Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Batalla de las armaduras en el angosto paso

EL AZOTE DE DIOS

Capítulo 23: Batalla de las armaduras en el angosto paso


Los imponentes cuernos de guerra y el estruendoso zafarrancho de combate resonaban por toda la ciudad fortaleza de Minas Ithil, avisando a los soldados que debían presentarse listos para la batalla bajo las órdenes de su señor y Príncipe Faramir.

―Quiero que envíen varios refuerzos a los fortines de adelante para de esta manera ralentizar el avance del enemigo ―instruía Faramir―, esperemos que los barcos voladores no disparen contra sus propias tropas, las cuales estarán combatiendo con las nuestras en combate cerrado.

Los hombres partieron raudos a cumplir las órdenes de su señor Príncipe, mientras que Faramir se volvía para hablar con su esposa.

―Mi amor, quiero que vayas a realizar todos los preparativos pertinentes. Con estos barcos voladores en manos del enemigo, es momento de usar lo que descubrimos hace ya meses.

―Descuida, esposo mío, prométeme que tendrás mucho cuidado.

―No te preocupes, amor mío, el Príncipe Imrahil y yo permaneceremos en el último fortín para coordinar los refuerzos que enviaremos al frente con la esperanza de detener el avance enemigo ―le tranquilizó Faramir con una sonrisa, luego los esposos se despidieron con un beso y Faramir rogó a los valar para que de alguna forma lograsen hacer retroceder a las famnyas.

Los hombres a cargo de los numerosos fortines que cubrían todo el paso hasta Minas Ithil, huían despavoridos ante el avance implacable de las chicas gato, pero su temor se centraba más en los barcos voladores desde los cuales se disparaban los cañones y las ballestas gigantes de repetición hacia los que huían o a las murallas, destruyendo estas con plena facilidad.

―¡Es el ejército venido del infierno, huyan! ―gritaban los hombres mientras corrían hacia el resguardo que les ofrecería las gruesas murallas de Minas Ithil.

El magnífico puente de Minas Ithil, estaba cubierto con el correr veloz de hombres que iban en una y otra dirección, ya sea huyendo o dirigiéndose al frente de batalla.

―¡Retroceden, los humanos retroceden! ―gritaba eufórica la General Mizuki, quien junto con el General Sora, habían sido mandados a la vanguardia con sus hombres, para de esta manera comprobar que la decisión de su señora de nombrarlos generales si fue acertada―. ¡Esta vez son los perros humanos los que huyen y nosotras las perseguidoras! ¡Ánimo, tratémosles de la misma forma que lo hicieron con nosotras en el bosque de Mirkwood!, ¡venguemos al general Hikari!

¡Ohhh! ―gritaron con furia los soldados, en especial aquellos que habían participado en la batalla de Dol Guldur y regresado para contarlo.

―¡Sí, venguémosle, así como vengamos la muerte de nuestra amada general Sakura! ―gritó Sora a sus hombres y estos también dieron una sonora exclamación.

―La táctica de Urd sama está dando excelentes resultados ―decía Amane, la chica gato amiga de infancia de Chaika.

―A este paso no será necesario la intervención del general Ryu ―dijo Mamoru con una sonrisa, el cual al igual que Amane, conocía a Chaika desde que era pequeño.

Chaika no les respondió de inmediato, miraba el transcurrir de la batalla desde uno de los costados del mayor barco volador que tenían, uno de color celeste, a diferencia de los otros que eran más pequeños y de color café claro.

―No me gusta tener que volar tan bajo, en medio de este estrecho cañón ―se quejó Chaika con el ceño fruncido―, y mucho menos tener que hacerlo a esta velocidad tan baja. ¿Cómo lo están haciendo la dotación de hombres encargados de inflar los globos?

―No me reportaron novedad alguna, general Chaika, su trabajo se realiza con toda normalidad como es debido ―le informó Amane, con su típico acento profesional.

―Ya veo ―dijo Chaika de forma pensativa, pero luego frunció el ceño al escuchar otra vez como los cañones de su nave disparaban otra andanada de disparos a una de las fortificaciones que se situaban delante del paso para cubrir la meta preciada que era Minas Ithil.

«¿Me pregunto por qué mi tía estará apurando las cosas de esta manera?», pensaba intrigada Chaika. «Se me ocurren algunas cosas que podrían hacer fracasar nuestro ataque. El cañón es muy estrecho y una fuerte ráfaga de viento puede dirigir nuestros navíos hasta las paredes rocosas, no tendríamos suficiente tiempo para maniobrar..., y nuestras tropas están justo debajo de nosotros».

