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EL TIBURÓN NAUFRAGADO

Una luz cegadora fue lo primero que vió Dane al despertar. Cuando recuperó por completo la conciencia se trató de incorporar. Se encontraba en una playa y no había rastro de nadie más, tampoco había rastro de Topacio.

Había grandes pedazos de madera y tela regados por toda la playa, pero solo era eso, madera. No había nada más.

-Topacio... -pronunció Dane con la voz entrecortada y reseca -. Topacio...

De pronto vió lo que parecía ser un cuerpo, Dane temió lo peor. No identificó de quién era y con cada paso que daba su corazón se aceleraba pues temía que el cuerpo fuera el de ella.

Cuando estuvo a escasos metros del cuerpo no pudo seguir, aún seguia aturdido y estaba exhausto. Se arrastró y cuando llegó al cuerpo se sintió sumamente culpable, no era el cuerpo de Hanna, pero la persona que yacía en ese lugar era cercana a Dane, era el cadáver de Gerald. Para dejar su cordura intacta, Dane se decía a sí mismo:

-Murió haciendo lo que amaba. Murió haciendo lo que amaba.

Las experiencias con la muerte no eran ajenas al bardo, algunas veces cantaba en funerales o cosas de ese estilo, pero cuando alguien que él conocía moría, no sabía que hacer, siempre que se presentaba una situación similar, él se alejaba al igual que se alejó de Lisus.

Pensó en hacerle una tumba a su viejo amigo. Dane cavó un agujero lo suficientemente grande para enterrar a su amigo, arrastró el cuerpo de Gerald y lo enterró con lentitud.

-Murió haciendo lo que amaba... lo siento tanto... en verdad lo siento mi amigo...

Dane comenzó a llorar sobre la tumba de Gerald y entonces recordó una vieja canción de marineros que tal vez a su amigo le gustaría escuchar.

"Creo haber oído al viejo decir
Déjala, Gerry, déjala
Mañana obtendrás tu paga
Y ya es tiempo de dejarla
Juro por la rutina querer más
Déjala, Gerry, déjala
Pero ahora ya llegamos, así que iremos a la costa
Y ya es tiempo de dejarla
Déjala, Gerry, déjala
Oh, déjala, Gerry, déjala
Pues el viaje es largo y los vientos no soplan
Y ya es tiempo de dejarla".

-Ve en paz, mi amigo.

Después de aquella despedida, Dane siguió buscando a sus compañeros, pero tenía el miedo de encontrar a otro sin vida, pero sin duda tenía un mayor temor, quedar completamente solo.

El sol estaba en la cumbre y hacía que la voluntad del bardo se fuera doblegando, pero él continuaba buscando sin importarle nada más que encontrar a alguien. Gritando los nombres de sus compañeros, esperando que alguno lo escuchará, pero no había respuesta más que el sonido de las gaviotas y el choque de las olas.

El hambre y la sed comenzaban a hacer estragos en Dane y más pronto que tarde cayó de bruces en la arena. Continuó su camino arrastrándose lentamente, pero su ímpetu se agotó y se quedó ahí, tumbado, esperando, tal vez, su inminente muerte, sin embargo, decidió dar un último vistazo al horizonte.

A lo lejos, en el mar, logró ver una gran flota de barcos de guerra con la bandera del reino de Nimag. Dane sabía que ver una flota de guerra era una señal de que el tiempo se acababa, pero eso le bastó para seguir buscando.

Intentó incorporarse, pero sus cuerpo no le respondía -levántate- se decía él y como si sus fuerzas se hubieran repuesto por arte de magia, Dane se incorporó casi de un salto.

La idea de rendirse y dejar de buscar era cada vez más tentativa, pero él seguía buscando. La marea comenzó a subir y el bardo decidió adentrarse en la selva, desenvainó la espada y avanzó con cautela. La selva estaba incluso más caliente y la humedad no ayudaba, además, el hecho de que no había ningún rastro de algún otro ser vivo, lo mermaba, todo ese cúmulo de sensaciones se sentían bastante pesadas, y Dane estaba usando sus últimas fuerzas.

Después de caminar por lo que parecían horas, se encontró con una cascada de un agua cristalina. Dane se frotó los ojos varias veces para comprobar que no era una alucinación, al ver que la cascada seguía ahí, corrió como un desquiciado, olvidando lo cansados y adoloridos que se sentían sus pies, y se lanzó al agua.

Dane bebió y se refresco como si nunca mas volviera a ver agua dulce. Sus fuerzas se suponían poco a poco y, tras mojarse la cabeza por quinta vez, el bardo notó que había una extraña figura en una roca.

-¿Terminaste de ensuciar mi agua? -preguntó la extraña figura, tenía la voz de una chica y poco a poco comenzó a adoptar el cuerpo de una doncella. Dane se sintió avergonzado y salió rápidamente del agua.

-Discúlpeme, no quería causar una molestia, pero necesitaba el agua.

-¿A mí qué me importa lo que necesites?

-Por favor... señorita, no era mi intención.

La chica le dirigió una mirada asesina, pero al final soltó un bufido y dijo:

-Muy bien, te doy permiso de tomar agua, tal vez te tomes tu suciedad.

Dane se percató de que aquella chica era la primer "persona" que había visto en horas, así que intentó cambiar la conversación para obtener respuestas.

