La Maldad De Jennifer
Santiago Alonso.
25-10-2023
No sé Ustedes, pero es muy doloroso que te guste alguien que te viva confundiendo: un día sientes que gusta de tí y al otro día no hace ningún esfuerzo por estar contigo. Es demasiado estresante y agotador tanta incertidumbre.
A los pocos días a Jennifer le dieron de alta... Para mí estaba cambiada, con el tiempo dejé de verla sonreír, y a pesar de que le informé que había entregado su recado a sus amigos; poco le importó. Se parecía a una persona en medio de la noche, alzando su mano derecha a la altura de la frente como haría un sargento saludando al cadete, guiñando los ojos repetidas veces acompañado de un ligero fruncimiento de boca, y enfocando la lente trataba de reconocer a lo que ella pensaba era su mejor amigo.
La acompañé a su cuarto y la ayudé a que se recostara para descansar. Enseguida cuando noté que estaba dormida me acerqué con curiosidad a la gaveta donde guardaba todos los exámenes médicos; ¡No había ninguno! Se había deshecho de todos, solo había uno de fecha reciente, los cuales eran los estudios que daban por positiva su leucemia.
De repente mi atención se centró en el viejo piano de la esquina, de color marrón y algo anticuado para la era contemporánea. Sentía una fuerte atracción, como si me llamara para que tocara una pieza musical, pero me contuve ya que no quería despertarla. Así que me dispuse a sacar de mi bolsillo mi libreta y mi lápiz para continuar escribiendo lo que sería una imitación de novela romántica.
Diría una persona que hace mucho me escribió una carta anónima: "Tal vez se me estén olvidando algunas cosas, pero recuerda que no son las más importantes" sin embargo esto que había dejado en las puertas del olvido era imperdonable ¿Cómo podía dejar por fuera a la persona que me alentó a descubrir mi talento frente un instrumento musical? eso era un insulto que pienso ponerme a enmendar en este momento.
Debo aclarar que su amor fraternal, casi maternal traspasaba los límites de lo indecible, de su casa y su familia: se entendía sin excepción sobre todos los seres amables de la faz de la tierra; animales, personas, cosas, canciones y ermitaños... Tenía, sin haber probado siquiera la virtud de una riqueza vana y pasajera, la verdadera y esplendorosa virtud de la imaginación y la alegría; la cual no aislaba para sí misma, esa virtud se entremezclaba entre sus alrededores y lo colmaban de Lirismo.
Así era Ella, un ser inigualable que
no se consigue en todas las esquinas porque sí. Tal como pasa con Jennifer, no la conozco bien ¡Solamente nos hemos visto una vez! Pero no hace falta vivir tantos pasajes con personas para poder ver de que están hechas; o si simplemente son caretas que esconden un secreto un tanto vergonzoso.
Ella simplemente eran uno de los miles de copos de nieve que caen con ternura en las manos de los niños en época de invierno, solo tenían que ver de cerca para poder encontrar todos los lindos detalles que resplandecían cuando ellas creían que nadie las estaba observando.
Destilaban poesía, derrochaban fe; simplemente porque ese Dios que ellas profesaban no se indignaba nunca ni era capaz del mínimo acto de violencia. A menudo sordo, simplemente distraído, ofrecía un cielo alegre solo a aquellas personas que fueran fieles a sus convicciones. La música era una de sus pasiones en la vida, y aún tengo la certeza de imaginarme frente un piano mientras apreso mis dedos entre melodías y acordes; Ella canta mientras la Terca de Jennifer espera impaciente su turno que tal vez nunca llegará.
La decadencia de los Jóvenes no tiene cavidad en esta carta, la he exiliado
para nunca más volver. Como dice ese célebre aforismo "No hay rosas sin
espinas" olvidando las rosas, simplemente muchos se hieren con las espinas para que seres más inferiores las hurten para adornar los salones de sus casas. Igualmente hay otro que reza "El deber de toda mujer es el de parecer Bonita y majestuosa" ese "Parecer" debería de ser reemplazado por un "Debe" pero no solo en aspecto, sino en corazón y alma. ¡Y quien más para dar este ejemplo que estas dos figuritas de
esmeralda...!
Cuando volteé me dí de cuenta que Jennifer estaba despierta, Ya se está volviendo costumbre que me sobresaltara cuando sus ojos estaban clavados sobre mí. Sentía El vago presentimiento de que se venía una orgía de confesiones de su pasado, donde el viejo piano de la esquina sería el protagonista.
—¿Sabes que yo tenía un Hermano Mayor?
Nunca le pregunté cuál había sido el paradero de su hermano, en realidad no me importaba; Mi sentido común decía que habíase hecho mayor y decidió volar del nido; pero la verdad era otra, mucho más oscura... Mientras mi mente apegada a la realidad se llenaba de pensamientos de independencia, la muerte se reía descaradamente de mis ocurrencias, al mostrarme riéndo de manera cruel y malévola el alma de Eleazar.
