Parte 33 Quédate a mi lado parte 1
Shi Qing Xuan escuchó toda la historia en silencio, de vez en cuando sus labios se separaban queriendo interrumpir, pero luego se se apretaban fuertemente. Después de un tiempo sus ojos se humedecieron y finalmente se volvieron serenos.
Hei Zheng, anteriormente conocido como Ye Cheng, no perdió en ningún momento su expresión y la culpa en su corazón creció. No pudo seguir mirando a Shi Qing Xuan a la cara y miró en otra dirección.
Shi Qing Xuan miró la gran mesa repleta de comida y bebida. La organización y el estilo era muy similares a su banquetes del pasado, abundante y reprochador.
Aunque no había nadie más cerca, podía sentir el ambiente festivo. Era divertido y la nostalgia lo invadió.
— No puedo.
La reacción de Shi Qing Xuan sorprendió a Hei Zheng— ¡¿Por qué?! De esa forma no morirás. No importa cómo cambie el mundo mortal o que suceda en el cielo, ya no estarás atado a sus leyes e injusticias.
— ¡Ni siquiera Aguas Negras podrá tocarte!
— No deseo la eternidad— Dijo Shi Qing Xuan elevando su voz por encima de la Hei Zheng. Se sentó en la silla principal y miró hacia adelante. — Ser el rey de un mundo vació, en vez de una eternidad así, prefiero que me lleves contigo al otro lado.
Hei Zheng abrió grandes los ojos. Sus puños se cerraron fuertemente a un costado de su cuerpo. Se arrodillo y en el suelo y abrazó a Shi Qing Xuan — ¿Por qué tú...? Solo quiero que tú vivas.
Shi Qing Xuan quedó sorprendido. Escuchó la voz quebrada de Hei Zheng y se sintió débil — Simplemente déjalo ir, no soy Xue Feng.
Hei Zheng tembló — ¡No es por eso!
Shi Qing Xuan esperó que continuará, pero Hei Zheng no volvió a hablar.
Hei Zheng no tenía la obsesión que pensaba Shi Qing Xuan, ese primer encuentro había dejado una profunda impresión en él y después de ese día espero que Shi Qing Xuan volviera a la capital imperial.
No esperó mucho tiempo cuando Shi Qing Xuan regresó y organizó una gran fiesta en la taverna más cara de la avenida principal. Hei Zheng no fue a buscarlo, lo miró en la distancia hasta que se marchó.
Después de observar un tiempo, descubrió que no era un mortal, pero tampoco era una existencia como él, era alguien con estatus superior.
Algunos espíritus errantes le revelaron, que en este mundo todavía existían los dioses.
Fue una noche de primavera en la que Hei Zheng vió que Shi Qing Xuan traía a un extraño hombre con él, vestía completamente de negro y no hablaba mucho. Se sentaba en la mesa y comía tanto que los aperitivos desaparecen al instante
Trataba de forma fría e indiferente a Shi Qing Xuan, aun así, su actitud no pareció molestar a Shi Qing Xuan, continuaba a su lado con una gran sonrisa llamando "su mejor amigo"
Hei Zheng no le gustaba la actitud de ese dios. En una ocasión vió, a "Ming-xiong decirle algo duro a Shi Qing Xuan y se marchó dejándolo sólo. Ese día, Shi Qing Xuan se sentó cerca de la ventana y sus ojos brillaban de tristeza, aunque en su labios tenía una gran sonrisa.
Tal vez, Xue Feng también tenía esa expresión ese día.
Ye Cheng no podía dejarlo así, se mostró debajo de la posada y llamó su atención — ¡Hey!
Cuando la mirada de Shi Qing Xuan cayó sobre él quiso correr, se contuvo para no huir y recitó un hechizo.
Hizo aparecer un desfile de artistas callejeros y bailarinas. Esperó que algo divertido le devolviera la sonrisa a su rostro, sin embargo, Shi Qing Xuan no mostró ninguna reacción.
