45. Sitges 🥂
—¡Te voy a matar, maldita! ¡Te vas a arrepentir! —el ruido de sus amenazas al aprisionar mi cuello con fuerza entre sus manos y sentir su asqueroso cuerpo cerca es tan real todavía, que despierto agitada con gritos y patadas hasta que escucho la voz de Bill y sus brazos me rodean intentando tranquilizarme.
—¡Amor! Calma, preciosa. ¡Tranquila, fue una pesadilla! —me abraza y acaricia mi cabeza y espalda para confortarme. Pero entonces tampoco puedo resistirlo a él y lo empujo para salir corriendo de la cama.
Me siento en el sofá, en medio de la oscuridad, para llorar por la amargura que aún lucho por que no me domine. Me siento tan sucia; si la detective no hubiera llegado a tiempo, no quiero ni pensarlo. ¡Y yo lo provoqué! ¡Fue mi culpa! Las náuseas de las últimas semanas aparecen y me siento aún peor.
—TN... —Bill se sienta al otro extremo del sofá y enciende una de las lámparas. Se queda callado, mirándome.
—Perdóname.
—No tengo nada que perdonarte, ya lo sabes, amor —dice al extender su mano con la palma hacia arriba para que lo toque cuando quiera; últimamente se ha convertido en su señal para demostrarme que yo tengo la decisión en todo, el control de cualquier contacto, que él no me va a obligar a nada, porque es mi lugar seguro. Pongo mi mano sobre su palma y él la sostiene para acariciarla.
—Te vas a terminar cansando de mí.
—Nunca me cansaría de ti. —Su mirada tierna y llena de amor me da la esperanza de que podemos superar todo juntos. —Poco a poco.
Me acerco despacio hacia él y me acurruco en su pecho, sentada sobre sus piernas, cerca de la luz de la lámpara.
—No es tu culpa —me susurra como si leyera mi mente. Es verdad, no es mi culpa.
—Gracias por recordármelo.
...
—Hágale como quiera, pero mi novia no va a enfrentar a ese mal nacido todavía. Suficiente tuvimos con su mal manejo de la situación. ¡Así que más le vale mantenerlo encerrado y lejos de TN! —Bill discute por teléfono en el balcón. Lo miro desde la sala hasta que se da cuenta de que estoy aquí cuando cuelga la llamada. —¿Cuánto tiempo llevas ahí?
—¿Era la detective?
Él asiente y cierra la puerta de cristal detrás de él, para que no entre el frío. Frota mis hombros para darme calor.
—¿Ya hiciste tus maletas?
—Sí, y terminé de empacar lo que dejaste en la cama también.
—Gracias, pequeña —me agradece con un beso en la mejilla.
—¿Qué te dijo?
—Nada, olvídalo —se niega a decirme—. Nos espera un largo vuelo mañana y tienes que descansar.
—No va a salir de la cárcel, ¿verdad?
—Claro que no. Ven —me abraza y besa mi frente—. A dormir ya.
—Son las 9 de la noche, Bill.
—Pero luego no te quieres levantar —bromea rozando su nariz con la mía.
Al acostarnos, no puedo dormir bien, me aterra pensar que tendré que ver a Wilkes de nuevo, me aterra que salga, me aterran tantas cosas. Me acurruco con Bill para que me abrace, pero está tan dormido que no quiero despertarlo; mis pesadillas y lágrimas le han quitado momentos de sueño varias noches. Me hago ovillo a su lado para que me comparta de su calor. Pronto siento cómo me rodea con su brazo y besa mi cabeza. Su respiración me da la paz que necesitaba para quedarme dormida.
Nuestra alarma nos despierta a las ocho de la mañana. Es hermoso abrir los ojos con las caricias de Bill.
—Buenos días, bonita.
—Hola.
—¿Lista para el viaje?
—Sí —acaricio su mejilla.
—Te prometo que será el mejor viaje que hayas hecho en tu vida.
Como tenía que asegurarme de no dejar nada que se echara a perder en nuestra ausencia, desayunamos sólo cereal con la leche que quedaba y el último par de manzanas que teníamos en la cesta, para después comer algo más sustancioso en el aeropuerto. Un par de horas después, ya que estamos preparados, Michael llega por nosotros, listo para llevarse a Oreo con él a su casa.
—Prométeme que lo vas a cuidar mucho —le pido a Voorhees mientras abrazo a mi gato.
—No tienen de qué preocuparse. Lo cuidaré como si fuera mi hijo peludo.
—Nada de hot cakes —le dice Bill en tono serio, pero después sonríe. Le acaricia la cabeza a Orfeo y le jala una oreja con suavidad.
Nos despedimos de ellos antes de entrar al aeropuerto. Michael nos desea suerte y Oreo maúlla como si ya nos estuviera extrañando.
—Por eso no tendría hijos —le digo a Bill mientras avanzamos tomados de la mano, jalando nuestras maletas.
—¿Por qué?
—Si me duele tanto dejar a Oreo...
—Preciosa —dice enternecido, abrazándome por los hombros. Me sostengo de su cintura para seguir caminando a su lado hasta que llegamos a un restaurante, donde vemos a Guillermo y a Ann, que ya están esperándonos.
Durante el almuerzo, ponemos al tanto a nuestros productores sobre todo lo que hemos vivido; aunque Bill se ha encargado de contarles cosas en sus reuniones, es la primera vez que me ven a mí desde el incidente con Wilkes. Guillermo me había mandado chocolates y unos libros con Skarsgård, como regalo para hacerme sentir mejor, pues sus constantes salidas de la ciudad lo habían mantenido muy ocupado como para verme.
—Me alegra ver que estás bien —me dice Ann con alegría; pero Memo sabe, por la forma en que me mira, que no estoy bien todavía. Yo busco la mirada de Bill como lo hago cada que necesito su compañía y apoyo; él me guiña con una sonrisa.
—Jane va a llegar allá, ¿verdad? —pregunto, aunque ya sé la respuesta; sólo quiero cambiar el tema.
—Sí, es un viaje corto desde Londres —me responde Guillermo.
Cuando llega la hora de partir, nos dirigimos a la sala de abordaje. Nos espera un vuelo largo.
—Espero que no te aburras de mí muy rápido —bromea Bill con una sonrisa. Me ha dejado el asiento de la ventanilla para que vea el azul del cielo y del océano.
—Te amo, Billy.
Paso gran parte del vuelo con mi libro; otra parte, escribiendo mi novela; otra más, viendo una película con Bill; y la mejor, platicando con él, besándolo y durmiendo recargada en su hombro.
