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EL TERROR DE LA GUERRA

Los dioses habían llegado a los aposentos de su hermano mayor. Ningún monstruo se interponía ahora, pero no había rastro de Djevel. Havod alzó la voz para llamar a su hermano.

—Parece que no se encuentra en casa —comentó Nayira.

—¿A qué debo tan agradable sorpresa? —dijo la voz de Djevel, pero solo era la voz. No había señal de su persona.

—Hermano, detén esto. No podrás ganar —intentó convencerlo el dios del mar.

—¿Por qué habría de?

—¡Para evitar muertes inocentes!

—Ja, ja, ja. Por favor. ¿Acaso no le ven? La humanidad es una raza increíblemente egoísta. Están condenados a su propia destrucción. No pueden más que pensar en su propio beneficio. Los gobernantes son corruptos, las mujeres son violadas, los niños secuestrados, los hombres se matan el uno al otro y ¿para qué? No pueden controlarse. Solo mira el reino de Nimag, les prometí el mundo y no tardaron nada en regalarme toda su fuerza militar.

—Sé que la humanidad es una raza que no comete las mejores acciones, pero eso no te da derecho a gobernarlos a todos. Debes dejar que aprendan y si es su destino destruirse pues que así sea.

—¿Y dejar que destruyan el mundo que creó nuestro padre? —los dioses se pusieron rígidos al escuchar las declaraciones de su hermano, ¿Tenía razón? ¿Debían intervenir? ¿La humanidad aprendería de sus errores o estarían condenados a su autodestrucción?

—¿Tú crees que podrás hacerlos cambiar?

—Sí. Yo haré que entren en razón.

—Hermano, aún hay bondad en este mundo y creo, firmemente, que vale luchar por ella.

—Por favor, no digas estupideces —espetó Vita—. Havod, mira esto. Es un lugar espantoso. Si dejamos que salga de su propio mundo imagina lo que le hará a la Tierra.

Havod observó a su hermana con detenimiento. Nayira y Mina hicieron lo mismo. El tiempo se detuvo por un instante y una bruma negra se formó detrás de Vita. La diosa jamás sabría cómo murió, pues Djevel le cortó el cuello con un cristal rojo y Vita falleció al instante.

—¡¡¡No!!! —gritó Mina.

—¡Maldito! —exclamó Havod.

Havod sacó su arma y se abalanzó en contra de su hermano. Mina corrió hacía Vita. Nayira contuvo el llanto cuando vió a su hermana menor morir. Djevel generó varios Iskalec a su alrededor mientras él se encargaba de su hermano. Traía puesta una armadura de color azul oscuro, era de un material ligero, pero resistente, emitía un brillo bastante peculiar, a ojos mortales podría confundirse con la apatita.

Mientras la pelea entre hermanos tomaba lugar infratierra, el ejército de pueblos libres se replegó en el castillo de Asími. Nimag estaba avanzando poco a poco monte arriba. Los arqueros estaban escasos de flechas y para no gastar la munición, improvisaron lanzando rocas de gran tamaño, también lanzaban pequeños cuchillos que se utilizaban en la cocina, incluso lanzaron costales de patatas. La luna ya estaba cediendo al sol de nuevo y la batalla continuaba.

El ejército de Nimag había avanzado demasiado. Los reyes tomaron la decisión de retirarse de vuelta al castillo. Kara y Duncan se encontraban rodeados, pero para dos asesinos experimentados era pan comido. Sin embargo, Duncan fue alcanzado por una flecha que se clavo directamente en su pecho. Kara vió caer a su mentor.

Sam y Gessa comenzaron a subir la rampa que rodeaba el monte. Gessa se quedó rezagada al ver las carretas llenas de heridos detrás de ellos. Iban a un paso demasiado lento, y las fuerzas enemigas se acercaban peligrosamente.

—¡Formación! —exclamó el rey Cavill.

Varios guardias se formaron en el inicio de la rampa. Dando paso a los heridos y a varios soldados que habían perdido el valor. Sam miró a Gessa con súplica y la chica entendió

—No, no lo hagas.

—Tengo que hacerlo, amor. Ayuda a los heridos. Debemos darle una oportunidad a esta gente.