Ye Cheng se arrepintió, se dio vuelta para marcharse.
— No es divertido cuando estás solo.
Un cálido viento sopló alrededor de Ye Cheng, cuando miró a su costado encontró a Shi Qing Xuan ofreciéndole una copa de vino con una gran sonrisa.
Ye Cheng se movió por inercia y tomó la copa. Notó que Shi Qing Xuan tenía las mejillas rojas y los ojos húmedos, ya estaba ebrio, aún así desprendía una sensación de tranquilidad.
Ye Cheng sonrió inconscientemente.
Los dos se quedaron en la solitaria calle bebiendo hasta que el espectáculo ilusorio terminó.
Como Shi Qing Xuan no podía caminar, Ye Cheng lo llevó de nuevo a la habitación, colocó una manta sobre él y desapareció.
Pasó una estación completa.
Durante ese tiempo, Ye Cheng observaba a Shi Qing Xuan cada vez que descendía a la capital, el número de veces en el que venía solo era poco, la mayor parte del tiempo ese Ming-xiong estaba con él, las veces en que Shi Qing Xuan quedaba solo, Ye Cheng se animaba a ir hablar con él.
— ¡Oye! Bebemos más , más y más hasta que la noche termine.
Ye Cheng tenía problemas para seguir el ritmo de Shi Q¡ng Xuan, no estaba ebrio, pero ya no podía beber más.
Miró a Shi Qing Xuan sorprendido por su resistencia, el joven lucía despreocupado y feliz, Las jarras vacías se aplican a su alrededor, pero no perdía su encanto.
Cuando sus ojos se encontraron, bajo sus pestañas y se concentró en su vaso.
— ¡No me has dicho tu nombre! — Shi Qing Xuan no dudo en acercarse y sentarse muy cerca de Ye Cheng.
— No tengo nombre— dijo Ye Cheng sin levantar la cabeza — Alguna vez fui, pero ahora no soy nada.
Un largo silencio le siguió a esa última frase.
Ye Cheng esperó ser consolado, en cambió escuchó una risa suave. Confundido, levantó la vista y vió la sonriente Shi Qing Xuan.
— Si no tienes nombre, te pondré uno. Es triste no tener un nombre.
Ye Cheng no se opuso, su expresión mostró expectativas. Ye Cheng era solo un nombre que el jefe del clan Ye debe llevar, no recordaba si si tenía un nombre verdadero o nunca tuvo uno, por eso, esperaba ansiosamente las siguientes palabras del Maestro del Viento.
Shi Qing Xuan pensó durante un largo rato hasta que se sintió cansado y cabeceó. Ye Cheng evitó que cayera.
La cercanía hizo que sus ojos se encontraran.
Ye Cheng sintió que algo en su interior se movía.
Shi Qing Xuan se apartó con calma y dijo — ¡Ya se! Tu nombre será Hei Zheng.
— ¿Hei Zheng? — Repitió Ye Cheng. El nombre saliendo de sus labios sonaba bien, miró a Shi Qing Xuan y asintió satisfecho.
Feliz, Shi Qing Xuan cerró los ojos y se inclinó hacia un lado agotado
Esta vez, Ye Cheng dejó que usara su hombro como almohada. Su propio vaso todavía estaba vació, pero sintió que el alcohol tenía un buen sabor por mucho tiempo.
La estación de las flores llegó temprano, los cerezos y palowuines pintaban las calles de la capital imperial de colores. El frío persistía aunque el sol brillara con fuerza.
En la rama de un árbol sin hojas, Hei Zheng esperaba con ansias la llegada de la noche, en su regazo guardaba cuidadosamente un nuevo vino que encontró.
Shi Qing Xuan ya no visitaba la capital con frecuencia, pero una vez al mes, Hei Zheng estaba seguro que vendría.
