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🎖️Capítulo 12🎖️

Villa Elixir

Celeste estaba leyendo un libro sentada en el borde del ventanal de la amplia sala de estar, el ambiente era pintoresco y daba un toque de sofisticación y de hogar al mismo tiempo, por las mañanas y las tardes se quedaba sola mientras que su marido trabajaba en el banco del pueblo, su suegro trabajaba en el banco de la ciudad y su hermano estudiaba en el instituto de la ciudad también, aunque a veces iba a visitarlos Bianca, su cuñada casi siempre estaba viajando por su trabajo, era ingeniera y se había dedicado a la parte hidráulica para resolverles la vida cotidiana a personas que necesitaban riegos continuos en sus campos para las cosechas e incluso agua potable en sus casas.

Aquella tarde, Alan no había pisado el instituto porque no quería y porque desde hacía tiempo se estaba comportando como un rebelde.

Él se acercó a ella y se sentó a su lado. La hermana lo miraba de reojo y disimulaba leer.

—¿Querés decirme algo? —manifestó levantando las cejas y observando de manera superficial el texto.

—¿Por qué te casaste con él? —Su pregunta la tomó por sorpresa porque no se la esperaba en lo absoluto porque creyó que eso había quedado atrás.

—Pensé que ibas a contarme lo que te está pasando y no que me salgas con esa cuestión que dejamos atrás.

—Quiero saber por qué —la miró enojado.

—Alan, yo ya te expliqué el porqué, ¿vos por qué no querés ir al instituto? —Cerró el libro y lo dejó a su lado.

—Los chicos se burlan de mí y no me gusta.

—No podés seguirles el juego, sabés que siempre habrá personas así y no por eso tenés que dejar de ir al instituto. Tus profesores e incluso la directora me dijeron que te estás comportando como un rebelde, vos no sos así.

—Es que... dicen que somos malos, que no tenemos que estar acá, me dicen intruso, a vos te dicen cosas feas... —dijo resignado agachando la cabeza con preocupación.

—Estoy acostumbrada, Alan, y trato de no escuchar. Por eso, tenés que ignorarlos y estudiar, ser aplicado —le acarició el pelo—. Estás en una de las mejores secundarias de la ciudad y Alessandro quiso que fueras ahí, está pagando tus estudios, Alan.

—¿Por qué te casaste con él? —insistió.

—Porque papá lo quería y para que vivas mejor, papá quedó con algunas deudas que no pudo afrontar, el papá de Alessandro pagó las deudas y...

—¿Y a cambio te casaste con un hombre que no te quiere? —Le inquirió alzando la vista hacia ella.

—Lo hice por papá y por vos.

—¿Sacrificaste tu vida y tu felicidad por lo que quería papá y sobre todo por mí? —Frunció el ceño.

Celeste se calló.

—Sí.

—¿Por qué? —La barbilla le tembló mirándola con suma atención.

—Eso hacen los hermanos mayores.

—Eso hacen los tontos, no te pedí que lo hicieras. Jamás te habría pedido que te casaras con alguien que te trata como lo peor que cree que sos. Alessandro te mira mal, te desprecia y tampoco te quiere, yo no quiero eso para vos. No quiero que sigas sacrificándote por mí.

—Alan... ya está. No tenés de qué preocuparte, vas a estar bien, yo me las arreglaré —le respondió acariciando sus mejillas y sonriéndole—, vos solo tenés que seguir estudiando y aprendiendo piano, ¿no es lo que te gusta? —Le preguntó y él asintió con la cabeza—, bueno, entonces, no se discute más. ¿Vas a estar más atento en el instituto? Por favor, Alan.

—Lo haré por vos porque sé que te sacrificaste por mí.

—No pensés en eso, sos muy jovencito para preocuparte por cosas de adultos.

—Claro... como si vos sos muy grande, ¿no? —habló con ironía—. Me llevas solo siete años, Cele.

La joven se quedó callada ante la respuesta de su hermano.

—Pero de alguna manera lo soy y tengo que cuidarte.

—¿Y a vos quién te cuida? —manifestó con tanta certeza que la chica abrió más los ojos.

—Trataré de cuidarme sola.

—¡No! —gritó y se levantó para ponerse frente a ella—, si el flojo de pantalones de mi cuñado no te cuida, lo haré yo —admitió con énfasis.

A Celeste le pareció lo más valiente que había visto en él desde que habían pisado el país y se enterneció por su reacción. La muchacha lo tomó de la cabeza, se la agachó y le dio un beso en el pelo.

—No tendrías que preocuparte por mí —sonrió—, ¿sabés? Pienso que, si papá se lo pidió a Vitto, fue por algo, no pudo costear la deuda que dejó el tratamiento y por eso la pagó el papá de Alessandro, eran amigos y siempre lo quisimos como un tío, ¿no? Aparte es nuestro padrino —Alan asintió con la cabeza—, así que, si ellos dos estuvieron de acuerdo con esto, nosotros dos vamos a tener que aceptarlo, Alan... Nos guste o no —acarició la mejilla—, cuando seas más grande, vas a poder irte donde quieras, quizás seas un famoso pianista o seguir los pasos de tu cuñado —le dijo y él la interrumpió.

—Los pasos de mi cuñado jamás... no haré algo que no quiero, menos sabiendo lo indiferente que te trata.

—Bueno... Serás pianista o lo que querrás ser. Siempre y cuando seas feliz.

—Si vos no lo sos, ¿por qué lo tengo que ser yo? Éramos tres, quedamos dos y sé que tanto vos como yo nos sentimos extraños acá.

—Alan... —sus ojos se llenaron de lágrimas—, lo siento, no tengo la respuesta para eso. Solo te pido que mañana sin falta vuelvas al instituto y te comportes como un niño bueno, por favor.

—De acuerdo. Lo haré.

—Gracias. —Le sonrió.


🎖️🎖️🎖️


En el medio de la cena, el barón se dirigió a Alan con una pregunta.

—¿Qué te está pasando?

—¿A qué te referís? —Le cuestionó intrigado, pero sabiendo de lo que hablaba.

—Me llamó la directora para avisarme que hoy no has ido a clases y que las anteriores veces te has comportado como un rebelde —le comentó mientras masticaba y tenía los codos sobre la mesa con las manos entrelazadas hacia arriba mirándolo con fijeza a la cara.

—Hoy no me sentía bien para ir al instituto y Celeste me dijo que me quedara —su hermana quedó muda cuando le dio aquella respuesta.

—¿Y las anteriores veces? ¿Qué pasó?

—Creo que vos también estás al tanto de lo que dicen de nosotros, ¿o no?

Celeste le clavó la vista al adolescente, porque se estaba pasando de la raya en contestarle así.

—Los rumores siempre existen, Alan.

—Pero vos tampoco haces algo para que dejen de rumorear —lo enfrentó.

Su hermana lo miró queriéndolo comer crudo.

—No me mires así que vos también te quedas callada para que no te levante la voz ese que está sentado en la cabecera de la mesa —arremetió con enojo en su voz.

Vitto miró y escuchó la situación, le encantaba ver a su hijo ser doblegado por un adolescente con los pantalones que le faltaban a su primogénito.

—Te levantas y te vas a tu cuarto, no tienes derecho a hablarme así, pago tus estudios porque no me queda otra opción, pago tus clases de piano porque tampoco tengo otra opción.

—Alessandro ya fue suficiente —escupió su padre.

—No, no lo fue. Se cree muy vivo para la edad que tiene, es un adolescente rebelde que necesita disciplina. Y necesita un correctivo.

—No estamos más en la época de las cavernas —declaró Vitto.

—No vendría mal una zurrada con el cinturón para que aprenda a respetar a quien le da una buena vida.

—¡Vos no sos mi padre! —Le gritó el jovencito.

—¡Alan! —Le gritó su hermana.

—¡Me tiene harto con sus estúpidas palabras! Se la da muy de macho, pero ni siquiera tiene los huevos para defenderte y ni digamos para que te trate bien —expresó con enojo.

Alessandro se levantó como una fiera de la silla al punto de hacerla caer y se fue hacia el adolescente que lo estaba enfrentando. Fue Celeste quien se interpuso en su camino.

—Ni se te ocurra tocarlo —emitió con seriedad en su voz.

Fue la primera vez que la chica lo enfrentaba y creyó que iba a ser una condena para ella, porque Alessandro se la terminaría desquitando con ella.

Celeste giró la cabeza para mirar a su hermano y le pidió que se fuera al cuarto, Vitto intentó calmar la situación, pero su hijo le dijo que no se metiera.

—A ver si le enseñas a comportarse como un adolescente decente, porque tal parece que tus enseñanzas e intentos de madre no sirvieron para nada. Si yo no firmaba esos papeles, ustedes dos todavía estaban en ese departamento de Buenos Aires comiendo comida vencida. —Dijo con frialdad en su voz.

El golpe de mano abierta que le estampó en la mejilla a Alessandro se escuchó en toda la Villa.

—Hice lo que pude con catorce años que tenía. Intenté enseñarle las cosas buenas y las cosas malas, es normal que se comporte así, es cierto que no tiene porqué contestarte de esa manera, pero te lo mereces también por cómo sos. —Declaró con sinceridad sin tenerle miedo.

Sabina sin decir algo, puso los platos en la bandeja y fue llevando la vajilla a la cocina.

Vitto quedó relegado observando la escena.

Celeste se fue a consolar a su hermano y a decirle también que debía disculparse con Alessandro por la manera en cómo le había respondido.

—Es lo que te mereces por ser un tonto que no ve más allá de su nariz, egoísta y soberbio, yo no te crie así y mucho menos tu madre que fue la que siempre pasó más tiempo contigo.

—No la metas a ella en esto. —Se molestó más.

—Intento que veas las cosas desde otro punto de vista, pero todavía no se te cayó la venda de los ojos. Eres un cretino por contestarle de esa manera a Celeste y ponerte a pelear con un adolescente, se te olvida que esos chicos son mis ahijados y que, si tú no haces nada por ellos, yo responderé por su bienestar.

Alessandro cazó a su padre por la camisa porque de alguna forma creyó que le gustaba la chica.

—¿Acaso te gusta que la defiendes tanto? —cuestionó con rabia en su voz manteniendo los dientes apretados.

—¡No seas imbécil! —Le gritó—. Soy el padrino de ellos, el suegro de Celeste y tú su marido, no seas un inconsciente en pensar idioteces. —Escupió con molestia—, si tú no respondes por ellos o solamente por ella, yo tengo que hacerme cargo, ¿por qué? Porque tú no ves más allá de tu propio culo. —Contestó soltándose de él y dejándolo solo con sus conjeturas y odio.

Alessandro miró a Sabina, pero esta no le dijo absolutamente nada, ni siquiera las buenas noches, giró en sus talones y se dirigió al corredor que conectaba las habitaciones. Se detuvo en la puerta del cuarto de Alan queriendo golpear y pedirle disculpas, pero escuchó lo que él le estaba diciendo a su hermana.

—Me quiero ir de acá —expresó llorando—, no aguanto este lugar, no solo me quiero ir por mí, sino principalmente por vos, no tenés idea de las cosas horribles que te dicen, el desprecio que tienen con vos sin siquiera conocerte de verdad. Es horrible, Celeste —hipó con lágrimas en los ojos.

—Alan, escuchame, lo que pasó hace unos minutos atrás, no tiene que volver a pasar, por favor, te lo suplico —le dijo ella, sollozando también—, tendríamos que estar agradecidos en que nos dejen estar acá a pesar de lo que digan los demás, esto es un lujo a comparación de lo que vivimos antes. Después de lo de papá, las cosas no empezaron a ir bien, pero esto que acepté fue porque quería sacarte de una vida de necesidades, no veo mis necesidades porque me preocupo por vos, prácticamente sos como un hijo porque te crie mientras cuidaba de papá, unos años antes, él nos cuidó y después yo a los dos, y una hermana a veces se debe sacrificar por su hermano menor. —Admitió intentando que se calmara un poco y recapacitara con lo que le dijo.

—Pero no así. —Sollozó y habló con la voz entrecortada.

—No encontré otra manera, si teníamos a algún familiar o a alguien conocido que te podía cuidar, yo aprovechaba en buscar un trabajo y laburar, pero ya sabes que si nos quedabamos...

—Lo sé, te iba a seguir acosando el pelotudo del abogado.

—Mañana sin falta le vas a pedir perdón a Alessandro.

—Está bien, pero que conste que lo hago por vos.

—Por quien sea, se lo pedís, para que no vea que te crie como un chico malo e irrespetuoso.

Alessandro oyó toda la conversación y caminó hacia su dormitorio.

Celeste le dio un beso a su hermano y lo dejó solo para durmiera. Ella salió del cuarto y fue directa a la cocina para ayudar a Sabina, pero encontró las luces apagadas y se dirigió a la ventana del salón de estar para sentarse y seguir leyendo el libro que había dejado allí con la luz de la luna que iluminaba gran parte de la sala.

El barón fue a buscar un vaso de agua con el pantalón del pijama puesto y una bata del mismo color del pantalón. No se percató de que ella estaba sentada, pero la joven lo miró con atención, estaba de pie y de frente al ventanal.

El ruido de una hoja de papel deslizarse fue lo que hizo que Alessandro girara la cabeza en aquella dirección. La vio sentada y concentrada leyendo.

—No sabía que leías.

—Nunca me lo preguntaste —respondió con normalidad y continuó leyendo.

—¿Qué lees?

—Un libro de romance.

Alessandro terminó el agua y se fue de allí sin decirle algo más, tampoco las buenas noches.

Una lágrima cayó en la hoja de papel que estaba leyendo y con esta se escuchó un sollozo. 

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