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44. Del paraíso al infierno 💗

Subo el ascensor, ansioso por llegar a mi piso. Las puertas se abren y avanzo rápido por el pasillo hasta que saco mis llaves y abro la entrada...

—Hola...

La veo esperándome en el sofá. Camino hasta ella y mi peso recae sobre su cuerpo hasta acostarla; la lleno de besos y caricias, cuidando de no lastimar su mano. Amo lo adorable que se ve con el overall de pantalón corto que trae puesto; su cabello recogido con un listón.

—Bill... —me rodea con sus piernas y me aprieta contra su cuerpo.

—TN, mi amor.

La sangre me recorre por todas partes; siento contracciones en mi vientre y mi entrepierna; aunque sólo ha pasado una semana sin ella y sin nuestros encuentros, me ha vuelto loco su ausencia. Mis manos recorren sus curvas llevadas por las ganas de tocarla.

—Te amo. Te extrañé.

Siento que algo suave acaricia mi frente y abro los ojos; la cabeza de Oreo se interpone entre nosotros para lamerle la frente a TN. Ella ríe por las cosquillas y nos incorporamos, interrumpidos por el gato.

—¿Dónde estabas, corazoncito? —lo carga para abrazarlo.

—Le ha dado por meterse entre tus libros; creo que tus cosas huelen a ti. También te extraña. —TN roza su nariz con la de Orfeo y le acaricia las orejas; es tan linda. —Eres buena actriz.

—¿Por qué?

—Cómo me corriste de tu vida hace un rato... Me diste miedo.

—Billy... Tenía que hacerlo. No sabes lo feo que sentí cuando lo vi llegar; me quería morir. Se hace pasar por el médico bondadoso que quiere ayudar gente, pero no está ahí por eso. Me ha estado vigilando, Bill. Por eso está ahí.

—¿Cuándo se anotó?

—Me dijeron que la semana pasada.

—Por eso pudo seguirnos desde el Centro comunitario hasta el parque ese día... Nos siguió todo el día.

—Y seguro sacó mi número de los documentos del Centro.

—¿No ha visto que ya no tienes tu teléfono contigo, o sí?

—Creo que no.

—No te preocupes, amor. Todo estará bien —intento mantenerla calmada. Ella sonríe.

Acaricio sus piernas sobre mis muslos, y luego me acomodo para recostar mi cabeza sobre ellas; entonces doy suaves besos en su piel. Siento las garras de Orfeo entre mi cabello y giro la mirada para ver cómo TN puso las patas del gato encima de mí.

—¿Qué haces, traviesa? —río con ella, incorporándome.

—¡Fue Oreo!... Gato malo, eso no se hace —bromea; me sonríe tan adorable como sólo ella puede ser.

—¿Hoy sí te vas a sentar en mi cara?

La hago carcajear con mis palabras, hasta hacerla sonrojar. Beso su mejilla y acaricio su piel con mi nariz. Rozo su oído y lo beso con suavidad.

—Bill... —su voz comienza a reflejar cómo la estremezco. Tomo a Orfeo y lo pongo en el piso para que se vaya, pero se vuelve a subir al sofá.

—¿En serio, gato? —me quejo cuando su salto vuelve a interrumpirnos. TN se ríe de mi reacción y no puedo evitar contagiarme: tiene una vibra llena de color que siempre me hace sentir bien.

—A lo mejor tiene hambre, ¿ya comió?

Veo a TN con una sonrisa de culpabilidad: no recordaba que no he alimentado al gato en todo el día. Evito negar, pero ella ya se dio cuenta.

—Ay, Bill.

—Es que salí y... perdón, gato —me disculpo con él como si me entendiera. Me levanto con TN hacia la cocina y le damos de comer a Oreo.

—Yo también tengo hambre. Extraño tu comida, amor —me dice a forma de petición.

—¿Cuál de mis especialidades quieres?

—Alguna de tus pastas.

—Mmh... ¿quieres penne?

TN comienza a reírse y pronto entiendo por qué, entonces la vergüenza de haber hecho una broma sexual involuntaria me provoca carcajearme también.

—Quise decir... o sea... —intento corregir como puedo, entre risas.

—¡Ya sé, Billy!... Aw, te pusiste rojo, amor —me abraza y levanta sus manos para acariciarme.

—¿No es incómoda esta cosa? —pregunto al ver su mano izquierda con la férula.

—Sí, mucho. Pero hay cosas peores. No te preocupes. Mejor aliméntame —sonríe de nuevo. Asiento y comienzo a prepararle su pasta.

Mientras me ayuda en lo que puede, me cuenta cómo ha estado su semana, lo que ha hecho y lo que quiere que hagamos cuando estemos juntos otra vez. Quiere ir de vacaciones al bosque y visitar a nuestras familias el fin de año. Quiere que veamos una serie que le recomendó Jane y que lea un libro que le gustó mucho, de un autor sueco. Quiere que le enseñe a preparar comida escandinava para que pueda preparármela cuando llegue agotado, y que la acompañe mientras toma fotografías en el centro de la ciudad. Quiere verme al despertar y al quedarse dormida a mi lado.

