La información del mercader
EL AZOTE DE DIOS
Capítulo 2: La información del mercader
Aragorn sostuvo la moneda sin dar crédito a lo que sus ojos veían.
―No, imposible, Eomer jamás nos traicionaría, si lo hiciese deshonraría la memoria de Theoden, estoy seguro que debe haber alguna otra explicación. Hurin, llévame a ver esos documentos ―ordenó Aragorn y junto con Arwen, fueron a ver los papeles.
En una sala, unos capitanes esperaban a su rey y le presentaron los documentos decomisados, los cuales estaban extendidos sobre una amplia mesa de mármol negro.
―Pero si estos son... ―decía Aragorn sorprendido al ver los documentos. Todos ellos mostraban los planos de Minas Tirith y Osgiliath, así como los planos de Minas Ithil, antes de convertirse en Minas Morgul por obra de Sauron. También mostraban los mapas de los caminos que iban y venían de Gondor hacia Rohan, así como el número y la composición de soldados en el interior de Minas Tirith y las armas y armaduras que usaban.
―Mi rey ―decía un guardia que acababa de entrar al salón―, encontramos que uno de los bibliotecarios llevaba estas monedas.
El guardia puso sobre la mesa una pequeña bolsa llena de monedas de plata provenientes del reino de Gondor.
―El bibliotecario insiste en no saber nada más aparte de la entrega de documentos al comerciante ―informó el guardia.
―Que manden a los guardias de la puerta de la fortaleza a revisar a los mercaderes ―ordenó Aragorn―. Nada entra o sale de aquí sin ser revisado primero, manden a jinetes a detener a las caravanas que partieron esta mañana y revisen sus mercaderías.
Los guardias asintieron y salieron del salón.
En la entrada de Minas Tirith, los guardias revisaban a cada una de las personas que entraban o salían.
―¿Por qué hay esta revisión? ―preguntaba una anciana a uno de los guardias.
―Se nos ha ordenado revisar a todos los que quieran entrar o salir de la fortaleza, no puedo decirle más.
―¡¿Qué es esto?! ―gritó uno de los guardias mientras sostenía unos papeles enrollados que provenían de la biblioteca―. ¡Usted y su grupo quedan detenidos!
Varios guardias se dirigieron hacia los sujetos y los llevaron a rastras al interior de la fortaleza.
―¡Usted, mujer, ¡¿qué lleva en esa alforja?!
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Al oeste del bosque de Rhun, Chaika y los lobos iban aproximándose al lugar donde se llevó a cabo la batalla principal, varios jinetes la reconocieron y le permitieron el paso. Chaika galopó veloz a la cima del terreno que dominaba la vista de los alrededores, en ese lugar, mamparas blancas de seda cubrían algunas secciones.
Una figura imponente se hallaba al centro, traía el mismo tipo de armadura que llevaba Chaika, pero era de color rojo intenso, además, llevaba puesto el casco y la máscara intimidante.
―¡Tía Urd, estoy aquí! ―exclamó feliz la joven chica gato, pero la figura de la armadura escarlata no se inmutó. Los lobos blancos inclinaron la cabeza ante la figura escarlata y se retiraron en silencio.
»Urd sama, la General Chaika viene a reportar que la batalla del norte fue todo un éxito ―dijo Chaika, esta vez con tono serio.
―Chaika, ¿es correcto dejar así tus obligaciones? ―provino una voz dura e intimidante detrás de la máscara. La guerrera escarlata seguía sin moverse un milímetro.
―Cumplí todas mis obligaciones pertinentes a la batalla y las que corresponden después de esta ―dijo Chaika con seguridad―. Mamoru me dijo que la batalla principal había terminado y le encargué a Amane, afinar los últimos detalles.
La guerrera escarlata siguió sin moverse, lo mismo que la negra yegua baja y rechoncha que montaba, parecía una estatua hecha de piedra pulida.
―Chaika, la tenacidad de un líder al velar por sus hombres en todo momento, hace que la llama escondida en cada uno de los soldados surja y se encienda con fuerza, nunca lo olvides.
―Lo siento, nunca lo olvidaré.
Esta vez la figura escarlata giró un par de centímetros el rostro, luego su negra yegua giró su cuerpo y se dirigió dónde Chaika, todo esto sin que la jinete escarlata mostrara signo alguno de comandar al animal, pareciera que la yegua pudiese leer sus pensamientos.
La jinete se quitó la máscara y reveló un rostro que no necesitaba ocultarse para intimidar. El rostro de la chica gato era feroz y tenía un semblante despiadado, sus ojos lanzaban una mirada fría capaz de intimidar al más fiero piel verde.
