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ANSIADA VICTORIA

Nimag logró sobrepasar la obstrucción del camino. Hanna y Dane no podían hacer nada pues estaban en la parte más baja del monte.

—No podremos ganar. Son demasiados —sentenció Hanna.

—¿Qué podemos hacer ante tal odio irracional? —susurró el bardo.

—Quisiera estar al lado de mis amigos una última vez.

Dane la abrazó intentado reconfortarla y recordó su habilidad. Explotó en jubiló y tomó a Hanna y Topacio. La chica y el caballo no entendían, porque el bardo les pidió que cerrarán los ojos y se relajarán, pero obedecieron, al abrirlos se encontraban en el interior del castillo de Asími.

—¡Hanna! —exclamó Gessa —. ¡Se fue! ¡Lo ví desde aquí! Lo ví morir, Hanna, lo ví… mi Sam…

Las hermanas se abrazaron y lloraron, Kara también se acercó y abrazó a ambas. Hanna intentó consolar a su hermana, pero hay heridas que nadie puede sanar, solo el propio tiempo.

Dane desmontó de su caballo y el pequeño champiñón salió de la alforja, soñoliento. El bardo lo sostuvo con cuidado y acarició al mykita que había adoptado. Kara se percató de su presencia y también lo abrazó, después le dió un puñetazo por haberlos dejado.

—Tendrás que componer una muy buena canción mi amigo, tienes mil y un anecdotas que te servirán.

—Ya lo creo, Kara.

—¡Abran paso a su alteza real! —ordenó un guardia

El rey Engel y un grupo minimo de soldados malheridos regresó de la carga. La cara del rey estaba desconsolada; incluso su postura era cansada.

—¿Las mujeres y niños? —preguntó

—Escaparon señor, deben estar ya muy lejos.

—Bien —dijo con un hilo de voz y se encaminó a la sala del trono.

—Mi señor, ¿Cuáles son sus órdenes? —preguntó Morten.

—Abandonar toda esperanza.

—¿Mi señor?

—Se acabó, Morten. Para la madrugada, el ejército habrá asesinado a toda mi gente. Aguantaré aquí con mis hombres más fieles todo lo que pueda, pero será una resistencia sin causa. Moriremos por honor y gloria, pero sabiendo que el mundo está condenado. los dioses saben que lo intentamos. Ustedes —señaló a los pocos miembros del santuario que quedaban —. Sigan a mi pueblo por las cavernas, suban a un barco y vayan al noroeste. Allí está mi prima Lenna, reina de Adilas. Ella auxiliará a mi pueblo.

—¿Se va a rendir? —lo cuestionó Daiana.

—¡¿Tiene alguna carta bajo la manga?! Nimag está a punto de derribar mis puertas y mis hombres están exhaustos. Les daremos tiempo de huir a los inocentes.

Daina no dijo nada.

Las puertas del castillo comenzaron a ser golpeadas por los arietes. Nimag estaba entrando. Los hombres perdieron toda esperanza y esperaron que su muerte fuera rápida. Muchos soltaron sus armas y simplemente se sentaron frente a la puerta.

—Vayanse ahora —odernó el rey —. Su amiga curandera está esperándolos.

De pronto una trompeta resonó bajó el monte, pero no era una de guerra, era la de un vocero. Un hombre flacuho estaba parado sobre un árbol caído. Vestía con ropa ceremonial y también tenía puesto un gorro muy chistoso.

—¡Estimdo rey Gustaf, por órdenes de la reina Lenna, se le ordena cesar el ataque contra el reino de Adarop!

—¿Es una broma? —preguntó el rey de Nimag.

—¿Aceptará la rendición?

Una flecha asesinó al vocero y los hombres de Nimag se rieron ante la situación hasta que unos cuernos de guerra resonaron al fondo. Miles de soldados Adilenses llegaron al campo de batalla, acompañados de su reina, quién iba montada en un lagarto gigante. Engel saltó de felicidad y ordenó que sus hombres se prepararán para una última ofensiva. Los miembros del santuario no se iban a quedar atrás, excepto Gessa, pues estaba bastante desconsolada y decidió ir con Dara.

Nimag ahora estaba acorralado, tendría que luchar en dos frentes, así que Gustaf decidió atacar sin piedad el castillo.

—¡Primero ellos que nosotros! —exclamó y siguieron asediando las puertas.

—¡Llegó la hora! ¡Esas puertas no aguantaran más tiempo! ¡El castillo de Asími jamás ha sido derrocado y hoy no será la excepción!

Se armaron con todo lo que les quedaba, Dane se puso un yelmo y tomó su espada, Astéri Ankum, incluso Mill tenia una navaja y estaba listo para la carga. Topacio se sentía vivo de nuevo.

—¡Arqueras, estén preparadas! —Hanna y su mentora tenían flechas luminosas listas para disparar.

Varios barriles con alcohol fueron colgados frente a la puerta, tenían que aprovechar cualquier ventaja. Las puertas crujían con cada golpe. Lenna y su ejército se apresuraron a subir por la rampa del monte.

La puerta finalmente cedió y Nimag entró. Los barriles cayeron sobre los soldados de armadura negra y los guardias del castillo lanzaron antorchas hacia ellos. Los gritos de desesperación fueron desgarradores. Aún así el rey Gustaf exigió a sus tropas que avanzarán. Las arqueras lanzaron sus flechas y cargaron momentáneamente a los enemigos.

—¡Por nuestro reino! —exclamó Engel y cargó contra sus oponentes.

La batalla fue brutal en el castillo y en la rampa. Varias vidas se perdieron esa tarde. Lenna y sus fuerzas eran implacables y hicieron sucumbir al gran ejército de Nimag. Pero el odio no podía contenerse del todo y el ejército negro seguía avanzando a duras penas. Engel demostró porque era el legítimo rey del último pueblo libre. Se vió rodeado por decenas de armas enemigas, pero se las ingenió para salir victorioso.

Finamente, Gustaf obtuvo un pequeño rayo de raciocinio y se rindió, pidió clemencia ante Engel. El rey de Adarop decidió perdonarle la vida en ese momento, pero juró que pronto pagaría por sus crímenes. Kara fue herida de gravedad, pero resistió lo suficiente para que Dara llegará a curarla, los días siguientes no fueron más reconfortantes. Enterraron a los muertos con los máximos honores y al final recitaron el Hivil i fred. Los soldados de Yrano volvieron a sus tierras no sin antes agradecer por el apoyo y desde ese día formaron una alianza muy fuerte.

Los pocos elfos que quedaron les hicieron unas ofrendas a los miembros del santuario. A Hanna le dieron un arco de marfil tallado con runas élficas de paz. A Dane un laúd hecho con la madera de un árbol luminoso, el cuál resplandecía al raspar las cuerdas. A Kara le ofrecieron un medallón de vezda, las historias cuentan que quien lo portará sería sumamente poderoso en cuerpo, alma y mente. A Dara le ofrecieron partir con ellos para que su futuro bebé recibiera los más puros cuidados, pero ella se negó, a pesar de que su vientre ya denotaba un avanzado embarazo. A Gessa le regalaron un pegaso además de consejos. Finalmente los elfos se despidieron y jamás se supo de ellos en el mundo humano.

Después de solventar los percances, el rey Engel y la reina Lenna hicieron un banquete en honor a los caídos y para celebrar la gran victoria. Dane cantó infinidad de canciones ese día, y se detuvo solo porque su mano derecha no dejaba de temblar. Comieron, bebieron y contaron toda clase de historias. La fiesta duró tres días y tres noches.

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