Esperanza, gentileza.... fuego y sangre
EL AZOTE DE DIOS
Capítulo 27: Esperanza, gentileza... Fuego y sangre
Una lluvia torrencial caía sobre la capital de Gondor, Minas Tirith, la cual lavaba o intentaba lavar los escombros de nieve agrupada debido a la anterior tormenta de nieve y que se encontraban dispersos por toda la ciudad fortaleza. Los constantes rayos y truenos ponían nerviosos a los caballos en las caballerizas reales y los niños pequeños se refugiaban en la cama de sus padres buscando refugio y consuelo.
En uno de los salones reales, el ambiente era agitado y concordaba con el temporal que rodeaba la ciudad. Aragorn, Rey de Gondor, gracias a la implementación de rápidos mensajeros a caballos pertenecientes a Khand y Harad, se acababa de enterar que el ejército de chicas gato de Urd, había destruido los puentes fortaleza de los ríos Harnen y Poros.
―¡¿Cómo pudo pasar esto?! ―gritó Aragorn con gesto consternado―. ¡Justo cuando íbamos a enviar una expedición hacia el este de la gran muralla de Mordor!
―El enemigo se adelantó a nuestros movimientos ―dijo Gandalf, quien puso un rostro de preocupación debido a las graves noticias recién llegadas.
―Sorprende la velocidad con la que destruyeron el puente fortaleza del Poros, luego de haber atravesado el Harnen ―admitió ceñudo, Legolas, mientras miraba unos mapas de Gondor del sur y calculaba la distancia entre ambas fortalezas ahora destruidas por el enemigo.
―¡Lo que yo no puedo creer es que con todo les alcanzó el tiempo para destruir también las fortificaciones a lo largo de los dos ríos! ―exclamó Gimli, quien debido a la preocupación echaba cortas y continuas bocanadas de humo luego de aspirar por su pipa.
―Esposo mío, los jinetes de Khand y Harad nos informan que el ejército de Urd no viene hacia el Emyn Arnen, tampoco se dirigen al sur Ithilien o al Pelargir ―decía Arwen, quien también se veía preocupada por la veloz destrucción de todas las fortalezas defensivas de Gondor del sur.
―Una suerte, reina Arwen ―intervenía el Príncipe Imrahil, quien también revisaba los mapas esparcidos sobre una enorme mesa―. El enemigo por alguna razón no se dirige a Osgiliath, tampoco trata de cruzar el rio Anduin y llegar de esta forma a Minas Tirith.
―¿Cuál puede ser la razón de esta táctica extraña? ―preguntó Aragorn, pero al parecer nadie sabía la respuesta de por qué el enemigo no se dirigía directo hacia ellos.
Imrahil seguía revisando los mapas y de pronto sus pupilas se contrajeron por la sorpresa.
―¡No puede ser, según los informes de nuestros aliados del sur, el enemigo se dirige hacia el Ethir Anduin!
―¿El delta del Anduin? ―decía extrañada Arwen―. ¿Para que el enemigo querría dirigirse hacia ese lugar?
―Tratan de llegar a las Verdes Colinas de Gondor, el Pinnath Gelin, de esta forma bloquearán todo el suministro de armas y armaduras que nos envían nuestros aliados elfos y enanos.
―Pero aún Rohan puede enviarnos los suministros que necesitamos ¿verdad? ―decía Gimli, quien sostenía con fuerza su pipa.
―A menos que la caravana de suministros hacia Rohan también sea bloqueada ―hizo notar Gandalf con gesto de preocupación.
―Por los valar ―dijo Imrahil de pronto―. Eso significa que otro ejército se dirige por el este de Rohan, sino lo está ya en este momento y planea dirigirse a los fiordos del Isen al sur de Isengard. Eso implicaría que el ejército del sur, por más masivo que sea, solo es la mitad, la otra mitad está ya en el norte.
―¡Debemos informarle a Eomer! ―exclamó Aragorn.