Urd ofreció un siniestro remedo de sonrisa a la joven chica gato delante de ella. Chaika no se asustó ya que conocía a Urd desde pequeña y sabia cuando ella sí estaba enojada de verdad.
―Chaika, me recuerdas tanto a tu finada madre ―dijo Urd, luego, volviéndose a colocar la máscara, volvió a ver el campo de batalla al pie de la pequeña explanada.
Chaika observaba a su tía con ojos de adoración.
«Que porte más magnifico, parece una tigresa que observa la jungla y sabe con certeza que la vida de todas las criaturas vivientes a sus pies le pertenecen sin excepción», pensó y se fue a situar al lado de Urd.
Pasaron cerca de dos horas hasta que el último de los rematadores finiquitara a un sobreviviente y luego este fuese despojado de sus armas y prendas.
―Acompáñame ―dijo Urd de forma lacónica y Chaika la siguió.
Un grupo de soldados pertenecientes a la guardia personal siguieron al par de jinetes, todos ellos eran parientes de Urd y Chaika en alguna manera. Chaika les saludó y el grupo le respondió de igual manera, luego guardaron el silencio de rigor.
El grupo se dirigió al campamento y llegaron a la tienda de Urd. Ella y Chaika entraron junto con la guardia personal, los cuales se situaron en lugares estratégicos.
El interior de la enorme tienda presentaba un remarcado lujo y comodidad, una jaula ornamentada de gran tamaño estaba en una esquina y dentro había varios pajarillos multicolores que piaban de forma agradable, la jaula estaba abierta y un par de las pequeñísimas aves estaban en el otro extremo de la tienda, ninguno de los pajarillos, sin embargo, deseaba escapar al exterior.
Un gato negro estaba acostado sobre un taburete que no hacia juego con el lugar porque era viejo y tosco, se incorporó dando un fuerte bostezo.
―Urd, ya volviste, te estuve resguardando la tienda de cualquier enemigo ―dijo el gato y saltó a la alfombra decorada con ostentación.
―Que bien, Gigi, eres muy confiable ―le agradeció Urd con una sonrisa de lado.
―Urd sama, que bueno que por fin haya regresado ―dijo un joven elfo de la misma edad de Chaika, aunque algo más bajo.
El delgado elfo tenía el cabello rosa y poseía el rostro de una niña.
―Sakurai, que bueno volver a verte ―saludó Chaika.
―Chaika sama, qué alegría que esté aquí ―le dijo sonriente el elfo y a continuación fue donde Urd, quien se había sentado en el tosco taburete. El elfo empezó a quitarle la armadura.
Un grupo de generales y capitanes pidió permiso para entrar en la tienda y luego le informaron de distintos temas a Urd. Ella tenía los ojos cerrados y asentía complacida, luego, los generales y capitanes se marcharon y Sakurai empezó a darle masajes a su señora.
Chaika se sorprendió de lo habilidosas que eran las manos de Sakurai. Urd era una chica gato enorme, de más de dos metros con diez de estatura y además muy muscular, sin embargo, Sakurai se las ingeniaba para satisfacer a su señora, en más de un aspecto.
―Yo también quisiera tener un wakashu ―dijo Chaika mientras se mordía el labio.
―Una mocosa como tú no está en derecho de tener un wakashu ―le criticó Gigi de forma burlona.
―¡Oye, por si no lo has notado, yo soy un General!, ¡un General por derecho propio! ―le gritó Chaika ceñuda y erizando la cola.
―La meritocracia, la más inteligente forma de gobierno, tanto a nivel del servicio público como militar, bueno aquí ya le encontré la falla al sistema ―dijo Gigi. Urd tenía los ojos cerrados y rió por lo bajo.
―¿Cómo estuvo la batalla, Urd sama? ―preguntó Sakurai.
―La batalla de Chaika y la mía salieron a la perfección.
―Entonces, pronto ganaremos la guerra ―dijo entusiasta Sakurai y Urd negó con la cabeza.
―Recuerda que una guerra no es solo ganar un par de batallas ―le recordaba Urd―. Solo los baka gaijins, los tontos barbaros, creen en eso de una "batalla decisiva", no existe tal cosa.
»La guerra es tan solo una campaña militar ―explicaba Urd―, no importa cuántas batallas ganes, al final, todo se resume en tu efectividad para manejar tus recursos tanto combativos como logísticos o para ponerlo más simple: ganas si cometiste menos errores que tu rival, no existe la campaña militar perfecta.
Urd hizo una seña para que Sakurai le sirviera un poco de sake.