Recientemente descubrió que no era el único que observaba desde la sombra al Señor del Viento. Aquellas presencia era como la suya, al mismo tiempo un poco diferentes, después de investigar se llevó una gran sorpresa al enterarse que eran los dioses locales.
Ellos no parecían darse cuenta de su presencia. Si medía su poder, el suyo era superior, por lo cual no impidió que hiciera lo que quisieran, pero estaba en guardia por si alguno tenía malas intenciones.
Después de esperar, esa noche no vió a Shi Qing Xuan.
La siguiente tampoco mes tampoco.
Varios meses después, el señor del viento regresó y celebró un gran banquete, pero no estaba solo, con él estaban varios dioses.
Hei Zheng escuchó que la historia sobre el joven que derramaba el vino se volvió famoso por todo el país, incluso entró en los cuatro famosos cuentos.
El número de creyentes y templos dedicados a Shi Qing Xuan iban en aumento. Hei Zheng descubrió que clase de dios se había convertido cuando fue a unos de los templos del vientos
Un dios de la fortuna. Uno que trae buena suerte y riqueza.
Aunque no pudo ingresar al santuario, hizo florecer flores alrededor y atrajo a los mortales para que rindieran culto.
Aunque no pudo verlo de seguido, Hei Zheng entendía que era una figura importante en el reino del cielo y se contentaba con verlo de vez en cuando en la capital.
Así, los meses se volvieron años.
Un día, Shi Qing Xuan dejó de venir.
Hei Zheng no lo encontró extraño y fue a unos de los templos más grandes que tenía la capital en honor al Señor del Viento.
Ese día presenció como centenares de mortales saqueaban el templo, rompían sus puertas y ventanas para luego prender fuego el edificio.
Al principio no entendía que sucedía hasta que escuchó a los mortales hablar.
— ¡Que dios de la fortuna!
— ¡No ha respondido ninguna de nuestras plegarias!
— ¡No necesitamos un dios así!
El señor del Viento había dejado de escuchar los ruegos de los mortales, su número de seguidores disminuyeron y los restantes, furiosos destruyeron su santuario.
Los mortales siempre era así sin importar la época, uno podía ayudarlo cientos de veces, pero la última vez no los ayudaste no le gusto,te odiaría para siempre.
Solo la estatua del dios había sobrevivido a las llamas, sin embargo parecía faltarle parte de su mano y pie, aunque sonreía, parecía muy solo.
Hei Zheng ingresó al santuario y vió esa estatua. Supo de inmediato que ya no existía ese señor del viento, los dioses mueren cuando son olvidados.
No volvería a verlo y eso le causaba una gran soledad.
En ese mismo lugar, esperó durantes los días nevados donde la nieve cae silenciosamente, en días de primavera donde las flores florecen, en días de verano donde la vida resplandece y en días de otoño donde la vida lentamente se marchita.
Una noche cuando la luna brillaba más de lo normal, caminó sin rumbo por las desoladas calles de la capital, se había adentrado a los suburbios sin saberlo, pero tampoco le importó. Nadie podía verlo de todas formas.
De repente chocó contra algo que lo obligó a levantar la vista, se sorprendió de que fuera un mendigo aparatoso y sucio, no pudo verle la cara, pero sí escuchó su voz.
— Lo siento.
Hei Zheng pensó que el yin y y yang de esta noche era anormal, por eso un mortal común podía verlo, así que no le dio importancia y continuó caminando, entonces levantó su vista hacia el cielo estrellado.
Después de miles de años, aunque no quisiera todavía podía tener el don de la profecía.Leyó las estrellas y su corazón se enfrió cuando descifró el mensaje.
El sol se apagará. Dios estará triste porque el viento morirá.
La brisa fría de la noche desordenó su cabellos y sus emociones,Hei Zheng sabía que hablaban de él y la persona más próxima a él.
La persona más acerca a él, es el mendigo con el que chocó.
El viento morirá...
