EL LEGADO DE "EL VALEROSO"
La compañía había atravesado el límite del reino de Yrano. tardaron dos días en llegar al Bosque de Ātmā y sintieron tristeza por el santuario que nunca más verían. Sin embargo, una flor de jacaranda comenzaba a nacer sobre las cenizas del bosque. Eso llenó de esperanzas a los viajeros y siguieron su camino. Después de almorzar y cabalgar por la senda de la tarde, llegaron al castillo de Syrah. El cuál, Nimag había tomado y su bandera ondeaba en la torre más alta. Hasta hoy; un soldado, reemplazo la bandera verde por la azul de Yrano: un león en la cima de un risco soltando un rugido.
Ahí se hospedaron unas semanas y ayudaron a reconstruir nuevamente el castillo. Los aldeanos les agradecieron enormemente y les obsequiaron prendas ceremoniales, bordadas con hilos de plata y cristal. Daiana agradeció el gesto y nuevamente retomaron su viaje.
El antiguo hogar de Dara y Osvál, Oleik, estaba completamente diferente a cuando lo vieron por última vez. Niños corrían por el camino y una gran cantidad de gente estaba feliz, sonreían a diestra y siniestra. Una gran carpa se alzaba en el centro del pueblo. Había varios letreros ilustrados por el mismo retrato. Frente a la casa de Dara, había dos siluetas abrazadas. Era una estatua plateada de ella y su pareja. Dara no pudo contener las lágrimas.
—¡Ha vuelto! —exclamaron el pueblo de Oleik.
Una multitud acudió frente a ellos y le aplaudieron a Dara. Los llenaron con collares de flores y con finos licores. Chiqui rechazó el alcohol.
—Mi señora, lamentamos el deceso de nuestro salvador, Osvál. Fue un excelente muchacho. ¡Se cantarán canciones sobre él y sus hazañas en la batalla de Syrah!.
Dara suspiró con tristeza y aceptó sus condolencias. Bajaron de los caballos y la guiaron a su casa. Todo estaba remodelado. Las paredes tenían una nueva capa de pintura, los muebles de madera recién barnizados, las ventanas brillaban, pero lo que más resaltaba en esa casa, era el mandil de Osvál que Dara tanto atesoraba, este se encontraba enmarcado en la pared. Dara lloró al recordar a su amado caído, pero agradeció las molestias que el pueblo se había tomado. Organizaron un banquete en la casa de los nuevos héroes del pueblo. Los aldeanos pidieron escuchar la historia de como Osvál "El Valeroso" (su nuevo nombre en aquellos rumbos) acudió a la batalla de Syrah. El bardo pidió permiso a Dara para poder contar la historia a su manera, Chiqui aceptó.
El bardo les contó las desventuras de la bruja Alíz y como Osvál "El Valeroso" luchó ferozmente. Dane contó la historia gesticulando y haciendo ruidos en los momentos donde había mayor tensión, contó como le entregó la espada de su madre y desenvainó el arma en ese instante. Los aldeanos estaban maravillados e intrigados. Después contó cómo llegaron cuando el castillo de Syrah estaba a punto de caer y algunos niños se taparon los oídos cuando el bardo les habló de los Iskalec y La Dama. Daiana estuvo atenta al relato de cómo una madre obligó a su propio hijo a clavarse una espada. Dara suspiró nuevamente y apartó la mirada.
La noche estaba muy avanzada cuando todos los aldeanos se marcharon a sus casas. Dara les ofreció mantas y pijamas a su grupo y subió a dormir a su antiguo cuarto; Gessa subió con ella. Dane salió al jardín, pues no podía dormir después del trato que hizo. Al salir, el bardo observó las pequeñas luciérnagas que iluminaban con luz tenue el pasto. Se acercó a un manzano y arrancó un fruto. Se recargó en la cerca y se dirigió al establo que estaba en la parte trasera de la casa. Topacio relincho al verlo.
—Hola, amigo. ¿Recuerdas cuando nos reencontramos aquí? —Topacio asintió y lo golpeó levemente con su hocico—. Jamás creí que volveríamos aquí con vida. Dane observó su mano, estaba temblando nuevamente.
—¿Te duele? —preguntó Hanna mientras entraba al establo.
—No, solo es molesto, más cuando tocó el laúd. Espero que con el tiempo se pase. Me aterra la idea de poder dejar de tocar y de…
—¿De qué?
—No, nada. Solo que, ¿Qué sería de un bardo sin poder tocar un laúd? —dijo esto último de forma cómica, Hanna le sonrió y se recostó sobre el hombro de Dane.
—¿Me enseñas a tocar? —preguntó Hanna con ojos brillantes.
—¿En serio? —la chica asintió.
Dane sacó su instrumento y comenzó a enseñarle a tocar las primeras notas, Hanna aprendía con rapidez, pasaron horas practicando hasta que ambos se quedaron profundamente dormidos acurrucados al lado de Topacio.
Se quedaron un tiempo en Oleik hasta que finalmente, el embarazo de Dara había concluido. En la mañana del 21 de junio, Dara dió a luz a un varón. Era igual a su padre, a diferencia de los ojos y el lunar tan distintivo de su madre. El pueblo se llenó de alegría y colmaron de regalos al hijo de sus héroes. Sin embargo la felicidad tocaba un muro que no podría traspasar, pues Osvál jamás conocería a su hijo. Dara se prometió así misma que honraría a su pareja con la crianza de su bebé. El nuevo hijo de Oleik fue bautizado con el nombre de Arman, pues significaba "esperanza".
Después de hospedarse por un par de meses en el pueblo de Oleik, decidieron que ya era tiempo de partir. Para sorpresa de todo el grupo, Gessa se enamoró de un joven panadero, era bien parecido y mostraba el mismo nivel de cariño que Gessa le daba, la chica lo dudo por un tiempo pero finalmente decidió quedarse a vivir en Oleik por una temporada, se despidió de su hermana y su madre con lágrimas en los ojos. Abrazó a Kara y le pidió a Dane que cuidara muy bien de su hermana.
—Descuida, nunca la dejaré —proclamó el bardo.
El grupo salió de Oleik el 2 de noviembre. Diana y Kara se encargaron de conseguir las provisiones para al menos un par de semanas, sin embargo aún no sabían que ruta seguir.
—Bien, cada vez somos menos en este grupo, debo admitir que esperaba que Gessa se enamoraría hace un par de pueblos atrás, pero el panadero no está nada mal.
—¿A dónde vamos ahora? —cuestionó Kara al grupo.
—Yo quisiera visitar el norte —dijo Daiana.
—A mí me gustaría ir al reino de Adilas —confesó Kara —. Siempre es bueno visitar nuevos lugares.
—¿Cuál es tu plan Dane? —preguntó la mentora.
—Mi señora, de momento no tengo más planes. Aunque pensándolo detenidamente me gustaría visitar el lugar dónde todo comenzó.
—¿Ameyali? —cuestionó Kara.
—Así es, quisiera visitarlo, acompañado de Hanna, si ella también quiere.
—Te acompañaré siempre.
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