Siento sus caricias en mi mano cuando las luces se apagan; la primera clase que consiguió nos da más comodidad.
—Amor...
—¿Eh? —respondo adormilada. Bill me acomoda para que me recueste sobre él y me vuelvo a quedar dormida así, después de sentir cómo me cubre con su abrigo.
...
—¡Es tan bonito! ¡Qué emoción! —no quepo de alegría al ver el paisaje cuando estamos llegando a Barcelona, pero cuando me giro para ver a Bill, él está viéndome a mí.
Al descender del avión, nos encontramos de nuevo con Guillermo y Ann, que venían algunos asientos delante de nosotros. El personal del festival nos lleva a Sitges en una camioneta, directo al hotel, pero las vistas por la costa le dan magia al recorrido.
Todos nos hospedamos en el mismo lugar, en el mismo piso, pero Bill y yo compartimos una suite que él mismo reservó. Cuando él abre la puerta, abro la boca por el asombro. La habitación parece un departamento: tiene una sala, una pequeña cocina con comedor y la recámara da a un balcón precioso con vista al mar.
—Y no has visto el jacuzzi —me guiña el ojo.
Me siento en un sillón cercano a la cama, intentando recuperarme de la emoción; pero entonces, Bill menciona algo que no entiendo del todo.
—No tenemos por qué usar eso si no quieres.
—¿Qué?
Señala el asiento sobre el que estoy y me levanto para verlo... el sillón del amor.
—Bill...
—Ya sé, hice la reservación antes de... todo. Voy a decirles que lo quiten.
—Bill —lo tomo de la mano y lo abrazo—, déjalo. No importa.
Ni yo misma estoy segura de si mi consentimiento es sólo para que el sillón del sexo se quede o para usarlo con él. Todo esto ha sido muy confuso para mí; aunque debo admitir que extraño mucho mi intimidad con Bill.
El dolor de cabeza que traía se hace más fuerte, y sobo mi frente para intentar controlarlo. Bill se da cuenta y me dirige a la cama para que me siente en la orilla; se agacha para estar frente a mí: sus enormes ojos verdes me ven preocupados; acaricia mi mejilla.
—Acuéstate, debe ser el cansancio por el largo viaje.
—Seguro es eso. Tengo muchas náuseas desde que bajamos del avión.
—Voy a pedir tabletas para el mareo y para tu dolor —dice levantando el teléfono de la habitación, mientras me recuesto.
—¿Bill?
—¿Qué pasa?
Le señalo el techo, sobre el cual hay un espejo que refleja la cama. Bill se sonroja al verme a mí.
—Eso no es necesariamente sexual —se disculpa.
—Frida Kahlo tenía uno sobre su cama después de su accidente. Dibujó mucho para sobrevivir.
Él me observa y sonríe cuando volteo a verlo, también risueña. Cierro los ojos para que no me moleste la luz; escucho la llamada de Bill... pero después me pierdo. Cuando vuelvo a abrir los ojos, las cortinas están cerradas, al igual que las traslúcidas que cuelgan del dosel que rodea la cama, y apenas hay algo de luz en el cuarto; Bill está dormido a mi lado... mi cabeza ya no duele tanto. Me incorporo y encuentro las píldoras en el buró junto a un vaso de agua; después de tomarlas, me acuesto otra vez, con los ojos abiertos.
—¿Cómo estás, princesa?
—Bill..., mejor. Gracias por las píldoras.
Cuando me abraza, me acurruco tan bien entre sus brazos que me vuelvo a dormir.
...
El día siguiente es de preparativos. Acompaño a Bill, Guillermo y Ann a arreglar detalles de la premiere. Me siento orgullosa de ellos, se ven muy importantes en sus pláticas con los organizadores del festival de cine. Sonrío cuando Bill me mira a lo lejos y me saluda. La ventaja de venir con ellos es la comida gratis.
—Perdona la espera, amor. Te llevo a comer.
—Ya me dieron de comer.
—Te dieron puros bocadillos, TN. Eso no cuenta como comida.
—Igual estaban ricos. Me dieron unos panecitos y dijeron que lo de adentro era calamar.
—A mí me dieron agua nada más —me dice con un puchero.
—Es que les caíste mal —bromeo.
Pasamos las pocas horas libres que tiene, recorriendo el lugar. Sitges es más bonito de lo que creí, deberían darle más crédito.
—No, ya les había dicho que en la noche... Sí, sí les avisé... Por escrito lo hice desde hace más de un mes... Ok. Sí. Voy, voy para allá. Nos vemos.
Bill suena un poco estresado con lo de la premiere, pero intenta mantenerse calmado para no contagiarme sus nervios. Me sonríe en cuanto cuelga y besa mi frente.
—Tenemos que regresar al hotel. Voy a ver a Guillermo y Ann. ¿Te dejo en la habitación o quieres ir con nosotros?
—Habitación.
—No te culpo.
—Voy a pedir un sándwich y chocolate caliente, leeré un poco y me dormiré.
—Suena al plan perfecto. Espero no tardar. Me llamas por cualquier cosa, ¿okay?
—Te lo prometo, amor.
Pasada la medianoche, escucho cómo abre la puerta de nuestra suite y suspira. Me doy la vuelta para ver entre las sombras cómo se quita la ropa para ponerse la pijama, y arrastra un poco los pies al entrar al baño. Cuando se mete a la cama, se da cuenta de que estoy despierta.
—Perdón. No quise despertarte, princesa.
—No te preocupes. ¿Todo bien?
—Sí... Ya lo arreglé —el cansancio en su voz me inquieta. Él se esfuerza en no alarmarme, pero lo escucho muy estresado. Acaricio su mejilla para consolarlo un poco. Él me mira profundamente, con una sonrisa, toma mi mano para besarla. Suspira y cierra los ojos.
—Te amo —le susurro.
—Y yo a ti, preciosa.
Le beso la mejilla y él se estremece, suelta un jadeo antes de volver a abrir los ojos para verme. Muerde su labio inferior... su mirada me dice cuánto desea besarme. Pero entonces pasa sus manos por su rostro y su cabello.
—Buenas noches, TN.
—¿Me abrazas?
—Claro, amor.
...
Unos ruidos me despiertan en la madrugada. Bill ya no está en la cama y me incorporo asustada... hasta que lo escucho. Lo está haciendo otra vez. Supongo que el estrés del trabajo tenía que salir de alguna forma. Me levanto para ir directo al baño, pero no entro; me quedo afuera, escuchando sus gemidos y jadeos, muerdo mi labio cuando dice mi nombre, pero aún no creo estar lista... aunque lo extraño tanto. Extraño lo que él me hace sentir.
—TN, amor... ¡Ah! Sí, sigue... —su voz entrecortada me hace humedecer...
Abro la puerta del baño y lo veo sentado en la tapa del inodoro con su miembro en la mano. Se levanta en cuanto me ve y se sube la ropa interior.
—TN, ¿por qué entras así?
—Te extraño.
—Ya voy, es que... estaba teniendo un sueño y no quería molestarte. Ya regreso a la cama.
—No, digo que te extraño.
Él me mira sin entender. Me acerco a él y acaricio su torso desnudo, meto mi mano bajo sus bóxers y toco su miembro erecto, lo rodeo con mi palma y comienzo a frotarlo. Me concentro en su rostro y su voz para fijar mis pensamientos en Bill, sólo él y yo, nadie más. Él me abraza, se inclina para besar mis labios mientras sigo estimulándolo; me encamina de vuelta a la cama sin separar sus labios de los míos. Me carga para acostarme y se acomoda sobre mí.
—Te deseo tanto, no tienes idea —susurra con su voz ronca, está tan excitado que comienzo a sentirme abrumada cuando estruja mis caderas y se sube sobre mí, dándose paso entre mis piernas con brusquedad, tomando mis muslos y separándolos con fuerza.
—Bill... —murmuro insegura.
—Te amo —besa mi cuello con desesperación y el miedo me recorre al instante.
—Ya no quiero. No, por favor ¡no! ¡Déjame! —recuerdo todo y le grito hasta darle una bofetada que lo hace quitarse y verme confundido. Soba su mejilla, mirándome de una forma en que no lo había hecho nunca, como si estuviera loca: me rompe el corazón.
Se levanta de la cama y se aleja de mí para ponerse algo de ropa.
—Bill...
Él no me responde y sale de la habitación sin mirar atrás... La visión se me nubla de tristeza, no debí buscarlo y luego tratarlo así, pero es que... el cúmulo de emociones me inunda. Abrazo la almohada, hundo mi cara en ella como queriendo morirme. La cara de Wilkes aparece y el recuerdo de la sensación de su asqueroso cuerpo en mi pierna me hace correr al baño para vomitar.
Me levanto para lavarme y camino temblando hasta la cama, donde me recuesto de nuevo, con una horrible presión en el pecho que me ahoga; intento mitigarla como me ha dicho mi terapeuta, respiro profundamente...
Debo haberme quedado dormida un rato; estiro el brazo para alcanzar mi teléfono: las 5:30 de la mañana, y ni una señal de Bill.
Me incorporo de nuevo, paso las manos por mi cabello y avanzo con dudas hacia la puerta del cuarto para ver si él está cerca... pero no hay nadie. El pasillo está apenas iluminado por las luces del hotel, pues por las ventanas todavía no entra la luz natural. De repente escucho voces...
—¿Quieres entrar?... Anda. Sólo un rato. La pasamos bien, ¿no?
—Fue bueno platicar... Pero yo creo que no... —La voz me congela.
Bill aparece por el pasillo junto a una mujer de vestido ajustado y escote pronunciado. Lo veo sonreír mientras ella lo toma de la mano para atraerlo a una de las puertas. El pecho se me hunde cuando veo que la tipa apoyada contra la puerta, pasa sus manos por el torso de Bill hasta tocar su entrepierna.
—No puedo.
—Pero sí quieres, ¿verdad?, sólo es esta noche —le propone la mujer, acariciando su miembro; Bill no responde, ¿acaso realmente lo está considerando? Las lágrimas se me juntan en los ojos y quiero abofetearlo otra vez.
Regreso al cuarto y azoto la puerta detrás de mí, tengo que largarme de aquí. Enciendo las luces para guardar lo poco que saqué de mis maletas; pero cuando estoy sujetando mi cabello, la puerta se abre y Bill entra apresurado.
—No era lo que parecía.
Ni siquiera lo veo. Sus malditos ojos verdes no me van a convencer otra vez.
—TN, mírame —me sostiene por los hombros y me obliga a verlo.
—Suéltame.
—Mírame.
—¡Suéltame, Skarsgård! No quiero verte.
—¿A dónde piensas ir?
—Con Guillermo. No me voy a perder la premiere por el imbécil de mi ex novio.
—¿De qué estás hablando?
—Se acabó.
—TN, no. Te estoy diciendo que no pasó nada, ¡ni iba a pasar!
—Estoy aquí vomitando en medio de un ataque de ansiedad porque un maldito me asfixió mientras intentaba... —mi voz se corta sin poder pronunciarlo siquiera—, y tú te largas a buscar mujeres porque no quise sexo. Vete a la mierda... No te quiero volver a ver en mi vida.
—¿Te sientes mal?, déjame conseguir un doctor.
—Déjame en paz. ¿Estás sordo? —Me pongo el suéter y arrastro mi maleta hacia la puerta, pero Bill se para frente a ella.
—TN. ¡Escúchame! Tranquila.
—Se acabó. Quítate de mi camino.
—TN, te amo. Te amo con todo mi ser. ¡Jamás te haría algo así! Me fui porque necesitaba aire y tiempo; porque te traté como si nada te hubiera pasado, fui brusco y torpe. Necesitaba salir a respirar. No salí a buscar mujeres.
—¿Y por qué no quitaste sus asquerosas manos de encima tuyo?, ¿crees que soy tu idiota?, ¿por qué... por qué me haces esto, Bill? Te di todo de mí. Expuse mi vida para que nada te pasara... —la voz se me quiebra y rompo en lágrimas. Siento tanto dolor que me derrumbo en el piso. Él se agacha para consolarme, pero forcejeo con él hasta que me suelta.
Me levanto como puedo y salgo de la habitación en camino a la de Guillermo. Bill se detiene en el pasillo cuando Memo abre la puerta y me ve destrozada. El director es el único al que Skarsgård le tiene tanto temor y respeto, que no se atreve a enfrentarlo.
...
—Pasado mañana van a venir a ayudarte con tu vestido y maquillaje, ¿sí? —Guillermo me da el aviso a mediodía.
—No creo que puedan ayudarme con esta cara.
—Son profesionales. Me harían ver guapo incluso a mí; unas ojeras no son problema para ellos.
—¿Y un corazón roto?
—TN.
—No quiero verlo.
—Y yo quiero subirlo a un avión lejos de aquí, pero es el protagonista.
—¿Y Kelly y Matt?
—¿Insinúas que lo corra y nos quedemos sólo con ellos? ¿Eso te haría sentir mejor?
Yo no respondo, porque no. Probablemente eso me haría sentir peor. Bill ha trabajado muy duro por esto, ¡quién soy yo para quitárselo! Aprieto los labios, luchando por contenerme. Guillermo da un suspiro, sin saber exactamente qué me haría sentir mejor; así que continúa hablando para distraerme.
—Te decía, Kelly y Matt llegaron en la mañana... también Jane... y George.
—¿George está aquí?
—Sí. Va a dar una presentación después de la proyección.
Siento cómo sale otra lágrima de nuevo y me la seco de inmediato. Estoy tan cansada de haber llorado toda la mañana.
—Lo amo.
—Ven —Guillermo me abraza cuando me ve derrumbarme otra vez. Me duele tanto haber terminado con Bill.
Intento tranquilizarme toda la tarde, sentada en el balcón, con los audífonos puestos. Guillermo tuvo que salir para seguir preparando todo con Ann: «no vamos a llevar a Bill, si lo veo, lo mato, y no quiero un escándalo antes de la presentación», me dijo antes de irse.
El estúpido mareo vuelve a aparecer. Tantas emociones fuertes me han de haber hecho esto. Camino hacia el baño de nuevo con mis náuseas, pero alguien toca a la puerta, giro la perilla para abrir... entonces siento cómo no puedo aguantar más y corro al baño para vomitar. De pronto, alguien sostiene mi cabello y frota mi espalda.
—Aquí estoy, amor. Ya pasó.
—Bill...
—Ven, te ayudo —él toma mi mano para levantarme y me lavo la cara y los dientes con él ahí, en silencio.
—¿Qué haces aquí?
—Te amo, TN. No me voy a rendir nada más. Me equivoqué, pero jamás te engañaría. Nunca.
—Bill, vete.
—¿Qué quieres que haga para que me perdones?
—Eso no va a pasar.
—¿Y qué hago con nuestro viaje a Mura?, ¿lo que planeamos en Suecia y en tu país? Dijiste que sí te vas a casar conmigo. ¿La casa que estoy pensando comprar?
—¿Qué casa?
—Una con un jardín grande para que siembres lo que quieras y Oreo salga a tomar el sol. Para cuando tengamos hi...
—No.
—TN.
—Olvídalo.
—Por favor, mi amor, eres lo más importante en mi vida.
—¿Y por qué estabas con esa mujer?
—Estaba en el bar del hotel, tomé...
—Siempre se te pasan las copas y crees que todas son yo. Eres un imbécil, ¡lárgate de aquí!
—¡TN, déjame explicarte! Dime qué quieres que haga y lo hago. Hago todo por ti —en su mirada y su voz noto su desesperación por que lo perdone. Percibo todo el dolor que está sintiendo como yo; sus ojos comienzan a enrojecerse y cristalizarse, hasta que derrama algunas lágrimas. El corazón se me oprime y siento las profundas ganas de abrazarlo y decirle que lo amo. Suspiro, paso mis manos por mi cara.
—No lo sé, estoy muy enojada y triste y no sé cómo perdonarte... Me siento muy mal, Bill —le digo cuando todo comienza a darme vueltas. Salgo hacia el cuarto para apoyarme en la orilla de la cama y sentarme. Él se acomoda a mi lado: me mira preocupado.
—No me perdones ahora, si no quieres, pero déjame llevarte a enfermería.
—No, sólo necesito recostarme... —gateo hasta las almohadas y me acomodo entre ellas para cerrar los ojos. Bill se sienta junto a mí... sigo muy molesta con él, pero su compañía sigue dándome paz. Lo amo tanto.
...
—¿Qué haces aquí?
—La estaba cuidando, se ha estado sintiendo mal por semanas. Me preocupa.
—Ah, sí se notó lo preocupado que estás... Ajá.
Escucho voces entre sueños, me inquieto al sentir que algo malo pasa y extiendo mi brazo para buscar a Bill del otro lado de la cama, como siempre lo hago cuando las pesadillas me despiertan.
—Bill...
—Aquí estoy, preciosa —toma mi mano—. ¿Cómo te sientes?
—Estoy muy cansada. ¿Qué huele tan mal?
—Espero no ser yo.
—Fumaste.
—Sólo uno.
—Ah, vete... —le pido adormilada porque no puedo soportar el aroma de su tabaco.
—Voy a nuestra habitación a cambiarme la camisa. ¿Vienes?
Abro los ojos y recuerdo todo. Veo a Guillermo cerca de la puerta, molesto, y a Bill, observándome esperanzado.
—Arréglense solos... Pero te estoy vigilando —el director le advierte a Bill antes de salir de la habitación.
—¿Vi... vienes conmigo? —repite Bill, apenado.
—No, vete. Voy a pedir otra habitación.
—TN.
—Vete. No quiero estar contigo. Lárgate a que te manoseen. Me da igual.
—Si te diera igual, ya me habrías perdonado.
—Ya te perdoné, pero igual ya no somos nada.
—¿Estás segura?... ¡Perfecto entonces!
—¡Pues vete!
Bill camina molesto hacia la puerta y aviento una almohada que ni siquiera lo golpea, sólo cae a un lado de él, rozando su pierna. Él se gira y camina hacia mí otra vez. Acerca su rostro al mío, desafiante, serio, pero su mirada se va transformando ante mí. Sus ojos se convierten en los del cachorro que siempre es conmigo: tierno, dulce, amoroso. Muerde su labio inferior y acaricia mi mejilla.
—Te amo, TN. No sé qué voy a hacer sin ti.
Su voz suplicante y el tacto de su piel me debilitan. Yo tampoco sé que haría sin él, después de todo lo que hemos pasado.
—Te amo, Bill, con todo mi corazón. Y lo pisoteaste anoche.
—No, amor. No quise hacerlo. No pasó nada, te lo juro. No iba a aceptar su propuesta. ¿Cómo me acostaría con alguien cuando te tengo a ti?
—Pero yo no puedo darte lo que quieres ahora.
—Sí puedes. Porque lo que yo quiero es tu compañía, tu amor, que me dejes amarte para compartir nuestros sueños y miedos. El sexo contigo es lo mejor que he experimentado, pero no lo es todo en nuestra relación, y yo te voy a esperar todo el tiempo que necesites. Quiero que te sientas segura a mi lado. Por eso estoy tan molesto conmigo mismo, porque te hice sentir abrumada anoche. Lo siento, amor. Sólo te quiero a ti.
Miro sus ojos mientras me dice todo esto; sus ojos dulces y honestos reavivan mi confianza en sus palabras.
—Bill... ¿Estás... estás seguro?
—Muy seguro. Esa mujer no me hizo sentir ni cosquillas —sonríe, llevando mi mano hasta sus labios para besar mis nudillos—. Se me acercó en el bar, y me platicó de su esposo, de que siempre está de viaje, de cómo le han dicho que está con otras mujeres, y de cómo a ella no la satisface. Cuando sentí que sus intenciones eran otras más que contarme su vida, le hablé de ti, de lo mucho que te amo y lo maravillosa que eres. Ella dijo: ojalá mi esposo hablara así de mí.
—Mentiroso —sonrío con su historia.
—En serio, princesa. Luego dijo que seguro yo te satisfacía muy bien... pero terminé contándole lo imbécil que fui contigo anoche. No le dije todo lo que habías sufrido, porque eso es nuestro. Pero sí dije lo idiota que soy.
—Seguro pensó que yo era la idiota por no querer que me hagas el amor.
—Dijo: «a veces, una simplemente no tiene ganas».
—Por eso se quiso ofrecer como tributo —bromeo y lo hago sonreír.
—Supongo. Pero te juro que no pretendía aceptar. Te lo juro, amor. Cuando me tocó, me congelé, pero luego reaccioné al escuchar el azote de la puerta. Entonces corrí hacia ti.
Doy un suspiro; aunque me siento más tranquila al escuchar su explicación, muerdo mi dedo, pensativa. Él me acerca su mano con la palma hacia arriba.
—¿Eres mi novia todavía?, ¿me perdonas?
Luego de un breve silencio, acaricio la palma de su mano y me acerco lentamente para besar sus abultados labios rosas que tanto amo. Rodeo su cuello con mis brazos para seguir besándolo, pero él toma todo con calma. Sus labios son tiernos conmigo, no llenos de pasión como anoche. Su paciencia me hace amarlo más. Me separo un poco de él y me da otro pequeño beso.
—Eres el amor de mi vida —susurra en mi boca—. Eres un ángel.
Salimos de la habitación de Guillermo para regresar a la nuestra. Bill carga mi maleta y yo aprovecho la libertad de mis manos para abrazarlo. Cuando vamos por el pasillo, una mujer sale de su cuarto y se nos queda viendo.
—Ah... Bill. Y tú debes ser TN, ¿verdad? Siento mucho lo de anoche...
—No importa —la interrumpo al darme cuenta de quién debe ser, ya no quiero escuchar más del tema.
—Tu novio te ama mucho. Me dijo que eres maravillosa, el amor de su vida... De verdad, discúlpame por acercarme así a él. Me lo han hecho tantas veces y aun así olvidé lo que se siente que otra mujer esté con tu esposo. Lo siento, TN. Y lo siento, Bill.
—Ya no importa. Buena suerte —le sonríe él con amabilidad.
Yo sonrío sin mucho entusiasmo de seguir frente a ella, por lo que asiento y seguimos avanzando por el pasillo hasta la suite. Bill abre la puerta y me deja pasar primero; cuando estamos dentro, noto que el sillón del amor ya no está, las cortinas están abiertas de par en par y todo está muy iluminado.
—¿Cómo te sientes del estómago? Pedí sushi, está en el comedor. Por si tienes hambre... Y tarta de frutas.
Su preocupación me conmueve, y lo vuelvo a abrazar por cómo se ha empeñado en ser el Bill que amo, por complacerme y cuidarme.
Comemos el sushi y el postre en el balcón. Cuando contemplo el mar, Bill me contempla a mí; le devuelvo la mirada y noto esas pupilas dilatadas, que oscurecen y dan más brillo a sus ojos.
—Me gustas mucho, TN.
—Menos mal. Llevamos un año juntos, es bueno saber —bromeo.
—Te amo.
—Y yo a ti, Billy. Anoche...
—Fui un tonto. Debí controlar mis impulsos, no debí irme así ni dejarte sola.
—También tuve culpa. Te fui a provocar... lo siento, pensé que estaba lista.
—No fue tu culpa, amor. Yo te voy a esperar. Lo vamos a superar juntos, princesa... Sigamos disfrutando la vista, ¿okay? —me sugiere con un guiño y su hermosa sonrisa.
...
Pasamos el resto del día en el hotel; como Guillermo está molesto con él, le envía mucho trabajo que organizar vía internet: correos, mensajes y llamadas con los encargados del festival, con gente del staff, y de nuestro propio equipo. Yo intento apoyarlo para que no se estrese, escribo algunas respuestas para algunos medios en mi idioma y en inglés. Él me sonríe al verme frente a su computadora, cuando cuelga una de las tantas llamadas.
—Voy a tener que pagarte —bromea.
—¿Me llevas a la playa?
—Mañana, te lo prometo.
—¿Y me compras un helado?
—Los que quieras —se inclina para besar mi mejilla.
En la noche, cenamos en el restaurante del hotel. Afortunadamente logramos terminar todos los pendientes que Ann y Memo enviaron. Pero cuando Bill está por cortar su filete, su teléfono vibra.
—¿Ahora qué? —se pregunta irritado; al ver la pantalla, me mira con un suspiro antes de contestar—. ¿Qué pasa, Frey?... No... Ajá. Sí, está bien. Mándale las fotos a TN, que ella elija... Gracias. Te debo una.
—¿Qué pasa, Billy?
—Freyja te va a mandar fotos de algunas joyas que puedes usar en la premiere.
—Ah... —ni siquiera había pensado en eso; lo miro confundida.
—Freyja me preguntó al respecto y noté que no trajiste más que el collar que te regalé. Así que le pedí que te consiguiera opciones; elige lo que más te guste.
Le agradezco con una sonrisa. ¡Cómo puede pensar en esos detalles en medio de todo su estrés!
Terminamos nuestra cena gracias a que los dos apagamos los teléfonos por un rato. Regresamos a nuestra suite tomados de la mano, pero cuando lo vuelve a encender, una llamada más que hace que Bill vuelva a encender la computadora.
—Vete a dormir, princesa. Termino esto y voy a la cama.
—¿No necesitas ayuda?
—No te preocupes; sólo tengo que enviarle los horarios definitivos a los demás. No me tardo.
Aunque intenta sonar tranquilo, su mirada se nota muy cansada. Me paro a su lado, lo tomo por las mejillas y lo abrazo luego de darle un beso en la frente. Él rodea mi torso, recarga su cabeza en mi pecho, como escuchando mi corazón; así acaricio su cabello y su cuello.
—Te amo, TN.
...