—No, Sam, no. Por favor —suplicó Gessa.

Sam la abrazó y Gessa no pudo contener las lágrimas. No podía permitir que su amor se apartará de ella, tal vez para no volver nunca. Pero Sam tenía razón. El ejército enemigo estaba a escasos metros de la rampa. Gessa se apartó y le imploró una cosa: —Por favor, dime que vas a volver conmigo.

—Gessa, no…

—¡Dilo! Di que vas a volver a mi lado.

—Yo volveré a tu lado.

Ambos se besaron con la esperanza de que no fuera el último acto de amor que recibían el uno del otro. Gessa corrió a la carreta con los heridos y Sam se quedó con su rey. Vários Iskalec se manifestaron frente a la rampa, pero a diferencia de la primera vez que se enfrentaron, el rey Cavill estaba listo para derrotarlos.

—¡A la carga!

Hanna y Dane lograron salir del mundo de Djevel y se encontraron con la terrible imagen de un castillo en llamas y un ejército implacable que subía el monte Kástro. Miles de cuerpos yacían en el campo de batalla. Había charcos rojos a lo largo del terreno. Era una imagen difícil de ver. Lo más duro fue encontrarse con el cadáver de Duncan.

Hanna sofocó un grito al verlo. Bajó de Topacio y se acercó hacia el mentor de Kara. Hanna comenzó a sentir una ansiedad terrible, temía encontrarse con otro ser querido.

—No lo lograremos… —susurró Hanna mientras se hincaba.

—Lamento tu pérdida. Pero no digas que no lo lograremos. La batalla aún no termina.

—¿Cómo planeas ganar?

—Desde que me sacaste de ese río me he dado cuenta de que nada es imposible.

Hanna lo miró incrédula, pero él la lleno de confianza nuevamente. Dane le tendió la mano y Hanna volvió a montar en Topacio.

—¿Tienes alguna flecha que cause explosiones?

—Sí, pero no servirán para derrotar a un ejército.

—Nos servirán para hacer remodelaciones al monte.




—¡Jinetes! —exclamó el rey Engel —. Preparase para salir en diez minutos.

—Majestad, ¿Cuál es plan? —preguntó Antón.

—Sobrevivir está noche y luchar otro día. Vamos a cabalgar monte abajo y les daremos una buena paliza.

—Majestad, no creo que sea una buena estrategia.

—No cuestione mis órdenes anciano. Si su grupo hubiera cumplido su misión como se debe no estaríamos teniendo esta conversación. ¡Prepárense!

Antón se sentía bastante estresado. Debido a su avanzada edad no lo dejaban luchar, solo estaba como un espectador. Nelia se acercó. La Dama tenía las manos bastante heridas y algunos cortes en la frente. Ella le dedicó una mirada de resignación.

—Tiene razón. Si no hubiéramos huido como cobardes nada de esto estaría pasando.

—Deja de lamentarte por eso. Sí, no supimos afrontar nuestra responsabilidad en el pasado, pero ahora hay que aceptar las consecuencias y enfrentarlas de igual manera. Vamos, la guerra aún no está perdida. Subirás a un caballo conmigo.

Antón abrió los ojos como platos intentó decir algo, pero las palabras no brotaron. Tenía bastante tiempo desde que estuvo en un campo de batalla. Aún con su edad y falta de práctica, se sintió emocionado. Rápidamente se dirigió a la armería para prepararse.

—Nelia —la llamó Daiana. La Dama se acercó y se paró frente a su antigua líder.

—Sabes que no podrás detenernos —Daiana la miró con tristeza. Y, en un acto inesperado, la abrazó.

—Por favor, tengan cuidado. No quiero perderlos a ustedes también.

Nelia asintió.

—¡Cubranse! —exclamó un guardia.

Una bola de fuego impacto en el castillo. Varias llamaradas del sol caían en distintos lugares. Y todos tuvieron que buscar cobertura.

—¡Es hora muchachos! ¡Aprovechemos el apoyo del sol! ¡Por Adarop!

Cientos de caballeros siguieron a su rey a la batalla. Antón subió en el corcel de Nelia y juntos bajaron a enfrentar las últimas consecuencias de sus actos.

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