda tranquila. Diviertanse.

—Gracias, ustedes también —le respondió el barón.

Apenas saludaron a Alan y a Vitto, salieron de la residencia y él le abrió la puerta del acompañante. Celeste se metió con cuidado a pesar de que la herida estaba casi cicatrizada. Alessandro le cerró la puerta y bordeó el coche por delante para subirse en el asiento del conductor. De a poco fueron alejándose de la Villa y el hombre se fue adentrando a la autopista que conectaba Puglia de Bari.

—La verdad es que estoy un poco nerviosa porque no sé qué esperar del lugar al que vamos.

—A ver, ¿qué crees que haremos vestidos así? —Levantó una ceja y la miró por un momento y luego volvió al frente su vista.

—Por la manera en cómo estamos vestidos con seguridad te digo que es un evento de gala.

—Es un evento social, pero no como el que te imaginas.

—¿Qué crees que me imagino?

—Estar con gente desconocida para ti, charlando, estando de pie durante cuatro horas por lo menos.

—¿Y no es eso? —cuestionó con curiosidad.

—No, te he dicho que es parte de tu festejo de cumpleaños y un regalo se disfruta, no te llevaría a un evento social por tu cumpleaños.

—Entonces, ¿qué es?

—Vas a conocer gente importante, pero eso estará en segundo o tercer plano esta noche, disfrutarás de un hermoso evento, que espero, te guste.

—¿No me lo vas a decir?

—No, es una sorpresa. Me gusta tenerte con la incertidumbre.

—Gozas tenerme así, ¿no? Intrigada.

—Quisiera gozar de otra manera contigo.

—Guau, nunca pensé que irías a decirme algo así. Es inesperado y aunque no me lo creas, me gustó —su voz sonó bastante baja cuando le dijo las dos últimas palabras.

—A pesar de que lo has susurrado te lo escuché y deberías decírmelas con total libertad.

—De acuerdo, empezaré a decirlas sin miedo.

—Me parece bien.

—¿Vamos a ver un espectáculo?

Alessandro se quedó sorprendido ante la pregunta porque Celeste estaba a punto de acertar con la sorpresa.

—No es un espectáculo en sí o por lo menos no es un espectáculo como los que se suelen ver.

—Es eso, pero no es como los demás, me inclino a pensar que vamos a ver un ballet.

—Mi sorpresa acaba de ser casi descubierta.

—¿Casi? —Abrió más los ojos—, ¿no es eso?

—No habrá tanto ballet.

—¿No? ¿Es una ópera? —formuló y él se quedó callado—, es una ópera —afirmó.

—Es una ópera con algo de ballet, ¿conforme?

—Sí —rio por lo bajo—, no puedo creer que iremos a ver una ópera —dio palmaditas.

—¿Te gustó la sorpresa?

—Sí, mucho y no veo la hora de llegar y ver todo.

—En quince minutos verás todo.


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Bari, Italia

Teatro Petruzzelli

El edificio era antiguo y estaba en buenas condiciones, las luces del exterior de la fachada iluminaban cada detalle que hacían más lujoso el lugar, Celeste entendió lo que estaban hablando su marido y el hombre de la entrada principal. Ofreciéndole de nuevo el brazo, caminaron juntos hacia el sector de los palcos.

—¿Tenés un palco?

—Y uno muy lindo con la mejor vista.

—No puedo creer que tengas un palco.

—Es de la familia, papá se lo regaló a mamá.

—¿Por algo en especial?

—No, sin ocasión especial, una noche la llevó a la ópera y le dijo que era suyo, desde entonces pertenece a la familia.

—Es un lindo detalle. Los regalos sin ocasión especial son más apreciados porque no te los esperás y te ponen feliz saber que esa persona que querés piensa en vos.

—¿Eso quiere decir que los obsequios de cumpleaños no te los tengo que regalar? —cuestionó con sarcasmo y alzando una ceja mientras la miraba.

—No dije eso, espero mis regalos de cumpleaños, pero los regalos fuera de fechas importantes me gustan y mucho también.

—Yo también los espero —rio—, y me gustan mucho también los de que son fuera de fechas importantes.

Continuaron subiendo las escalinatas que se encontraban en el interior del teatro hasta llegar al palco de la familia.

En el palco los recibió un hombre de esmoquin dándoles la bienvenida y avisándole al barón que la champaña y los bocadillos junto con algunas frutas rojas estaban en la bandeja también.

—Perfecto, muchas gracias, Giovanni —le dijo con una sonrisa y muy amable.

—Es un placer, señor Frumento, hace años que este palco no se utiliza y cuando nos llamó fue una alegría saber que el palco iría a tener el brillo que una vez tuvo, espero que su padre se encuentre bien, así como también su hermana, nos encantará recibirlos nuevamente —le comentó con sinceridad luego de hacerle una breve reverencia.

—Se lo agradezco, serán bien recibidos los saludos de su parte.

Cuando Alessandro presentó a Celeste frente al hombre, este le hizo una reverencia también y ella se acercó más para darle la mano y un beso en cada mejilla.