―La catadora probó el sake lo mismo que la comida de este día ―informaba Sakurai―, nada fue envenenado.
Urd bebió el sake y luego endureció más el tono de su voz, si eso era posible.
―A este paso, perderemos.
―No digas eso, tía, el Imperio Famnya es el más poderoso del planeta, ¡tenemos cuatro millones de soldados!
―¿Cuatro millones? ―bufó Urd con sorna―, esos son simples números. El ejército bajo mi mando, el Cuarto Ejército, solo tiene un millón de individuos y el sesenta por ciento de ellos son soldados de logística como ser soldados de recolección, de posta y descanso, soldados que cuidan a las yeguas, los que les dan de comer, ingenieros, herreros y fundidores que se encargan de procesar todo el metal que recolectamos y un largo etc.
»De los cuatrocientos mil restantes, trescientos mil son jinetes con arco compuesto o lanceros, los otros cien mil deben rotarse entre infantería pesada, mediana y ligera.
Urd termino su sake y esta vez Chaika y Sakurai notaron que estaba molesta.
―¿Cómo esperan que conquiste tanto territorio, desde las estepas orientales hasta la Tierra Media?, es una locura.
―Pero aun con solo cien mil soldados de a pie puedes lograrlo ―dijo Chaika, animándola.
―Arrasar las estepas orientales y Rhun es una cosa, incluso Harad y Khand serán fáciles, pero debes tomar en cuenta que la Tierra Media no tiene tantos campos abiertos ―hizo notar Urd frunciendo el ceño―. Nuestro ejército es de campos abiertos. Al llegar a Gondor y Rohan, no gozaremos de tanta ventaja. ¡El Segundo y Tercer Ejército también deberían estar aquí!, ¡incluso el Primer Ejército!, ¡no sé en qué están pensando los generales y los ministros en la capital!
Urd volvió a respirar con calma y prosiguió.
―Nuestro ejército es de conquista, pero no de colonización.
―¿Y cuál es el plan a seguir? ―preguntó Gigi para romper el incómodo silencio.
―Debemos obrar con inteligencia, no debemos a dar a conocer la composición exacta de nuestro ejército y sus tácticas ―explicaba Urd―, por eso no buscamos alianzas con ningún reino humano para atacar la Tierra Media. Nos dirigiremos al sur hacia Khand y Harad, iremos hasta el sur del continente y luego subiremos hacia Gondor.
―Ya veo, con esto crearemos oleada tras oleada de invasores que combatirán al enemigo por nosotras y así les cansarán ―decía Chaika―. Es muy inteligente, si esos bárbaros fuesen nuestros aliados tendríamos que compartir nuestra logística con ellos, lo cual no queremos.
―Hordas de orcos y trolls huyeron al norte de la tierra media. Desde allí descenderán hacia el sur ―revelaba Urd―. Por el sur la tierra media será atacada por hordas de Harad y Khand. Y por el este serán atacados primero por orcos, luego por las hordas de Rhun, y al final, por los bárbaros de las estepas orientales. Luego entraremos nosotras.
Los pajarillos siguieron piando de manera gentil y armoniosa.
Urd pidió otra bebida de sake y luego de que Sakurai se la dio, fue a preparar la comida para su señora.
Chaika se levantó y se dispuso a salir de la tienda, los guardias permanecieron adentro, menos Gigi quien salió dando una sonrisa de lado. Justo cuando Chaika estaba en la entrada se dio la vuelta.
―Tía, no abuses mucho de Sakurai esta noche.
―¿Por qué dices eso?, ¿acaso te parece mal?
―No es que me parezca mal, incluso con los guardias allí adentro como testigos mudos, pero hay algo que no entiendo.
―¿Qué es lo que no entiendes?
―No entiendo..., la mecánica implicada ―se rió Chaika y huyó de inmediato de forma divertida.
.
.
Era de noche en Gondor y en el salón del trono, un mercader asustado fue llevado ante la presencia de Aragorn y Arwen. En el salón del trono había varios y severos capitanes, era una atmósfera muy intimidante para el comerciante.
―Preséntate ante los reyes de Gondor ―ordenó Hurin.
―Mis reyes, yo soy Al, hijo de Alden, al igual que mi padre soy comerciante y soy el líder de mi caravana de mercancías.
―Al, hijo de Alden ―dijo Aragorn y se levantó del trono mientras llevaba su capa a un lado, descubriendo de esta manera su espada―, cuando tu padre y vos comerciaban por las tierras de Gondor y Rohan, ¿se enfrentaban a forajidos y orcos?
