
El llanto de la rosa dorada y el silencio de la flauta dulce
EL AZOTE DE DIOS
Capítulo 37: El llanto de la rosa dorada y el silencio de la flauta dulce
Dentro del San Gebir, pasada ya la mañana y transcurriendo ahora la tarde, el ruido era ensordecedor. Los voceadores felinos gritaban a pleno pulmón transmitiendo las órdenes que daban los capitanes a sus tropas, ahora que las chicas gato no contaban con la ayuda de los banderilleros de la horda para transmitirles las órdenes.
Tanto las escalinatas como los almenares de la segunda empalizada, ya habían sido tomadas gracias al avance en formación en fila de a tres de las chicas gato, y así, ya estaban prestas para recibir la carga de la infantería humana.
En un principio las cargas de infantería al mando de Beletor e Inglod, trataron de detener el avance enemigo cuando penetraron por la entrada principal, pero luego fueron barridos por las chicas gato. Igual suerte corrieron Mablung, Gildor, Orophin y su hermano Rúmil, los cuatro espías que penetraron en Mordor y vendieron caras sus vidas al tratar de impedir que las chicas gato subiesen por las escaleras hasta los almenares.
―¡Imrahil, las chicas gato han penetrado en la fortaleza! ―gritaba Éomer―. ¡Debes mandar a las caballerías o seremos arrasados!
―¡Aún no!, ¡la infantería debe resistir, ya falta muy poco! ―le contestaba Imrahil, mientras rogaba que Erkenbrand, le ganase un poco más de tiempo.
El endurecido señor del folde oeste, Erkenbrand, había cortado el avance de los famnyas. Sus hombres de infantería equipados con las modernas armaduras de placas romanas, en un principio fueron víctimas de los arcos compuestos de los enemigos en los almenares, pero luego se retiraron a un sitio seguro gracias a sus escudos enormes, en donde se hicieron fuertes y combatían con el enemigo venido del lejano oriente.
Las chicas gato en los almenares, no pudieron avanzar más hacia la posición donde abajo combatía Erkenbrand, debido a la infantería elfo al mando de Glorfindel, quien junto a sus hombres, cubrían a los humanos debajo de él y no fuesen presa de la mortal puntería Famnya. Así fue cubierto el lado oeste que estaba entre la segunda y la última empalizada.
Al lado este de la segunda empalizada, el enemigo fue retenido no por la carga de infantería, sino por la carga de caballería ligera al mando de Hallatan y Deorlas, los dos valientes capitanes que combatieron junto a los elfos de Elrond y Celeborn en Dol Guldur.
La caballería ligera hubiera sido presa fácil de no ser por Éothain y Damrod, quienes comandaron a los hombres que cubrieron el lado este de las empalizadas y así evitaron el fuego aéreo sobre sus camaradas defensores.
La batalla fue cruenta tanto al lado oeste, como en el lado este del San Gebir, y los humanos combatían como leones dando sonoros rugidos.
―¡Por Rohan!
―¡Por Gondor!
El enemigo también combatía con fanatismo y con furia. Los soldados famnyas se habían quitado las intimidantes máscaras y sus cascos, y combatían a los humanos mientras usaban los hachimaki, es decir, cintas blancas que rodeaban las cabezas, como única defensa que cubría sus cráneos.
Tanto los varones como las féminas felinas también rugían, asemejándose a tigres que salían de las calurosas junglas o de las frías tundras.
―¡Kiai!
―¡Katsu!
Al final, lo que predijo Gildor, se hizo realidad. Las existencias de flechas de los humanos se acabaron y ahora solo las ballestas pesadas disparaban contra las chicas gato.
―En la batalla, quien tiene más munición que el enemigo gana ―decía Urd, quien había recibido el reporte de la batalla―. Que desmonte la caballería y avancen al interior del San Gebir.