Eleazar era el hermano de Jennifer, ocho años mayor que ella; había fallecido de cáncer de pulmón acompañado de una fuerte apoplejía, la cual lo había dejado inmóvil de ambas piernas, por lo que para desplazarse usaba una pulcra silla de ruedas. Sus padres para aplacar su tristeza compraron el viejo piano; esperando que su hijo olvidara su verdadera aspiración de la vida, la cual era jugar al fútbol.
Por un tiempo el piano reemplazó esas energías negativas; inclusive se desarrolló un fuerte sentimiento de celos hacia ese instrumento. Su emoción de tocarlo día y noche era tan intensa que terminó por causarle insomnio. En realidad Jennifer no sabía mucho, pues él había fallecido cuando ella tenía 4 años y él apenas empezaba por cumplir los 12. Solamente recordaba cuando su hermano le dijo que sentía en sus riñones extraños espasmos que se deslizaban poco a poco de la cintura hacia abajo, hasta que empezó a sangrar por sus ojos, oídos, manos y pies; en ese entonces Jennifer pensaba que su hermano estaba menstruando... ¡Era tanta su inocencia de niña malcriada! Estuvo varios días sin verlo, y cuando lo hizo ya estaba en la silla de ruedas.
Para ella era muy extraño y le causaba tristeza ya que no podrían correr juntos, ni ir a la escuela como solían hacer todos los días. Con el tiempo empezaba a ver en su cara a un viejo decrépito, con arrugas transversales impregnando todo su rostro y fisonomía desgarrada que se acoplaba a su mirada fija e incolora de suicida. Su último aliento fue el mismo día de su cumpleaños décimo segundo; al amanecer lo vió en una urna de cristal: estaba tieso, blanco y su tórax no se dilataba... ¡La muerte se lo había llevado al Hades!
Jennifer planteaba interrogantes a todos los presentes en el sepelio, solicitaba a pesar de su tierna edad una respuesta con autoridad infantil presurosa: ¿Mi hermano volverá? ¿Está durmiendo nada más? ¿Por qué mi hermano está en esa caja transparente? ¿Jugaremos más tarde con mi hermano verdad? Y los presentes con miradas tristes y marchitas abrazaban a la pequeña, y esta chiquilla no sabía que ya no vería su hermano nunca más.
Ahora simplemente le quedaba el piano viejo de recuerdo. Sus padres lo guardaban en su cuarto y ella de alguna forma lo toleraba porque cada vez que lo veía, se imaginaba que Eleazar estaba sentado frente a él tocando cualquier melodía clásica de Beethoven o Chopin. Inclusive les puedo asegurar que un día lo ví: era un niño extremadamente adorable, alto para su edad pese a tener una delgadez extrema, aparecía lento y tenía un caminar pesado, grandes ojos castaños y su mirada era tan profunda sin algún signo de luz.
Ahora cuando se sentaba frente al piano, su iris se iluminaba poco a poco y el aura color sepia se enfrentaba a la metamorfosis del technicolor. Esos ojos densos y opacos se envolvían en una oración religiosa abstracta y renacían de las cenizas como el ave fénix.
Él y Ella... Los dos habían muerto de enfermedades catastróficas.
Jennifer tenía bien en claro que el destino de su hermano sería también el suyo.
II
Bien, voy a escribir un texto.
Empecemos con la descripción de Evelia: La doctora Evelia era una doctora joven y encantadora, de cabello oscuro y largo, con facciones finas, de unos 25 años. Se sentaba en su escritorio de la oficina, y miraba a Jennifer, una paciente joven, de unos veintipocos años, que iba vestida de manera informal, sentada frente a ella. Evelia le preguntó a Jennifer, con una voz calmada y relajada el motivo de la consulta.
—Quisiera saber qué te trajo hoy aquí, Jennifer. ¿Qué te preocupa?
Jennifer, tenía los brazos cruzados y evitaba mirar a los ojos de Evelia, mientras negaba con la cabeza, aún no estaba dispuesta a abrirse a la doctora, por miedo a que la critique.
—He notado que pareces muy Triste y enojada, — dijo la doctora con un tono de voz empático — Quiero escucharte con el fin de que puedas sentirte un poco mejor, puedes decirme lo que quieras.
Jennifer aún no decía nada, solo pestañeaba.
—Vamos, ¿puedes decirme qué te pasa? — insistía la doctora.
Jennifer se decidió a hablar.
—Lo siento doctora, pero no sé por dónde empezar — dijo mientras le temblaban las manos.
—Eso no importa. Empieza por el principio, empieza con lo que te preocupa más — respondió con voz tranquilizadora — Aquí nada de lo que digas va a salir de esta habitación. Así que te pido que tengas valor.
Después de unos instantes de silencio, decidió hablar.
—Evelia, yo... no sé por qué me siento triste. — algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas — Es como si todo lo que hago fuera en vano, nada me satisface, y todo lo que quiero, siento que no lo logro. No sé qué hacer, no me siento bien, y parezco no tener motivación para nada.
—Está bien, Jennifer. Te escucho. Tienes un sentimiento de falta de motivación, y eso te pone triste. ¿Me puedes decir un poco más, quizás una idea de por qué sientes esto? — preguntó, para darle a Jennifer la sensación de que era segura y estable.