Verlo dormir con tanta paz me llena el corazón. Me resisto a hacer cualquier movimiento que pueda despertarlo, porque de verdad necesita descansar. Pero ya son casi las 9 de la mañana y él debía verificar con Memo si ya todo está listo antes de medio día. Pongo mis dedos en su mejilla para rozarlo con suavidad; entonces suspira y abre los ojos. Sonríe en cuanto me ve.
—Qué hermosa compañía —susurra. Un rayo de sol se cuela para iluminar su rostro: sus pestañas brillan y el verde de sus ojos resalta. Sus pómulos rosas se ven tan bonitos. ¡Cómo amo a este hombre!
Desayunamos antes de que él se vaya; pero regresa sólo un par de horas después, extasiado porque por fin parece estar todo en orden. Sólo queda esperar a que llegue el día de mañana. Mientras tanto, Memo y Ann asisten al Festival para ver algunas de las presentaciones del día; pero Bill y yo preferimos quedarnos a disfrutar la tranquilidad que tanta falta nos hacía.
Al atardecer, cumple su promesa: salimos a caminar a la playa; corro por la arena y él me persigue hasta cargarme para meterme a las olas con él. Rodeo su torso con mis piernas, sosteniéndome de su espalda. Él me da vueltas y finge que está por tirarme, hasta que ríe y besa mis labios.
Sus brazos desnudos me sujetan por las piernas y la cintura. Los últimos rayos de sol en nuestra piel dan calidez a mis ánimos. Paso mis manos por los fuertes hombros de Bill y le sonrío. Nos sentamos en la arena, donde recargo mi cabeza en su pecho mientras él me rodea con su brazo. Subo mis piernas sobre su muslo para acurrucarme. Él acaricia mis rodillas con su pulgar, suavemente, casi con miedo a romperme o algo. Es tan relajante estar así.
Volvemos al hotel después de que Bill se pone la camisa, y yo me ato las sandalias. Me toma de la mano para levantarme de un salto desde la arena. Recorremos las calles con las manos entrelazadas, balanceando nuestros brazos. En el camino, compramos gelatos, y llegamos a la pequeña terraza de nuestra habitación para disfrutarlos, eso después de enjuagarnos la arena en la ducha: primero yo y luego él.
—¿Está rico?
—Ten, prueba... —le ofrezco al mismo tiempo que él me acerca su cono para que compartamos.
Desde mi camastro, me quedo viendo las luces de la costa, que se empiezan a encender como estrellas; a lo lejos veo unas que parpadean, parecen luces de bengala, tal vez alguien celebra algo. Entonces giro el cuello para enseñarle a Bill, pero noto cómo tiene la mirada fija en mi escote.
—Bill.
—¿Eh?, ¿qué pasó?
—Nada... ¿qué tanto ves?
—Es que... no... bueno. ¿De qué?
—Bill...
—Es que últimamente te ves distinta. ¿Te hiciste algo?
—No, ¿como qué? —Él señala mi busto y hace una seña. —¡Bill!
—Perdón, es que... se ven más... grandes.
Agacho la mirada y me veo los senos. Yo también lo he notado.
—Debe ser porque ya viene mi periodo. Ya sabes que eso me pasa a veces.
—Sí, debe ser.
Lo tomo de la mano y me levanto para sentarme sobre sus piernas a horcajadas. Hace mucho que no estábamos así. Pone sus manos en mi cadera y muerde su labio inferior. Es tan guapo que de sólo ver sus ojos verdes y sus gruesos labios, comienzo a sentir contracciones en el vientre. Desabrocho cada botón de su camisa para quitársela y poder pasar mis palmas sobre su torso, sintiendo sus abdominales.
Él no dice nada, ni hace nada, sólo me observa a la expectativa. Tomo sus manos y las pongo sobre mis senos para que los apriete un poco; me doy cuenta de lo sensibles que están, así que guío la fuerza con que lo hace, apretándolos yo sobre sus manos. Su mirada me recorre, se lame los labios, pero sigue sin moverse, así que me desplazo un poco para sentarme sobre su entrepierna y comienzo a mover la cadera. Un escalofrío me llena hasta que suelto un pequeño gemido.
—Bill... ah...
Siento que empiezo a humedecerme y me muevo para frotarme más contra el cuerpo de Bill, cuya respiración se acelera; sus labios entreabiertos dejan salir pequeños jadeos. Bajo mis manos de sus pectorales a su cadera para bajar sus bermudas, pero me detengo y lo miro a los ojos.
—¿Puedo?
—Si tú quieres, princesa.
—¿Podemos entrar?
—Vamos.
Bill se incorpora para abrazarme. Se levanta del camastro cargándome, sujetándome por la cintura y las piernas. Me lleva al interior de la habitación, hasta la cama. Cuando se sienta a mi lado, se me queda viendo en silencio; debe estar lleno de dudas, seguro intenta adivinar si esta vez no voy a golpearlo o a empezar a gritarle por mis monstruos internos.
—Jag älskar dig så mycket, TN.
—Jag älskar dig så mycket, Billy. Med hela mitt hjärta.
Me acerco a él lentamente para besar sus labios, pero me detengo a un centímetro de su boca, interrumpida por el sonar de su teléfono. Bill ríe junto conmigo, saca su teléfono para apagarlo, pero se detiene para revisar algo con molestia.
—¡Qué fastidiosos!
—¿Quiénes?, ¿qué pasó?
Él niega con el teléfono en sus manos y me asomo para ver qué lo tiene así: fotografías de nosotros en el aeropuerto y en la playa, hace unos minutos. La curiosidad e impresión me hacen quitarle el celular para abrir el link que le mandó Freyja:
—«¿Regresaron o nunca rompieron? La pareja fue vista en Sitges, Cataluña, muy acaramelada, después del supuesto rompimiento insinuado por ella en su cuenta de Instagram. ¿Será que el incidente con el cirujano William Wilkes los unió más que nunca? Luego de que el fanático lector atacara violentamente a la autora, Skarsgård acudió a proteger a su ex novia, ahora novia de nuevo. Qué ganas de tener un príncipe como él, ¿verdad?
«El también productor y la escritora, guionista de El Autor, se encuentran en la localidad española para asistir al festival de cine fantástico, en donde se presentará por primera vez la película que dio origen a su relación sentimental.
«El cantautor George Grant, quien mantuvo un noviazgo con la autora, que inspiró la preciosa joya musical "Mis palabras", ganadora de múltiples premios en Europa y América, también se encuentra en el lugar para el festival. Esperemos que esto no sea una causa de conflicto entre la adorable escritora y el sexy actor sueco, porque vaya que se ven lindos juntos».
Después de que termino de leerle el artículo que contiene esas fotografías, nos quedamos en silencio, nos miramos a los ojos y comenzamos a reír.
