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🎖️Capítulo 19🎖️

Villa Elixir

En el almuerzo del cumpleaños del barón se encontraban las personas que él apreciaba, ningún estirado se encontraba allí, por lo que la mesa decorada que se encontraba en la galería, estaban sentados su familia, Cosme, Chiara y su hijo Guido, y Sabina también.

Luego de que Alessandro soplara las velas y Celeste con ayuda de Sabina cortaran la torta y repartieran las porciones se hicieron las siete de la tarde, momento ideal para que los familiares e invitados se retiraran y dejaran solos al joven matrimonio para que continuara conociéndose mejor.

—Alan, no me avisaste que te ibas a reunir con tus compañeros de clase —le reprochó su hermana.

—Se lo dije a Alessandro, pensé que te lo iba a decir, ¿no puedo salir?

—¿No te parece tarde para salir? Mañana es lunes y tendrías que estar durmiendo para las diez de la noche.

—Entro después del mediodía al colegio —se quedó cortado.

—Pero yo quiero que vuelvas temprano, ¿es mucho pedirte? Te voy a buscar si me decís donde vas a estar.

—Ya deja que se vaya tranquilo —expresó el barón—, le dije que podía salir siempre y cuando fuese juicioso. No le pasará nada.

—Es chico todavía para salir y volver tarde —se quejó la joven.

—Se va a quedar en la casa de Luca, ¿verdad? —Miró a su cuñado.

—Sí y me quedaré a dormir también, iré desde su casa al colegio.

—No me gusta nada, la verdad.

—No te gusta porque no tenés el control —le contestó riéndose su hermano—. Sé que lo haces para cuidarme, pero no tendrías que preocuparte por mí, Celes. Podrían aprovechar... en conocerse mejor —dijo con una vocecita pícara.

—Qué sabes vos, culo cagado. Ni limpiarte bien el culo sabes —le respondió entre graciosa, nerviosa y molesta mientras le daba palmaditas en el trasero.

Alan se reía al tiempo que intentaba separarse de su hermana.

—Voy a prepararme el bolso para que no se me olvide nada —fue casi corriendo hacia su cuarto.

—No me gusta que me oculte cosas —le dijo enfrentando a su marido—. Podía habermelo dicho.

—No te lo dijo porque sabía bien que no lo ibas a dejar ir, bastante lío hiciste cuando se fueron de campamento.

—Es demasiado chico para ir deambulando por las noches —emitió preocupada.

—No deambula, Celeste. Se va a una casa conocida, no puedes dejarlo bajo tu ala siempre —le habló intentando que recapacite—. Él necesita tener una vida de adolescente, los chicos de su edad hacen lo que hacen sus compañeros y él, se divierten, van de campamento, se reúnen en las casas, no se va a meter en líos por divertirse.

—Vos tenés a Bianca y a tu papá, yo no tengo a nadie más.

—Parece que te olvidas de todas las cosas que te he dicho antes, no estás sola, bambola —le acarició la mejilla—, sé que al principio he sido un agrio contigo, pero de a poco las cosas entre nosotros fueron estando mejor, así que no me digas que no tienes a nadie más, porque mi familia es la tuya y yo por igual. Mi padre es el padrino de ustedes también y en parte es tu familia de todas maneras.

—Lo sé, Alessandro, pero a veces pienso que es mentira lo que me decís y en cualquier momento aparecerá ese hombre frío y distante.

—Mírame, Celeste —le dijo poniendo sus dedos índice y pulgar en su barbilla para que levantara la cabeza y lo mirara a los ojos—, no, eso ya no más.

Alan llegó para cortar el momento y su hermana le habló de nuevo.

—Te llevaré.

—No, me llevará tu marido, pero si querés, nos acompañas.

Resignada y agachando la cabeza, le respondió:

—Está bien. Yo no manejo, pero los acompaño, voy a buscar un saco.

Poco tiempo después, los tres se metieron dentro del auto para bajar al pueblo y conducir hacia la casa del compañero de Alan. Apenas lo dejaron allí y los saludó con la mano esperando a que entrara, la pareja con parsimonia regresó a la villa con algo de conversación para que el recorrido no fuese incómodo.