—Te extraño —me dice viéndome a los ojos. Yo me inclino para besar sus labios con cariño.

—Todo esto pasará, amor. Pronto estaremos juntos otra vez. Mientras, pide la pizza.

Yo también le cuento cómo ha estado mi semana, y que ya pude reparar la llave que goteaba en el baño. Que me han estado llamando para audiciones y entrevistas, que me invitaron a algunas sesiones fotográficas de unas revistas, y que estoy afinando el viaje para la premiere. Luego, amo escuchar que a pesar de lo que le pasó, mis esfuerzos por ayudar a su creatividad funcionaron, pues ha logrado retomar su novela, aunque tiene una mano inhabilitada.

—Pero me queda la otra —bromea, intentando ver el lado bueno en todo, con sus bromas—. Lo malo siempre me da ideas... pero también te tengo a ti para no hundirme.

—Siempre voy a estar cuando me necesites... Por ejemplo, ahora ya está lista tu comida. Siéntate —le pido emocionado por volver a comer con ella.

Abro una botella de vino, le sirvo pasta y pronto la pizza llega para completar nuestro plato fuerte. Pasamos un rato agradable, riendo como si nada hubiera pasado.

—Me hice los estudios —me avisa de repente cuando estoy a punto de tragar un bocado, lo que casi hace que me ahogue.

—¿Y qué pasó?

—No encontraron nada, sólo una leve anemia. El médico dijo que eso podría explicar los mareos y la fatiga, pero...

—¿Qué?

—No estaba convencido. Dijo que mis síntomas no eran como para una anemia tan ligera.

—TN.

—Van a tener que hacer más análisis.

El corazón se me detiene y siento que no puedo respirar. Ella debe notar el terror en mi rostro porque me toma de la mano y la acaricia justo antes de continuar.

—Estoy bien, no te preocupes. Sólo quería decirte porque no quiero ocultarte nada —intenta tranquilizarme con una sonrisa.

La abrazo con fuerza y beso su frente. Si algo le pasa... no quiero ni pensarlo.

—Te amo, princesa.

—Lo sé, Billy. Y yo a ti —me asegura con una mirada que se esfuerza por darme la seguridad de que todo está bien. Besa mis labios y se separa para que sigamos comiendo. La miro dar una mordida a su pedazo de pizza y sonrío al ver cómo se embarra de salsa la comisura del labio, que luego limpia al pasar su lengua por ahí.

—¿Te casas conmigo? —digo de repente y ella me mira extrañada.

—¿Qué?

—Bueno... un día, no ahora —río para disimular al ver su reacción, antes de que se sienta presionada.

—¿Quieres casarte conmigo?

—Sí. Quiero muchas cosas contigo.

—Y yo contigo.

—Entonces ¿te vas a casar conmigo?

—Sí.

—¿De verdad?

—Un día. Si aún somos felices juntos. Si nada nos detiene.

Le sonrío satisfecho por su respuesta. Beso sus labios y la rodeo en un fuerte abrazo. De repente pienso en los problemas que tendríamos que resolver, pero nada me importa tanto como estar con ella.

—¿Quieres un té? —le ofrezco cuando terminamos de comer.

—Sí —contesta alegre. Me levanto para prepararnos el té, pero entonces la veo llevar los platos sucios, dispuesta a lavarlos.

—Hey, ¿qué estás haciendo?

—Lavar los...

—Claro que no, déjalos ahí. Yo lo hago después.

—Pero...

—Anda, vamos a tomar el té. ¡Y mira! No me terminé tus galletas favoritas.

La llevo a regañadientes a la sala para sentarnos a tomar el té de frambuesa que tanto le gusta.

—Ya sabes que la férula no debe mojarse, ¿por qué te pones necia? —la regaño.

—Iba a intentar no mojarla.

—TN, ya. Tómate el té y no me hagas enojar.

—¿En serio te enojaste?

La miro serio intentando lucir enojado; pero en cuanto ella me ve con sus ojos tiernos, no puedo más.

—No puede ser, TN. Eres adorable, no puedo enojarme contigo —la abrazo y beso su frente.

—Te amo, Billy.

Encendemos la televisión y vemos algunos videos de internet que nos hacen reír, otros de terror y de pronto... terminamos en el lado extraño de YouTube.

—¿Cómo llegamos aquí? —me pregunta, acurrucada conmigo.

—No sé —digo entrecerrando los ojos, mientras vemos lo que parece ser un video casero de un cuarto vacío.

—Quita eso, ya me dio miedo.

Me salgo de la página y algo se me ocurre al ver sus piernas desnudas sobre las mías; le doy el control para que ella elija lo que quiera mientras acaricio sus muslos.

—¿Qué quieres ver, amor?

—Tu cuerpo desnudo sobre mí —le respondo con un beso en la mandíbula.

—Pervertido —me sonríe de lado. Vuelve a distraerse con el catálogo de películas, pero yo no dejo de verla y continúo acariciando su piel con mi pulgar. Me bajo del sofá y me coloco frente a ella para tomar sus piernas. —¿Qué haces, amor? —suelta una pequeña risa al ver cómo me hinco entre sus muslos y comienzo a besarlos.