―Chaika... —dijo preocupada Amane, al ver la expresión de preocupación de su amiga y comandante.

―Descuida ―le habló con una sonrisa―, me anticipo mucho en pensar las cosas y solo las negativas. Mamoru tiene razón, la intervención del general Ryu no será necesaria, él y mi tía pueden quedarse tranquilos en la retaguardia recibiendo los respectivos informes de batalla.

Debajo de los navíos, el joven General Sora, quien comandaba a sus hombres se encontraba preocupado.

«Estos caballeros son diferentes a los que pelearon en Dol Guldur, según los informes de Mizuki, se suponía que eran lentos y torpes, pero los hombres de aquí pelean con una buena velocidad y nuestras katanas no pueden atravesar sus armaduras», pensaba inquieto Sora. «Su infantería también es rápida y si bien sus armaduras no les cubren todo el cuerpo, estas son muy funcionales y tampoco pueden ser atravesadas por nuestras espadas. Si no hubiese sido por el impacto de nuestra fuerza aérea, estos humanos no hubieran retrocedido en un principio. Ahora ya no ceden terreno, de seguro deben tener buenos comandantes guiándoles desde atrás».

Debido a la naturaleza traicionera y estrecha del cañón y a que las almenas de los fortines se hallaban vacías, ni en uno ni en otro bando, había arqueros con arcos compuestos o ballestas de repetición de parte de las chicas gato o arqueros con los nuevos arcos largos por parte de los defensores humanos. Solo las infanterías luchaban entre cada fortín dando lo mejor de sí, en peleas que acababan en combate singular de uno contra uno.

Las katanas chocaban furiosas contra las espadas de damasco y las gladius, en un alarde de manejo de la técnica por parte de los chicos gato y sus féminas compañeras.

Los soldados famnyas de infantería pesada llevaban armadura de placas completa, las cuales variaban de color dependiendo de la fuerza a la cual servían. Este tipo de armaduras les otorgaba mucha movilidad, pero el enemigo usaba las nuevas armaduras llamadas góticas, las cuales aparte de otorgarles mucha protección, les otorgaba una movilidad que antes no tenían.

Las armaduras de las chicas gato no podían ofrecer la misma resistencia a los golpes que las armaduras de su rival, pero su manejo con las espadas impedía que los humanos conectasen golpes acertados ya sea en forma de corte o en estoque.

«Malditos humanos», pensaba frustrada la joven General Mizuki, quien recordaba como la batalla que libró en Dol Guldur era más fácil. «Los barcos no pueden disparar estando tan comprometidas con el enemigo. No podemos rodear al enemigo y rematarlo por falta de espacio, estamos estancadas».

En las secciones más abiertas de los fortines, las chicas gato avanzaban con furia fanática, pero fueron retenidas por formaciones compactas de la infantería humana, los cuales llevaban las largas alabardas y las usaban al modo de las mortales falanges griegas.

―¡Traten de rodearlos! ―gritaba con furia Sora―. ¡Con esas armas no podrán dar la vuelta a tiempo!

Pero era imposible cumplir las órdenes del joven General Sora, no había espacio para rodear al enemigo.

En otros campos abiertos de distintos fortines, eran los humanos los que contraatacaban, pero las chicas gato con sus armaduras de infantería pesada, también usaban tácticas de falanges griegas, usando largas lanzas de hoja ancha y los humanos tampoco podían rodearles.

Las espadas gladius eran muy eficaces para cortar la armadura de las famnyas, pero nada podían hacer contra los pesados escudos Famnya, los cuales eran usados en una "formación tortuga", pero para esto intervenían los caballeros y con sus curvas espadas de damasco podían penetrar por entre las aberturas de los escudos.

Los humanos usaban también la formación tortuga, haciendo que las chicas gato cambiasen de estrategia y aprovecharan la ligera curva de sus espadas para también penetrar por las aberturas.

Chaika miraba impotente cómo sus fuerzas y la de los humanos habían quedado estancadas.

―¿Arrojamos el gas venenoso? ―preguntó Mamoru.

―No podemos hacerlo, también afectaríamos a nuestras tropas ―decía Chaika.

―¿Entonces qué hacemos? ―preguntó preocupada Amane.

―Que nuestras fuerzas retrocedan ―ordenó Chaika con aplomo―. Una vez separados de los humanos, nuestros barcos atacarán, no usaremos el gas venenoso, porque en este maldito cañón el viento no puede leerse, ni siquiera por los gatos, en vez de eso usaremos las ballestas de repetición gigantes y los cañones.

Las chicas gato retrocedieron y los humanos vitorearon estruendosas, pero luego sus vítores fueron callados por el rugir de los cañones y huyeron del lugar.