—Soy Celeste, nada más. Un gusto, señor Giovanni —le regaló una sonrisa y el hombre se sintió algo avergonzado ante la espontaneidad de la chica.

—El gusto es mío, señora Frumento.

—Celeste, por favor.

—Celeste —asintió con la cabeza—. Bienvenidos y disfruten de la ópera.

—Muchas gracias —le dijeron ambos al mismo tiempo.

Alessandro le sostuvo la silla para que su esposa se sentara con comodidad y luego se sentó él a su lado. Cerca de ellos se encontraba un carrito con una bandeja y una cubetera con champaña fría junto con dos copas.

—¿Qué veremos?

Turandot.

—Pronto empezará, por lo tanto, debes disfrutarla —le sugirió entregándole una copa con champaña y un platito con varios alimentos incluyendo las frutas rojas.

El teatro comenzó a atenuar sus luces hasta que quedó a oscuras y de a poco se fue iluminando el escenario luego de que el telón se levantara.

La ópera duró casi dos horas y media y Celeste quedó con una sensación de emoción en su cuerpo. La manera de cantar de los tenores y sopranos hacía que su piel se erizara por completo y los ojos se le cubrieran de lágrimas.

Los espectadores se pusieron de pie y aplaudieron cuando el último acto finalizó. Luego de una breve pausa, todos incluyendo los que estaban arriba del escenario dirigieron la mirada hacia el palco de los barones, les hicieron una reverencia y los aplaudieron. El director de la obra tomó el micrófono, agradeció a las personas y le dio un agradecimiento especial a la pareja del palco.

Celeste agachó la cabeza en señal de estar contenta y agradecida y leyó la etiqueta de bronce grabada con el nombre de la madre de Alessandro. Este miró con atención lo que ella estaba viendo también y sonrió. Hacía mucho tiempo que no veía aquella etiqueta y supo que era momento para verla más seguido.

A medida que los espectadores iban saliendo del teatro, ellos esperaron para salir dentro de las últimas personas. Al salir del palco y bajar las escaleras de mármol alfombrado, se encontraron con la persona menos esperada, sobre todo, inesperada por el Barón.

—Qué sorpresa verte por aquí, llegué hace pocos días y decidí venir a la ópera por una invitación que me hicieron —comentó la mujer frente a ellos.

—El teatro y sus obras son para todo aquel que guste disfrutar de una noche agradable —respondió tajante el italiano.

—No eras así cuando solíamos estar juntos, ¿tu esposa sabe de lo nuestro? —le dijo y observó de pies a cabeza a Celeste.

—Lo sabe, no tenemos secretos.

—¿Sabe también que eras un hielo frente a los demás y un fuego cuando estabas a solas conmigo? —cuestionó con sorna y queriendo buscar pelea.

—Para ser mujer no sabes quedarte callada y evitar que los demás nos miren —acotó la argentina.

—Cierto que tú eres la nueva baronesa, ¿o debería llamarte mi patético reemplazo? —rio tapándose la boca con el dorso de la mano enguantada.

—Ah, cierto, vos eras la que se iba a casar con él y parece que cambió de opinión. Ya me estaba olvidando de vos y creo que él también porque ni te nombra.

—Con esa manera de hablar no pareces una baronesa, más bien una mujer sin modales.

—Deberías cerrar la boca, Gemma —le advirtió Alessandro—, no me gustan tus contestaciones y no te lo digo para que respetes a mi esposa, cosa que tu deber es eso, respetarla, sino que te lo digo porque quedas verdaderamente mal frente a los demás. Me importa un rábano a lo que has venido aquí de nuevo, así que, si nos disculpas, nosotros nos iremos. Buenas noches —expresó contundente y con seriedad.

Celeste y Alessandro bajaron la escalinata principal del establecimiento en silencio, un silencio tan incómodo que ella ni se atrevió a preguntarle el motivo por el que estaba así porque ya sabía bien a quién se debía. El chico que le trajo el coche le entregó las llaves y le agradeció dándole una buena propina también.

A pesar de lo serio que se encontraba, le abrió la puerta y ella se metió dentro. Pocos minutos después estaban de nuevo en la autopista dirigiéndose a un hotel que quedaba en Bari, pero casi a las afueras, muy cerca de la playa.

—¿No vamos a comer por la ciudad?

—No, ya he hecho una reserva con anticipación.

—¿Dónde? ¿O es sorpresa también?

—Haces muchas preguntas, Celeste, no quiero hablar, por favor.

—Está bien, lo entiendo. —Respondió, pero no pudo evitar hablarle otra vez—, en esta ciudad vamos a volver este fin de mes, ¿no?

Alessandro estaba inmóvil y manejando para llegar al hotel en donde había hecho la reserva, tanto de la mesa del restaurante como de la habitación lujosa, pero con un suspiro de resignación contestó a su comentario.

—Sí, pero a las afueras, en un pueblito.

La chica prefirió no hablarle de nuevo hasta llegar al restaurante para no ponerlo más molesto de lo que creía que estaba. Fue la media hora más interminable que pudieron tener los dos dentro del coche porque ni siquiera él se atrevió a hablarle.