Ella se queda en silencio cuando pongo sus piernas sobre mis hombros y reparto besos lo más cerca que puedo de su entrepierna. Mueve la cadera sutilmente al pasar sus dedos por mi cabello.

—Bill —suspira mi nombre, entonces paso mi lengua por su piel y la rozo con los dientes. Subo mis manos para desabrochar su ropa y le quito el overall; lo jalo por su cuerpo cuando ella levanta la cadera. Muerdo mi labio inferior al ver su ropa interior. —Perdón por no venir vestida sexy para la ocasión —bromea. Ni siquiera había notado cuál traía puesta...

—Como sea te la voy a quitar; qué bonitos unicornios traes —sonrío antes de frotar mi cara contra su vulva. Ella se carcajea con mis palabras, entonces tomo la orilla de sus panties y...

—¡Señor Skarsgård! —alguien golpea la puerta y hace que TN dé un salto en su lugar; todo lo que hemos vivido aún la tiene muy nerviosa.

—Hay que fingir que no estamos —le sonrío, guiñándole el ojo.

—¿Señor? Lo busca el dueño.

—Shee-it! Le dije que viniera para que arreglaran lo del termostato. Ya no me acordaba... ¿seguimos luego, preciosa?

—Ajá —responde sin muchas ganas y se levanta para volverse a vestir. Yo le abrocho la ropa cuando veo cómo batalla con la férula de su mano. Luego agarra a Oreo, que está acostado en una silla del comedor, y se lo lleva con ella al balcón.

—¡Hey!, ¿estás molesta? —le pregunto mientras avanza hacia afuera, pero ella sólo niega en silencio. Suspiro y me dirijo a la puerta.

...

—Preciosa. Mi amor. TN —le susurro al oído para despertarla. Se ve tan tierna, dormida en el camastro con Oreo. Las horas se me fueron con el dueño del departamento, tanto que el atardecer cayó mientras TN se quedaba dormida en el balcón.

«Ya está haciendo frío afuera, deberías despertarla», me aconsejó el señor K antes de irse. Este departamento es muy frío en otoño e invierno, y muy cálido en primavera y verano; por lo que el termostato nos urgía.

—Bill.

—Ya métete, hace mucho viento hoy.

—¿Ya arreglaron lo del termostato?

—Sí, ven. Voy a calentarte.

—Tonto —sonríe con mi broma estúpida. La tomo de la mano y se levanta para entrar con Oreo, que da un salto hacia el sofá luego se estirar sus patas; cierro la puerta corrediza detrás de nosotros y TN me sonríe al sentir la tibieza del ambiente.

—¿Qué tal?

—¡Ya sirve!

La abrazo y siento su cuerpo algo frío por el viento, así que froto su espalda mientras beso su frente. Avanzamos a la recámara, donde me desvisto sin quitarle la mirada de encima: se pone su pijama, desata su cabello y se va a lavar. Cuando por fin nos acostamos, seguimos nuestra charla, haciéndonos bromas. Intento no pensar en nada de lo malo que nos persigue, me concentro en ella, en sus lindos ojos, en su cuerpo, en la preciosa persona que es, en todo el amor que nos tenemos. TN levanta su pierna y la pone sobre mi rodilla; entonces aprovecho para acariciársela: la recorro por la parte interna varias veces. Me mira con complicidad y lleva mi mano a su ingle. Siento sus labios en mi mandíbula, la forma en que su respiración roza mi piel...

—¿Vemos porno? —le propongo al oído.

—Lo que quieras —responde con otro beso cerca de mi oído.

—¿Hacemos porno? —río y provoco que haga una cara de sorpresa para después negar.

—Con esa fotografía ya tuvimos suficiente.

Recuerdo al estúpido de Wilkes, todo lo que le ha hecho a TN, y cierro el puño con frustración. Ella rodea mi mano con las suyas y sonríe. Deshace mi puño para poner mi palma sobre su seno.

—Hazme el amor, Skarsgård. Tengo muchas ganas de tenerte dentro... tus dedos, tu... —besa mis labios y me abraza para recorrer su mano por mi cuello.

—El porno... —río y ella me sonríe antes de prender la televisión y darme el control.

—Búscalo tú... —se desliza a la parte baja de la cama y siento cómo empieza a alzar mi camiseta.

Intento mantener la calma, pero sus manos entrando por mi ropa interior me causan escalofríos. Encuentro algo en internet y suelto el control para acariciar el cabello de TN justo cuando besa mi miembro, un impulso me recorre y echo la cabeza para atrás con la boca entreabierta, doy un gemido satisfecho por volver a estar con ella. Los gemidos en la pantalla no me excitan tanto como verla a ella, sentirla mamarme y frotarme; apago la televisión para concentrarme en los ruidos que hace al meterme dentro de su boca, le acaricio el cabello y me hundo en las sensaciones que me da.

