VARIOS REENCUENTROS
Siguieron el camino por más o menos una milla. Las huellas marcadas en la tierra seca se hacían cada vez menos claras y algunas veces, se debían detener para poder encontrar el rastro de nuevo. Llegaron al último vestigio y se encontraron con algo, algo que hizo encogerse al corazón del bardo; cerca de la orilla del sendero, entre la confusa división de tierra y césped, había pequeñas, pero abundantes gotas de sangre. A unos metros de ese pequeño rastro de sangre se distinguían marcas de ruedas.
-Una carreta -dijo Hanna descendiendo del caballo para examinar las marcas -Vamos, no hay tiempo que perder.
Ambos montaron de nuevo al caballo y se pusieron en marcha. El sendero dirigía a un poblado que tenía por nombre "Oleík". La luz del sol iba poco a poco desapareciendo y del otro lado, la luna se estaba asomando acompañando su llegada unas gotas de lluvia, por lo que los pobladores se encaminaban con prisa a sus acogedores hogares.
-¿Y ahora qué? -preguntó el bardo con algo de pena -El rastro de la carreta termina aquí y no sabemos si se detuvo en este pueblo o si se encontró con Topacio...
-Conozco este lugar y tengo el presentimiento de saber dónde está tu caballo -respondió Hanna dirigiendo la cabeza a todas las direcciones posibles.
Dane la miró con aires de esperanza y se adentraron al centro del pueblo. La lluvia comenzaba a arreciar, la gente que quedaba afuera corría a refugiarse en algún establecimiento abierto.
El bardo observó el peculiar aspecto de las casas pues todas tenían el techo en un solo color y estaban hechas de teja de madera. Después de atravesar un pequeño puente llegaron a una gran casa con la fachada pintada de un tono azul grisáceo.
Una luz traspasaba las ventanas así que debía haber gente despierta. Hanna llamó a la puerta mientras que Dane trataba de mirar al interior de la vivienda. Después de unos cuantos minutos, salió una chica de complexión delgada. Tez blanca, cara ovalada, cabello negro profundo un poco quebradizo y de apariencia gruesa, ojos caídos, medianos y color avellana, con pestañas y cejas pobladas, labios muy delgados y un distintivo lunar en la barbilla del lado derecho, con un candelero sosteniendo tres velas en una de sus manos.
La chica sonrió al ver a Hanna y al instante se lanzó a abrazarla. El bardo, como de costumbre, estaba ausente del contexto de esa situación.
-¡Amiga! ¡Cuánto tiempo sin verte! -dijo la chica terminando de darle un segundo abrazo.
-Hola Chiqui, ¿Cómo has estado? ¿Podemos pasar? -inclinando su cabeza hacia donde se encontraba su amigo.
"Chiqui" no se había percatado del bardo hasta ese momento.
-¡Oh, hola! -saludó "Chiqui" -Ay Hanna no me habías dicho que ya tenías a alguien con quien disfrutar tus días, lo tenías bien escondido -Dane y Hanna se miraron mutuamente y sonrojaron al instante.
-Él solo es un amigo, nos conocemos desde hace poco, su nombre es Dane. Chiqui, Dane. Dane, Chiqui.
-Un placer Chiqui... -dijo el bardo extendiendo su mano, pero extrañado por el nombre de la chica.
-Me llamo Dara, pero todos mis amigos me dicen Chiqui. Pasen, está lloviendo fuerte, iré a dejar a Tofu al establo y regreso para darles algo con qué secarse.
Dane miró hacia donde estaba el caballo y percibió que éste, al ver a Dara, se sentía cómodo, como si supiera que podía confiar en ella.
Al entrar a la casa, Dane percibió que era incluso más grande de lo que él pensaba. Había muebles grandes y repisas con varios frascos que parecían contener diferentes plantas y mezclas. Dara volvió con toallas y se las entregó a los amigos viajeros. Después de quitar lo húmedo de su ropa, se sentaron en un sillón que tenía la pinta de viejo pero era bastante cómodo. Dara les ofreció té y ambos aceptaron la buena hospitalidad de la chica. No tardó más de dos minutos cuando volvió con una bandeja con té y galletas.
-Listo, ahora sí, cuéntame ¿A qué se debe su visita?
-Una búsqueda -contestó Hanna y dando después un sorbo al té.
-¿Una búsqueda? No entiendo amiga, ¿Qué buscas exactamente?
-Buscamos a mi caballo -contestó el bardo con tristeza.
-¡Oh! Ya veo -dijo Dara -. Pues, creo que es una gran coincidencia. Hace un día Osvál trajo un caballo herido, lo encontró al regresar de un viaje que hizo para recolectar algunas plantas que no se dan por estos rumbos, afortunadamente no era muy grave y pudimos curarlo.
-¡¿Dónde está?! -exclamó el bardo, emocionado.
-En el establo detrás de la casa. Osvál fue a alimentarlo
-¿Puedo verlo?, por favor -imploró el bardo mirando a Dara.
-Claro, sígueme.
Se dirigieron a la cocina y en ella había una puerta trasera. Cruzaron con prisa hacia el establo, donde se encontraba un muchacho alto, moreno, de figura robusta y atlética, cara rectangular, ojos entornados y marrones oscuros, cejas rectas y labios muy pequeños
-¡Topacio! -exclamó el bardo. con gran alegría.
El muchacho se alarmó y volteó a ver de quién era esa voz desconocida. Traía puesto un mandil en el que resaltaban unas pequeñas manchas de sangre.
-Hola mi cielo, perdón si te asustamos -dijo Dara.
-Hola Osvál -saludó Hanna con entusiasmo.
-Hanna, qué agradable sorpresa, ¿Quién es tu amigo?
-Me llamo Dane -contestó el bardo, acercándose ansioso a su caballo.
-Un placer -dijo Osvál -¿A qué se debe su visita?
-Estábamos buscando a mi caballo -señalando a Topacio.
-Oh... ¿Es tuyo? es un buen chico, se ha portado muy bien desde que lo traje ¿Cómo fue que lo perdiste? -preguntó Osvál mientras se quitaba el mandil.
-Es una larga historia.... -contestó Dane encogiéndose de hombros.
-Pues oigámosla en el salón. Cariño, ¿Preparaste té? - dijo con un tono cariñoso.
-Claro, el de canela, tu favorito. -respondió Dara con una sonrisa.
-Qué afortunado soy de tener a alguien como tú -Osvál se acercó a Dara y le dió un pequeño beso en la frente, saliendo ambos del establo con dirección al salón.
-Pero... -Dane observó a su caballo, estaba dormido, pero él quería abrazarlo.
-Vamos, él estará bien -le dijo Hanna tomándolo del brazo -Y yo no seré quien cuente la historia, recuerda que tú eres el bardo aquí. Dane asintió y juntos volvieron a la casa.
Como había hecho con Hanna, el bardo contó toda la historia desde la llegada al pueblo de Ameyali. Dara y Osvál no interrumpieron el relato, salvo para hacer una pregunta ocasional como: "¿Cómo era el monstruo?" o "¿De verdad le sacaste el ojo?".
Hanna contó la parte donde encontró a Dane flotando en el río y cómo lo llevó al refugio. En ese momento Dara y Osvál miraron alarmados a la chica.
-Pero Hanna, sabes muy bien que nadie "normal" puede ver los refugios -mencionó Dara susurrando un poco.
-Jajaja sé más aparte de eso -dijo el bardo entre risas.
-¿Qué tanto sabes? -preguntó Osvál mirando a Hanna con angustia.
-Sé que la magia no es un cuento, también que Hanna puede hablar con animales, incluso que ustedes pertenecen a ese mundo, y no olvidemos la sombra...
-¡¿Sombra?! -exclamó la pareja al unísono.
-Un Iskalec -dijo Hanna, dejando a la pareja muda por un par de segundos, dejando ver que el rostro de Dara reflejaba miedo.
-Eso no es bueno -dijo Osvál finalmente.
-Hay que llamarlos a todos... -dijo Hanna con autoridad y sin que el bardo lo notara, movió ligeramente la cabeza en su dirección como si lo señalara, un gesto que Osvál captó al instante.
-Creo que debes ir a ver a tu caballo Dane - dijo Osvál.
-¿De verdad? -preguntó el bardo emocionado. Osvál asintió -¡Muchas gracias! No sé cómo poder pagar mi deuda con ustedes, Topacio es mi mejor amigo.
-No te preocupes, pero tómalo con calma, ¿sí?
Dane fue hacia el establo con paso veloz y al atravesar la puerta Osvál lanzo una pregunta a Hanna:
-¿Quién es?
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