MI AMIGO FIEL
Cabalgaron montaña arriba a la velocidad máxima que les permitía el fuerte viento que los azotaba. No tardó mucho para que comenzará a llover, el clima era complicado para seguir avanzando, pero ya habían perdido el rastro de Hanna y no podían detenerse.
-¡¿Alguna señal de ella?! -preguntó Gessa.
-¡Solo árboles! -respondió Nelia.
-¡Hanna! -llamaban todos, pero no tenían respuesta de la chica. Dara se acercó a Daiana y la mentora le sonrió.
-¿Seguimos siendo observados? -preguntó Dara.
-No nos han dejado en paz desde que peleamos con las arpías -respondió Daiana.
-¿Qué crees que sea?
-Con algo de fortuna, espero que sean los elfos. Y sobre todo, espero que sean buenos.
-¿Y si no tenemos tanta suerte? -cuestionó Sam.
-Pues ya veremos -dijo Daiana con una ligera mueca -. ¿Cómo te sientes, Dara?
-Pues de momento solo he tenido mareos.
-¿Sabes cuánto tiempo tienes?
-¿Acaso es muy obvio? -preguntó Dara, mientras se sonrojaba y bajaba la cabeza, la mentora solo asintió -. Tenía mis sospechas antes de que Hanna llegara a mi casa y empezara toda esta travesía, se lo iba a decir a Osvál en su cumpleaños, pero... -Dara empezó a derramar lágrimas y no siguió hablando.
-Entiendo, nosotros te cuidaremos, los cuidaremos a los dos. Te lo prometo.
-Gracias.
Siguieron su camino por no más de una hora, pero el viento y la lluvia eran cada vez más fuertes y no tenían tiempo para montar un campamento. Si seguían así, podían perder el rumbo. La mejor opción que tenían era buscar una cueva o un árbol lo bastante alto y espeso para que los cubriera. Todos se dispusieron a la tarea. Poco a poco la lluvia se convirtió en nevisca y el suelo se volvió flojo, los caballos apenas y lograban avanzar, por lo que tuvieron que continuar a pie.
-¡No veo nada! -exclamó Sam.
-¡Sigan avanzando! -ordenó Nelia.
-¡Por aquí! -señaló Kara -. Ahí veo una luz.
Kara tenía razón, a unos cien metros de dónde el grupo se encontraba, se podía observar una luz que parpadea. Todos acudieron a ella sin pensarlo. Pero había algo extraño en aquella luz, mientras más se acercaban esta se alejaba.
-¡¿Qué diablos sucede?! La sigo viendo igual de lejos -comentó Sam.
-Tal vez tenga que acercarse a nosotros y no al revés -dijo Alec y Sam lo miró como si éste fuera un bicho raro.
Decidieron esperar aquella luz, pero no era una espera placentera, el frío comenzaba a ser un problema y Dara estaba tiritando. Los caballos se quejaban y los mentores no sabían que hacer.
-No... creo... que... se... acerque... a nosotros... -dijo Kara con los dientes castañeando.
-Vamos a... morir aquí -se rindió Antón.
-Nadie va a morir hoy, debemos ser pacientes -sentenció Daiana.
Gessa abrazó a Sam para tener un poco de calor y se juntaron con Dara. Los caballos también tiritaban y no había señal de que la luz se acercara. Antón intentó conjurar fuego antiguo, pero el viento era demasiado fuerte y la energía del anciano se agotaba.
-¡Paciencia! -anunció Daiana, pero la luz seguía centellando a lo lejos, mientras el grupo se iba desmoralizando. Cuando estaban a punto de perder la esperanza, varias luces salieron de los árboles a su alrededor y entonces se dieron cuenta de que no eran luces, era algo más místico, eran de color azul y tenían forma de gotas de agua e incluso podían notarse unos puntos blancos que bien podían ser sus ojos, Antón olvidó el frío que sentía y se acercó a las luces.
-¡Antón!, ¿son lo que creo que son? -cuestionó Alec, emocionado.
-Πνεύμα -susurró Antón en una lengua antigua.
Hanna había seguido el rastro de la arpía hasta una saliente de la montaña. Bajó del lomo de Topacio y lo escondió detrás de unos arbustos. Sacó unas manzanas de su bolso y lo acarició.
-Volveré pronto, ¿Sí?
Topacio relinchó, pero Hanna podía entender a los animales y sabía lo que el caballo le decía. Mill el champiñón, salió de la alforja y al sentir el aire frío el pequeño champiñón comenzó a temblar. Hanna creó una pequeña llama, junto unas ramas e hizo una pequeña fogata al lado del caballo.
-Mill, estás a cargo -dijo y el champiñón asintió, Topacio relinchó en protesta, pero Hanna le entregó más manzanas y ya no dijo nada.
Hanna avanzaba con cautela, podía escuchar los chillidos de la arpía, pero no oía ningún sonido de Tofu. Hanna se preguntaba si había llegado tarde, si su caballo habría sufrido un destino letal. Esos pensamientos no ayudaban, los descartó, y se concentró en el ahora.
La arpía estaba de espaldas con la cabeza agachada. Hanna se descolgó el arco y preparó tres flechas, sabía que tenía que aprovechar el factor sorpresa. Era imposible que la arpía supiera de su presencia. Respiró profundamente y saltó al mismo tiempo que disparaba la flecha. La arpía se volvió solo para morir al instante pues las flechas impactaron en su objetivo, una en el ojo, otra en la garganta y la última en el pecho. Hanna preparó otra por las dudas, pero no había peligro alguno.
-¡Tofu! -llamó Hanna y un relinchó débil sonó detrás de ella.
Su caballo estaba bastante herido, tenía cortes muy profundos en uno de sus costados y Tofu lloraba de dolor. Apenas podía producir un leve quejido, pero Hanna lo entendía a la perfección.
-No, vas a estar bien, te voy a llevar con Chiqui y ella te va a curar.
Tofu la miró con tristeza y Hanna no pudo contener las lágrimas, su compañero se estaba muriendo y no podía hacer nada.
-Lo siento... perdóname. No pude salvarte.
El caballo respiraba con dificultad y Hanna sabía que el dolor que Tofu era cada vez más insoportable. Para aliviar un poco el dolor de su amigo, Hanna comenzó a cantarle, mientras acariciaba su cabeza.
Duerme ya,
mi amigo fiel.
Ya no habrá más dolor,
la noche llegará y tú descansarás.
Aquí estoy, jamás te dejare.
Y podrás soñar sin fin, podrás dormir muy bien.
La noche eterna ya llegó.
Duerme ya,
mi amigo fiel.
No temas ya,
estoy aquí,
y no te dejaré.
Duerme ya,
mi amigo fiel.
La respiración de Tofu se tranquilizó y poco a poco se hacía más lenta, después de unos segundos, Tofu dió su último suspiro y se quedó dormido para siempre.
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