―Tal vez Eomer ya este enterado debido a los veloces jinetes mensajeros de Rhun ―dijo Imrahil, y luego miró de soslayo a Legolas y a Arwen―. Aparte de los dos bloqueos, queda un lugar donde todavía pueden mandarnos las necesitadas armas y equipos.
Arwen y Legolas abrieron mucho los ojos.
―Lorien... Reina Galadriel...
―Abuela...
Aragorn tragó saliva e intercambio miradas nerviosas con Imrahil y Gandalf, mientras que Gimli volvía a echar rápidas y constantes volutas de humo.
―No podemos hacer nada con respecto al ejército enemigo que de seguro avanza por Rohan y sus fortificaciones defensivas, pero aún hay esperanzas de que el enemigo no bloquee la caravana del sur hacia nuestro reino.
―¿A qué te refieres Imrahil? ―preguntó Aragorn.
―Así como planeamos enviar expediciones tanto por el norte y el sur de Mordor para llegar a la gran muralla, así me adelanté y tuve negociaciones con los corsarios en la bahía de Umbar.
―¿Los corsarios? Recuerdo que Aragorn, Gimli y yo tomamos sus barcos y junto con la hueste espectral nos dirigimos a Minas Tirith en lo más oscuro de la batalla en los Campos de Pelenor ―les recordaba Legolas.
―Así es ―dijo Imrahil―. El objetivo de las negociaciones es que los corsarios vigilen todo el rio Anduin desde el delta hasta la cascada al sur del Argonath, los pilares del rey.
―Pero la bahía de Umbar está muy lejos al sur ―señaló Gimli.
―No te preocupes ―le calmó Imrahil―. Los corsarios tenían planeado llegar para este día, con un poco de suerte llegarán antes que el ejército de Urd atraviese el delta del Anduin.
―Que la suerte este con nosotros, solo espero que el ejército de Urd no vaya directo hasta Edoras... Ni que tampoco vaya hacia Lorien ―dijo Aragorn, no muy convencido de esto último.
Arwen, Legolas y los demás miraron hacia el techo y rezaron a sus respectivos dioses para que todo salga bien, rezaron porque todavía había esperanza.
.
.
Al suroeste de los campos de Celebrant y al sur del bosque de Fangorn, el ejército de Chaika apresuraba su marcha.
―¡No debemos confiarnos! ―gritaba Chaika―. ¡Ya no hay más fortificaciones enemigas hasta el sur de Isengard, pero no me fío de los jinetes de Rhun que vimos con anterioridad y que huyeron apenas nos vieron!
―¡Me pregunto Chaika sama, si Mizuki y Sora ya atravesaron el delta del Anduin! ―gritó Amane.
―¡Eso espero! ¡Por lo pronto debemos llegar hasta los fiordos del Isen, allí estableceremos el bloqueo y usaremos la torre de Saruman, el Orthanc, que está en Isengard como nuestro cuartel general y campamento!
―¡Ya veo los fiordos del Isen Chaika sama!... ¡Qué extraño, según los mapas no debería haber un bosque en este lugar!, ¡parece que el viento agita con fuerza los árboles!
―¡No es el viento!
La chica gato se extrañó ante la risa y palabras de su amiga, y luego entendió a la perfección.
―Por las diosas supremas y las diosas de la gentileza, la amistad y el amor... Esos son, son ents.
―¡Detengan la marcha! ―ordenó Chaika con una señal de su mano y tanto los banderilleros a caballo como los voceadores transmitieron la orden a toda la horda.
Decenas de miles de jinetes detuvieron su marcha y esperaron que el bosque delante de ellas se aproximase a su posición.
Diversos ents de todas las clases se detuvieron a una distancia respetable del ejército de Chaika y empezaron a entonar una especie de canción o una nota de advertencia.
―Que nadie se mueva ―ordenó Chaika―, voy a hablar con los ents.
―¡Chaika sama, no vaya! ―suplicó Amane con gesto de miedo―, ¡recuerde lo que nos dijeron!, ¡los ents macho son criaturas hurañas y peligrosas!