El sonido de algo arrastrándose lo trajo de nuevo a la realidad.
Se dio la vuelta con prisa y fue detrás del mendigo que aún estaba a poco metros de él. cuando lo alcanzó y lo miró fijamente.
Aunque estaba sucio, su cabellos despeinado y su ropa rota, el joven tenía unos ojos claros y sonrisa despreocupada.
Hei Zheng se alegró de inmediato — ¡ Shi Qing Xuan! Sabía que no estabas muerto.
Sus últimas palabras quedaron estancadas cuando Shi Qing Xuan pasó por su lado sin ni siquiera verlo o oirlo.
Hei Zheng se quedó rígido en su lugar. Había olvidado que los mortales comunes no podían verlo, solo había pequeñas excepciones como la que había ocurrido hace un momento.
Al escuchar los pasó alejarse, Hei Zheng no dejó de hablarle o ponerse en su camino, sin embargo, no no podía ser visto ni escuchado por Shi Qing Xuan.
Lo siguió todo el camino hasta un viejo templo.Se sorprendió al descubrir que era un templo dedicado al ex señor del viento, ahí se reunían los indigentes a pasar la noche.
Durante los siguientes días lo observó buscar comida entre la basura o en el bosque frutas o setas. En las noches frías,lo vió acurrucarse en el heno viejo .
Privado de todo, todavía tenía una sonrisa en el rostro.
Los adultos desesperados o sin fe, sonreían cuando lo escuchaban hablar, los niños se animaban cuando cuando jugaba con ellos, las mujeres quedaban encantadas y querían mimarlo.
Era el sol, por eso el cielo dicta que sea algo que no sea arrebatado pronto.
Ser un mendigo sin hogar ni dinero, significaba, que cualquier herida o resfriado puede agravarse seriamente al no ser tratado a tiempo.
Las heridas en su brazo y piernas había dejado de dolerle hace tiempo, pero las secuelas todavía quedaban en su joven cuerpo que tenías más de cientos de años.
Por las noches, mientras todos dormían, tenía fiebre y tosía sangre. A veces le costaba respirar y sentía dolor en el pecho, aún así, al día siguiente se levantaba y sonría como si nada pasara.
Hei Zheng se arrodilló en el suelo y se preguntó cómo podía sonreír cada día cuando estaba sufriendo. Quería que Shi Qing Xuan regresará al cielo y había ido a los templos a quemar incienso, pero no importanta cuantas veces fuera, su deseo no era escuchado.
— Soy tu creyente, aun si todos te olvidan, todavía me tienes a mi, entonces ¿Porque no soy suficiente? — La mano de Hei Zheng quiso tomar la de Shi Qing Xuan, pero sus dedos solo lo atravesaron. Impotente, levantó la cabeza y se fijó en el rostro pálido de Shi Qing Xuan.
"El sol se apagará y dios estará triste"
— Entonces, solo puedo robarme el sol para devolverle su gloria.
— No te dejaré morir.
El largo silencio de Hei Zheng preocupó a Shi Qing Xuan. Él no podía entender porque Hei Zheng estaba desesperado por ayudarlo.
Se levantó, sus acciones llamaron la atención de Hei Zheng y sus miradas se encontraron.
Shi Qing Xuan sonrió suavemente — Gracias, mi amigo.
Detrás suyo, dos grandes puertas aparecieron, eran la misma que usaron las deidades locales para ir al banquete final.
Lo que le esperaba detrás de esa puertas, ya sea el infierno o el paraíso, Shi Qing Xuan no tenía miedo, porque en ese largo camino no estaría solo.
Extendió su mano hacia Hei Zheng.
Hei Zheng se sorprendió y tuvo que aceptar la decisión final de Shi Qing Xuan.
En ese momento una porción del espacio se rompió y una persona salió.
Su llegada oscureció el cielo y apagó las música, las flores se marchitaron y la temperatura bajó.
