Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Batalla dentro de los muros de Dol Guldur

EL AZOTE DE DIOS

Capítulo 14: Batalla dentro de los muros de Dol Guldur


En Mordor y ajenos a los orcos que no repararon en la presencia de las chicas gato, el general Ryu y unos centenares de soldados iban cabalgando veloces en sus bococho lo más pegados posible a las faldas de las montañas de ceniza.

El terreno era accidentado y le tomó más tiempo del esperado llegar a las ruinas de Barad Dur, la antigua torre oscura de Sauron. Aunque eso de ruinas era solo un decir, porque en el lugar donde debía hallarse vestigios de la gigantesca torre, solo había un enorme agujero y nada más indicaba que alguna estructura se había erigido sobre ese lugar.

«Esto es lo que pasa cuando una estructura se erige con magia», pensaba Ryu. «Cuando el convocador muere, toda la estructura desaparece para no dejar rastro alguno».

Ryu observó el cráter por unos momentos y siguió su marcha hacia el Isenmouthe con fuerzas renovadas.

«Debo apurarme o Chaika llegará primero y puede ser atacada por dos frentes», pensaba preocupado Ryu, sabiendo que, si algo le pasaba a Chaika, la mimada de Urd, esta le culparía. Ryu tragó saliva y reprimió un estremecimiento rezando para que todo marchase según el plan de su señora.

.

.

Al suroeste de la ciénaga de los muertos, Chaika maldecía el terreno imposible que tenía que atravesar. Su montura y el de sus pocos centenares de hombres eran de gran ayuda en este terreno pantanoso, pero aun así su marcha era en extremo lenta o al menos lenta en comparación a la vertiginosa marcha a la que su ejército estaba acostumbrado.

«A este paso no llegaré a tiempo y Ryu será atacado por dos frentes», pensaba preocupada Chaika, y siguió con su marcha por la enorme ciénaga la cual estaba llena de fuegos fatuos los cuales insistían infructuosos en desviar a los jinetes.

―Menos mal que los fuegos fatuos no tienen efecto sobre nuestro grupo, Chaika sama ―decía Amane, quien montaba una montura blanca.

La naturaleza de las chicas gato les evitaba caer en la llamada mortal de los fuegos fatuos, ellas eran criaturas adoradoras tanto del sol como de la luna, el bien y el mal eran aspectos que podían ser disfrutadas por ellas de manera natural, eran el ying y el yang.

―Debemos pegarnos más a las montañas o los orcos podrían notar nuestra presencia, Chaika sama ―dijo Mamoru que montaba un ave amarilla, y Chaika junto con los demás hombres fueron más al oeste mientras que apuraban la carrera para encontrarse con Ryu.

.

.

El enorme ejército de Agog aún no reparaba en la presencia de Urd que avanzaba a paso de tortuga por el sur de la ciénaga de los muertos, no obstante, todos los trasgos que estaban junto al mar de Nurnen vieron el avance enemigo y al ver los números absurdos de chicas gato al norte, decidieron salir de Mordor a toda prisa por el este.

Los trasgos conocían a la perfección el terreno y llegaron luego de un par de días a la frontera abierta de Mordor, sin embargo, vieron para su horror que unas murallas estaban siendo levantadas por todo el horizonte.

Los trasgos discutían que iban a hacer a continuación, cuando varios jinetes enemigos fueron tras ellos. La enorme masa de trasgos fue presa del pánico y decidió correr a las murallas para vender cara su vida y de alguna manera escapar antes de que todo el este de Mordor fuese bloqueado.

―¡Trasgos de Mordor! ―gritaba desde lo alto de una de las murallas, Sora, un chico demonio cuyo nombre recargaba ironía puesto que significaba Cielo―. ¡No nos interesa en lo más mínimo masacrarlos en este momento!, ¡cómo ven, tenemos cosas mucho más importantes que hacer que desperdiciarlas en devorarlos en este preciso instante!, ¡pasen de una maldita vez y vayan al este donde podrán escapar de la furia de Urd sama!

Los trasgos no se hicieron de rogar y soltando sus armas, huyeron a toda carrera dirigiéndose al este.

.

.

Al sur del bosque de Mirkwood, el clima volvía a ensañarse con los habitantes de la Tierra Media y el agua nieve caía constante sobre los elfos y las chicas gato que defendían la fortaleza de Dol Guldur.

La situación era frustrante para ambos contendientes ya que luego de dos días, ni elfos ni chicas gato se habían animado a atacar a su rival.