—Ven acá —le pido desesperado, tomo su cintura, y la acuesto en el colchón para quitarle la ropa—. Te lo voy a hacer salvaje —le advierto al besar su oído; termino de bajarme la ropa y me acuesto sobre ella para besar su pecho. Sostengo sus brazos contra el colchón para inmovilizarla, pero entonces recuerdo lo frágil que está una de sus manos, así que lo hago con delicadeza.

—Bill...

—¿Qué, amor? —beso su mandíbula. Recorro mis labios, besando cada parte de su cuerpo: su pecho, sus senos, su vientre, su cadera, sus muslos. Cuando llego ahí, ella misma separa sus piernas y me hace sonreír. Mueve su pelvis, deseando más.

Paso la lengua por su piel hasta detenerme en su entrepierna, donde doy un beso suave que se hace más intenso al escuchar sus gemidos. Cuando está lista, meto mi dedo en su cavidad para estimularla.

—¡Bill, Bill! —grita cuando meto un dedo más mientras lamo su clítoris.

—Siéntate en mí —le recuerdo el deseo que le he pedido que me cumpla toda la semana. Veo su rostro algo confundido, así que intensifico el entrar y salir de mis dedos hasta que la hago retorcerse de excitación y decir que sí.

Me acuesto en la cama y la tomo por la cintura para ayudarla a acomodarse. Tener sus muslos a cada lado de mi cara, me agita la respiración.

—¿Seguro? —me pregunta, pero en respuesta levanto mi cabeza para lamer de nuevo sus pliegues; me hago lugar entre ellos con mi boca hasta que mi lengua llega a su entrada. Sostengo su cadera y la froto, escucho sus gemidos combinados con mi nombre: amo oír cuánto le gusta lo que le hago.

Cuando recargo mi cabeza sobre la cama de nuevo, la contemplo, lamiendo mis labios; TN jadea por lo que le acabo de hacer, entonces baja su cadera, buscando más de mí. Su vulva sobre mi boca me vuelve loco, la forma en que mueve su pelvis sobre mi rostro era lo que quería desde que se lo propuse.

Recorro su cintura con mis manos, mientras gime mi nombre; noto cómo se sostiene de la pared y arquea su espalda sin dejar de mover su cadera. Restriego mis labios y mejillas en su cuerpo; bajo mi mano hasta mi miembro para frotarlo, mi erección está ahí, provocada por los gemidos de TN y mis deseos cumplidos. Paso mi lengua por su clítoris cada vez con más intensidad, lo rodeo, lo recorro, lo beso entre mis labios, mientras ella se mueve sobre mi boca.

—¡AHH, BILL!

Mi lengua le da un orgasmo que la hace temblar. La sostengo de la cintura para que se detenga un momento y me dé un respiro. Le sonrío cuando vuelve a ver mi boca, y ríe apenada, enrojecida por la excitación.

Se separa de mí para sentarse en la cama, aún jadeando por los juegos de mi lengua. Se pasa la mano por el cabello desordenado y mis ojos la recorren toda.

—Eres preciosa.

Muerde su labio inferior y me mira como yo debo estarlo haciendo: profundamente, con ganas de más. Me incorporo para acercarme a su rostro, presiono mis labios en los suyos, abrimos nuestras bocas... al poner mi mano en su nuca, la inclino hasta acostarla, me acomodo entre sus piernas en cuanto ella las separa para mí; beso su cuello y la penetro sin más aviso, está tan excitada que me deslizo con suavidad dentro de ella. Empujo con fuerza, mientras la veo retorcerse llena de placer, gimiendo mi nombre.

—Bill... Bill... —me implora a cada empuje que doy.

Sostengo sus piernas sobre mis brazos y mis embestidas se hacen más profundas; siento cómo la presión me llega a la cara y la excitación me hace sudar más de lo normal. Aprieto la mandíbula, los espasmos en el vientre y la palpitación en mi miembro dentro de ella se hacen más intensos cuando froto su vagina al entrar y salir con más fuerza y rapidez. Aprieto las sábanas, me sostengo de la cabecera para empujar más y más, sus movimientos me estimulan tanto que no creo poder seguir aguantando.

—¡¡Bill!! Sigue, sigue, sigue. Así, ¡más, Bill!

Intento contenerme hasta que ella termine, pero ver su expresión y escucharla gemir no ayuda a detener mi orgasmo. Siento la presión en mi entrepierna y salgo justo cuando estoy eyaculando; termino haciéndolo sobre su vulva y las sábanas. Quedo exhausto sobre ella, intentando recobrar el aliento. La veo a los ojos, me sonríe traviesa por lo que acabo de hacer.

—Lo siento —me disculpo por no haber podido contenerme un poco más, y haber terminado sobre su cuerpo.

—Ven aquí —me toma por la nuca para besarme—, no te disculpes... Te necesito.

Paso mi mano sobre su abdomen y su entrepierna para limpiarla, apenado aún; ella pone la suya sobre la mía y la recorre más, dirigiendo mis dedos hasta entrar en su cuerpo. Su mirada es tan atrevida, como pocas veces la he visto. Me ve llena de deseo y ansias, así que comienzo a frotar su clítoris mientras mis dedos acarician su interior. Recorre sus manos por mi cuello y mejillas para besarme: sus gemidos en mis labios están llenos de pasión.