—Al menos me llamaron adorable...
—Y lo eres —sonríe acariciándome la mejilla—... Mmh, ¿George está aquí?
—Llegó hoy en la mañana, Memo me lo dijo.
—De seguro te lo dijo para que consideraras volver con él y no con el imbécil de tu novio —sonríe de lado, con tono amargo.
—No digas eso, Skarsgård —le pido, perdiéndome en sus ojos.
—Lo siento.
—Te amo demasiado. A mí no me importan todos los reconocimientos de George Grant. Yo te elijo a ti; te amo a ti.
—Siento no ser el novio que mereces, TN. Mereces a alguien perfecto.
—Tú eres perfecto con tus imperfecciones. Aunque a veces quiera darte un almohadazo.
Él ríe y agacha la cabeza.
—Eres adorable, preciosa.
Vuelvo a acariciarle la mejilla y él inclina el cuello para sentir más mi caricia. Tomo su mano para que toque mi cuello, él pasa sus dedos por él con suavidad y se inclina para dar un beso tierno en mi piel.
Desabrocho los botones delanteros de mi vestido poco a poco, sin dejar de verlo a los ojos, que no se apartan de mí. Muerde sus labios, humedeciéndolos y enrojeciéndolos. Me levanto frente a él para terminar de quitarme el vestido, que resbala por mi cuerpo hasta caer en el piso. Tomo sus manos para ponerlas en mi cadera, él las recorre para acariciar mi cintura. Siempre me excita ver sus manos grandes y fuertes en mi cuerpo, que se ve tan delicado entre ellas.
El pobre se ve tan ansioso de tocarme y hacerme suya, pero se está controlando como cuando éramos sólo amigos. Es tan dulce que las ganas no lo dominen con tal de no asustarme, ni ponerme nerviosa. Su paciencia es tierna.
Me siento a horcajadas en su regazo y el palpitar de mi vulva me hace querer más cercanía con él.
—Un día ganaré un Oscar y te lo voy a dedicar —me dice con seriedad. Le sonrío, orgullosa de él.
—Estoy segura.
Lo abrazo, acaricio su mejilla con mi nariz y mis labios. Paso mis dedos por su cabello.
—Quiero hacerlo, Bill.
—¿Qué, amor? —se quiere asegurar antes de hacer cualquier cosa.
—Hazme el amor —le pido al oído. Él se separa un poco para verme a los ojos, busca en ellos la seguridad de que quiero que lo haga, y la encuentra. Acaricia mi cintura antes de acostarme en la cama.
—¡Qué kinky! —digo divertida al recordar lo que hay en el techo: el espejo de cuerpo entero nos refleja semidesnudos desde arriba.
—¿Qué? —pregunta Bill extrañado. Le señalo el techo doblemente alto y se ríe apenado.
—Había olvidado eso. Si quieres apago la luz.
—No, déjala así. Ven —le pido abriendo mis piernas para que se acomode sobre mí. Antes de hacerlo, me incorporo para ayudarle a quitarse las bermudas y la ropa interior. Siento cómo no deja de fijarse en mi reacción, cuando descubre su miembro. Me pongo un poco nerviosa al verlo, pero entonces me concentro en su rostro dulce y lleno de amor por mí.
—Te amo, bonita. No voy a hacer nada que no quieras.
Le sonrío más relajada y me dejo llevar por sus besos lentos y cariñosos. Luego de quitarse la ropa, me acuesta en la cama, y en el techo puedo ver su espalda musculosa, sus glúteos y sus largas piernas sobre mí. Es tan excitante, que la sola imagen me hace jadear. Nunca lo habíamos hecho frente a un espejo.
Sus labios se pasean por mi cuello y mis clavículas con besos dulces. El espejo me hace concentrarme en que estoy con Bill; me planta en este ahora con él. Me abrazo a su espalda y la aprieto con fuerza cuando siento su pene rozar con mis muslos, pues un recuerdo me llega, pero rápidamente lo veo a los ojos, y desaparece.
—Hola, preciosa.
Me concentro en él, en lo mucho que lo amo y extraño. En el buen hombre que es, y lo tanto que me ha protegido, tanto como yo a él.
Pasa sus manos por debajo de mí para desabrochar mi sostén y le ayudo a quitarlo. Entonces comienza a repartir pequeños besos en mis senos hasta meter mis pezones en su boca. Una corriente me llena de la cabeza a la punta de los pies, mi vientre se contrae, quiero más de él. Paso mis dedos entre sus cabellos; jadeo deseosa de más. Abro las piernas para rodear su cintura.
—TN, te amo —dice presionando sus labios contra mi piel—, te amo —repite rozando mi pezón con sus labios antes de otro beso—, te amo —insiste acariciando mi pecho con la punta de su nariz.
Pongo mis manos en sus hombros; miro al espejo del techo: es irresistible. Él levanta la cabeza para encontrarse con mis ojos y sonríe. Se incorpora sobre sus rodillas para poner sus dedos en el borde de mi ropa interior; me mira pidiendo permiso en silencio: asiento ligeramente y una sonrisa tierna se dibuja en su rostro, como diciéndome que todo está bien.
Baja mi ropa interior despacio, intenta guardar sus ansias y mirarme como si nada pasara, como si no muriera por hacerme suya salvajemente. Me sonríe con dulzura cuando termina de quitarme la ropa. Besa mis rodillas, frota sus mejillas contra mis muslos como si fuera un gatito. Presiona sus labios en mi piel y yo acaricio su cabello.
—Bill...
—Dime, amor —se incorpora para verme, acercando su rostro al mío; besa mis labios con suavidad.
—Ven —le pido para abrazarlo. Lo rodeo con mis brazos y piernas, besando repetidamente sus mejillas y cuello—. Te adoro, Billy.
—Mi princesa. Mi novia bella.
Nuestro ataque de cursilería me protege de todo lo hostil; me hace sentir segura y amada. Él vuelve a besar mi pecho, su boca va dejando delicadas huellas en mi piel... por mis senos, mi vientre, mis caderas... al llegar a mi pelvis, sus labios logran que separe más las piernas para él. Me entrega caricias en las ingles y la vulva hasta que me hace soltar gemidos de placer. Nos observo en el espejo: me excita aún más ver la escena... verlo entre mis muslos, dedicado a hacerme sentir bien, cuidándome de todo lo que he vivido, borrando las manchas que esa noche dejó en mi piel y mi espíritu. Siento su lengua pasar por mis pliegues, siento cómo sus dedos abren el camino para que sus labios me llenen de besos cada vez más intensos. Sus labios rozan con mi clítoris, provocando que me estremezca y quiera más; lo frotan delicadamente hasta que mi útero se contrae de las ganas de que me haga el amor.