-Señorita, si no es molestia, ¿Dónde estoy?

-Vaya, eres más tonto de lo que aparentas.

El bardo se ofendió, pero no quiso responder la primera impresión que había dado no era la mejor. Así que intentó de nueva cuenta

-¿Son las islas de Agem?

-Bravo -la chica aplaudió sarcásticamente, pero el bardo necesitaba saber si ella conocía el paradero de sus compañeros.

-¿Ha visto a...? -Dane no pudo seguir hablando, pues la chica había alzado la mano.

-Me toca a mi preguntar, ¿Qué diablos haces en mi isla?

-Yo... naufragué. Vine con unos compañeros a buscar un objeto.

-No puede ser posible -la chica negaba con la cabeza -¿Vienes a buscar un "orbe"?

-¡Sí!, ¿Sabes dónde está?

-Es posible, pero ¿Cómo podría darle esa información a alguien al que no conozco?

-Sí, tienes razón, soy un tonto. Me llamo Dane.

-Hola, Dane.

El bardo se quedó esperando el nombre de la chica, pero esta no hacía más que mirarlo.

-¿Cuál es tu nombre?

-Romavina -contestó la chica, mientras exprimía el agua de su cabellera.

-Es un placer, ¿Puedes decirme dónde está el orbe?

-Wow, la gente sí que está interesada en ese orbe.

-¿Alguien más te preguntó dónde estaba?

-Sí, unos idiotas con armadura.
Dane sabía que Romavina se refería a los guardias de Nimag y si ella les había dicho dónde estaba el último orbe, entonces no tenía tiempo que perder.

-¡¿Dónde está el orbe?!

-Oye tranquilo -dijo Romavina con sarcasmo -. Busca en las letras que solo uno puede leer -Romavina le guiñó un ojo y su cuerpo se transformó en agua y antes de que el bardo pudiera preguntarle otra cosa saltó al agua.

-¡Espera, vuelve! -exclamó Dane, pero Romavina no volvió a salir -. ¡Mierda!

El bardo sabía que tenía que encontrar a sus compañeros con más prisa. Le dió un último trago al agua y por unos segundos vio la cara seria de Romavina reflejada en el agua. El bardo salió corriendo a buscar a sus compañeros, y con cada paso que daba se obligaba a correr más rápido.

A su mente llegaban pensamientos de todo tipo. -¿Por qué las entidades místicas hablan en acertijos?- Dane recordaba todas las cosas que podían significar algo más, entre esas cosas: las palabras que el dios del mar le había dicho. También recordó la pequeña charla que tuvo con Vito, Alec y Sam sobre cómo usar sus habilidades. El bardo se detuvo de pronto y lo intentó.

Se concentró y deseó con todas sus ganas estar junto a Hanna. Cerró los ojos y se imaginó que él estaba junto a ella. Sus oídos se taparon y cuando abrió los ojos se encontraba en lo que parecía ser una cueva.

-¡Dane! -exclamó Vito.

Hanna volteó enseguida y vió al bardo y él abrazó a Hanna como si hubieran pasado décadas sin verla. Al momento de abrazarla sintió una paz y una tranquilidad incomparables.

-¿Cómo llegaste aquí? -preguntó Hanna, impresionada.

-Aparecer de imprevisto -respondió Dane con una ligera sonrisa.

Hanna volvió a abrazarlo y Vito fingió una tos para que recordarán que él seguía ahí.

-¿Estabas con alguien más? -preguntó Vito.

-Estaba con... Gerald, pero cuando lo encontré él ya estaba...

-Lo siento -dijo Vito y Dane asintió.

-¿Dónde están los demás?

-Sam y Alec fueron a buscar comida y a buscar a Gessa, tampoco sabemos nada de Chiqui ni de Kara -le comentó Hanna.

-¿Qué hay de los caballos? -preguntó Dane temiendo lo peor por Topacio, pero Hanna le dio la misma respuesta.

-Bueno, por fortuna llegamos a dónde teníamos que llegar -dijo Vito.

-Pero ahora hay que reagruparnos y buscar el orbe -dijo Hanna.

-¡El orbe! ¡Está aquí! -exclamó Dane con prisas.

-¡¿Qué?!, ¿Cómo lo sabes? -preguntó Hanna.

-Me lo dijo una ninfa, creo que era una ninfa -respondió Dane, pensando en que era exactamente Romavina.

-¿Una ninfa?, Es increíble casi nadie ha visto a una, son demasiado extrañas de encontrar -dijo Vito, con emoción.

-Wow -comentó Hanna con evidente molestia.

Dane les explicó cómo había despertado el la playa, el entierro de Gerald y como había llegado a la cascada de Romavina, incluyendo la frase que ella le había dicho.

-"Busca en las letras que solo uno puede leer" -recitó el bardo.

-¿Qué diablos quiere decir eso? -preguntó Hanna.

-No tengo idea, pero debemos apresurarnos. Nimag ya está buscando aquí -recalcó Dane.

-Para tener el orbe en su territorio son bastante lentos -comentó Vito.

La noche cayó justo cuando Sam y Alec habían vuelto con algunas frutas y una buena dotación de pescados. Hicieron una fogata y comieron con algunas ansias. Después de cenar Hanna lanzó tres flechas luminosas hacia el cielo para hacer una señal a sus compañeras.

-Espero que las vean...

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