— Este lugar es muy honesto, a diferencia de ti— Xue Feng rió mientras miraba a su alrededor — Los lugares sombríos van mejor contigo que una fiesta, Ye Cheng.
— Así que lo sabías, todo ese tiempo— Respondió Hei Zheng de forma fría— Y no me llames así. Ese ya no es mi hombre.
— Siempre supe que eras de la familia Ye y por eso tenía la esperanza de que ese día no me juzgaras — Xue Feng caminó hacia Shi Qing Xuan como si fuera amigos de toda la vida, le sonrió cálidamente.
Shi Qing Xuan no lo evitó, lo miró directamente a los ojos y entendió un poco cómo se sentía Hei Zheng.
Xue Feng no lo evitó tampoco dejó que Shi Qing Xuan lo examinara hasta que se dio cuenta de la existencia de la puerta. La sonrisa en sus labios se desvaneció lentamente — Si vas a ese lugar, nunca más podrás volver.
— Lo sé— Respondió Shi Qing Xuan casi indiferente — Alguna vez fui un dios, he visto todo tipo de cosas y se más cosas que tú. Esta es mi respuesta.
Xue Feng parpadeó sorprendido. Inclinó la cabeza hacia un lado y los ojos perdieron su brillo — ¿Un dios? — Murmuró y miró a Hei Zheng— Pensé que no creían en dioses ni el cielo, pero ahora te arrastras a los pies de uno.
— Di lo que quieras, tal vez no pueda matarte, pero los dioses lo harán — Dijo firmemente Hei Zheng — Todo terminará ¡Xue Feng!
— Eso lo veremos.
En otro lugar.
Después de que el territorio de Xuan Wu desapareciera, Xie Lian y su grupo fueron expulsados hacia otra dimensión. No podían volver al mundo mortal y tampoco tenían forma de ingresar al cielo.
Desconocían la situación del otro lado y solo podían avanzar sin rumbo por un infinito bosque de pinos.
— Estos debe ser obra de Hei Zheng, intenta mantenernos alejados de Shi Qing Xuan hasta que se complete la ceremonia — Xie Lian había estado sospechando de esas probabilidad desde que fueron encerrados ¿Qué piensas San lang?
— Ge ge simplemente deberíamos dejarlo— Opino Hua Cheng— Su objetivo es hacer que el maestro del viento sea la nueva deidad reinante, con la caída de la barrera, si no hay alguien que la sostenga pondrá en peligro a los mortales.
Xie Lian no podía negar que tenía razón, pero aún así vaciló.
— Sigues tan ingenuo como siempre, lo importante no es el Señor del Viento, sino la casa que fue liberada — Dijo Bai WuXian.
Xie Lian lo miró — ¿Dices que está bien abandonar a Qing Xuan?
— Se fue por voluntad propia con esa deidad — Continuó firmemente Bai WuXian. — Xie Lian, como Emperador de los cielo debería saber que es lo más importante, además, ya lo abandonaste una vez, una segunda vez no hará una diferencia.
Hua Cheng lo fulminó con la mirada.
Bai WuXian rió— ¿He dicho algo equivocado?
Lejos de la discusión, He Xuan estaba recostado sobre el tronco mirando sus manos. Todavía estaban rígidas y temblaban
— De todas formas morirá.
Al oír esas palabras, levantó los ojos. Sintió opresión en su pecho, un dolor que creyó que nunca volvería a sentir, se extendía por todo su cuerpo y desgarró su alma.
"Lo que pase con él, no es asunto mió"
Eso fue lo que dijo, ahora no estaba tan seguro. A lo lejos vio dos aves que volaban juntas, una de ellas dio un giro y se fue por otra dirección, la otra ave pareció no darse cuenta y siguió volando hacia el horizonte.
"Si se iba ¿Podría seguir viviendo?"
Hola queridos lectores, gracias por leer. El banquete de los dioses entra sus dos últimos cap
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