—Te amo —le recuerdo en su boca—, te extrañé. Te necesito junto a mí —le repito mientras mis dedos siguen provocándole placer. TN mueve su cadera, buscando más. Arquea su espalda y sus movimientos logran que mi palma se restriegue con su punto nervioso: hinchado y sensible.

Veo cómo mueve sus piernas y los dedos de sus pies se doblan por el impulso nervioso que la recorre justo cuando está alcanzando el orgasmo.

—Sigue, sigue, más... Bill... —apenas puedo escucharla entre sus jadeos. Continúo frotándola con intensidad, como ella me pide. Dejo que dirija mis caricias cuando se sostiene de mi brazo. —¡¡BILL!! —libera mi nombre en su excitada voz—, ¡más adentro, más!—me pide extasiada, por lo que obedezco y acaricio la profundidad de su interior. La forma en que se mueve hace que mis dedos se restrieguen más en sus paredes. —¡Mete otro! —sus peticiones son tan específicas que siento cómo mi miembro se vuelve a excitar—. ¡¡AHH, SÍ, BILL!! —grita mi nombre al fin en un estallido de gozo, satisfecha por lo que acabamos de hacer... me hace sonreír. Su respiración está muy agitada, su pecho sube y baja con dificultad, pone su mano sobre su frente y hace pequeños ruidos con los que intenta recuperar el aliento después del clímax: es preciosa. Saco mis dedos de ella y la acaricio muy suavemente, consintiéndola. Le sonrío analizando su expresión, sus mejillas rojas, que rozo con mi nariz y mis labios.

—Hola, princesa —la saludo cuando noto que ha vuelto en sí.

—Hola... —me responde con una sonrisa tímida.
—¿Te gustó?

Ella me mira y vuelve a sonreír. Toma mi mano y ve mis dedos llenos de ella.

—Perdón —se disculpa al tomar un pañuelo del buró.

—No digas tonterías, älskling —le impido que me limpie y la pruebo.

—¡Bill, no!

—Shh, a mí me gusta todo de ti. Eres hermosa y deliciosa y te amo demasiado, pequeña.

—Estás loco —me sonríe, pasando las puntas de sus dedos por mis labios. Luego me limpia con el pañuelo que tomó.

—¿Te gustó, bonita? —repito.

—Ya sabes que sí, Skarsgård. Te encanta escucharlo, eres un morboso.

—Sí —acepto riendo—. Llevaba toda la semana sexualmente frustrado —bromeo con ella, aunque hay algo de verdad en mis palabras.

—Yo también... Gracias por los tres orgasmos que acabo de tener —me confiesa tapándose la cara. Es tan linda. Le beso las manos hasta que las quita. —Oye, Bill...

—¿Qué, amor? —pregunto al besar ahora su cuello.

—Sí quiero.

—¿Qué?

—Todo.

Me incorporo un poco para ver su rostro, sin saber a qué se refiere.

—Casarme contigo, tener un futuro contigo, fotografiarnos mientras hacemos el amor, hacer historias para que las hagamos realidad... Todo... Te amo.

La miro a los ojos con una gran sonrisa; beso sus labios, lleno de felicidad. La abrazo y acaricio.

—Eres lo más importante para mí, TN.

Ella rodea mi cuello con sus brazos y se acurruca conmigo. Frota su mejilla en mi pecho desnudo y lo besa varias veces. Sus labios sobre mi piel... nunca me cansaría de eso.

...

—Sólo sigue el guión.

—Ok... pero, ¿y si se da cuenta de que es una trampa?

—Si te apegas al plan...

—Pero yo no soy actriz, ¿qué tal que se da cuenta?

—TN, escúchame —intervengo poniendo mis manos en sus mejillas—, lo practicamos muchas veces.

—Lo sé.

—Amor, si no quieres ir, está bien. Buscaremos otra forma.

—Señor Skarsgård —me interrumpe la detective, sabe que yo no quiero que TN haga esto.

—No la puede obligar.

—Bill —TN llama mi atención—. Puedo hacerlo. Por nosotros. No quiero que te pase nada malo. Quiero que esto termine ya.

Doy un suspiro, resignado por la decisión de mi novia.

—Sólo... no me dejes sola.

—Voy a estar cerca todo el tiempo. Te lo prometo.

—Nadie te va a dejar sola, TN —le asegura la detective Lively—. En cuanto te sientas en peligro, da la señal.

—Ok...

El equipo se prepara para la llamada que TN está por hacer desde su teléfono, ahora que oficialmente ese imbécil y mi princesa han intercambiado números por el voluntariado. La hará luego de haber publicado en su Instagram una fotografía de Oreo, diciendo que es lo único que extraña de casa, como si yo no valiera más en su corazón.

—Tenemos tono —dice la detective justo cuando se escucha que el teléfono está marcando. De pronto, se detiene y TN me mira asustada; tomo su mano y la acaricio.

