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De hombres y bestias

Sam Rogers se encontraba una vez más camino al mar en su pequeña lancha a motor. Completamente de noche, era ésta la ocasión ideal para practicar la pesca artesanal que tanto le apasionaba. —No hay molestias decía— la tranquilidad de las aguas y la armonía de sonidos le daban a Rogers una paz interior única para obtener buenos resultados al final de la noche.

Con el mejor de los ánimos y buena confianza, no vería el trágico y horroroso devenir que le esperaría en la tranquilidad de las negras y traicioneras aguas que tanto conocía.

Alejado de la costa, armó los anzuelos y los dispuso al mar para luego esperar pacientemente las exquisiteces que se llevaría aquella noche. Al cabo de algunas de algunas horas los escurridizos peces llenaban sus pequeñas bodegas.

A punto de finalizar su jornada, el pescador esperaría que picara el último pez para retornar a casa... de pronto, una fuerza fuera de lo normal tensó su caña —uno grande pensó—, en recompensa a su laboriosa jornada, más el destino diría lo contrario.

La fuerza cada vez se hizo mayor, Rogers soltaba y enrollaba el carrete con más fervor, una y otra vez luchaba, pero de pronto, la fuerza de lo desconocido volcó al infortunado al mar... No estaba enganchado a la lancha, pues suponía el poder de los peces no hacía parangón con la de él, sin embargo, dentro de segundos Rogers se vio indefenso en la inmensidad del mar.

Con la caña liberada, nadaba hacia la lancha desesperado, cuando de pronto, sintió que algo lo abrazaba por debajo de sus brazos. Lo apretó firme desde la cintura y lo comenzó a bajar. Rogers, en su desesperación, trató de quitarse aquel "brazo" extraño, pero no pudo. El invasor tenía una fuerza endemoniada de 50 hombres y lo aprisionaba mientras lo hundía al fondo del océano.

Cada vez más, un desesperado pescador se hundía totalmente entregado a aquel "ser" que lo atraía... Suponía se ahogaría, pero sin embargo no sucedió... curiosamente, mientras se hundía y cegaba, se acostumbraba a "respirar" en el agua. Totalmente desconcertado, Roger no comprendía.

Llevaría unos 50 metros bajando y mientras lo hacía, sus ojos comenzaron a ver especies submarinas en la negrura nunca antes vistas; era como una dimensión paralela: Un calamar dantesco con una cabeza de unos 8 metros; cuerpo de pez espada y brazos parecidos a los humanos que irradiaba un brillo muy fuerte. Una especie de tiburón gigante, muy parecido al extinto megalodón que tenía un brillo azulado y emitía un sonido de "Bloop", de lo más bello en contraste con su bestialidad y muchos otros submarinos dotados de luz propia que surcaban las oscuras aguas...

Entre maravillado y horrorizado, Rogers de pronto giró sobre sí bruscamente, quedó enfrentado al manto submarino y a continuación algo de lo más extraño: una luz verdosa se hacía más intensa al fondo del mar, en diferentes puntos veían destellos difusos. Luego, una luminaria muy potente se veía para revelar algo que impactó al pescador: ante su pequeño ser, emergió una ciudad colosal y bestial. Podía distinguir edificaciones, pirámides, esculturas amorfas, seres que se desplazaban y Dios sabe qué más. En unos minutos llegaría a aquel lugar, sin embargo, de lo que no se dio cuenta, era que a su vez, el brazo de la criatura que lo sumergía se revelaba: ¡un pulpo enorme! Del porte de 15 barcazas, ojos rojos, cuerpo escamoso y tentáculos a miles, lo atraía en forma contraria a tales edificaciones que lo empezaban a descubrir. En segundos, el desafortunado Rogers se encontraba en las fauces filozamente dentadas de aquel ser infernal que lo devoraría en las oscuridad de sus entrañas...

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