―Esto puede extenderse mucho tiempo, demasiado ―dijo Chaika―. No sabemos cuándo soplaran los vientos. No hay más remedio, manden un mensaje al general Ryu, que venga a apoyarnos, solo espero que pueda maniobrar con seguridad en este maldito cañón.

.

.

En el bloqueo que las chicas gato habían erigido antes del ataque, Urd recibía los reportes que le llegaban del frente.

―Los humanos llevan armaduras y armas que les dan la ventaja frente a nuestras tropas, al menos en lo referente a luchar en formaciones tan escasas, es una lucha de guerrero contra guerrero ―le informaba Ai, una de las kunoichis pertenecientes al cuarto ejército―. La general Chaika, ya ha solicitado la ayuda del general Ryu.

―Entiendo, que Ryu proceda a auxiliar a las tropas de vanguardia ―dio su permiso Urd, con lo que la kunoichi partió rauda a avisar a Ryu.

«Maldito paso, no puedo ver el desarrollo de la batalla, pero para que Chaika haya solicitado la ayuda de Ryu, implica que las cosas están peor de lo que me reportaron. Los humanos hicieron muy bien su trabajo, reforzaron el paso con fortines que nos obligan a combatir sin gozar de nuestra superioridad numérica. General Ryu, Chaika, ustedes deberán mostrarles a los humanos que con el Imperio Famnya no se juega».

Una sombra enorme cubrió el bloqueo donde estaba Urd, la cual alzó la mirada al firmamento.

«Este es el fin para los defensores de Minas Ithil».

En los fortines más próximos a Minas Ithil, los Príncipes Imrahil y Faramir, arengaban a sus soldados al mismo tiempo que recibían los informes de la batalla.

―Las nuevas armas y armaduras están probando ser eficaces contra el enemigo ―informaba Beregond a los dos príncipes―. Sin embargo, las chicas gato también usan tácticas como la formación tortuga y las falanges, también son muy hábiles para parar el ataque de nuestras espadas.

―En el estrecho paso y con los fortines, no pueden usar su superioridad numérica ―decía Faramir―. ¿Cómo le está yendo en general a nuestros hombres?

―Nuestros hombres y tanto las chicas como los chicos gato, caen en partes iguales, la batalla está estancada, mi señor.

―¿Qué dices, Imrahil?, ¿crees que hagamos retroceder al enemigo?

―Es probable, Faramir, en especial si contamos con refuerzos frescos de Minas Tirith. Lo que me preocupa son los barcos voladores del enemigo.

Un clamor de los hombres que huían hacia Minas Ithil, interrumpió las palabras de Imrahil, y junto con Faramir y Beregond, levantaron la vista al firmamento, donde los hombres que huían señalaban con la mano.

―En el nombre de los valar, ¿qué es eso? ―dijo Imrahil, quien no daba crédito a lo que veían sus ojos―. Retrocedamos a Minas Ithil.

―Imrahil, guía a los hombres a salvo a la fortaleza, yo tengo que preparar otras fuerzas para combatir al enemigo.

―¿Con qué fuerzas podrías contar para enfrentarte a semejante aborto antinatural? ―preguntó incrédulo Imrahil.

―Confía en mi, mi esposa te lo dirá en lo alto de la torre de la luna, ¡ve! ―pidió Faramir, e Imrahil no tuvo más remedio que confiar en las cripticas palabras de Faramir y con voz de mando guio a los hombres que huían a la seguridad de Minas Ithil.

Faramir apuró la carrera y en la base de los riscos se encontró con Radagast, quien lejos de preocuparse por la batalla, estaba tranquilo viendo las flores silvestres que crecían a los alrededores.

―Maese Radagast, ¿no debería buscar refugio tras las murallas de Minas Tirith?, allí de seguro debe estar esperándole Gandalf.

―Gandalf, no me necesita para esta ocasión, ya cumplí toda la tarea que me dio en Isengard, también cumplí mis otras labores.

―¿A qué se refiere maestro Radagast? ―preguntó un poco enojado Faramir, al ver que el anciano volvía a dirigir su atención a las flores silvestres delante de él.

―Pronto vendrá ayuda, ayuda que llegará oportuna con los primeros soplos del viento del atardecer ―le dijo el anciano mago con una sonrisa enigmática―. No solo usted ha estado buscando la manera de combatir al enemigo.

Al ver que Radagast llamaba a una polilla y pareciese que le hablase, decidió retomar su marcha y se introdujo a una caverna a un lado del risco.