—¿Hola?

—¡TN! —la voz de Wilkes hace que se me revuelva el estómago de odio—, qué extraño oírte. ¿Qué pasa?

—Am... disculpa que te moleste... yo... quería saber si piensas seguir como voluntario... tenemos un caso delicado, y creo que sería bueno que revisaras a esta persona.

—Claro, lo que tú quieras. ¿Cuál es su problema?

—Tiene migrañas muy fuertes que la hacen desmayarse a veces.

—Suena un poco como a tu caso.

—Eso sólo me pasó una vez.

—Menos mal. Y menos mal que nada te ató a ese hombre...

—¿Qué hombre? —pregunta ella, viéndome a los ojos.

—Bill.

—¿Quién? —vuelve a preguntar con una sonrisa que le correspondo, y que el mismo Wilkes responde con felicidad.

—¿Ya no lo amas?

—¿A quién?

—Parece que estás decidida a sacarlo de tu vida. Perdón por mencionarlo.

—No te preocupes.

—No era el indicado para ti —le asegura, y ruedo los ojos antes de acariciar su mano aún con la férula—, pero alguien te hará sentir como nunca antes.

—¿Tú crees?

—Podría estar frente a ti.

TN me sonríe y beso su dorso.

—Probablemente.

La detective nos llama la atención para que ella continúe con el plan.

—Will...

—¿Sí, TN?

—¿Tienes algo que hacer esta noche?

—¿Quieres que revise al paciente hoy?

—Si no es molestia...

—Para nada. ¿En el Centro comunitario?

—Sí, ¿en una hora y media?

—Ahí te veo.

—¿Will?

—Dime.

—Gracias. Eres muy amable.

TN cuelga la llamada y se seca la mano en su ropa. Tiene la palma llena de sudor por los nervios.

—Estuvo bien. Ahora hay que prepararte —le avisa Lively.

—Ok... —la angustia llena su mirada.

—Mi amor, ¿estás bien?

—Sí... hay que hacer esto. No quiero otra semana sin poder hablarte o verte.

Los últimos días han sido tortuosos. Apenas podemos vernos, y como su propio teléfono está intervenido desde que se lo devolvieron para vigilar la actividad que provenga de Wilkes, ni siquiera hemos podido llamarnos con confianza. El fin de semana estábamos haciendo el amor y hoy estamos intentando atrapar a un psicópata.

—Ponte esto... —un hombre le da unas prendas con los colores que a TN le gusta usar, aunque algo descubiertas para el frío de una noche de otoño.

—¿Aquí?

—Corre, que hay que ponerte el micrófono.

TN titubea al quitarse el suéter, mira a nuestro alrededor, asegurándose de que nadie la vea; pero entonces se detiene en seco, agarrando la ropa que le dieron.

—¿Por qué falda y sin mallitas? ¡Hace frío afuera!

—Porque tienes que aparentar que él te interesa en serio; además, él no sospecharía de micrófonos con esa ropa llamando su atención —le explica el mismo miembro del equipo. Lo dice naturalmente, como si no se diera cuenta de lo que le dice a mi novia, que tanto ha sufrido por esto.

La detective Lively repara en la interacción y enseguida busca otra ropa.

—¿Es muy necesario? —pregunta TN a la detective, pero antes de tener respuesta, continua—: No voy a usar esto. Es una estupidez. Me va a dar frío. Está bien que soy la carnada, pero no por eso me van a tratar como un pedazo de carne. Voy a usar la mía, gracias —dice ella muy molesta al acomodarse su propia ropa. Esa es mi novia.

La detective sonríe y toma el micrófono que mandó a hacer en forma de collar para ponérselo a TN: es una réplica un poco más grande del que ella usa siempre, el que yo le regalé.

—La señorita TN no es una policía infiltrada, Collins —le explica Lively al sujeto que le había dado la ropa a TN, mientras le termina de acomodar el collar—. A ella es a quien tenemos que cuidar, no vulnerarla más, ¿te queda claro?

—Sí, detective.

—Ella decidió ayudarnos, está haciendo TU trabajo. Sé agradecido —concluye la mujer, y Collins sólo asiente apenado—. Toma —le extiende a TN un abrigo blanco y una bufanda, que ella se pone de inmediato. Se gira para verme y levanta los brazos a sus costados, como preguntándome qué me parece; yo le sonrío: se ve preciosa como siempre, pero no me gusta lo que le espera. TN debe notar mis temores, pues se sienta a mi lado y me toma de las manos.

—Todo saldrá bien, Bill.

—Te amo, demasiado, pequeña. Cuídate mucho.

...

Desde la camioneta encubierta de la policía, veo a TN salir del taxi rumbo a la entrada del Centro comunitario. Mis manos están inquietas, lo único que siento son nervios. Ella se queda detrás de la puerta de cristal, en el vestíbulo, mira hacia todos lados.

—TN, tranquila. Se ve muy nerviosa, si no se controla antes de que él llegue, la va a descubrir —musita la detective Lively.

—Más les vale... que nada malo le pase —les advierto. Lively me mira con ese aire firme que siempre nos hace creer que logrará sus objetivos.