—¿La pasaste bien en tu cumpleaños?

—Sí, estuvo la gente que quise y la tarde terminó siendo agradable.

—¿Y la comida?

—Deliciosa, el postre, lo mejor, las dos tartas que has hecho fueron increíbles.

—Me alegro de que te hayan gustado —le sonrió mirándolo en la penumbra del vehículo—. La tarta de café es la que de pre-adolescente no me salía, y hoy fue la primera vez después de mucho tiempo que la volví a hacer.

—Te salió muy buena.

—Gracias. —Celeste quiso cambiar de tema y le preguntó algo que se le había venido a la mente en aquel momento, algo que sucedió semanas después de haberse instalado en la villa—. Tuviste una novia, ¿no?

—¿Cómo lo supiste? —Se sorprendió.

—Creí que me lo ibas a negar —levantó las cejas ante la declaración.

—No tengo por qué negarte algo que pertenece al pasado. Me intriga saber quién te lo dijo. —Frunció el ceño con inquietud.

—Nicoletta.

—¿Cuándo te lo ha dicho? Hasta donde me he enterado, esa mujer ni siquiera te mira a la cara.

—La única vez que se apareció en la villa queriéndome ver y tirándome el ramito de flores en la cara, me dijo muchas cosas incluyendo lo de tu novia.

—Exnovia.

—Bueno, sí, pero por ella me enteré.

—¿Por qué te tiró el ramillete en la cara?

—Eso no importa.

—Para mí sí, no tenía derecho en tirarte algo que les has regalado a las mujeres del pueblo porque quisiste.

—Eso ya pasó, fue hace meses atrás.

—Insisto, no me importa, lo quiero saber.

Celeste, resignada, se lo contó.

—Porque me odia, literalmente eso es, odia que sea la nueva baronesa porque tengo otra nacionalidad, fue ahí cuando me dijo que vos te ibas a casar con otra mujer italiana, con un título nobiliario, culta y fina y, que yo no valía ni un buen billete, prácticamente puso a tu exnovia como el caviar y a mí como el atún.

—No me gusta el caviar, pero sí el atún. —Se rio ante las comparaciones.

—A mí también, pero ese no es el punto, y como habló de nacionalidades, le dije que lo que estaba diciendo era una falta de respeto a tu mamá también, porque, al fin y al cabo, ustedes son mitad argentinos.

—Tan amable que se muestra... Bastante arpía resultó ser.

—¿Me estás escuchando? —Le cuestionó mirándolo con atención—. Hablas de Nicoletta cuando te estoy diciendo otra cosa.

—Sí, te escuché, y sí, es así, pero se van a tener que morder la lengua antes de decirte algo.

—Cuando vos no los ves, ellos hacen otra cosa.

—Pues no les hagas caso, no tienes porqué soportar sus insultos.

—Para algunos, ni mi hermano y mucho menos yo somos gente.

—Hasta que me escuchen a mí y ahí sí que se lo pensarán dos veces en decirles algo cuando yo no los vea.

—¿Y qué pensás hacer?

—Comenzar a asistir a eventos juntos, y tú por cuenta propia también.

—¿Sos vos, Alessandro? —Alzó las cejas, estando demasiado sorprendida.

—Sí, bambola (muñeca), soy Alessandro, entiendo que te parezca extraño, pero para mí no lo es cuando la relación entre ambos está mejor y encaminada, ¿no te parece así?

—Sí, no te lo voy a negar, pero me sorprende que quieras asistir a eventos juntos y por separado, ¿y realizarlos? ¿Nunca realizaron uno?

—Mi madre acostumbraba a organizar algunos.

—Y dejaron de hacerlos, ¿no?

—Mi papá estuvo varios meses sin asistir a los eventos en el que era invitado, luego regresó.

—Y después empezaste vos a ir.

—El primer evento al que fui ha sido cuando te emborrachaste con un ponche, antes no.

—Hermosa noche —emitió con ironía en su voz.

—Fue sorpresivo verte quebrada —expresó con una palabra argentina.

—Me extraña escucharte decir esa palabra.

—Sé algunas —se rio cuando se lo dijo.

Una vez que llegaron a la Villa, ambos se bajaron y entraron.

—¿Puedo pedirte un regalo adelantado de cumple? —inquirió con entusiasmo.

—¿Y cuándo es tu cumpleaños? —Se hizo el tonto.

—Mañana.

—Ah, cierto. Es un día después de mi cumpleaños —casi se rio al responderle.

—¿Puedo? —insistió ella.

—¿Qué quieres pedirme?

—Si podemos compartir la cama.

—¿Y piensas que te diré que sí? —Le bromeó.

—Bueno, podríamos probar cómo se siente, ¿no? Aunque yo seré quien lo experimente por primera vez.

—¿Nunca dormiste con un chico?

—Yo no dormía con amigos en la secundaria, me parecía que no daba. ¿Vos sí?

—Pues, era un picaflor de adolescente —rio—, y en mis veintes también.

—Tenías un prontuario bastante activo, ¿no? —Se rio ella a la par de él.

—Se podría decir que sí... Pero ¿qué es lo que quieres en verdad?

—Acostarme con vos —fue muy directa con él.

Alessandro la tomó de la mano y caminaron hacia el dormitorio de él, abrió la puerta y luego la cerró quedando ambos dentro. Y su marido le repitió la pregunta.

—Celeste, ¿qué quieres?

—Ya sabes, acostarme con vos, dormir con vos, nada raro.

El hombre se alejó de ella y entró al vestidor para tomar una caja de regalo y llevársela frente a la joven.

—Me parece que lo que hay dentro irá bien para esta noche.

—¿Es para mí? —Se quedó sorprendida mientras levantaba las cejas.

—Sí, te lo encargué hace una semana atrás y llegó hace unos días.

—¿Lo encargaste? ¿No es de acá?

—No, es de Inglaterra.

—La verdad es que no me esperaba que compraras algo de ahí.

—Ábrelo —le instó.

Celeste se sentó en el borde la cama y apoyó la caja frente a ella para luego hablarle otra vez:

—Es linda la caja. —Comentó y sacó la tapa para encontrarse con un par de envoltorios en color negro con las pegatinas de la marca.

De a uno lo fue abriendo, para encontrarse con un conjunto de camisón y bata en color turquesa y encaje magenta.

—Ese camisón que usas vas a tener que tirarlo, no le quedan más espacios para los remiendos.

—Pero es cómodo para dormir.

—Entiendo que hay prendas cómodas y que casi siempre se quieren usar, me pasa, pero en serio Celeste, debes tirarlo y, usar un buen y lindo conjunto. Yo te lo he elegido, el color y el talle.

—¿Cómo?

—Me guie por el vestido. ¿No te gusta el color?

—El color me encanta, estoy sorprendida por el regalo.

—¿Por qué no te lo pruebas y de paso ya te lo dejas para dormir aquí?

—Sí, lo haré —se puso de pie y se acercó a él—, muchas gracias por el regalo, me gustó mucho —le dio un beso en los labios cuando se puso en puntas de pie y él la sujetó de las mejillas para seguir besándola.

Alessandro se separó de ella para dejar que fuera al baño y ponerse la ropa de cama. Mientras él, desarmó la cama y acomodó los almohadones.

Celeste salió en pocos minutos viéndolo en ropa interior.

—¿Lista para meterte en la cama?

—Sí.

—Te queda muy bien el conjunto, di con el talle justo.

—Sí, los colores me gustan también —le sonrió—, siento que me realza el color de piel.

—Eres blanquita, así que sí, esos colores te quedan hermosos y por eso lo elegí.

—Gracias.

La chica se acercó a la cama y se metió dentro mientras él la arropaba y pronto se metió del otro lado para acercarse a ella y abrazarla por la cintura. A pesar de que para ambos era la primera vez que compartían la cama, la sensación de aquello nuevo era preciosa y hasta un poco sensual. En silencio, se terminaron por quedar dormidos.

¡Hola! Primero que nada, perdón por haber tardado mucho en actualizar la novela. Segundo, las cosas estás bastante bien entre Celeste y Alessandro, ¿no? De a poco se van conociendo y animándose a más cosas juntos. ¿Ustedes qué opinan?

¡Las leo!

Un besito,

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