Con los nuevos refuerzos del enemigo, la presión hacia los defensores humanos fue demasiada, Erkenbrand, Hallatan, Deorlas, Éothain y Damrod, cayeron defendiendo sus posiciones. Solo Glorfindel y sus letales elfos mantenían su posición en las almenas.
Esta vez fue Dervorin, señor del valle de Ringló, quien se encargó de defender junto a sus hombres el lado oeste de la fortaleza, mientras que Bregdanan, el capitán de la frontera este de Rohan, y Ceorlon, lugarteniente de Bregdanan, se encargaron de cubrir el lado este con varios y resolutos caballeros.
Imrahil y Éomer ya se preparaban para cubrir uno el lado oeste y el otro el lado este, en caso de que los defensores cayesen, cuando uno de los jinetes de las sombras aladas de Minas Ithil, le informó al príncipe del movimiento de la caballería aliada.
―Perfecto, ¡avisen a la caballería pesada de Rohan y Gondor! ―ordenaba Imrahil―. Ya es hora de usar la pólvora que nos trajo Radagast cuando fue a la torre de Saruman.
Una serie de violentas explosiones destruyeron algunas secciones de la tercera empalizada y por esta salieron a todo galope la caballería pesada de Rohan, al mando de Aldoron, capitán mayor de la caballería pesada y amigo de la infancia de Éomer.
No solo era Aldoron, quien guiaba a la caballería pesada, otros altos señores o capitanes también guiaban otras cargas de caballería pesada como ser Baldoren, el lugarteniente de Aldoron; Angbor, señor feudal de Gondor y valiente como ninguno, lo mismo que sus hombres; Ceorl, quien junto al finado rey Théoden, combatió en el abismo de Helm.
Dervorin, Bregdanan y Ceorlon, cayeron defendiendo sus puestos y ahora su sacrificio era aprovechado por la mortal carga de caballería pesada la cual arrasó sin piedad a los efectivos Famnya que se encontraban a su paso.
―¡Glorfindel, Galdor, salgan de allí! ―les ordenó Imrahil, quien junto con Éomer, se sumaban a la devastadora carga de caballería pesada.
Los dos elfos junto a sus hermanos de armas, bajaron de los almenares mientras varios soldados preparaban otras cargas de pólvora que derrumbarían esta vez secciones de la segunda empalizada.
Urd veía con asombro como la caballería pesada de los humanos se abría paso por varias secciones de la segunda empalizada que antes habían explotado debido a detonaciones de pólvora comprimida.
El ejército de Urd que antes había desmontado de sus cabalgaduras y centraba toda su atención en atravesar la entrada principal de la segunda empalizada, se vio sorprendido y con la guardia baja ante la carga mortal de los humanos.
Si bien las chicas gato eran en extremo disciplinadas, su voluntad y sangre fría no fueron suficientes ante el avance de los caballeros con armadura gótica y que portaban las masivas lanzas de mango encubierto.
Urd intentó que sus tropas plantasen cara al enemigo, pero de pronto sintió como el suelo vibraba a sus pies. Venidos del oeste y pegados a las faldas del San Gebir, se aproximaban las caballerías de Rhun, Khand y Harad, las cuales habían dejado el Emyn Muil y cruzado a toda prisa el Anduin para dirigirse al sur, hacia la batalla.
―¡No dejen que el enemigo retroceda al rio Onodló! ―gritaba con todas sus fuerzas Imrahil, ya que sabía que la caballería Famnya era mucho más veloz y si llegaban hasta el rio, lo atravesarían antes de que sus fuerzas llegaran a ese lugar.
Los temores de Imrahil se disiparon al ver como viniendo de más al oeste, las caballerías de más de una docena de reinos esteparios cortaban todo el paso hacia el rio Entwash u Onodló.
El plan de Imrahil funcionó a la perfección, había costado la vida de varios nobles señores y capitanes, junto a sus fieles subalternos, pero al final, Urd se hallaba rodeada. No podía retroceder al oeste debido a las cargas de las caballerías aliadas, ni tampoco retroceder al este debido a la enorme catarata situada detrás del Tol Brandir y el Argonath o los pilares del Rey.
Debido a la carga de Rohan y Gondor, la única opción que le quedaba era tratar de escapar por el sur, y al hacerlo tendría que internarse en el delta del rio Onodló, el cual alimentaba la extensión más ancha del majestuoso rio Anduin. El delta, situado al norte del Anórien, sería el lugar donde las fuerzas de Urd pereciesen.
Las chicas gato rompieron la formación de cuadros lo más rápido que pudieron y luego de montar sus yeguas esteparias, se dirigieron lo más rápido posible al sur, penetrando el delta del rio Onodló.
Las caballerías pesadas de Rohan y Gondor, no penetraron en el delta ya que debido a su peso serian presa fácil de las chicas gato, no importaba, ya que ya habían cumplido su misión al ultimar a varios famnyas y obligado a Urd y a sus fuerzas restantes a refugiarse en el delta.
Solo las caballerías ligeras de Rhun, Khand, Harad y los esteparios se adentraron en el delta y combatieron a las desorganizadas fuerzas famnyas.
―La caballería pesada se quedará en el margen del delta para cortar cualquier tipo de retirada del enemigo ―instruía Imrahil a sus hombres―. Glorfindel, tú y tu caballería elfo, se dirigirán al campamento de Urd frente al San Gebir, no quiero que ninguna chica gato retroceda para pedir refuerzos. El resto de caballería ligera humana apoyará a la caballería ligera de nuestros aliados y se internará en el delta del Onodló.
Así se había fijado el plan de Imrahil, con el cual Urd había sido por fin derrotada. Los aliados de Rhun, Khand, Harad y los esteparios lo habían hecho bien al salir del Emyn Muil y luego atravesar el Anduin, para al final ir al sur y dirigirse al San Gebir, cortando la ruta oeste que podía ser usada por Urd para escapar.
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En el campamento Famnya todo era un caos resultante al no tener ni a Urd ni a ningún otro experimentado capitán quien dirigiese órdenes.
―¡La caballería enemiga se acerca al campamento! ―gritaba Sakurai dentro de la tienda de Urd, mientras trataba de poner a buen resguardo la enorme y ornamentada jaula con pajarillos multicolores.
―Ya deja eso ―le decía Gigi, el gato negro de Urd―. Sal antes de que venga la caballería enemiga y retrocede lo más rápido que puedas a Isengard.
―¡Pero Urd sama nos ordenó proteger su tienda!
―Niño tonto, solo se necesita a uno para hacer eso y créeme, me basto solo.
Sakurai se arrodillo y empezó a gemir.
―No puedo creer que Urd sama haya sido derrotada ―hipaba el niño elfo de cabello rosa.
―Vete de una vez, regresa a Isengard y espera la llegada de Chaika, luego diríjanse a Mordor y esperen el arribo de Sora y Mizuki.
―¡Vámonos rápido, Gigi!
El gato negro negó con la cabeza.
―Debo cuidar la tienda de Urd... No, debo cuidar su viejo y tosco taburete. Es lo único que queda que le recuerda a Urd sus tiempos humildes como soldado, sin este taburete, ¿qué sería de ella? —decía el gato, inventándose esa excusa—. Ahora tú, Sakurai, debes recordarle a Urd en todo momento ser humilde.
―Agarra el taburete y vete volando ―le rogaba Sakurai aunque ya sabía la respuesta.
―Sabes que no lo haré, yo también tengo mi orgullo... Vamos, vete de una vez.
Sakurai se puso la máscara y el casco, y dando una última mirada a Gigi, salió de la tienda.
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En el delta del rio Onodló, las chicas gato combatían con las fuerzas humanas, las cuales ganaban terreno cada vez más y obtenían victoria tras victoria.
Las fuerzas de Urd al ir en desbandada hacia el delta habían dejado atrás a sus valiosos camellos y dromedarios, imprescindibles para lograr la ventaja en cuestión de munición de flechas perforantes.
Hubiera sido una victoria fácil para los humanos, pero contaban con Urd quien les inspiraba valor y poco a poco el avance humano se iba ralentizando.
Imrahil, confiado en la derrota de Urd, decidió que la caballería pesada de Rohan y Gondor apoyase a las caballerías ligeras aliadas, las cuales lejos de combatir a las chicas gato en un solo punto del delta, se habían separado y abarcado casi toda la totalidad de este.
―Avancen con precaución ―les instruía Imrahil a los señores de las caballerías pesadas―. El terreno es traicionero, solo quiero que brinden apoyo a las caballerías ligeras. No ataquen por su cuenta, deben hacerlo junto a la caballería ligera.
Con la decisión del príncipe, de nuevo la presión hacia los chicos gato fue demasiada y la victoria se inclinaba con mayor claridad hacia los humanos.
―¡Destacamentos del sur, ataquen! ―ordenaba Urd a pleno pulmón con un rugido que se escuchó por todo el delta.
Salidos de las aguas de los brazos del delta, multitud de shinobis y kunoichis se dirigieron a toda la velocidad que le permitían sus piernas hacia la batalla, y no solo eran ellos, también ocultos tras numerosos y altos matorrales, salían varios jinetes montados en majestuosos ciervos rojos o coloridos bocochos, lo mismo que varios lobos blancos del tamaño de yeguas esteparias los cuales llevaban también jinetes.
Imrahil no supo a ciencia cierta como Urd había derrotado a las fuerzas de Agog en Mordor y, por lo tanto, no había previsto la eventualidad de un ataque sorpresa de similares características que había derrotado a las fuerzas orcas con anterioridad.
«Por esto es que les pedí a Chaika y a Ryu, formar un bloqueo entre la torre de Cirith Ungol y Minas Ithil», pensaba complacida Urd. «No quería que ningún piel verde le informará a los humanos respecto a cómo conquiste Mordor. También fue por esto que ordené a mis fuerzas aéreas no entablar combate con las águilas gigantes o con los monstruos alados de Minas Ithil, solo distraerles para que no vieran el avance y ocultamiento de mis tropas de respuesta rápida. Mi intención era crear una trampa para los humanos que huyesen del San Gebir, nunca creí que sería yo la que tuviese que huir a este lugar».
Las caballerías ligeras de los humanos fueron interceptadas por estos nuevos enemigos, los cuales, estaban equipados y lo más importante, estaban frescos, lo cual sería vital luego de una batalla que ya tenía desarrollada toda una mañana y tarde completa.
Las caballerías pesadas intentaron cubrir a las caballerías ligeras, pero las chicas gato centraron su atención en el único punto débil que formaba el conjunto letal de caballo y caballero armado: las patas de los equinos.
Los caballos humanos eran a diferencia de las yeguas esteparias, enormes y de patas largas, por lo que no les fue difícil a las chicas gato rompérselas con largas varas de madera llamadas bo, o con largas espadas llamadas nodachis.
―¡Que los mejores espadachines avancen hacia los caballeros de armadura completa! ―ordenaba Urd a sus hombres y estos sin importar que fuesen jinetes o shinobis u kunoichis, fueron al encuentro de los caballeros caídos.
Los humanos con armadura gótica tenían la ventaja, sin embargo, Urd instruyó a sus mejores espadachines para enfrentarse a esta amenaza blindada.
El único punto débil de las armaduras góticas era la parte interior de los muslos, que hacían contacto con la piel del caballo, esta sección no estaba cubierta con metal, solo con una delgadísima malla de anillos, los cuales podían ser cortados por las afiladísimas armas famnyas.
Las chicas gato con maestría se centraban en este punto débil y cortaban la arteria femoral, la arteria más importante después de la yugular en el cuello, de esta forma los caballeros caían ante esta maniobra de corte.