Ella se lo pensó unos segundos.
—Evelia, no me gusta ir al médico. Todos los doctores son lo mismo, no me prestan atención, se hacen los listos, y me dan el mismo tipo de tratamiento. No hay ningún médico que sepa de lo que habla, no me hacen caso. Y en cuanto voy a la consulta, el médico ni siquiera me mira, solo vé mi historia clínica, y me da un diagnóstico.
Evelia empezó a entender que la timidez había desaparecido, ya la paciente la tuteaba, eso no era buena señal. Aparte veía en sus ojos un odio indescifrable, era como si toda su vida estuviera participando en una procesión de pacientes en ayunas.
—Y yo sé, de antemano, cual será su diagnóstico, y sus recomendaciones, y son siempre las mismas. Me hace sentir como si estuviera hablando con una persona insensible, cuando lo que quiero es que me escuchen y me entiendan. Que alguien se interese por mí. Y cuando digo esto, siento como que la gente me toma por histerica, y eso solo me hace sentirme peor.
Evelia se estaba viendo en un espejo Retrovisor, sentía que estaba hablando con ella misma. Es irónico porque terminó siendo doctora, y antes odiaba la superioridad de estos profesionales de batas blancas. Unos héroes vestidos de blanco le habían arrebatado el alma de su mejor amiga, entre rabias y tristezas empezó a estudiar la carrera para hacer la diferencia, todos los días tenía en cuenta que no podía cambiar el pasado, pero frente su mirada tenía a una paciente que necesitaba escribir un futuro incierto conmovedor.
—Y lo peor, — continúo — es que lo he visto en todos los médicos. Me he ido a varias clínicas y hospitales, y es la misma historia. Es como si la medicina en sí no tuviera nada de humanidad, como si uno no importara, como si fuera solo un número. Y yo sé que hay gente que estudia medicina por vocación, porque quiere ayudar a los demás, y sé que existen doctores que son una Mierda. No merecen ni siquiera los buenos días.
Evelia supo en ese momento que tendría que defender su humanidad.
—También existen médicos que toman en cuenta al paciente en todos los sentidos, en el aspecto físico, emocional y psicológico.
—¡Pero, yo no los he encontrado! — interrumpió Jennifer — Todo sigue siendo un tratamiento mecanizado, sin ver a las personas como individuos, sin la individualización del caso. Y entonces me pregunto, ¿Qué es eso? ¿A dónde se fue la medicina humana? ¿No era el Propósito de la medicina hacer sentir mejor al paciente, curarlo? ¿Cómo se va a curar un paciente si no se cura todo en el paciente? ¿No es cierto que todo en el paciente es importante, todo forma parte del todo? Entonces, ¿Por qué no es así en la medicina, por qué en la práctica clínica se olvida todo eso?
Y se quedó callada. El médico sólo puede indicar, la doctora ya no podía persuadir a un ignorante, solo pensaba en su bienestar... Ella entendía su desesperación, porque ningún médico querría atender a alguien que tuviera tantas patologías acumuladas: Diabetes, Epilepsia, Artritis, Ataxia, Reflujo Gástrico, Gastritis Crónica, hipertensión Arterial, una arritmia, un prolaxo en la válvula mitral, Fibrosis Quística, Vasculitis, síndrome de Cushing, una mala absorción intestinal, asma bronquial y otras más enfermedades figuraban en una enciclopedia gordísima, haciendo gala de ser historia clínica.
Evelia la escuchaba en silencio, y sentía que esas preguntas eran muy válidas. Se percató de que al decirlas, estaba respirando muy fuerte, y sus ojos expresaban un cansancio, una decepción. Y en ese momento, estaba haciendo un esfuerzo para no llorar.
¿Qué la había llevado a tener este cansancio impreso en sus pupilas? La pasión en sus ojos cuando hablaba sobre lo importante que era la humanización de la medicina. Podía ver que la pasaba mal, que tenía una necesidad de que se le escuchara, que necesitaba decir lo que sentía y pensaba.
—Yo estoy para escucharte. — dijo Evelia — escucharte y hacerte sentir mejor, pero siento que no soy lo suficientemente buena o preparada para hacerlo.
Jennifer no dijo nada.
Al día siguiente empezó a contarle lo que había pasado a Santiago y a Eduardo Antonio.
—Me sentí indefensa. Justo cuando yo sentía todo eso, y la miraba, admiré como sus ojos se iluminaban de rabia, como sus labios se fruncían, y ví que ponía los brazos en jarras. En un momento en que sus ojos parecían vaciarse de luz, se levantó y salió corriendo del consultorio, dejando la puerta entreabierta. Me quedé paralizada, sin saber qué hacer.
Ese episodio marco de por vida su estancia en emergencia. Ya no se atrevía a acercarse a ella solo si era estrictamente necesario. Sabía que su presencia en el hospital significaría un montón de problemas.
Pero siempre hay una gota que rebasa la copa: la insoportable Jennifer ahora es la novia de Santiago, y Por ende era su nuera. Ella entre sus delirios empezaría a tramar un plan para distanciarlos.
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