Guiando a los siete barcos voladores de Famnya, se encontraba una estructura voladora de dimensiones masivas, era tan grande que podría llevar en su interior a los siete barcos que iban detrás de él.

―General Ryu, el dirigible gigante se acerca a Minas Ithil ―le informaba a Ryu, un chico gato que usaba una especie de telescopio formado por dos bolas de cristal envueltas en un pedazo de cuero.

―Apenas nos situemos delante del puente, suelten a las monturas voladoras.

Ryu había llegado con su dirigible gigante, el cual llevaba varias estructuras de madera, las cuales llevaban a las bestias voladoras y a los jinetes que las comandaban. Junto con la flota de Chaika, había decidido dejar atrás a la infantería y atacar por su cuenta.

«Ya bombardeamos a los hombres de infantería que obstaculizaban el paso», pensaba Ryu. «Sin embargo, pueden volver a reagruparse. Lo mejor es atacar desde el aire a Minas Ithil con todo lo que tengamos, una vez caiga la fortaleza, el resto de las fuerzas humanas de seguro huirán en desbandada hacia Minas Tirith, no importa, igual atacaremos la capital de Gondor desde el aire.»

En lo más alto de la torre de la luna, en Minas Ithil, Éowyn, Imrahil y Gandalf, veían como la flota aérea enemiga avanzaba muy lenta a través del cañón y se acercaban cada vez más a la fortaleza.

―¿Cómo podremos vencer ante esa cosa? ―preguntó preocupado Imrahil ante la vista del dirigible gigante.

―No te preocupes ―dijo Éowyn, quien se esforzaba en sacar el valor de su pecho, de la misma forma cuando lo hizo al ver la extensión del ejército de Sauron cuando estaba asediando Minas Tirith―. Mi esposo tiene algo con lo que puede hacer frente al poder delante de nosotros.

Imrahil no comprendía lo que quería decir Éowyn, pero cuando estaba a punto de preguntarle, fue interrumpido por Gandalf.

―Lo que queda del poder de mi anillo, me dice que pronto el viento azotara el cañón con fuerza, tal vez eso nos ayude al entorpecer el vuelo del enemigo.

―¿Y mientras tanto?, el enemigo nos atacará a placer con sus barcos voladores y esa otra monstruosidad ―señalaba Imrahil―. Si se acercasen lo suficiente podríamos disparar a esas extrañas velas hinchadas con flechas incendiarias, así les obligaríamos descender o incluso sus barcos se precipitarían al vacío a ambos lados del puente.

Las esperanzas de Imrahil se rompieron al ver que la flota aérea enemiga se detenía justo sobre el puente.

―Mirad, algo pasa ―dijo de pronto Gandalf, viendo que algunas puertas se abrían a los costados del dirigible gigante.

En el puente de mando del dirigible gigante, Ryu daba la orden para que saliera su fuerza aérea de ataque.

―Que los escuadrones voladores salgan de inmediato.

Todas las bestias voladoras salieron junto con sus jinetes y dejaron estupefactos a los defensores humanos.

―¿Esos son dragones? ―preguntó Imrahil, no pudiendo evitar dar un paso hacia atrás.

―Eso parece, aunque por el tamaño, son mucho más pequeños ―dijo Gandalf forzando la vista―. No sé qué pueden ser las otras bestias.

Éowyn sacudió la cabeza para salir de su asombro y luego fijo su vista en otra sección del firmamento.

―¡Mirad!, ¡allí viene mi esposo, con la ayuda que te prometí, Imrahil!

Imrahil y Gandalf miraron hacia donde señalaba Éowyn, haciendo que ambos hombres ahogaran un grito.

―¡Esas son las sombrías bestias voladoras de los nazgul! ―gritó Gandalf―. ¡Dónde los encontraste y cómo conseguiste que esos monstruos se dejen montar por los hombres!

―Al igual que los caballos de los nazgul, solo son animales que pueden ser entrenados ―le dijo Éowyn, mientras veía como su esposo y otros hombres guiaban a sus oscuras monturas hacia el enemigo.

―General Ryu, se acercan varias criaturas aladas, al parecer estas son montadas por hombres ―le informó un chico gato.

Ryu se acercó al ventanal del puente de mando y observó a las sombras aladas guiadas por Faramir y otros hombres de Minas Ithil.

―¿Qué demonios son esas cosas? ―preguntó más para sí mismo Ryu.

―Al parecer es la fuerza aérea enemiga ―le contestó un soldado.

Encima del enorme puente de Minas Ithil, ambas fuerzas aéreas se miraban con asombro, mientras que la luz dorada del atardecer teñía con colores naranjas todo el firmamento.

CONTINUARÁ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro