🎖️Capítulo 21🎖️
Pueblo de Ostuni
Alessandro había ido a trabajar poco y nada, y cuando cerró el banco antes del horario habitual fue directo al puesto de flores del pueblo y le pidió un ramo de tulipanes rojos, rosados y blancos para la baronesa.
—Creí que eran para su hermana, señor Frumento.
—¿Por qué lo creíste? —Frunció el ceño—. A nadie le suelo regalar flores, menos a Bianca.
—No pensé que le regalaría a su esposa semejantes flores.
—¿Acaso te debo dar explicaciones, Concetta? —cuestionó tajante—. ¿O te debería recordar que le hiciste pasar un pésimo momento a mi esposa porque no le quisiste vender flores? Porque sinceramente, yo no tengo problema en ir hasta la ciudad y comprar allí.
La joven mujer no supo dónde meterse ante la incómoda situación en la que estaba y en silencio le armó el ramo. Ella le preguntó la cantidad que quería y cuando él se lo dijo continuó armándolo. Al arreglo le había puesto tul rosa y cintas de raso del mismo color que los tulipanes.
Alessandro le agradeció por los detalles del ramo y le pagó más de lo que realmente salía el ramillete.
Se metió dentro del coche y emprendió hacia la villa. El único camino que había para poder llegar a su casa estaba siendo una pista de carreras y se dio cuenta al instante de lo que estaba sucediendo. Era Celeste y detrás de ella otro auto que quería interceptarla. Alessandro con su vehículo comenzó a arrinconar al tipo que estaba dentro del coche hacia la banquina para que de alguna manera perdiera de vista a la chica, pero el otro hombre insistía con tirarle el coche a él.
Celeste vio por el espejo retrovisor la situación y metió marcha atrás para pegar la cola del auto con la trompa del otro vehículo, en un casi tira y afloje de llantas chirriando contra el asfalto, empujones y golpes, el auto del sujeto y el de Celeste cayeron por la banquina. Alessandro bajó de su auto desesperado para bajar hacia el predio de pasto y árboles para ayudarla.
La encontró de cabeza, rasguñada y sucia, con fuerza rompió el vidrio de la ventanilla del acompañante para sacarla de ahí, pero el cinturón de seguridad se le había atascado y del motor comenzó a salir humo.
El barón comprobó que el sujeto del otro vehículo seguía inconsciente y fue del otro lado para poder desengancharla.
—No tengo manera de salir —le dijo la chica con algo de angustia en su voz.
—Encontraré la forma de sacarte de ahí —le aseguró su marido—. ¿Tienes la cartera contigo?
—Sí, ¿qué querés buscar?
—Algo filoso, ¿tienes?
—No —le respondió con la barbilla temblándole.
—Si agrando la cinta, ¿podrás pasar las piernas?
—No sé, pero puedo intentarlo.
—Te ayudaré.
Alessandro tironeó varias veces, pero no pudo, el cinturón se había atorado y no hubo manera de que Celeste pudiera salir.
—No intentes nada, ahora vuelvo.
El italiano se acercó al coche del tipo y lo vio moverse.
—Si intentas algo, te aseguro que te buscaré a ti y a tu grupo, y no me importarán las consecuencias, ¿me has oído bien? —le advirtió tapándole la boca con una mano y este asintió con la cabeza.
El atlético hombre mantenía aprisionada la cabeza del sujeto contra el respaldo mientras buscaba por su chaqueta de cuero negra algo cortante y dio con una navaja que se encontraba en el bolsillo interno.
Enseguida se acercó a Celeste para poder cortar el cinturón y ayudarla a salir del coche.
—Iré del otro lado —le comentó para tener más acceso a ella.
El barón extendió sus brazos y de a poco la ayudó a salir.
—Cuidado con los vidrios.
A pesar de que salió con precaución, Celeste se cortó el costado del abdomen con el filo de uno de estos que todavía quedaba en la ventanilla, pero no había acabado ahí la situación, porque el tipo del otro vehículo había salido airoso y con intenciones de hacer más daño.
—¡Alessandro, cuidado! —gritó la joven al ver al sujeto que se acercaba para alejarlo de ella.
El hombre se giró para ponerse de pie, pero el sujeto le dio un rodillazo en la cara haciéndolo caer al piso.
Agarró de los pelos a Celeste para sacarla por completo del coche mientras ella gritaba y pataleaba, y la arrastró hasta el medio de la zona de césped y flores silvestres.
La chica forcejeaba con el hombre que tenía encima, le arañó la cara y este se la cacheteó para que se quedara quieta, aquel gesto fue como si a Celeste le hubieran activado furia por dentro porque levantó la pierna para que su rodilla quede entre medio de los dos y sacó fuerzas de la extremidad y sus brazos para sacárselo de encima.
El tipo quedó tirado en el suelo y golpeó la cabeza contra una roca, Celeste gateó hacia Alessandro para despertarlo y comenzó a moverse al tiempo que el otro rodó de un lado quejándose y habló luego de verse los dedos manchados de sangre.
—Tal parece que la historia se está repitiendo —rio intentando ponerse de pie—. Primero tu madre y luego tu esposa.
—¿De qué mierda estás hablando? —cuestionó con enojo Alessandro.
—¿Acaso tu padre no te confesó lo que le pasó a tu linda madrecita?
—¿Qué tienes para decirme? No des vueltas y me lo dices —le gritó furioso.
—Tu madre jamás se fue con otro hombre —respondió el tipo con una sonrisa de cinismo que no le cabía en el rostro.
Alessandro había terminado de comprender lo que aquel tipo le había dicho. Quedó de piedra ante lo que había deducido y lo que le había transmitido cuando le confesó aquello.
Segundos después quedaron rodeados de cuatro hombres más, los que eran del grupo los Buitres. El italiano la puso detrás de él para protegerla de alguna manera.
—Cinco contra uno, me parece una estupidez, si querías un enfrentamiento lo debías tener sin tus compañeros, solos tú y yo. —Declaró el barón.
—¿Acaso pelearás contra nosotros como lo hizo también el imbécil de tu padre para defender a una esposa que no valía por ser de otra nacionalidad? —inquirió el mismo hombre.
—¿No se dan cuenta que yo también tengo la misma nacionalidad que mi madre?
—Lo dejamos pasar, baroncito —habló con ironía—, tu hermana y tú no nos interesan, pero gente que es de otra nacionalidad por completo, tiene que pagar como lo hizo tu madre.
—Alessandro —susurró—, por favor, intentemos irnos de acá.
—Tu padre trató de hacerse el héroe, pero le salió mal —miró la hoja del arma blanca que había sacado del bolsillo del pantalón y rozó la yema del dedo para comprobar su filo.
Los cuatros hombres se rieron y se acercaron más a ellos.
Celeste fue apartada de su marido cuando uno del grupo le tironeó el cabello atado a una cola echándole la cabeza hacia atrás y la sujetó de los brazos para que no se moviera. Alessandro comenzó a dar puñetazos a diestra y siniestra a quien se acercaba a él para pelear. Uno de estos lo agarró por atrás pasándole el brazo por el cuello intentando ahorcarlo. El barón continuó peleando sin importarle lo que pasara. Celeste forcejeaba también y a varios había golpeado con los pies cuando estos querían acercarse a ella hasta que el líder le dio un derechazo para aturdirla.
—Si no quieres que algo le pase a tu marido, vas a tener que cooperar.
—No voy a darles el gusto —se impuso la chica con firmeza.
—No te hagas la viva —le dio un puñetazo en la herida y la joven creyó que se ahogaba del dolor—. Veo que eres fuerte —le dio un segundo golpe en el mismo lugar.
A Celeste le flaquearon las piernas cuando sintió un nuevo dolor punzante en la herida. Cuando Alessandro dejó tirados cerca de los autos a tres de los cinco, fue detrás del líder y sujetándolo del cabello amenazó al que quedaba en pie con matarlo si no soltaba a su esposa.
—No la sueltes, idiota —expresó con asco en su voz.
—No te lo repetiré más, la sueltas o te lo mato —apretó el filo contra el cuello—. No me temblará el pulso para dejarlo tirado y que se desangre, ustedes lo hicieron primero, hace años atrás con mi madre.
El tipo que mantenía sujeta a Celeste la tiró abruptamente contra el pasto y ella cayó sin poder sostenerse con las manos para que la caída no fuera tan brusca.
—Si quieres recuperar a tu líder, vas a tener explicarle bien que deje de perseguir a mi esposa.
—Las cosas se terminarán cuando yo lo diga —forcejeó el principal del grupo intentando zafarse de su agarre.
—Tú no vales como persona, mucho menos tomarán en cuenta las palabras que salen de tu boca. No quieras que pierda los estribos y te termine desangrando aquí y tu compañero recibirá una paliza.
El tipo que tenía frente a Alessandro sacó un arma de fuego de la chaqueta y le apuntó.
—No seas un idiota y lárgalo.
—No lo haré, ¿te crees que te tengo miedo? Te tiembla el pulso.
—Pero apretaré el gatillo si no lo sueltas, tú no nos interesas —le dijo y en el momento en que se giró para apuntar contra Celeste, ella le tiró una piedra.
El tiro salió disparado y golpeó la chapa que cubría la llanta del coche del líder. Aquel error por parte del sujeto provocó que el tanque de nafta comenzara a perder, si daba un disparo más, era posible que todo explotara.
El tipo corrió detrás de ella sin dejar de dispararle y Alessandro empujó al líder para hacerlo caer al suelo y poder socorrer a su esposa, Celeste corrió sin mirar atrás, y su marido se le tiró encima para pelear con él, el líder se tiró encima de ellos también para que al italiano le fuese imposible escaparse de ambos. Alessandro esquivó la bala y otra impactó contra el suelo mojado. Las llamas comenzaron a desparramarse por casi todo el pasto y la argentina se echó a la espalda del líder para detenerlo de alguna manera y que dejara de pelear con su marido, pero un codazo seguido de un empujón por parte del tipo la dejó en el piso, no se dio por vencida, y le dio una patada en las piernas para hacerlo caer, la caída le provocó que la mitad del cuerpo quedara en llamas, los gritos se escuchaban como lamentos y desesperación. El compañero del líder aún seguía peleando con el hombre y Celeste lo cazó del pelo para sacudirle la cabeza. El barón aprovechó la ocasión para quitarle el arma y el hombre quedó sin poder defenderse como estaba acostumbrado, con navaja y revolver.
—Ya se acabó, no tienes adónde ir y es mejor que te rindas —le habló con claridad Alessandro apuntándole con el arma.
—Prefiero ir a las llamas antes que pudrirme en la cárcel —afirmó con seguridad.
—Eres un inconsciente si lo haces. ¿Sacrificarías tu vida por no ir a la cárcel?
—Los Buitres somos así —respondió.
Aquellas fueron las últimas palabras del hombre porque luego se giró en sus talones y corrió hacia las llamas. El viento caluroso comenzó a condensarse mucho más y Alessandro le dijo a su esposa que debían alejarse.
—Celeste, esto en cualquier momento explotará, debemos irnos de aquí.
—Sí. —Le contestó abrazándolo por el cuello y él la puso en pie por la cintura.
—¿Puedes caminar?
—Sí, no te preocupes.
Como pudieron caminaron con ligereza hacia la zona boscosa y se resguardaron de la inminente explosión. Se sentaron detrás de un gran árbol manteniendo él segura a Celeste entre sus piernas. La chica se movió y se quejó con la herida que tenía. Sin previo aviso ambos autos explotaron generando una nube de color gris plomo y Alessandro la abrazó para protegerla más y la expansión de la explosión arrasó con todo lo que había a su alrededor. La copa del árbol se meció con gran agitación y algunas ramas y hojas volaron contra ellos.
Sirenas de bomberos, vehículos de la policía, una ambulancia y dos autos aparcaron en la zona del desastre, los bomberos intentaron apagar el incendio mientras que Bianca y Vitto junto con la policía descendieron por la pendiente frondosa.
—Esto no debió haber pasado —declaró Vitto con angustia en su voz.
—Tranquilo, papá. No te preocupes, estoy segura de que pudieron defenderse. —Miró el suelo manchado de sangre y algunos pedazos de tela.
El rostro de Bianca quedó con pesadumbre y el entrecejo fruncido.
Celeste y Alessandro salieron despacio por entre los árboles y sus familiares fueron corriendo hacia ellos.
—¿Están bien? —preguntó muy preocupado Vitto.
—Sí, tranquilo, pero fue un desastre —le confesó su hijo poniéndole una mano en el hombro para calmarlo de alguna forma.
—El jardinero nos avisó porque pasó por aquí —admitió Bianca.
—No sé cuánto tiempo estuvimos con este grupo, pero nos pareció interminable todo. —Afirmó Alessandro.
—Vayan a revisarse, será lo mejor —les dijo la mujer.
Con cuidado Alessandro subió hacia el asfalto teniendo a su lado a Celeste que la ayudaba a subir con él a la par. Enseguida la asistieron para revisarla dentro de la ambulancia mientras que su marido y su suegro hablaban con la policía. Primero fueron preguntas de rutina y luego quisieron saber lo que había pasado, la relación que tenían con los sospechosos y demás cosas, pero antes de que Alessandro les respondiera fue Vitto quien abrió la boca.
—Esto viene de hace años atrás, de cuando mis hijos eran adolescentes —les notificó y miró a su hijo—, creo que sería bueno que vayas con Celeste y de paso te hagas revisar, yo me encargo.
Alessandro quiso refutarle, pero su padre volvió a hablarle.
—Más tarde hablaremos.
Él solo asintió con la cabeza y se dio media vuelta para ir hacia la ambulancia.
—¿Cómo se encuentra? —quiso saber por su esposa.
—Está bien, tiene algunos rasguños y una herida poco profunda con contusiones, me dijo que quienes la atacaron le dieron dos puñetazos y un codazo en la herida. Tiene la zona bastante golpeada, pero en una semana más o menos le dolerá poco y su herida cicatrizará. Tiene un parche de contención para que sanara.
—Me alegro de que esté bien dentro de toda esta tragedia.
—¿Usted no quiere revisarse? —le preguntó la médica.
—No, yo estoy bien.
—Insisto, por favor —repitió y este asintió con los labios apretados.
Alessandro subió a la ambulancia y se sentó para ser revisado mientras que veía en un rincón y sentada también a Celeste con los ojos cerrados. Cansada era una palabra demasiado débil para darse cuenta de que el rostro se notaba con extremo dolor y angustia, sin contar con que estaba agotada física y emocionalmente.
La argentina abrió los ojos con lentitud y lo miró con atención.
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Con molestias, pero el analgésico parece que me hace efecto.
—Apenas termina de pasar el medicamento de la bolsa, podrán irse —comentó la médica—, pero me gustaría que dentro de tres días vuelvas para que te revise la herida.
—Está bien.
Una hora después, el barón ayudó a Celeste a entrar en su coche a pesar de lo abollada que estaba la parte frontal no sin antes sacar el ramo y entregárselo.
—Lo compré antes de salir del banco.
—Están lindas, gracias —le respondió.
La chica se metió con cuidado dentro del auto y él le cerró la puerta.
Cuando Bianca avanzó con su coche, le siguió Alessandro y por detrás Vitto.
—No debí salir.
—¿Qué compraste o fuiste a buscar?
—Fui a comprar alimentos porque no quedaban más, Sabina me quiso acompañar, pero le dije que se quedara.
—Aunque te parezca mal lo que diré, creo que era lo mejor que pasara aquí en el camino y no en la villa, hubiera sido un caos mucho más grande que el que tuvimos —le contestó mirando su perfil y habló de nuevo—, no íbamos a estar solos y el grupo.
—Lo sé.
—Tarde o temprano iban a cometer lo que estaban planeando, pero de alguna forma les salió mal.
—¿Por qué me ayudaste? —quiso saber la chica.
—Por la simple razón de amarte.
Celeste quedó muy sorprendida, no esperaba que Alessandro le confesara tan pronto aquel sentimiento.
—Los dos pasamos por una situación horrible, es normal que digas eso.
—No te lo he dicho antes porque estaba seguro de que tú ibas a pensar que era bastante rápido lo que sentía por ti. Y te lo dije ahora, porque me pareció lo correcto, para que supieras que no lo había hecho por una obligación o deber.
—Entiendo.
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Villa Elixir
Los tres coches llegaron a la villa y el barón ayudó a Celeste a bajarse, cuando entraron y encendieron las luces, Sabina y Alan les gritaron un feliz cumpleaños seguido de la explosión de dos cañones de confetis para el festejo.
—Le insistí a Alan para terminar de decorar el comedor y recibirte con papelitos de colores —admitió Sabina.
—Está bien, no hay problema.
El adolescente se acercó a ella para abrazarla, pero Celeste contuvo un poco la respiración cuando la apretó más de lo debido. El chico escuchó un leve quejido y él se separó.
—¿Estás lastimada? No me dijeron nada cuando se fueron Bianca y Vitto.
—Sí. Y no te dijeron nada para no preocuparte —le dijo sacándole un par de papelitos del pelo—, pero estoy bien, solo fue un susto.
Alessandro levantó del piso a la mascota y se la entregó en brazos a su dueña.
—Hola, pompona —le contestó con una sonrisa y esta le lamió la barbilla constantemente.
—Sé que quizás querías descansar porque lo necesitas en verdad, pero dentro de una hora y media —miró su reloj pulsera diciéndoselo a Celeste—, vendrán Cosme y su familia, pero sería conveniente cancelar la reunión —sugirió el barón.
—No pasa nada, no la cancelaremos, estoy bien.
—¿Segura? —insistió Alessandro observándola con atención.
—Sí —asintió con la cabeza también.
Pocos minutos después mientras el italiano estaba en su cuarto, Cosme lo llamó a su teléfono personal para preguntarle lo que había escuchado y este le dijo que todo estaba bien y que los esperaban para las nueve y media como habían acordado el día anterior.
Por otro lado, Celeste se sentó en el diván de los pies de la cama y lloró con congoja por lo que había pasado hacía un rato atrás. Y recordó la manera tan cínica que tuvo el principal de aquel grupo en decirle a Alessandro lo que habían hecho con su madre y a su vez con su madrina.
Unos golpecitos en la puerta y la argentina se secó las lágrimas, esperó a que se abriera y Bianca entró para cerrarla a sus espaldas.
—¿Quieres que te ayude a vestirte?
—De acuerdo, me voy a bañar.
—Te espero aquí —le dio una sonrisa.
Celeste se la correspondió también y caminó hacia el baño.
Esperaba que el agua caliente de alguna forma la reconfortara y la calmara para que se sintiera descansada un poco también. Aquella tarde había sido un tremendo caos y ansiaba terminar la noche con algo de felicidad.
¡Hola! A pesar de que me tardé bastante en actualizarla, creo que el capítulo es extenso y con muchas emociones. Tal parece que el grupo Los Buitres tuvieron su merecido y ahora la pareja podrá vivir tranquila y feliz.
¡Las leo!
Un besito,
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