—No le va a pasar nada, señor Skarsgård —me responde segura.

—Jefa, ya llegó.

Miramos hacia el edificio y vemos a Wilkes llegar con un ramo de flores: tulipanes y girasoles, los favoritos de TN.

—Estúpido. Ella prefiere flores vivas.

TN se levanta en cuanto lo ve e intenta mantenerse serena. Recibe las flores con una sonrisa y le indica a dónde ir.

—¿Por qué no hay audio ni imagen? —pregunta la detective molesta, señalando los monitores de la camioneta.

—Perdón, se atoró el interruptor...

—¡Pues arréglalo!

Un joven intenta arreglar la situación hasta que por fin vemos en la pantalla el consultorio del Centro. Parece que TN está sentada sobre la mesa de exploración.

—Me imaginé. Aún te sientes mal —adivina Wilkes.

—Sí, a veces.

—Al menos te quitaste unos 90 kilos de encima, que te hacían sufrir.

—Deja de hablar de Bill.

—Lo siento. Déjame verte.

Además de la réplica del collar, el equipo de la detective instaló algunas cámaras discretas en el consultorio del Centro, por lo que podemos ver la cara hambrienta de Wilkes, ansioso de poner sus manos sobre mi novia.

—Qué bonito collar.

—Gracias.

—Te voy a quitar esto —dice al retirarle el abrigo y la bufanda.

—Maldito pervertido de mierda —aprieto los puños, conteniendo las ganas de entrar ahí y matarlo.

Él se pone el estetoscopio en las orejas y el otro extremo en el pecho de TN, extendiendo su palma para tocar su piel. Mi princesa no deja de mover su pie por la ansiedad que la embarga.

—TN, hazlo ya —demanda Lively al aire.

TN mueve su rodilla titubeante y con ella roza la pierna del psicópata. Me paso las manos por la cara y el cabello al ver la expresión de Wilkes, que la mira con una sonrisa. Él vuelve a frotarse con la pierna de mi novia, que se aleja enseguida por el asco.

—Eres hermosa... No tienes que estar tan nerviosa. A mí no me molesta... Entiendo que tal vez sólo quieres un encuentro de una noche.

—¿Qué? No, bueno, es que...

—Yo te ayudo —asegura al poner sus manos en los muslos de TN y separarlos para acomodarse entre ellos.

—¡Maldito infeliz! —me enfurece ver esto.

—Prepárense para salir. Esto no me gusta —ordena la detective, y las puertas de la camioneta se abren aunque TN no ha dado la señal.

Comienzo a escuchar los jadeos de ese idiota cuando intenta acercarse su boca al cuello de TN. Pero ella lo empuja por el pecho.

—Te lo voy a meter por todos lados. Lo vas a gozar.

Aprieto la quijada, toda esta tensión y ganas de matarlo me van a volver loco.

—Oye... espera. Es que... estoy asustada.

—¡Cállate! —le ordena sosteniendo su rostro, apretando sus mejillas. Siento que la está lastimando y no me creo capaz de aguantar sin hacer nada.

—No, oye —quita su mano de ella para que la suelte, pero él sigue empeñado en querer acercarse a su cuello—... Es que he recibido mensajes de un acosador y... Bill creía que eras tú. Estaba tan enojado por eso, sobre todo cuando supo... lo mucho que me gustaba.

Wilkes detiene sus besos para mirarla al rostro.

—¿Te gustaba?

—S-sí... ¿Eras tú?

—No era un acosador, TN. Te amo. Y ya no tienes que imaginar lo que te haría.

—¿Eras tú? —insiste con más fuerza TN.

—Te ves linda mientras duermes. Estabas tan suave así dormida. Tan cálida.

—Entraste a mi casa. ¡Eras tú!

Wilkes la ve en silencio, sin decir nada. Se abalanza sobre TN con la intención de besarla, baja sus manos a su cintura e intenta quitarle el pantalón mientras ella hace todo por resistirse. Me levanto cuando la escucho y veo desesperada.

—¡Vayan, vayan! ¡Todos fuera! —grita Lively; de inmediato, su equipo sale, incluida una paramédico que se apresura detrás de ellos.

—¡Espera! ¡NO! ¡Déjame! —la voz de mi novia me oprime el pecho.

—Te voy a hacer feliz.

—¡No, por favor! —patalea TN— ¡Suéltame!

El equipo de Lively corre hacia el lugar, junto con dos policías que salen de un auto cercano; yo los sigo asustado y furioso, hasta que uno de ellos me detiene y me obliga a quedarme afuera del edificio. Es una tortura el momento en que espero que esto termine. Aprieto mis puños por el estrés que contengo. Necesito ir con ella. ¡Necesito que esté a salvo!

Después de unos minutos, veo a la unidad de Lively salir con Wilkes esposado, gritando.

—¡Te vas a morir, TN! ¡Te juro que te mato!

Camino hasta él con la intención de callarle el hocico. Aunque Lively me detiene, me doy la vuelta para hacerle creer que no haré nada y en su distracción golpeo a la bestia: un puñetazo en la quijada que lo tira al suelo, dejándolo sin siquiera saber de dónde provino.

—¡Bill, vete de aquí!

—Defensa personal —invento una justificación de mi golpe. La detective asiente al llevárselo a su vehículo.

Me giro hacia el edificio y corro al interior, donde TN está acompañada por una de las policías y la paramédico que sostiene una mascarilla sobre su nariz y boca.

—Tranquila, respira. Otra vez. Bien. Lo hiciste muy bien.

—Creo que le reventaste los huevos con ese rodillazo —le sonríe la oficial.

Me paro a un lado, viéndola llorar, el cuerpo le tiembla. Entonces levanta la mirada y me ve.

—¡Bill!

Me acerco a ella para abrazarla. Beso su frente y acaricio su espalda y cabello.

—Mi amor. Ya pasó.

—Me duele —su voz ronca me recuerda malos momentos. Me separo de ella para verla...

—Hay que poner esto, para llevarte al hospital. ¿Está bien? —la paramédico le pide permiso antes de ponerle un collarín a TN, y juntos la ayudamos a bajar de la mesa de exploración. Pongo el abrigo sobre sus hombros y camino junto a ellas hasta que subimos a la ambulancia. La tomo de la mano en todo el trayecto. Ahora está a salvo conmigo.

...

—¡Listo! Ya eres libre... A ver, mueve los dedos —TN mueve cada dedo de su mano izquierda, mientras el ortopedista la revisa con una sonrisa. Sin embargo, aún le cuesta mover el meñique; ella se asusta y ve al doctor, aterrada. —Parece que todo está bien. Eso es normal, estuvo inmovilizado mucho tiempo, vas a tener que hacer algunos ejercicios, y pronto estará como si nada le hubiera pasado.

—¡Muchas gracias! —la tranquilidad vuelve a ella, por fin libre de la férula. Me mira y me sonríe entusiasmada.

Cuando salimos del hospital, me toma de la mano con la que hace mucho no lo hacía y la balancea jugueteando, pero yo aún la sostengo con delicadeza por miedo a lastimarla. Entramos al auto y me dirijo de inmediato al departamento; desde que atraparon a Wilkes hace casi dos semanas, TN y yo hemos vuelto a vivir juntos, sin preocupaciones... más que el collarín que tuvo que usar por unos días después de que el maldito bastardo intentara estrangularla esa noche... esa horrible noche que la ha tenido con más pesadillas que no hemos podido borrar. Incluso ha ido a terapia dos veces a la semana en lugar de una, para trabajar el suceso, lo cual la ha ayudado a no salir tan afectada como podría estarlo. La psicóloga ha hablado conmigo también para que pueda ayudarla a superarlo mejor.

—¿Podemos pedir comida china?

—Lo que tú quieras, preciosa.

Verla sentada en el sofá, cubierta con una manta, leyendo a Jane Austen, y acompañada por Oreo, me hace sentir que empieza a sentirse cómoda de nuevo... aun cuando no me ha dejado tocarla: sólo he podido tomar su mano y besar su mejilla, y a veces, últimamente, ella es quien busca mis abrazos.

Siento su mirada mientras preparo chocolate caliente y levanto la cabeza para verla.

—¿Qué pasa, amor?

—¿Todavía me amas?

La cuestiono con los ojos, sin tener idea de por qué me dice eso.

—Claro que sí, ¿por qué preguntas eso? ¿Que tú ya no me amas?

—Te amo con todo mi corazón, Skarsgård.

—¿Entonces? —pregunto, llevándole su taza favorita llena de chocolate y malvaviscos. Me siento a su lado para escucharla.

—Te oí en el baño.

—¿Qué?

—En la mañana.

—Ah... eso... TN, dije tu nombre mientras lo hacía.

—Lo sé, pero anoche...

—También anoche. Siempre pienso en ti.

—Perdóname.

—TN, me estaba masturbando, ¿por qué me pides perdón? —le sonrío sin entenderla.

—Porque no he podido corresponderte todavía... —se le quiebra la voz y las lágrimas salen.

—Mi amor, no. Tranquila, no te preocupes. Yo no tengo prisa. Tómate todo el tiempo que necesites para sanar.

—Es sólo que todavía puedo recordar sus asquerosas manos encima de mí y...

Tomo su mano y le acaricio sus dedos anular y meñique, el que ese idiota rompió.

—Tranquila, princesa. Dime qué necesitas y lo tendrás.

—Que me abraces.

La abrazo con cariño, queriendo protegerla de todo, aunque siempre he sido yo el que se siente protegido por ella. Quiero pensar que a pesar de todo, será capaz de hacer el viaje para la premiere este fin de semana, sobre todo por el plan que tengo preparado para ella.

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Ay, no, pobre Rayita, lo bueno que tiene mucho apoyo 🤧. Amixes, las tqm, no dejen que nadie las maltrate. Ésta es la señal para quererse bonito y luchar por estar felices y tranquilas.
Gracias por leer, comentar y dejar sus estrellitas 💜

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