PESADILLAS Y ALUCINACIONES
Era el veinte de abril y los miembros del santuario alistaron las provisiones para su viaje de regreso. El rey Engel insistió en que podían quedarse, pero ellos se negaron y prometieron regresar en algún momento. Engel aceptó a regañadientes, no sin antes organizar una última celebración, comieron una última cena antes de partir y Dane cantó las últimas baladas, será un gran recuerdo, se dijo.
A la mañana siguiente se despidieron del rey Engel y de su reino. Bajaron la rampa que aún tenía varios escombros por las explosiones que Hanna provocó. Atravesaron la cañada donde la mayor parte de la batalla se había llevado a cabo. Cientos de pilas de cadáveres los rodeaban. El olor era insoportable y Dara vómito varias veces. Exigieron a los caballos apresurar un poco el paso para poder respirar un aire más limpio. El campo de batalla se extendía por casi cinco kilómetros. Lo siguiente que observaron fueron los cuerpos sin vida de los dragones. Veían como algunas ratas roían los ojos y salían de sus fosas nasales. Una imagen desagradable a la par de impresionante.
Los agujeros que daban hacia el mundo de Râk estaban sellados y protegidos con runas elficas muy poderosas, por si acaso.
Subieron las colinas y le dieron un último vistazo al monte de Kástro y al gran castillo de Asími. Y así los viajeros emprendieron el retorno a casa. Atravesaron colinas, montañas, riscos y praderas. Siempre acampando a la luz de las estrellas y, a pesar de que no había peligro rondando, no podían dormir plácidamente.
Una noche, hicieron una fogata y Daiana les contaba las historias que su padre le decía. Dane no podía estar más maravillado, pues jamás había escuchado tales relatos. Cenaron carne fresca y algunas golosinas élficas. Al final de la velada, se fueron a dormir.
Hanna montó guardia por si alguna sombra los perturbaba, mientras, Dane se ponía a raspar su nuevo laúd. Eran notas sueltas sin ninguna melodía, pero el temblor de su mano cada vez se volvía más molesto y notorio, Hanna se percató de aquello, pero no dijo nada. Dane se molestó y arrojó el laúd. Intentó conciliar el sueño, pero unas pesadillas de fuego lo invadieron; se encontraba de nuevo en el mundo de Djevel; el bardo sabía que era un sueño, pero, ¿Por qué se sentía tan real? Dane tomó sus piernas y se las llevó al pecho, lloró y cerró los ojos hasta que el rocío de la mañana tocó su rostro.
Hanna había visto cómo su querido bardo se retorcía en sueños, pero no sabía si él quería hablar sobre eso. Ella también tenía sus propias pesadillas, la noche siguiente, ella soñó como el demonio conocido como Tragovac se llevaba a su hermana. Cómo la torturaba y ella suplicaba piedad e incluso la muerte.
Los días eran cortos y las noches eternas. Después de un tiempo nadie se atrevía a dormir. Dara estaba exhausta, pero apenas y cerraba los párpados una pesadilla relacionada con Osvál azotaba su mente. Dara lloraba en silencio.
Durante las noches, Hanna veía como sus compañeros se retorcían en sus sueños, hasta que en la primer luna llena de mayo, escuchó los susurros de la criatura que la mantuvo cautiva en su infancia.
Sabes que podría aliviar sus mentes, solo hay que llegar a un acuerdo.
—¡Déjame en paz! —gritó, y todos despertaron al instante, alarmados
—¿Qué sucedió, Hanna? —preguntó su mentora. Daiana también estaba bastante cansada.
—Está aquí, nos está acechando —respondió jadeando.
—¿Quién? —preguntó Kara, mientras se frotaba los ojos.
—Tragovac.
—Nadie lo ha invocado, ¿Cómo podría ser él? —cuestionó Dane.
—Él habitaba uno de los lugares más recónditos del mundo de Rak —respondió Daiana —. Y ahora que el dios de las sombras está muerto, se podría decir que el infierno tiene un nuevo líder. Conocerá su nuevo hogar como la palma de su huesuda mano.
—El infierno se cerró. ¡Nadie puede escapar de ahí!
—Mi querido señor bardo, usted, más que nadie en este grupo, debe saber que ese lugar está lleno de laberintos que pueden conducir a distintos sitios. Perdieron a su amo, pero no su hambre y su deseo de miedo y terror.
—¿Cómo lo matamos? —preguntó Kara, algo molesta por la falta de sueño.
—No podemos.
—¡¿Qué?! Podemos matar a un dios, pero no a un simple ente.
—No es un simple ente. Es un demonio, tan antiguo como el mismo dios. Râk sacrificó su inmortalidad a cambio de un cuerpo físico, sin embargo, Tragovac es distinto. El ya podía aparecer en nuestro mundo sin necesidad de ser mortal.
—¿Qué haremos?
—Intentar dormir.
Dulces sueños.
El cansancio era demasiado y finalmente todos se quedaron dormidos. Las pesadillas no tardaron en llegar. Tuvieron un sueño en conjunto. Se encontraban en lo que parecía ser un bosque. La diferencia era que sus "árboles" eran como estalactitas. Había lagos verdosos y siluetas de animales con ojos amarillos.
—¿Dónde estamos? —preguntó un temeroso Dane.
—Mis armas. ¡No tengo mis armas! —exclamó Kara.
—Tranquilos, es solo un sueño. Nada puede lastimarnos en nuestros sueños —explicó la mentora.
—¿Estás segura de eso, Daiana? —dijo la voz del ente más temido por Hanna y Gessa.
—Tú y yo tenemos cuentas pendientes —sentenció Daiana —. Si no fueras tan cobarde te atreverías a salir.
—¿Dónde estaría lo divertido?
Unas manos de huesos amarillos tomaron el cuello de Daiana y comenzaron a ahorcarla. Hanna intentó socorrer a su madre, pero fue inútil. Unas cuerdas hechas de piel los amarraron a todos y Tragovac se mostró ante ellos.
—¡Suéltala! —exigió Gessa antes de ser amordazada.
—Mis niñas, que gusto verlas de nuevo. Lamento sus pérdidas.
—¿Qué quieres engendro? —espetó Hanna.
—Cuida tus modales, querida, no querrás que se te caiga la lengua, ¿o sí?
La lengua de Hanna se volvió liquida y lentamente todo su cuerpo se empezó a derretir. Hanna no sabía lo que pasaba, miró al bardo y con la mirada le imploró ayuda, pero lo único que pudo hacer fue gritar con impotencia, desgarrándose la garganta. Dane comenzó a llorar y trató de pensar en una solución. De pronto Dara comenzó a tener visiones sobre su bebé muerto. Negaba con la cabeza sin poder quitarse esas imágenes.
—¡No! ¡No, déjame ir con ellos, te lo suplico, mátame! ¡Mátame, te lo ruego!
—¿Estás segura? —preguntó el ente con malicia.
—¡No Chiqui, no es real! —exclamó Kara —. No eres real, solo eres un simple siervo. No tienes ningún poder. Vuelve a tu mundo, maldito bastardo.
Los ojos de Kara se incendiaron y su boca desapareció, la chica solo podía retorcerse de dolor. Los gritos de sus compañeras lo llenaron de enojo, solo conocía una solución.
—Creí que eras un ser creyente de la justicia —lo reprochó Dane, el ente sonrió.
—Así es, ¿Gustas hacer un trato justo?
—¡Sí!
El ambiente se volvió oscuro a tal punto que Dane solo podía ver la punta de su nariz, y la sonrisa blanca del demonio.
—Bien… Dime, ¿Qué es aquello que más amas? —Dane pensó en Hanna y Tragovac sonrió.
—¡Ah! Lo veo. Desgraciadamente no puedes ofrecerme la vida de otra persona. Debe ser algo tuyo, podría ser tu voz, ¡Sí! Mi querido señor bardo usted posee una voz hermosa, pero no soy tan cruel como para quitarle a alguien su única virtud.
—No puedo ofrecerte mi corazón ni mi alma, puesto que le pertenecen solo a ella —la sonrisa del ente se esfumó —. Puedo darte mis ojos o mis manos, pero sea la opción que sea, déjame poder tocarla o mirarla por última vez.
—Admirable es usted. Tomaré lo que me ofreces, más no será hoy. Con el pasar de los años, tus ojos se tornaran blancos y quedarás ciego. Esto lo mantendremos en secreto. ¿Estás de acuerdo? —Dane asintió.
Se encontraban de nuevo en el campamento y el sol ya se asomaba en las lejanías. Una a una sus compañeras se despertaban.
—¡Ya no tuve pesadillas! —exclamó Kara.
—Yo tampoco —agregó Gessa.
Las mujeres no recordaban nada de lo que acababa de acontecer, para ellas solo habían sido varias noches de pesadillas y malos sueños.
—¿Y tú, Dane? —preguntó Hanna.
—No, se esfumaron…
—Hanna, ¿Me acompañas a cazar? —la invitó su mentora.
Hanna le dió un beso en la mejilla y se adentro en el bosque. Dane sonrió un instante, pero su corazón se sintió triste al saber que llegaría el día en el que jamás podría volver a ver esa sonrisa hermosa. Una lágrima gris brotó de sus ojos. Un pequeño punto blanco se formó en la irís del bardo.
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