—Bill... te extrañé.
—Y yo a ti —susurra con calidez entre mis piernas.
Mete la punta de su dedo en mi entrada para acariciarme y pasa su lengua sobre mi clítoris con firmeza. Las sensaciones hacen que arquee la espalda y sostenga los cabellos de Bill para que no se aleje de mí. Gimo su nombre entre jadeos, cada vez más fuerte por cada vez que lame y rodea con intensidad mi punto entre sus labios. Muevo la cadera queriendo más y más de su boca, de la forma en que me hace sentir. Él acomoda mis piernas sobre sus hombros para poder probar cada parte de mí: siento su lengua recorrerme y sus dientes acariciar algunas zonas con suavidad. La electricidad me llena y mis movimientos son más fuertes. Bill me toma por la cintura y restriega su boca y mejillas conmigo hasta que me hace gritar su nombre.
—¡¡Bill!! Sí, sí. Ahí, ahh... sigue... —le suplico al ver su cabeza moverse entre mis muslos. Miro al techo y nuestro reflejo aunado a todo lo que me está haciendo sentir me empuja al borde del orgasmo, que llega cuando se levanta para besarme y meter sus dedos en mí.
—Preciosa, te amo, te amo tanto —dice en mis labios, entre todos los besos que me da, acariciando mi lengua con la suya. Sus besos saben a mí; sostengo sus mejillas también húmedas por mis fluidos y lo acaricio mientras nuestros besos nos cortan la respiración.
—¡Ah, Bill! —suspiro su nombre cuando él besa mi mandíbula hasta llegar a mi cuello. Lo rodeo con las piernas y mis movimientos buscan el contacto con su miembro—. Házmelo, amor —le pido desesperada, especialmente al vernos en el espejo. Mis labios rojos y mi cabello extendido en la almohada, mi cuerpo cubierto por el de Bill, que no deja su ternura a un lado... Todo me llena de ganas de tenerlo dentro de mí.
—Lo que tú me pidas, preciosa.
Bill acaricia mi cuerpo con su miembro y yo abro los ojos para verlo a él, para que mis pensamientos se focalicen en él. Lucho por que el pasado no nos alcance. Lo miro con atención, me concentro en sus ojos verdes que se fijan en los míos con amor. De entre nuestros labios escapan jadeos cuando por fin lo hace: lo siento entrar en mí con facilidad. Mis músculos se estremecen, mi espalda se arquea y mis dedos aprietan la piel de Bill. Abro la boca para que salgan los gemidos que estuvieron atorados junto a nuestros deseos por semanas.
—Bill... —Él comparte mi placer con un beso que une nuestras voces. Aprieta mi labio inferior entre los suyos mientras mueve su cadera para empujar más dentro de mí.
—Te amo, TN... Ah... —su voz profunda provoca que mi pelvis se contraiga y apriete su miembro en mi interior. La excitación me recorre palpitante desde las piernas hasta la cabeza. Los dedos de mis pies se encogen mientras muevo más mi cadera para seguir el ritmo de Bill. Su rostro rojo se nota más tenso que otras veces, todo el deseo acumulado lo está matando. Giro la mirada: sus manos aprietan la almohada con fuerza, como si quisiera exprimir cada mal sueño que he tenido. Las venas en sus brazos y manos se exaltan mientras sigue empujando en mi cuerpo.
—Bill... ¡Bill! —Pongo mis manos en su pecho y lo recorro ansiosa. Sus hombros, su espalda, el tacto de su cuerpo me excita tanto. —Más, más...
Al escucharme, sube mis piernas sobre sus brazos y vuelve a empujar con fuerza. Su miembro llega con más profundidad, hasta lo más sensible de mí, y entonces mueve la pelvis para restregar su cuerpo con el mío; su piel roza mi clítoris hasta que me hace gritar de nuevo. El corazón se me acelera y la respiración me falta; me sostengo de su brazo, sus movimientos hacen rebotar mis senos a su ritmo y no creo poder aguantar más, el orgasmo contrae todos mis músculos y siento el calor subir por mi vientre.
—Te amo... —suspira sin dejar de empujar contra mí. La cama se mueve cada vez más por la fuerza de su enorme cuerpo. Baja mis piernas justo cuando están adormeciéndoseme por la posición, pero entonces me toma por la cintura y gira conmigo para dejarme arriba. —Ahora tú, amor —me pide que lo monte sin soltar mis caderas, así que lo complazco. Pongo mis palmas en su pecho y continúo moviendo mi cadera sobre él—. Así, preciosa... Sigue —muerde su labio inferior sin dejar de mirarme.
Sube su mano para acariciar mis senos, mi pecho, mi cuello y mi rostro. Se incorpora para abrazarme y besarme. Sus manos rodeándome por la espalda me recuerdan las primeras sensaciones que tuve de contacto con él: los abrazos que me daba, sus enormes manos cubriendo mi cintura y deteniéndose antes de llegar a mis caderas... pero esta vez me toca toda. Recordar la historia que tenemos me impulsa a volver a mover la pelvis con energía. Lleno de besos sus labios, entre gemidos y jadeos.
—¡Bill!, Bill... Ah... Te amo.
Arqueo mi espalda cuando estoy alcanzando el clímax. Me apoyo en sus muslos y él comienza a besar mi pecho y cuello: sus labios me hacen dar un grito de placer. Me muevo un poco más hasta que él tampoco puede seguir y me toma de las caderas para levantarme, separándome de él. Toma mi mano y la pone sobre su miembro para que lo estimule un poco más hasta que eyacula en mis dedos. Nuestras respiraciones aceleradas van tranquilizándose en medio de nuestro abrazo. Entonces pone sus manos en mis mejillas y me besa de la manera más tierna, llenándome de caricias dulces, entre las que me recuesta despacio en la cama para tenerme entre sus brazos.
—Te amo demasiado, preciosa.
—Y yo te amo a ti, Billy.
Me acurruco en su pecho, sin importarme el sudor que nos empapó. Me siento plena y segura con él.
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Ayñ, quiero dedicarle este capítulo a @kassie_skarsg y dollzdrips porque sus comentarios para que siguiera actualizando me hicieron querer hacerlo ✨ Me hicieron sentir que aún había alguien que recordaba a El Autor 🤣
Mi vida ha sido un caos los últimos meses, así que una disculpota por hacerlas esperar. Muchas gracias a todas por leer y votar su humilde historia 💖 Las tequieromucho.
PD Nos acercamos a la recta final 👀
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