―Sí, mi rey, antes de vuestro mandato, recorrer la Tierra Media era un asunto peligroso, fuimos atacados muchas veces y perdimos a unos cuantos integrantes.
―Entonces, Al, hijo de Alden, ¿es así como pagas el sacrificio de los hombres que dieron su vida para que mercaderes como tú transiten por estas tierras sin el temor de ser asaltados? ―preguntó Aragorn, con una fría mirada en sus ojos, que hicieron que los capitanes intercambiasen miradas nerviosas.
―¡Mi rey, mi señor!, ¡lo siento, fue un momento de debilidad, solo yo soy el responsable!, ¡yo soborné al bibliotecario y escondí los papeles y el dinero en varias alforjas de mi caravana, nadie más es responsable! ―gritó el hombre poniéndose de rodillas y empezó a llorar.
―El castigo por espionaje es la muerte ―decía Aragorn―, pero la cambiaré por el ostracismo perpetuo en estas tierras si a cambio dices quién fue el que te ordenó hacer lo que hiciste. ¿Qué rey o reino está detrás de todo esto? Y no me digas que el Rey Eomer está involucrado porque sé a ciencia cierta que no lo está, a menos que de verdad desees ser ejecutado y el resto de tu caravana puesta en prisión hasta el final de sus días.
―¡Mi señor, no sé qué rey o reino este detrás de esta conspiración!, ¡solo sé el nombre y la apariencia del hombre que me tentó con el dinero!
―Habla entonces ―dijo Aragorn con un acento frío.
―Su nombre era Hiyo, así me dijo que se llamaba. Vestía como los campesinos de Bree y siempre se cubría el rostro con un sombrero de ala ancha para que no le mirase, sin embargo, le vi por un breve instante, ¡jamás olvidare un rostro así! ―exclamó el hombre y Aragorn le ordenó que prosiguiese―. Tenía los ojos rasgados y unos bigotes cortos y que se parecían a clavos. El hombre era viejo, pequeño y regordete
―Explica lo de las monedas de plata ―ordenó Aragorn, esta vez con una mirada ansiosa.
―¡Hiyo, me las dio a cambio de obtener los documentos que me dio el bibliotecario, me dijo que si me capturaban dijera que me las dio el Rey Eomer para sembrar la duda en su corazón, mi señor!, me indicó un lugar donde nos encontraríamos cerca de Bree para poder darme más dinero, ¡perdóneme mi señor!
―Al, hijo de Alden, por tus crímenes contra el Rey Eomer, deberás ser castigado, y este es tu sentencia: volverás a Bree y ayudarás a mis hombres a capturar a este hombre de nombre Hiyo. Luego, tú y tu caravana jamás deberán poner un pie en Gondor bajo pena de encierro perpetuo.
―¡Gracias, gracias mi señor! ―gimoteó el hombre y fue llevado a las celdas por unos guardias.
―Brac, tú y tus mejores dúnadan, vayan con el mercader a Bree y finjan ser miembros de su caravana. Deben capturar vivo al sobornador cueste lo que cueste y traerlo lo más pronto posible ―le ordenó Aragorn a su amigo del norte.
―No se preocupe, mi rey, traeré a ese hombre sea como sea.
Los capitanes se marcharon y dejaron a Aragorn y Arwen a solas.
―¿Qué piensas de todo esto?
―Mandar a espías a este reino desde lejos es preocupante, pero lo que más me inquieta es la forma de pago que tentó al mercader. No hablamos de monedas de cobre o monedas de hierro, tal vez Eomer tenga espías en su reino que al igual que aquí, intentan sembrar la semilla de la duda y la desconfianza.
―Enviaré un mensajero a Rohan, mientras más antes le comunique a Eomer sobre estos hechos, mejor.
Nubes oscuras impedían que las estrellas mostrasen sus destellos, al mismo tiempo que un viento frío empezó a golpear los muros de Minas Tirith, haciendo que los ciudadanos de la fortalezca se abriguen con más ropa y que los guardianes de las almenas apretasen los dientes y mostraren de forma tozuda su rostro al frío soplo nocturno.
CONTINUARÁ...
Notas finales del autor: Se dice que la antigua china llegó a tener tres millones de soldados, la mayoría de logística. Roma contó con 700 mil para cuidar sus fronteras. Atila comandó 400 mil y Genghis Khan tuvo 300 mil. Bueno, Atila se enfrentó a los romanos, qué, aunque estaban en decadencia, formaron una liga con varios reinos bárbaros al mando de Flavio Aecio. A Genghis Khan, por otra parte, le bastaron menos hombres, porque admitámoslo, en la edad media no eran ni la sombra de lo que eran los romanos aun en decadencia.
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