El resto de la armadura gótica era aprueba de maniobras de corte, sin embargo, Urd también previó esto: si no se podía cortar la armadura, esta podría hundirse con movimientos no de corte sino de estoque.
Las chicas gato apuntaban al peto o a los costados con movimientos de estoque y las armaduras se hundían, dificultando la respiración de los caballeros o rompían sus costillas, con lo que se lograba derrame interno o peor aún, las costillas perforaban los pulmones.
Los cascos de los caballeros les protegían todo el rostro, solo la ranura para los ojos era el punto débil, incluso algunos cascos en vez de ranuras tenían diversos orificios que no permitían penetración alguna por parte de alguna espada. Atacar a los ojos no era una opción.
Con la protección de los cascos, Urd antes de la batalla, ordenó que usaran movimientos de kendo, los cuales solo noquearían al enemigo. Luego de ser noqueados los caballeros, las chicas gato levantaban el visor de los cascos y ultimaban a los humanos penetrando el filo de sus armas por sus ojos para llegar al cerebro.
―¡No maten a los humanos! ―ordenaba Urd―. ¡Los enemigos pueden rodearnos con facilidad!, ¡no tenemos tiempo, solo noquéenlos y vayan por el próximo rival!
Así lo hicieron las chicas gato y poco a poco la victoria se inclinaba a favor de las fuerzas Famnya.
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Mientras, en el campamento Famnya en las cercanías al San Gebir, la caballería elfo atacaba a los pocos efectivos de Urd que estaban dentro.
Galdor estaba entablando una batalla singular con un guerrero Famnya cubierto de armadura de placas y con la máscara y el casco puesto. El guerrero pese a ser más pequeño que el elfo venció con un movimiento elegante a Galdor quien cayó inerte al suelo.
―¡Galdor! ―gritó de pronto Glorfindel, mientras se dirigía contra el Famnya que había asesinado a su amigo.
El grito de Glorfindel fue terrible y lágrimas de impotencia surcaban su rostro mientras recordaba todos los siglos de amistad que pasó en compañía de su hermano en armas ahora fallecido.
El enemigo Famnya se defendió con movimientos extraños y certeros, pero al final ganó más la furia del elfo y el Famnya cayó al piso herido.
Glorfindel abrazó el cuerpo de su amigo y luego se dirigió a su enemigo que empezaba a moverse.
Con una mirada fría como el hielo, Glorfindel quitó el casco y la máscara del guerrero Famnya. Al final se reveló un rostro no de una chica gato, sino más bien las jovencísimas facciones de un elfo con rostro de niña, un elfo que además tenía el cabello de color rosa claro.
―Oh no, oh no ―gemía Glorfindel, mientras abría mucho los ojos y trataba de cubrir con sus manos la herida del niño elfo.
Sakurai le sonrió gentil a Glorfindel al mismo tiempo que le entregaba su más valiosa posesión, una flauta dulce.
―Eres, ¿eres quien tocaba la flauta la noche previa a la batalla?... ¡No te mueras!, ¡no te mueras!
Sakurai le hablo al elfo, pero Glorfindel no entendió el extraño lenguaje, así, con una mirada gentil y una sonrisa llena de paz, murió Sakurai.
―¡No! ―gritó el noble elfo y a continuación agarró con furia la tierra y se puso esta sobre sus cabellos plateados.
Luego de un tiempo, se quitó su rosa dorada del pecho y la puso sobre el pecho de Sakurai, después se levantó y puso sobre el pecho de Galdor, la flauta de Sakurai. Así Glorfindel cumplía su destino y arrojando su espada al suelo, se dirigió cabizbajo al sur hacia los puertos grises.
CONTINUARÁ...
Notas finales del autor: La muerte de Sakurai está inspirada en la muerte verdadera de un noble joven guerrero samurái que previamente deleito a camaradas y enemigos con la melodía de su flauta.
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