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Puglia, Italia

Grotta Palazzese

Apenas llegaron, metió el vehículo en el sector del estacionamiento privado del hotel y se bajó para abrir la baulera y sacar dos bolsos de mano. Ella por su parte abrió la puerta y descendió, lo miró a la expectativa de que le dijera algo con respecto a lo que tenía en ambas manos.

—Nos vamos a quedar a dormir también. Tu bolso lo preparé yo.

Celeste alzó las cejas estando sorprendida, se acercó a él y lo observó con fijeza.

—¿Por qué vamos a dormir acá?

—Será mucho más tarde cuando terminemos de cenar y... —hizo una pausa antes de continuar para mirarla a los ojos con atención—, los lunes no abren los bancos —le guiñó un ojo dándole una sonrisa de lado.

—Pero, tengo que llevar a Alan al instituto.

—De eso se encargará mi padre, ya lo he arreglado todo, incluso tu hermano me dijo que nos quedáramos hasta el fin de semana próximo. Lo dudé por varios segundos, pero no puedo dejar cerrado el banco por tanto tiempo.

—No te pediría que cerraras el banco por un ocio.

—Pero en algún momento voy a tener que tomarme vacaciones, Celeste y cuando suceda eso, tendré que acordar con mi padre para que alguien del banco de la ciudad, se traslade por un tiempo al banco del pueblo.

—¿Esto es parte de los regalos de cumpleaños?

—Sí.

—No era necesario tanto despliegue.

—Te lo haré simple, en la Villa casi no tenemos un momento para estar solos, si no es la familia, son las mascotas y yo quiero privacidad con mi esposa.

—¿Querés privacidad conmigo? —Frunció el ceño quedándose intrigada.

—Sí, ¿de qué te extraña que quiero eso?

—Supongo que no me tendría que extrañar.

—¿No te gustaría estar conmigo? —preguntó caminando ambos hacia el elevador.

—¿De qué manera? —cuestionó entrando al artefacto para ir hacia el lobby del hotel.

—De la única manera en la que un hombre y una mujer saben cuando están juntos.

—¿Tener sexo?

—Hacer el amor, Celeste. El sexo es bueno, pero cuando hay amor de por medio es mucho más bonito.

—Pero, eso es cuando dos personas están enamoradas —volvió a unir las cejas y lo miró con más atención que antes.

Alessandro se quedó callado, solo la observó con fijeza también y ella entendió lo que intentaba decirle él solamente con la mirada.

Antes de contestarle, las puertas se abrieron y tuvieron que salir para dirigirse al hall del hotel en donde les dieron la bienvenida y el conserje le entregó la tarjeta magnética para que fueran a la suite que estaba reservada para ellos. Un chico los acompañó hasta el piso correspondiente y cuando el barón le entregó una propina y este cerró la puerta, Celeste se acercó a él, lo arrinconó contra una de las paredes y poniéndose en puntas de pie a pesar de las sandalias de taco alto, lo abrazó por el cuello y lo besó en los labios. El italiano al ver que ella fue quien tomó la iniciativa, la abrazó por la cintura y la nuca y, profundizó más el beso.

—Audaz y osada, me gusta —sonrió de lado separándose un poco de sus labios.

—Te amo, Alessandro —clavó sus ojos en los suyos para ver lo que él podría estar sintiendo por ella también.

—Después de cenar —se inclinó para susurrarle al oído—, te voy a demostrar lo mucho que te amo también y lo reafirmaré con una segunda vez para demostrarte cuán enamorado estoy de ti.

Celeste sintió la piel erizada junto con el vello de los brazos de punta.

—Estoy nerviosa y tengo la piel de gallina —le confesó con total sinceridad.

—Es normal cuando quieres estar con alguien, ¿no?

—¿Vos te sentís así también?

—No, me estoy poniendo caliente de a poco.

—Es que yo nunca lo hice con un chico.

—No pasa nada, creo que lo suponía también por las cosas que te han pasado en tu adolescencia.

—¿Y no te molesta eso? ¿No te avergüenza que sea virgen? En esta época casi todas las personas en algún momento de su vida tuvieron una experiencia sexual.

—Pero tú no y no me molesta y, tampoco me avergüenza que no hayas tenido sexo antes.

—Pareceré una muñeca.

—No lo serás y no deberías plantearte estas cosas ahora —le dijo intentándola callar con un beso—, tengo hambre, vayamos a cenar.

—Está bien, Alessandro, solo espero que la pases lo mejor que puedas conmigo —admitió apenada.

—Te aseguro que tu cuerpo y tu intuición impondrán esta noche lo que en verdad quieres, sin avergonzarte de que nunca hayas estado con un chico antes.

—De acuerdo —asintió con la cabeza.

—Vayamos a cenar —la tomó de la mano para que se sostuviera de su brazo y salieron de la habitación de lujo.

Celeste supo que aquella noche experimentaría el sexo con amor por primera vez y estaba ansiosa por saber lo que Alessandro le haría sentir.

¡Hola! Parece que la noche tan esperada se hará realidad y Celeste está tan ansiosa y nerviosa que no puede consigo misma. ¿Qué opinan ustedes?

¡Las leo! 😊

Un besito,

💜🦋🍁🌟

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