―Lo que dicen las mujeres despechadas e ignoradas es algo que siempre encontrare absurdo y poco creíble ―dijo Chaika dando un suspiro a la vez que cerraba los ojos y se llevaba el dedo índice al puente de la nariz.
Chaika cabalgó hacia los ents al mismo tiempo que su cola esquivó el intento de Amane de sujetarla, quien, viendo fallido su intento comenzó a sisear con fuerza debido a la frustración.
―Shuuu, pondrás susceptibles a los ents ―dijo Chaika con una sonrisa.
Un ent con un rostro severo que se asemejaba al de un anciano con barba verde y pétrea, dio un par de pasos adelante al ver que la chica gato se detuvo a medio galope y descendiendo del caballo se aproximó a los ents, al mismo tiempo que se quitaba el casco y se desprendía de sus espadas.
―Saludos nobles y sabios pastores de los arboles ―decía Chaika al mismo tiempo que hacia una pronunciada reverencia―. Saludos por parte de nosotras las chicas gato, saludos también por parte de las mujeres ent...
Fue como si el tiempo se hubiese detenido, todo atisbo de brisa se fue del lugar. Mientras que Chaika y Barbol el ent, se miraban fijos, la una con una mirada gentil y una sonrisa amplia, y el otro con una mirada de sorpresa y una boca abierta. El tiempo transcurrió de nuevo al caer del firmamento suaves y delicados copos de nieve, todos ellos teñidos de color crema debido a los rayos del sol que se filtraban gentil y delicados por las nubes.
.
.
Ajena a la escena gentil desarrollada cerca a los fiordos del Isen, Urd se hallaba frente al bosque de Lorien.
La gigante y feroz chica gato miraba con una mirada maniática el bosque delante suyo mientras montaba su yegua, pese al constante viento, su armadura seguía reteniendo el hedor de carne quemada causado por la destrucción de la cadena de fortificaciones que conducían hasta el este de Lorien y al oeste de las destruidas ruinas de Dol Guldur.
―Cuando la general Mizuki, me dijo que los elfos bombardearon con catapultas y onagros Dol Guldur, no me imagine que la destrucción fue tan grande ―admitió Urd con un tono frío de voz.
―Los elfos de seguro decidieron destruir la fortaleza, la opción más inteligente debido a su proximidad con el bosque de Lorien ―dijo Gigi, el gato negro de Urd, que estaba delante de su señora y sobre la yegua negra, y a que diferencia de ella, le desagradaba en extremo el aroma nauseabundo que salía de su pelaje―. ¡Maldición, el hedor de la carne humana quemada no sale!
―Era de suponer que Dol Guldur y todo el Amon Lanc, estuviesen defendidos por decenas de miles de efectivos elfos ―dijo Urd tensando los músculos por la furia.
―Tal vez te equivocaste al sobrestimar los números de los elfos ―dijo Gigi, quien como de costumbre no media sus palabras frente a Urd.
»Bueno, al parecer también lo hizo el general Hikari... Nunca recibimos reportes de inteligencia acerca de los elfos, ellos son tan auto aislacionistas ―se apresuró a decir Gigi, al notar como el ambiente se ponía tenso debido al sentimiento de rabia que parecía salir de Urd.
―Entonces quedarnos en la orilla este del Anduin, no es necesario ―dijo Urd con un tono de voz venenoso, tan ácido, que Gigi consideró que lo más prudente sería bajarse del caballo y alejarse del alcance de los brazos y la cola de Urd.
»Ai.
La kunoichi descendió a una velocidad imposible de la copa de un árbol, esta vez vestía unas ajustadas telas verdes que la camuflaban a la perfección.
―Mi señora, los shinobis y kunoichis detectan la presencia de elfos, en especial alrededor de las fraguas, al parecer es aquí donde se producen las armas y armaduras humanas de reciente diseño.
―¿Quién mierda te pidió ese informe?, dime acerca del número de elfos en este bosque apestoso.