Los elfos creyeron que dentro de Amon Lanc, estaban pertrechados al menos sesenta mil tártaros, mientras que las fuerzas de Hikari creyeron que detrás de la arboleda estaban nada más ni nada menos que cien mil feroces elfos.

Todos estos números por supuesto eran exagerados. Hikari puso muñecos sobre las murallas antes del primer asalto elfo e hizo creer a los atacantes que contaba con sesenta mil soldados cuando en realidad tenía diez mil.

Por otra parte, Hikari fue informado que los elfos expulsaron a Sauron de Dol Guldur. Considerando las fuerzas de Sauron en el distante este (que en realidad estaban comandadas por los balrogs), supuso que para que los elfos hubiesen logrado tal proeza, de seguro hubieran contado con una fuerza de cien mil elfos. El General chico gato no sabía que en ese entonces Sauron recién estaba acumulando poder en la Tierra Media luego de perder su anillo único, por lo que solo se necesitó una fuerza de cinco mil elfos para hacer que Sauron huyese a Mordor, donde recién incrementó sus fuerzas.

Hikari tampoco sabía que la raza de los elfos no solo estaba en decadencia, sino que estaba en franca retirada hacia sus misteriosas costas blancas de donde jamás podían regresar a la Tierra Media. El general de Urd, no sabía que en realidad menos de mil elfos se hallaban cubiertos por los frondosos árboles del bosque de Mirkwood.

―Condenados elfos ―maldecía Hikari, volviendo a poner una expresión que le quitaba la belleza andrógina del rostro―, como me gustaría salir de Dol Guldur y aplastarlos en este momento, pero con cien mil arqueros elfos todos ellos con una mortal puntería, sería el fin de mis tropas.

―Malditos tártaros ―decía ceñudo Elrond a Celeborn y Gandalf―, están muy bien pertrechados, no entiendo qué es lo que los detiene de avanzar sobre nosotros, pero pronto aprovecharemos su indecisión.

Elrond había desistido de conquistar Amon Lanc y en su lugar decidió que lo destruiría. Los elfos empezaron a construir catapultas y onagros enormes para sepultar a los tártaros bajo los escombros de la fortaleza. Luego de dos días de intenso trabajo bajo las frías nevadas ya todo estaba listo.

―Elrond, Gandalf ―decía Celeborn algo preocupado―, las máquinas de asedio ya están listas, las caballerías elfo y humanas protegerán estas cuando los tártaros salgan de la fortaleza para destruirlas.

―Este es un buen plan, Elrond ―dijo Gandalf―, no podemos enviar a más elfos a morir en ese mortal laberinto que es Amon Lanc.

―Me hubiese gustado recuperar la fortaleza ―admitía Elrond con pena―, pero los tártaros están tan bien pertrechados, que no me dejan alternativa. Bien, díganles a todas las dotaciones de catapultas y onagros que reduzcan a escombros todo el Amon Lanc.

La nieve acumulada en el suelo silenciaba el avance de elfos y humanos, pero no pudo silenciar el ruido de los árboles que se rompían y caían para dar paso a las máquinas de asedio.

Cumpliendo las órdenes de Elrond, las catapultas y onagros apenas salieron de la arboleda, arrojaron sin descanso multitud de proyectiles durante todo el día, mientras una fuerte dotación de caballería formada por elfos y humanos de Rohan y Gondor se aseguraba de resguardar el incesante bombardeo.

«Los elfos son temibles», pensaba angustiado Hikari. «Puse varias defensas para mermar a los atacantes, pero estos decidieron lanzar ataques de proyectiles».

Los proyectiles lanzados por los elfos habían revelado a los atacantes las formidables defensas erigidas por Hikari. Si los elfos hubiesen entrado en uno de los falsos puntos débiles, los atacantes hubiesen perecido ahogados debido a que Hikari puso pequeños embalses de agua listos para verterse sobre los elfos.

«¡Maldición, no tengo otra opción que derrumbar los muros interiores y de esta forma tentar al enemigo a pelear con mis fuerzas cara a cara!, de seguir esta situación, los elfos nos exterminaran sin siquiera poner un pie en Dol Guldur», decidió Hikari.

A un mandato de su general, las chicas gato tomaron todos los cañones junto con todos los explosivos que estaban preparados para el enemigo y con estos derrumbaron todos los muros exteriores e interiores que formaban el laberinto interior.

―¡¿Qué fue eso?! ―exclamó Gandalf al oír el ruido de las explosiones que se sucedían de forma cronometrada y sistemática.

Un explorador elfo vino donde el alto consejo e informó que por alguna razón las defensas de Amon Lanc habían sido destruidas desde el interior.

―¿Qué puede significar esto? ―preguntó Celeborn intrigado por el accionar del enemigo.

―De seguro es una trampa ―dijo Gandalf quien no entendía el por qué el enemigo derrumbó sus propias murallas.

―Aunque fuese una trampa, no podemos quedarnos aquí sabiendo que en cualquier momento pueden sepultarnos en un mar de hombres, no nos queda otra opción que atacar ―dijo Elrond decidido.

―¡Que se preparen todos los guerreros! ―gritó Celeborn―, ¡entraremos en Amon Lanc!

Hikari y sus fuerzas oyeron como las máquinas de asedio dejaron de lanzar proyectiles y el ruido del entrechocar de armaduras y espadas resonaba dentro el bosque.

―¡Prepárense para combatir! ―gritó Hikari que, con el eco que venía del bosque, seguía creyendo que se enfrentaba a cien mil elfos.

Aunque los muros habían sido destruidos, las cinco estructuras principales de Dol Guldur seguían en pie y todos los soldados de Hikari subieron a ocupar sus respectivas posiciones.

Un fúnebre eco que venía de las cinco estructuras reverberaba por todo el lugar y los elfos tragaron saliva al ver que pronto se enfrentarían contra sesenta mil tártaros dispuestos a morir defendiendo el Amon Lanc.

El agua nieve y el viento había cesado y fueron remplazados por una nevada que prometía acrecentarse a medida que pasaran las horas.

―Tengo un mal presentimiento de todo esto ―le decía Legolas a Gimli cuando vio caer la nieve.

―¿Igual que en Pelennor, eh? ―decía Gimli con una gran sonrisa―, tú cuentas los tuyos y yo contaré los míos, esta vez es la revancha.

―También te aventajé en el abismo de Helm ―le contestó Legolas con una sonrisa y Gimli se puso rojo.

―¡Bueno, esta vez es el todo o nada!, ¡seguro te supero esta vez! ―dijo Gimli y empezó a marchar hacia Amon Lanc.

Esta vez tanto elfos como humanos marcharon sin oposición dentro del amplio complejo. Flenegal y Flaivias, distribuyeron las fuerzas en cinco partes y cada una de estas entró en su fortaleza asignada para enfrentarse al enemigo.

La tensión subía por parte de los hombres de Hikari, mientras que los elfos y humanos ya habían dejado atrás esa angustia al haber comenzado el ataque.

Los ruidos de los atacantes se escuchaban cada vez más y más cerca. Los músculos se tensaron, las mandíbulas se apretaron y los sentidos se vieron forzados a esforzarse al máximo. Luego, la imagen de diversas sombras antecedió a los atacantes y la batalla dentro de los muros de Dol Guldur comenzó.

―¡Kiai! ―gritaron los defensores Famnya cuando se abalanzaron con sus espadas desenvainadas sobre los atacantes.

Los elfos pararon los ataques y empezaron a contraatacar con furia, después de todo, querían vengar la muerte de Elladan y su hermano Elrohir.

Se podría decir que las cosas estaban muy parejas. Los elfos combatientes tenían cientos de años, miles, practicando la lucha con las espadas, pero las chicas gato usaban técnicas de ataque con espada que los elfos jamás habían visto, además, el enemigo también era muy bueno y peleaba con fanatismo.

Los elfos peleaban empuñando la espada con dos manos, mientras que las chicas gato tenían dos espadas, una larga y otra más corta que la empleaban a modo de escudo, además, la punta de sus colas tenían armas que podían ser una pequeña bola de hierro para noquear al enemigo o un mortífero y afilado cuchillo, ambas parecían salir del muñón de metal que enfundaba la punta de las colas a modo de un dedal apretado.

Los humanos de Rohan y Gondor vestían armaduras pesadas que les restringían los movimientos, toda una diferencia con las más avanzadas armaduras de placa elfo o las extrañas armaduras de placas de las chicas gato. Las espadas de los humanos eran enormes y de hoja gruesa, las cuales, por su peso no podían efectuar ataques rápidos como lo hacían las delgadas espadas elfos o las extrañas espadas de un solo filo de las Famnyas.

―¡Adelante, hombres del Oeste! ―gritaban los humanos para darse ánimos y junto a sus aliados elfos atacaron con furias renovadas.

El entrechocar de espadas reverberaba por todo el lugar, al mismo tiempo que las chispas saltaban por todas partes iluminando de manera espectral toda la lucha en los oscuros corredores y las escaleras con giro invertido.

El filo de las espadas atravesaba las armaduras, cortando piel, musculo, nervio y huesos. Los gritos ya sea de furia o de dolor se elevaban hacia los copos de nieve que descendían a la tierra, estos llegaban al suelo y se desintegraban ya sea en un charco de sangre o debajo de las pisadas de los combatientes, a no ser que fuesen cubiertas por los cuerpos de los duelistas quienes se retorcían de dolor o más bien yacían sus cuerpos inertes y sin movimiento alguno, salvo cuando eran empujados ya bien por sus compañeros o los enemigos que seguían insistiendo en luchar.

―¡Les estamos haciendo retroceder! ―gritaba eufórico Flenegal, cuando una filosa espada trazó un arco y le cortó todo el rostro con un patrón diagonal.

El Capitán elfo gritó mientras la sangre brotaba por su mentón, labios, nariz, y frente. El cráneo del elfo se abrió y pudo vislumbrarse el cerebro antes de que el cuerpo del elfo cayese al suelo y fuese aplastado por las chicas gato que reanudaron el ataque.

Los elfos y humanos contraatacaron, y tomaron uno de los cinco bastiones del enemigo.

―Ocho..., nueve... ―contaba Gimli, cada vez más agotado debido al aguante y la técnica del enemigo―. Maldición, estos tártaros no son torpes orcos o trasgos.

―¡Gimli, aguanta! ―gritó Legolas y paró el ataque de un enemigo que estuvo a punto de decapitar a su amigo.

Legolas era muy hábil y pudo derrotar a su atacante, pero de pronto vio que muchos más venían en su dirección.

―¡Gimli, debemos retirarnos! ―gritaba Legolas a quien las fuerzas comenzaban a abandonarle.

―¡No, un enano no se retira, un enano jamás cede terreno!

Legolas no hizo caso de las palabras de su amigo y junto a otro elfo, lo sacaron a rastras, mientras que un par de defensores humanos eran abatidos mientras cubrían su retirada.

Varios cuernos elfos y humanos sonaron en la sección de la fortaleza tomada y los aliados sintieron sus fuerzas renovadas.

―¡Ves, debemos seguir que nuestra sección aún sigue bajo el dominio del enemigo! ―insistía Gimli, pese a que respiraba con dificultad.

Algo chocó contra la pierna derecha de Legolas en ese momento y al bajar la vista vio que era la cabeza de Flaivias, a la cual le faltaba la parte baja de la quijada con lo que el cráneo exponía la lengua extendida y ensangrentada del elfo.

―No, mejor vámonos mientras podamos ―dijo Legolas con el ceño fruncido.

―Está bien ―dijo Gimli con lo que las fuerzas le abandonaron y tuvo que apoyarse en Legolas para salir de la fortaleza.

Ya sea por el destino o cualquier otra suerte, apenas salieron del patio interior en el que estaban, toda la estructura en la que habían combatido colapsó y se derrumbó dónde estaban segundos antes.

―Qué suerte ―reconoció Gimli―. Y apropósito..., ¿cuántos contaste?

―Como catorce ―dijo Legolas negando con la cabeza y sintiendo que a él también le abandonaban las fuerzas―. Sigamos avanzando.

En la fortaleza principal, Hikari veía como cayeron dos de los bastiones y maldijo su estupidez.

―¡Nos arrinconamos como ratones y permitimos a los elfos y humanos pasar sobre nosotros pese a ser inferiores en número!, si hubiese sabido que éramos más, hubiera roto el cerco elfo y escapado a Mordor.

Hikari supo que mantener ocupando las otras fortalezas sería un suicidio, por lo que tomó una fatal decisión.

―Que suene el zafarrancho de avance de choque ―ordenaba Hikari a uno de sus capitanes.

―¿Cuál será el objetivo, señor? ―preguntó el capitán.

―No habrá objetivo ―dijo Hikari con una expresión dura en el rostro―. Será choque general y a discreción.

―¡Pero dispersaremos nuestras fuerzas! ―reclamó el capitán.

―Barreremos a los elfos y luego nos retiraremos por el noreste ―le dijo Hikari de forma venenosa―. Llegaremos hasta el gran claro del este y luego iremos al sureste hacia Mordor.

El Capitán obedeció y fue a dar la señal para que comenzase el ataque. Diversos cuernos y tambores marcaron una marcha determinada y las chicas gato salieron en tropel destazando todo lo que encontraban a su paso.

Los aliados se vieron sorprendidos ante el ataque del enemigo y todo el lugar resultó un caos.

No había estrategia, no había formaciones, solo soldados que intentaban asesinarse entre ellos en medio de una fuerte nevada que dificultaba la visión de los contendientes.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro