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MONSTRUO MARINO

Los días seguían pasando y a cada segundo que pasaba, el destino del mundo estaba en juego. El ambiente se sentía algo tenso y para la mala fortuna de Dane llegó una de las cosas más temidas por los marineros novatos.

-¡¡Tormenta!! -exclamó Gerald -¡Ya saben que hacer! ¡Muevan su pequeño trasero y ajusten la gavia y el juanete!

-¡¿Qué?! -preguntó el bardo.

-¡Las velas, sube al mástil y bajalas! ¡Iremos a palo seco!

Dane no sabía lenguaje de marineros pero observó a los xotics y esto se desplazaban a velocidades increíbles a través de la cubierta. Unos subían a los mástiles y bajaban las velas.

La tormenta había llegado sobre ellos y el mar comenzó a ser el gran monstruo que Dane temía.

-¡Sujetense, será un viaje agitado! -exclamó Gerald.

Vito fue a calmar a los caballos, pero el barco se sacudía con violencia y cualquier intento de calmarlos era en vano.

Gerald comenzó a reírse y a disfrutar del oleaje extremo. Dara vomitaba, al igual que Dane. Hanna, Gessa y Sam buscaron un lugar donde agarrarse. Kara también disfrutaba de las fuertes sacudidas en el nido de cuervo y Alec se amarró al mástil por precaución.

-¡No había visto una tormenta así en años! -dijo Gerald con una sonrisa, pero la sonrisa se le borró en cuanto un rayo cayó muy cerca del barco.

Esa tormenta no era algo normal, no era producto de la naturaleza. Pronto cayeron más rayos y uno impactó de lleno en la proa del barco. El golpe no mató a nadie, sin embargo, comenzó un pequeño fuego.

-¡Gerald, nos quemamos! -exclamó Vito.

-¡¿Qué esperan?! ¡Apaguenlo! -ordenó el capitán.

El rayo no había penetrado el casco, pero el fuego no era normal, comenzó a expandirse rápidamente.

-¡Chicos, es mágico! -advirtió Vito.
Todos acudieron con baldes de agua y lograron evitar que el fuego se descontrolara más.

-¡Xotics, bajen las velas! ¡Voy a guiarlo!

La tripulación trabajaba arduamente y los rayos no paraban. De pronto el sonido de lo que parecía ser un monstruo de proporciones gigantescas encogió los corazones de todos.

-¡Vigía! ¡¿Qué logra ver?! -preguntó Gerald.

-¡No percibo nada, capitán! -respondió Kara.

El rugido volvió a sonar, está vez sonaba debajo de ellos. Gerald sabía que ese sonido era el último que escuchaban algunos marineros.

-No puede ser -susurró.

"El tiburón negro" se detuvo por completo con un fuerte golpe, los rayos también se habían detenido y la tormenta desapareció como por arte de magia. La tripulación no produjo ningún sonido y estaban expectantes. De pronto unos tentáculos comenzaron a subir las laderas de la embarcación y Gerald lanzó el grito que nadie que trabaje en el mar quiere escuchar.

-¡¡¡KRAKEN!!!

Los xotics se quedaron congelados al igual que el corazón de Dane. En cambio, los miembros del santuario se movilizaron en seguida. Hanna sacó su arco y un par de flechas que tenían la punta de color rojo.

-¡Kara, baja de ahí! -exclamó Hanna.

Los tentáculos comenzaron a subir por el mástil y Kara se quedaba sin tiempo. La chica sacó sus hachas y cortó la punta de los tentáculos, esto enfureció a la bestia. Nuevos tentáculos salieron del mar y con una fuerza infernal atravesaron el barco como si este estuviese hecho de papel.
-¡¡No!! -rugió de coraje, Gerald.

Todos sacaron sus armas y comenzaron a cortar las extremidades del monstruo. Gerald sacó dos espadas y tajana de un solo golpe los tentáculos. Los xotics trataban de hacer lo mismo, pero no tenían la fuerza suficiente y para su mala fortuna eran tomados y arrastrados como si fueran hechos de trapo.

-¿Cuál es el plan? -preguntó Sam.

-Que no te agarren esas cosas -respondió Vito.

-¡¿Tienes algo explosivo, Gerald?! -preguntó Gessa.

-¡Busca en la bodega, tengo barriles de pólvora! -dijo Gerald mientras seguía cortando trozos de Kraken.

-¡Tierra! -exclamó Kara.
Todos miraron hacia el lugar que su compañera les señalaba y a lo lejos se lograban ver unas islas.

-¡Rápido, tendremos que dejar el barco! -dijo Hanna -¡Preparen los botes!

-¿Qué pasará con los caballos? -preguntó un tembloroso Dane.

-Deberíamos subirlos a un bote aparte -sugirió Alec.

Vito y Dane fueron los encargados de preparar a los caballos. El bardo se acercó a su compañero de toda la vida, Topacio. Todos los caballos estaban aterrados y relinchaban sin cesar, Dane podía ver el miedo en sus ojos.

-¡Hey! Soy yo -dijo Dane a su caballo y Topacio lo miró fijamente, el bardo comenzó a acariciarlo e intentó hablar con él -. Necesito que te calmes. Vamos a...

El barco sufrió más golpes por parte de la bestia marina y con un fuerte crujido el barco era atravesado una y otra vez. El casco cedió y el agua entraba a una velocidad increíble, una espuma negra y un hedor horrible inundaron el barco.

Después de unos segundos la embarcación se partió a la mitad, los mástiles cayeron como si nada, las maderas se quebraban y las velas quedaron bajo el agua. Lo que una vez fue un hermoso barco se había convertido en puros trozos de madera y todos pudieron observar la boca de la bestia. El grupo quedó separado en distintas partes del barco.

-¡Ahí, los barriles! -exclamó Sam, señalando los barriles que caían al agua.

-Pero no podemos dejarlos -objetó Hanna.

Los tentáculos del Kraken buscaban cualquier cosa que pudieran tomar y por desgracia, estos se toparon con un par de caballos. Dane y Vito lanzaban tajos a las largas extremidades, pero uno tomó a Dane del pie y lo alzó por los aires.

El bardo intentaba zafarse del agarre del Kraken, pero sus esfuerzos eran casi nulos, en un intento desesperado cortó la punta y se desplomó al agua.
Los barriles habían caído ya en la boca de la bestia y Hanna tenía que tomar una decisión rápida. Dane salió a la superficie y a todos se les acababa el tiempo. El Kraken dió su último ataque atrayendo el barco hacia las profundidades.

-¡Vamos, dispara! -exclamó Sam.

-Pero...

-¡¡No, Topacio!! -gritó Dane mientras veía como su amigo era tomado por la bestia.

-¡Dispara!

Hanna tomó una decisión y una nube de fuego y sangre se formó en cuestión de segundos y después todo se volvió negro.

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