Tanto Ai como Gigi, temblaron ante la obvia furia contenida de su señora.
―Urd sama, los elfos encontrados no superan los pocos millares de individuos, la mayor parte de estos son civiles y trabajadores de las fraguas. La reina Galadriel se encuentra presente ―se apresuró a informar la kunoichi.
―Galadriel, ya veo ―dijo Urd, y entonces dejó de fruncir el ceño, pero al mismo tiempo una sonrisa cruel se dibujó en su rostro, luego adelantó un poco su caballo quien empezó a querer encabritarse.
«Demonios, esto se va poner feo», pensó Gigi preocupado, mientras que la kunoichi repuesta del miedo, se relamía por la futura carnicería.
―Manden unos emisarios a Lorien, quiero tener una agradable platica diplomática con la reina elfo.
Ai, se sorprendió en un principio, pero luego entendió a la perfección.
―Sí, Urd sama ―dijo y desapareció a una velocidad imposible como siempre lo hacían los shinobis y kunoichis.
«Claro, una "agradable platica diplomática"», pensó de forma sarcástica Gigi, sabiendo lo retorcida que podía ser su señora. «Lo siento elfos, ustedes se lo buscaron».
.
.
Galadriel fue informada de que la misma Urd quería entrevistarse con ella y fue pronta hacia la reunión, la cual se sitúo en la orilla oeste del Anduin y cerca de los árboles para mayor tranquilidad suya y de sus leales elfos.
Las muertes de sus nietos Elladan y Elrohir, lo mismo que la de su esposo Celeborn, pesaban en el corazón de la reina, aun así, entabló una plática civilizada con Urd, se sorprendió cuando Urd le aseguró que la invasión a la Tierra Media no tenía como objetivo hacer la guerra a los elfos y enanos, además, que se comprometía a no permitir que ninguno de sus jinetes se adentrasen en Lorien.
―Como muestra de buena voluntad ―decía Urd―, quisiera que usted, Majestad, nos envíe obsequios de Lorien.
―No sé cuales presentes podrían ser de su agrado, pero trataré de complacerla ―dijo Galadriel, quien vislumbraba una salida a la apremiante situación en la que se encontraba.
―No necesito oro o joyas, solo algo sencillo y gentil que está al alcance de las habilidades de su pueblo. Quiero que se me entreguen varias aves nativas del bosque de Lorien.
Galadriel se extrañó ante la petición de Urd, pero le prometió que pronto le traería los peculiares obsequios.
.
.
Los elfos reunieron a varias aves pequeñas y se las entregaron a Urd, quien luego se dirigió a la orilla este del Anduin.
―Gigi, Ai, Sakurai, vean y aprendan ―dijo Urd y enseguida llevó a cabo su nefario plan.
A todas las aves se les amarró largas ramitas y a estas se les prendió fuego, luego, liberaron a todas las aves, las cuales se dirigieron al bosque de Lorien, quemando todo a su paso.
―Que nuestro ejército sean los árboles, las rocas y las aves en el cielo... ¿Lo ven? ―decía Urd con una sonrisa de lado―, si hubiésemos lanzado flechas incendiarias al bosque, los elfos hubieran apagado el fuego, en cambio, con esta estrategia, no hay manera de que los elfos puedan apagar todo un bosque en llamas.
―¿Qué hay de la promesa que le hizo a la Reina Galadriel? ―preguntó Sakurai, horrorizado luego de oír el lamento agónico de las avecitas.
―Mantendré mi promesa, después de todo, un bosque en llamas no es el ambiente natural de mis jinetes ―aseguró Urd―. Ai, tú y tus shinobis y kunoichis, vayan a Lorien y capturen a todos los elfos que puedan, maten a quien se resista.
―¿Qué hay de los elfos que intenten escapar alejándose del bosque? ―preguntó Ai.
