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[CINE] Una mente brillante

Hay películas que dejan huellas. Quizás porque resuenan con las vibraciones internas que se agitan en nuestras mentes y en nuestros corazones. Son películas que se recuerdan con cariño, que uno puede ver repetidas veces porque siempre hay en ellas nuevos descubrimientos, emociones renovadas, vivencias inesperadas y preguntas que inquietan y que nunca se acaban de responder. 

Para que se entienda mi abordaje de esta película, hay dos cosas que, sin remordimientos ni expectativa alguna de atención ni lástima, debo aclarar: por un lado el hecho de que he sufrido, sufro y sufriré mientras viva de problemas relacionados a la salud mental en el campo de la psiquiatría (es decir, por momentos realmente pierdo la cordura); y por el otro, soy discalcúlico, que viene a ser lo mismo que un disléxico solo que con números en lugar de palabras. Es por que eso que la historia de John Nash, premio Nobel de economía que se atrevió a proponer un esquema revolucionario para plantear los funcionamientos idealizados de las relaciones humanas en cuanto cuáles son sus puntos óptimos de comportamiento, se me hace tan fascinante. 

Como lo dice en un par de frases el protagonista de Una mente brillante: "Adam Smith dijo que para el mejor resultado cada miembro de un grupo debe hacer lo mejor para sí mismo... esto es incompleto, incompleto... porque para conseguir el mejor resultado, cada miembro del grupo debe hacer lo mejor para sí mismo y para el grupo", lo óptimo tiene resonancias a la vez grupales e individuales. Cuando una película se atreve a plantear temas tan sencillos y tan esenciales, y cuando lo hace por medio de excelentes diálogos, atreviéndose, con esquemas creativos, a romper el flujo meramente narrativo de una historia, van quedando huellas en el espectador, se van sintiendo resonancias, se experimenta una obra maestra. Aún más en mi caso particular, la trama de Nash constituye para mí una suerte de espejo donde veo todos mis síntomas y fantasmas, pero no la brillantez. John era brillante, yo soy un cojudo que parece necesitado de atención en medio de una crisis de mediana edad, según parece. Pero vamos al film.

La historia se desliza en buena parte por los recintos sagrados de las prestigiosas universidades de la "ivy league" norteamericana, concretamente por Princeton, el venerable centro en uno de cuyos institutos enseñó Einstein. Es un ambiente en el cual compiten los mejores, en medio de edificios de aspecto medieval, jardines y prados bellamente cuidados, elegantes salas de estudio y bibliotecas de corte tradicional; pero también de bares estudiantiles, de bromas pesadas y de conversaciones en las que se mezclan la inteligencia aguda y la banalidad superficial y ligera. Podríamos decir que es un ambiente de ensayo y error, en el cual dominan la actuación y el teatro de tal manera que es muy posible que lo que se diga y lo que se experimente, tengan doble sentido.

Este es un mundo desafiante, a la vez perfecto e imperfecto, para la mente brillante de Nash, magistralmente interpretado por Russell Crowe, que personifica las dudas, los temblores nerviosos y las dificultades del joven y brillante estudiante, distinto a todos en todo, siempre rompiendo esquemas, pero en medio de la dualidad, oscilando entre una manifiesta inseguridad y ocasionales momentos de brillo en los cuales todo se ve claro, evidente y diferente.

Entonces ocurre la instancia absolutamente teatral en la vida del ya afamado matemático: la creación ilusoria de un mundo nuevo, con personajes y escenarios de realismo absoluto que solo son vistos por él mismo y que lo van llevando hacia la locura esquizofrénica. A partir de estas experiencias extrañas se va tejiendo la vida profesional y familiar del personaje, como una mezcla de genialidad y tontería que nos podría desesperar si supiéramos lo que está pasando. Pero la realidad es que tardamos en enterarnos del juego teatral que es la existencia del protagonista y nos dejamos llevar, como él, por las peripecias de su doble vida: la de hombre de hogar, enamorado y lleno de esperanzas, y la de espía internacional, atrapado por juegos de guerra y conspiraciones, atormentado y fatalista.

Ego real en el cual no se cree y alter ego imaginario que se vuelve real. Entre estas contradicciones se mueven la película y el personaje, hasta que asume el protagonismo decididamente, en ambas situaciones, su dulce esposa, personificada por Jennifer Connelly. Dispuesta a resolverlas y convencida de la inteligencia y de la cordura esenciales de su pareja, ella va descubriendo la trama que subyace en su mente perturbada y se la va narrando a él mismo, en escenas impactantes, hasta generar, a base de ensayos y de errores, una salida posible para escapar al manicomio y al abandono.

Es así como se cierra el círculo de una vida que pudo ser miserable y triste, pero en cambio se logró convertir en ejemplo de superación y de triunfo personal, académico, científico y familiar. En el fondo, ¿qué fue lo que pasó? Nos lo dice el personaje, cuando en medio de aplausos recibe el Premio Nobel de Economía en 1994 por sus aportes a la teoría de juegos y los procesos de negociación. Nos da a entender que una mente realmente poderosa es aquella que se abre a la más brillante y maravillosa de las ideas, que es la de la aceptación de la presencia y la importancia del amor como posibilidad real, que vale la pena experimentar. Como decía su esposa en algún momento memorable, invitándolo a que le tocara su cara: esto es lo real, la presencia cercana del que ama es lo real, es lo que es capaz de tornar la locura perturbadora en sanación, en vida que vale la pena vivir.

¿Y qué otra cosa ha sucedido? Por una parte, que en la teoría de juegos y en la teoría de los procesos de negociación de la vida, en verdad es importante confiar en el otro, única posibilidad de lograr que el mejor resultado para cada miembro de los grupos en que nos movemos, sea hacer lo mejor para cada uno de nosotros mismos y para el grupo. Y por otra parte, que vale la pena aplicar las ideas brillantes que se tienen a la propia vida, aunque sea a base de frustrantes pruebas de ensayo y error.

Dentro de mi trabajo como escritor y músico, la película habla de situaciones que puedo comprender hasta la empatía. Cualquiera que haya leído mi trilogía de principio a fin puede notarlo. Todo se trató siempre de la locura, de la esquizofrenia, de los pabellones de hospitales psiquátricos y los tormentosos medicamentos. Para llegar a desearle a otra persona el tremendo martirio inmolado que significa padecer una enfermedad mental tan limitante como la epilepsia, la esquizofrenia, los TLP y toda la gama de padencias neuronales que hacen que vivir sea una carrera por morir de una puta vez, tengo que odiar a ese alguien al nivel de desprecio  que siento por Evo Morales, Donald Trump, Vladimir Putin o Xi Jing Ping. ¿Pueden imaginarse eso? Ni siquiera a la persona que me doxeó el 2020 y logró hacerme echar de casi todo internet, Wattpad incluído, le desaría una padencia mental como éstas. 

Pero aquí debo poner mis dos centavos y aportar un poco de realismo pesimista a todo esto. Pues no hay brillantez en la locura. Los locos no son especiales ni diferentes en el entendido que tengan alguna condición que envuelva superioridad sobre los demás humanos sanos en cualquier campo, no. La historia de Nash es hermosa, siempre que la veo me arranca lágrimas, pero es un sueño tan esquizoide como sus propias alucinaciones. En la locura solo hay miedo, dolor e impotencia. No hay que romantizar las enfermedades mentales, de verdad no llevan a ningún lado aparte del suicidio. 

Finalmente, quiero cerrar esta breve revisión de "Una mente brillante", deseando ardientemente que le den una oportunidad a la película y la vean. Es un film viejo, lo encuentran para ver gratis online con solo goolgear: ver una mente brillante online gratis. Y ya está, ni Netflix deben pagar para verla, es gratuita a estas alturas. Verán que esta pieza de cine les va dar mucho más que solo una magnífica historia. Quizá y encuentren un pedazo de ustedes, ése que se hallaba extraviado dentro del espejo cuando lo miran, en las escenas que envuelven a John Nash y su innegable brillantez.

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