―Ahora que Moria está libre de trasgos, de seguro los elfos intentarán huir por ese lugar ―evaluaba Urd manteniendo la sonrisa burlona―. Estarán tan desesperados que intentarán escapar por allí, no hay de qué preocuparse, los jinetes negros les interceptarán.
―Pero los jinetes negros no llegarán a tiempo, mi señora ―dijo Ai.
―Ya los mandé a Moria antes de hablar con Galadriel ―les reveló Urd con gesto grave y tanto Gigi, como Sakurai, vieron con sorpresa a Urd.
Ai, hizo una reverencia y luego se fue del lugar a cumplir su misión.
.
.
Dentro del bosque de Lorien estalló el caos, por más diligencia que ponían todos los elfos a mitigar el fuego, les era imposible controlar todos los miles de pequeños incendios que surgían cada vez más debido a la huida pavorosa de las aves. Así, distraídos como estaban, no vieron como los shinobis se acercaban hacia ellos, los elfos no tuvieron la más mínima oportunidad.
Galadriel trató de huir hacia Moria, sin embargo, fue capturada por los jinetes negros y llevada ante Urd.
―¡¿Así es como honra su palabra?! ―le gritaba Galadriel―. ¡Quemando nuestros bosques!
―Cumplí mi palabra, ninguno de mis jinetes penetró en Lorien, además, ¿de qué fuego habla? Yo no incendié Lorien, lo hicieron sus nietos Elladan y Elrohir, quienes lanzaron fuego a nuestras naves en el mar de Rhun, lo hicieron Elrond y su esposo, quienes lanzaron fuego sobre Dol Guldur y mataron al general Hikari, todos esos fuegos se extendieron hacia Lorien.
Galadriel bajo su cabeza, pero luego elevó la mirada al ver como Urd se le acercaba con una hoz en la mano.
La hoja del arma se detuvo cerca a la garganta de Galadriel, pero luego esta fue dirigida a su nuca, entonces Urd, le cortó el largo cabello.
Urd hizo formar en fila a los elfos capturados y le dijo a Galadriel, que, por cada cabello de la reina cortado, un elfo moriría, es más, ella debía ser la encargada de seleccionar a los elfos que morirían anudando en el cuello de cada condenado, uno de sus largos cabellos. De no hacer esto, condenaría a todos sus súbditos a morir quemados al ser encadenados a los arboles prendidos en fuego.
Galadriel no tuvo opción y seleccionó a los que tendrían que morir ese día.
Urd hizo encadenar a los condenados para que no se moviesen, y allí en presencia de Galadriel y los otros elfos, ordenó que les despellejaran el cráneo.
Los shinobis, primero cortaron el área circundante a la nariz, ojos, orejas y mandíbula hasta la nuca y luego, arrancaron con sus manos la piel de todo el cráneo.
Los valientes elfos entonaron solemnes canciones mientras eran despellejados, pero al final gritaban, todos y cada uno al final siempre acababa gritando.
―Liberen a los elfos sobrevivientes―ordenó Urd―. Que vayan donde les plazca, pero primero aten sus manos a sus espaldas y colóquenles a cada uno, la piel despellejada de sus congéneres, a modo de máscara. Cosan estas a sus mandíbulas y nucas para que no se las quiten hasta llegar a cualquiera fuere su destino.
CONTINUARÁ...
Notas finales del autor: "Que nuestro ejército sean los árboles, las rocas y las aves en el cielo", esta frase es atribuida a Alejandro el Grande.
Genghis Khan, pidió como tributo a una ciudad sitiada, la entrega de varias golondrinas, luego las soltó llevando fuego con ellas, así conquistó la ciudad, y al entrar en esta... Bueno, ya se imaginarán lo que les pasó a esos pobres diablos.
La autoindulgencia de Urd hacia Galadriel, está inspirada en una frase del General norteamericano William Tecumseh Sherman, quien se excusó del incendio de las ciudades confederadas, al indicar que no fue él, sino los confederados que incendiaron la ciudad, al prender fuego a las ciudades del norte, que simplemente ese fuego llegó hacia el sur.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro