38. Montaña rusa 🎢
Ha sido un extraño regreso. Al anochecer, paso por TN, después de que ella estuvo con George y Navarro; mientras que yo pasé toda la tarde en la sala de edición con Guillermo.
Ayudar a Rocío fue una manera única de iniciar nuestro día, después de esa estúpida llamada que me hizo destrozar mi teléfono. Ver a TN con Rocío, ayudándola, intercediendo por ella, limpiándola, peinándola, me hizo confirmar que la quiero en mi vida, la necesito; quiero un futuro con ella. Y si le digo qué pasó, no sé cómo lo vaya a tomar.
TN sale del estudio y se despide de ellos con un abrazo. Ella es así, y yo de idiota aún pensé mal. La veo caminar hasta mí, con paso feliz; entra al auto emocionada de verme.
—¡Hola, amor! —me saluda con un beso en los labios.
—Princesa. —Creo que el nuevo mote es reflejo de lo importante que es para mí, y de lo culpable que me siento por no haberla valorado, por celarla cuando no debo. Enciendo el auto para llevarla a casa. —¿Ya cenaste?
—Sí, ¿y tú?
—También. Sabes que Guillermo no perdona la cena —río con ella—, y esta vez lo acompañé. Tenía que contarle todo lo que hiciste en la mañana.
—¿Y qué dijo?
—Que no le extrañaba. Que eres un ángel.
—Gracias por ayudarme, Billy. Rocío lo apreció mucho.
—Lo sé, lo vi en sus ojos.
Ella me acaricia la nuca e inclino la cabeza para sentir el calor de su mano en mi cara. La extraño tanto.
—Soy muy tonta, te llamé para saber a qué hora ibas a pasar y no recordaba que no tenías teléfono. Vas a tener que comprar otro o repararlo.
—Sí, qué mal...
—¿Puedo saber por qué lo hiciste?, ¿quién te llamó?
—Nadie. No importa, olvídalo, por favor.
—Ok...
Me remuerde la conciencia ocultarle algo, pero es mejor así. Ella no me hace más preguntas, ni siquiera me cuestionó por la fotografía que estuvo en los medios; no la merezco.
Cuando llegamos a casa, voy directo a la cocina para servirle de cenar al gato, mientras ella va a la habitación. Él se me queda viendo y mi culpa me hace pensar que me está juzgando, aunque sólo está esperando su comida. Cuando dejo su plato en el piso, y me lavo las manos, siento los brazos de TN rodearme por la espalda; mete sus manos bajo mi camisa y acaricia mi abdomen.
—Bill...
—¿Qué pasa, princesa?
—No me digas princesa hoy.
—Está bien. —Me giro para quedar de frente a ella y acariciarle los hombros; pero entonces me doy cuenta... la ropa que trae puesta: un blusón con transparencias que me deja ver su escote y la diminuta ropa interior que trae.
Se ve hermosa, y el colgante que le regalé resalta aún más su brillo propio. Me muerdo el labio inferior sin dejar de verla. Mi mente empieza a imaginar todo lo que quiero hacerle.
—Estás preciosa.
—Te extraño... —dice tomándome de las manos.
La abrazo para pasar mis manos por su cuerpo hasta sus piernas, y cargarla. Ella se sostiene de mis hombros y le beso el cuello; echa su cabeza hacia atrás, disfrutando mis besos y algunos ruidos de excitación salen de su garganta.
—Bill...
—Te amo —le digo sin dejar de acariciar su piel con mis labios. La llevo a la habitación y la acuesto en la cama. Cuando levanto la mirada, veo algunas velas encendidas.
—¿Te gusta?
—Frutos rojos... —digo al oler el ambiente—. Me recuerda tu perfume.
Ella desabotona mi camisa sin dejar de verme a los ojos. Acaricia mi piel conforme me va descubriendo el torso, y finalmente me la quita para tocar mis brazos. El contacto de sus manos conmigo me eriza, extrañaba tanto estar así con ella. Mi mente sigue diciéndome a cada momento cómo no la merezco, cómo debería decirle y dejarla irse; pero la amo, si me deja, mi alma se va a secar.
—¿Bill?, ¿estás bien? Te ves un poco distraído —me dice con una sonrisa.
—Sí, estoy bien. Es que... estaba pensando cuánto te extrañé.
—Pero ya estamos juntos... Regresa, amor —ríe. Le sonrío intentando concentrarme.
Beso sus párpados y recorro su rostro, acariciándolo con mi nariz, repartiendo besos aquí y allá, sus mejillas, su frente, su mandíbula, sus labios; nuestro dulce beso se hace más apasionado cuando abrimos nuestras bocas para saborearnos. Siento cómo sus manos recorren mi espalda y sus piernas me rodean para acercar mi cuerpo al de ella. Me desabrocha el cinturón, y entonces me incorporo para quitarme el pantalón y el resto de mi ropa. Ella me mira con una sonrisa, mordiendo su labio, y esa mirada traviesa y tierna que me vuelve loco. Cuando me siento en la orilla de la cama para quitarme los calcetines, ella me abraza por detrás y besa mi espalda.
—Hoy tienes muchas ganas, ¿verdad? —inquiero para saber más, me gusta verla así.
—¿Tú no? —pregunta al recorrer su mano hasta llegar a mi miembro para estimularlo.
—Siempre que te pienso —le contesto. Pongo mi mano sobre la de ella y la muevo sobre mi pene. Siento sus senos presionados contra mi espalda y su respiración en mi piel. Su mano suave en mi glande termina de provocar mi erección. —Ven aquí. —Me giro un poco para tomarla por la cintura y ayudarla a sentarse a horcajadas en mis piernas. —Te amo —le digo a los ojos.
—¿Qué hiciste todo este tiempo, Bill? —me pregunta como si hubiera descubierto lo malo en mí; la miro sin hablar y ella me abraza—. Yo estuve extrañándote. —Su abrazo hace que mi miembro roce con su cuerpo, y ella me aprieta más fuerte.
Movemos nuestras caderas ligeramente, la sostengo por el torso y los glúteos para seguir su movimiento. Ella baja su mano y toma mi pene para acariciar su clítoris con él. Sus gemidos se mezclan con los míos, sobre todo cuando intensifica el frote. Está tan húmeda, que resbalo por su vulva; sería fácil entrar en su cuerpo, pero sé que ella no querría, así que extiendo mi brazo para abrir el cajón del buró y saco un preservativo, que ella me ayuda a abrir y ponerme cuando me acuesto de espaldas. Me le quedo viendo fijamente mientras lo hace, es tan bonita y tan lista y tierna, quiero morirme por...
—¡Listo! —me sonríe.
Acaricio sus muslos y jalo su ropa interior para quitarla con su ayuda. Cuando vuelve a sentarse sobre mí, lo hace cerca de mi miembro y empieza a moverse con lentitud sobre él. Agarro su cintura con fuerza y me dejo llevar por ella. Gimo su nombre.
—Te amo, Billy —me dice al oído con cariño cuando se inclina.
Le acaricio las mejillas y me pierdo en el brillo de su mirada. Mi mano se desliza por su cuello y su hombro.
Toma mi miembro y vuelve a acariciar su cuerpo con él. Me siento tan inerte hoy, no puedo dejar de pensar en que le estoy ocultando algo.
—TN...
—Bill... —murmura con un jadeo.
—Algo pasó...
Ella pone sus dedos en mis labios para que me calle.
—No digas nada. No ahora —su voz suena triste; sus ojos brillan, pero porque las lágrimas están luchando por no salir.
Me incorporo para abrazarla con fuerza y froto su torso para confortarla. Soy un asco de persona. La acuesto en la cama, me acomodo sobre ella, entre sus piernas mientras le beso los labios. Bajo mi mano para acariciar su vulva, palpo con cuidado su clítoris, moviendo mi índice sobre él y a su alrededor con suavidad. Ella no quiere verme, se tapa los ojos con ambas manos; cuando vuelvo a besar sus labios, saben a sal. Debe estar devastada, aunque ni siquiera le he dicho lo que pasó.
—TN... mírame, por favor.
—No.
—TN, por favor, escúchame.
Tomo sus muñecas para que me mire y me encuentro con sus ojos llenos de lágrimas.
—Mi amor —seco sus mejillas con mis manos y beso sus labios. Ella me mira en silencio, sus ojos remueven todo en mí, pero si no le digo, no podremos estar en paz. —Yo... estaba celoso de que estuvieras pasando tanto tiempo con George. —TN rueda los ojos, harta de mis tonterías. —Una chica del staff notó mi cambio de humor y comenzó a coquetearme, «para levantarme el ánimo»... Una noche bebí demasiado, acababa de ver una fotografía tuya con George, y los rumores de que su nueva canción sería para ti... estaba deprimido, extrañándote, y no me habías contestado en todo el día. Ella se me acercó y fue dulce...
—Bill... —solloza mi nombre; sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Siento que yo tampoco puedo contener más el llanto.
—TN, te juro que no pasó nada. Sólo le acaricié la mejilla, porque el alcohol me hizo pensar que estaba contigo, que eras tú. Entonces ella me besó, pero yo me quité de inmediato, cuando salí de mi ensoñación. Te juro que no pasó nada, amor. Jamás te haría algo así. Jamás te engañaría. No pasó nada. Fue sólo un beso que no significó nada para mí. Un beso que quería darte a ti.
—Sí pasó algo, Bill —me recuerda lo que debo controlar—: Tus celos otra vez.
—Lo sé. Me atormentaron a lo imbécil.
—Le diste mi cariño a ella.
—¡No, TN! Este cariño es nuestro, ¡no le di nada a nadie! Pensé en ti, eras tú. En mi mente estabas tú. Yo no quería besarla a ella —le juro desesperado.
—¿Y por qué no confías en mí? Elegí estar contigo, ¿por qué no confías en mí?
—¡Lo hago, confío en ti! Es que... a veces... No sé qué me pasa, recuerdo lo que tuviste con él y no sé cómo tuve la suerte de que estés conmigo...
—¡Sí lo sabes! Porque te amo a ti. ¡Te amo a ti! Pero no sé si pueda seguir aguantando tus desplantes... Aquí estoy de idiota confiando en que ella te besó sin tu consentimiento, en que realmente no querías lastimarme así, porque confío en ti, pero tú...
Acaricio sus mejillas y beso sus pestañas húmedas, sus lágrimas no se detienen. Soy un imbécil. ¡Cómo estoy haciendo sufrir a la persona que más amo!
—Perdóname, amor.
—No entiendo, eres un hombre seguro e inteligente; pero en cuanto se trata de George, tú...
—Lo sé... tal vez es mi consciencia. Me metí en tu relación con él más de lo que debía. Sé que me amas, sé que no me harías daño, pero... qué tal que él disfrutaría alejándote de mí sólo porque sí. ¡Tú lo oíste cuando llegué ayer!... «Quería regresarte el favor que me hiciste el año pasado... dadada» —caricaturizo su voz con una mueca.
—Tienes que olvidar lo que pasó... porque sólo me haces sentir que no confías en mí y duele... Yo jamás permitiría que alguien te dañara, mucho menos yo.
Suspiro pensativo por las palabras de TN. Lo último que quiero es lastimarla.
—Te prometo que no volverá a pasar.
Ella intenta quitarse de debajo de mí, pero no la dejo.
—¿A dónde vas?
—Déjame. Necesito estar sola.
Asiento muy a mi pesar y me quito de encima, la veo vestirse con su pijama y dirigirse a la puerta; pero enseguida me levanto y la detengo por el brazo.
—Yo me salgo. Aquí hace menos frío. —Tomo mi ropa y le beso la frente.
—Bill —me llama desde la puerta y me giro con rapidez, esperando que me diga que me quede—, ¿quién te llamó?
—La chica que me besó. No había parado de llamarme desde que me fui de ahí. Seguía buscándome.
Ella asiente en silencio, decaída.
—Buenas noches, Bill —dice al mismo tiempo en que cierra la puerta en mi cara.
...
—No, así no. Quítate, yo lo hago —Guillermo me regaña a cada rato, debe estar enojado por lo que pasó con TN. Él es un profesional, pero me lo advirtió muchas veces: no le hagas daño.
—¿Tú tampoco me vas a hablar? —le pregunto a Michael en el auto, en medio de su silencio, cuando me lleva de camino a casa.
—¿Necesita algo, señor? —me responde como un empleado, no como el amigo que es para mí.
—¿Crees que no me siento mal ya?
—¿Y cómo crees que se sintió TN todo este tiempo? Ella no hizo nada con el tal George, por si querías saber, ella sólo fue amable como lo es con todos. Estuvo ocupada intentando lidiar con lo que le pasó con ese loco que se metió a la casa. El musiquillo intentó distraerla de su bajo ánimo, como todos nosotros lo intentamos todos los días. Y no te culpo por no haber estado aquí, sé que TN es muy necia y no te habría dejado; pero podías haberle hecho las cosas más fáciles si no hubieras estado pensando sólo en ti.
—Lo sé... —El regaño de Michael me deja sin palabras.
...
—¿Sigues en Canadá?
—Ajá... ¿Cómo va todo? —Landon se fue de vacaciones con su familia hace como tres semanas, después de que nos encontramos en Nueva York cuando fui a filmar. Él está al tanto del allanamiento que perturbó a TN, y se molestó cuando le conté lo del beso con esa chica. Pero aun así ha sido el mayor de mis apoyos estos días.
—Pues... Mal. Estoy durmiendo en otro cuarto, y ella apenas me habla.
—¿Y cómo vas a resolverlo? Porque sí quieres resolverlo, ¿verdad?
—¡Sí quiero! No voy a rendirme con lo más valioso que tengo en mi vida. Sabes que la amo como a nada en el mundo.
—Ya sé que la quieres más que a mí —intenta aliviar el momento con sus bromas—. Por eso pregunto, ¿qué vas a hacer?
—No sé... paciencia, supongo—. No esperaba ningún consejo de él. Sólo... —¿Landon?
—¿Qué necesitas?
—¿Sigues siendo mi amigo aunque haga cosas tontas?
—No tengo opción —ríe—. Bill, te equivocaste. Y aunque hayas hecho enojar a mucha gente, voy a estar para ti después de regañarte. Sólo... dales tiempo, sobre todo a TN, y hazle ver cuánto la amas.
...
TN ha estado distante conmigo estos días. Le preparo la cena, pero nunca la quiere, con el pretexto de que no tiene hambre. La acaricio en la cama, pero nunca tiene ganas. Le cuento de la post-producción y siempre se distrae con algo más. Me lo gané, pero esto es desesperante. La extraño. Si pudiera regresar el tiempo, habría dejado todo aun si ella me lo impidiera, para regresar cuando más me necesitaba. Al menos me ha dejado compartir la habitación con ella otra vez, porque veía que tenía que entrar por ropa constantemente; la primera noche fue cuando toqué para entrar por una camiseta para dormir, ella se hizo a un lado en la cama, haciéndome espacio. Yo titubeé al acomodarme a su lado, pero en cuanto estaba por tocar su mano apoyada en la almohada, se giró, alejándose de mí hacia la orilla.
Una noche, su teléfono suena constantemente por la madrugada: siempre un número desconocido. A ella no le gusta contestar cuando no tiene el número registrado; así que lo hago yo, harto de las llamadas.
—Te ves linda mientras duermes —una voz distorsionada me provoca escalofríos, y de inmediato recuerdo al tipo de la máscara.
—¿Ah, sí? ¡Gracias! ¿Quién es? —pregunto irritado; una respiración se escucha del otro lado, pero no hay respuesta—. ¿Quién es?... —Más silencio. —Mira, imbécil, deja de llamar. Son las 3 de la mañana. Cuando te encuentre, te vas a arrepentir de acosar a mi novia.
Cuelgo enojado y veo la preocupación en el rostro de TN.
—Bloquea el número —me pide, y lo hago—. ¿Qué te dijeron?
—Nada —intento no alterarla más; pero por su mirada entiendo que ella sabe que no dije todo. Se acerca a mí y se acurruca en mi pecho, asustada; entonces la rodeo con mis brazos y beso su frente.
La abrazo toda la noche, la acaricio hasta que volvemos a conciliar el sueño, lo cual es muy difícil después de esas llamadas.
...
Poco a poco ha empezado a perdonarme, a sonreírme más y a aceptar mi comida; ya me presta atención y me dirige la palabra cuando le platico algo. Aún es renuente a mis besos; se aleja cuando nota que me acerco con esa intención. Pero ¿qué esperaba yo?
Una tarde, mientras cenamos, acerco mi dedo a su mano que está posada en la mesa. La rozo con la punta para sentir su piel otra vez. Ella levanta la mirada y se topa con la mía que intenta gritarle cuánto la amo, cuánto siento haberle fallado. TN da una media sonrisa, sus ojos siguen tristes, y comienzan a enrojecerse.
—Te amo, princesa.
En este tiempo, intento que recuerde que sigo siendo el hombre del que se enamoró; y con paciencia, vuelve a bromear conmigo y a platicarme su día; me cuenta que Guillermo llevó a una terapeuta para ella, para que trabaje psicológicamente todo lo que ha tenido que vivir. Cuando él me dijo lo que planeaba hacer, lo sentí como un regaño porque parte de ese dolor fue mi culpa. Recuerdo que me dijo: «Necesita ayuda. Ella ha pasado por tanto y tú terminaste de quebrar su fortaleza». No tuve palabras para responderle. Sólo lo miré avergonzado, y susurré una disculpa.
Supe que mi novia había empezado a ver a la terapeuta, pero ella no me había comentado nada al respecto, sino hasta ahora que me avisa que la psicóloga quiere que yo vaya a un par de sesiones para acompañarla.
—Si tú quieres que vaya, ahí estaré, TN —le contesto convencido de que haré todo para apoyarla—. Estoy contigo, amor.
A veces siento que me pone a prueba cuando empieza a hablar de George y las proezas que hace con su voz, porque cuando me giro para verla con una sonrisa, ella está expectante de mis reacciones. Es una chica lista.
—Sí, así está bien. Gracias —le respondo al vendedor. Después de un buen rato sin teléfono celular, compro uno nuevo.
—¿Con ésta? —TN me enseña una funda de unicornios rosas para mi nuevo teléfono y ríe.
—Está hermosa, pero eso no va a caber en mi bolsillo, amor —le digo entre risas al ver la cabeza de un unicornio que sale por un lado de la funda.
Los dos tuvimos que cambiar nuestros números para evitar esas llamadas raras. Debimos haberlo hecho antes, pero la desidia de los dos y el que nadie nos hubiera molestado antes, nos hicieron aplazar el cambio.
—Spotify —me recuerda qué aplicaciones instalar mientras estoy recargado en su vientre, entre sus piernas, en el sofá.
—Cierto.
Ella juega con mi cabello, y yo estoy tan concentrado que no me doy cuenta de lo que hace hasta que empieza a reírse.
—¿De qué te ríes? —le pregunto, pero no me responde. Noto que comienza a ver mi cabello, aún privada por la risa. Entonces toco mi cabeza y siento la pequeña coleta que me hizo justo encima de la frente. —¡A ver! —Tomo el teléfono y abro la cámara frontal para verme. Comienzo a reír junto con ella por el peinado que me hizo. —¡Parezco un troll!
—¡Te ves muy bonito!
—Necesito una foto de esto —le propongo al sentarme de nuevo entre sus piernas. Levanto mi brazo y nos tomamos una selfie, donde ella está besando mi mejilla.
Los dos reímos de su travesura inmortalizada hasta que no podemos más. Me giro para quedar de frente a ella y beso sus labios, enseguida me doy cuenta de que esta vez no me rechazó.
—Te amo, TN.
Ella desata mis cabellos y pasa sus dedos entre ellos para acomodarlos.
—¿Vas a ir a mi presentación?
—No me la perdería por nada.
Ella me sonríe y acaricia mi mejilla. Sé lo difícil que ha sido perdonar mi falla, y estoy agradecido de no haberla perdido.
—¿Sabes? Cuando no podía dormir en NY, me ponía a escribir... y terminé mi guión, con las correcciones que Guillermo me sugirió antes de irme y con tus observaciones, todo, ya está.
—¡¿En serio?! ¿Puedo leerlo?
—Sí, en cuanto pase lo de tu presentación, te lo enseño.
—¿Qué me enseñas? —inquiere con una sonrisa traviesa y no entiendo.
—Pues el guión —respondo confundido.
—Ay, Bill —sonríe y besa mi frente.
—¡Espera! Ya entendí —río por lo lento que fui—. Te enseño lo que quieras... —le digo al besar sus labios con ternura.
La abrazo por la cintura y recargo mi cabeza en su pecho. Me gusta estar así con ella; es relajante.
...
Entramos al auto en un silencio que contrasta con la lluvia, después de la sesión con la psicóloga. No sé qué decirle a TN luego de todas las cosas que dijimos, de todo lo que escuché. No sabía que todavía se estaba recuperando de todo lo que pasó con el ex productor Joe; o de lo confundida que estaba por volver a hablarle a George después de cómo la trató, de cómo todavía siente que ella era la «malvada» en esa relación, y por eso le cuesta tanto ignorarlo a pesar de ahora ser consciente de la manipulación que sufrió; tampoco sabía lo sola que se había sentido cuando no volví a ella, aunque sabe que ella me pidió no regresar; ese continuo pensar en los demás antes que en sí misma... Tantos recuerdos y sinceridad, me hicieron pensar en mis propios sentimientos y acciones...
Miro lo tierna que se ve al ponerse el cinturón de seguridad y las lágrimas se me salen. Primero intento contenerme, que no me vea, pero luego lloro como un niño que rompió el jarrón más preciado en su casa y no sabe cómo repararlo. Ella me mira desconcertada. Entonces me disculpo con ella por haberla herido y por no haber regresado cuando me necesitaba.
—Si no te hubiera dejado sola, nada de eso habría pasado.
—No fue tu culpa. Nadie sabía que eso pasaría, Bill.
—Habría podido defenderte.
—Bill, deja de culparte —me pide sosteniendo mi cara por las mejillas—. No fue tu culpa. No fue nuestra culpa —me sonríe con dulzura, secando mis lágrimas con sus pulgares.
—Perdóname por empeorarlo, por ser un egoísta, por habértelo complicado más con mis celos.
Ella me mira fijamente, incrédula... Creo que es la primera vez que acepto abiertamente lo egoísta que puedo ser cuando actúo con mis celos. Acaricia mis pómulos para confortarme.
—Gracias —señala compasiva, con un abrazo, como agradeciendo mis palabras, el reconocimiento de mi error.
—Qué buena es tu terapeuta —sonrío apenado, contagiándole mi alivio luego de un silencio—... Te amo, TN.
...
Camino entre una extraña niebla que me recuerda a El Autor, pero aquí no siento los árboles a mi lado, sólo la nada. Escucho la voz de TN a lo lejos, está llamándome, pero no sé de dónde viene, no sé hacia dónde ir.
—¡Bill!
—¡TN! ¡¿Dónde estás?! —grito su nombre, para que sepa que estoy aquí, buscándola.
—¡Bill! —sus gritos se hacen desgarradores, como si alguien la estuviera atacando y me pidiera ayuda.
Corro hacia donde primero se me ocurre, intentando seguir su voz.
—¡No! ¡No! —grita ella y la sangre se me congela.
—¡TN!
De pronto la nada. Un viento me enfría la piel y revuelve mi cabello. La niebla revolotea hacia mi cara y me empuja hasta un borde... caigo en un abismo oscuro que parece no tener fin... veo mis manos llenas de sangre...
—¿Bill? —Escucho su voz mientras pasa su pulgar por mi rostro. Abro los ojos y la vislumbro a mi lado. Respiro profundo, tratando de acomodar otra vez mis pensamientos.
—Hola, mi amor —la saludo con una sonrisa, aliviado después de la pesadilla. Hace mucho que no me despertaba así, con sus caricias.
—Estabas teniendo un mal sueño, ¿verdad?
—Sí... ¿se notó?
Ella besa mi mejilla, y me abraza para acariciar mi cabeza y cuello.
—Mi Bill. Fue sólo un sueño.
Sentir su abrazo y su cariño otra vez me devuelve el alma. Deseo que esto sí no sea un sueño. La sostengo por la espalda y me ruedo para quedar sobre ella, que se ríe de mi sorpresivo movimiento mientras le beso el cuello.
—Te amo —le digo, esperando que me responda. Desde que le confesé lo que pasó, ella no me ha vuelto a decir que me ama. —Amor...
—Lo sé —dice con un suspiro, y yo asiento resignado, pero entonces continúa de repente—... Yo también te amo, Billy, con todo mi corazón —sus palabras cambian mi mueca por una sonrisa; beso su nariz. Miro el brillo de sus ojos, que reflejan la luz blanca que se cuela por el ventanal.
—¿Estás lista para la presentación?
—No —niega con una risita; TN siempre se pone nerviosa con estas cosas, aunque al hablar de lo que ama, se desenvuelve mejor que nadie, al menos mejor que yo en una entrevista.
—¿A qué hora dijiste que es?
—A las 5, pero Leah va a venir a las 2, y Michael llega a la 1. Para que te enteres y ya estés listo.
Veo hacia el jardín y noto el cielo gris, ni siquiera ha terminado de amanecer; la pesadilla me robó horas de sueño.
—Ni siquiera es de día —le sonrío, sin saber qué tanto puede verme.
Siento las puntas de sus dedos acariciar mis labios, los recorre por mis mejillas, mis oídos y mi cabello, hasta pasarlos por mi nuca.
—No es de noche, ni de día. Es esa hora en que todo es posible...
—¿Todo?
—Sí, esa parte entre el sueño y la vigilia...
Su voz dulce con sus palabras me hacen sentir que está contándome una historia. Me acerco a ella entre la vaga luz y las sombras para besar sus labios con lentitud; es un beso que sabe al que nos dimos por primera vez, lleno de amor y dulzura, de un extrañarnos tanto; aspiro su perfume y acaricio su piel con mi nariz. Ella abre las piernas y rodea mi cuerpo con ellas. Su respiración cambia de ritmo entre mis besos, cuando paso mis manos por su torso, y mi lengua por sus labios.
Paso mi mano por detrás de su cintura para apretarla contra mi cuerpo, la levanto ligeramente y beso sus clavículas y hombros; quiero acariciar con ternura cada parte de ella.
—Bill... —la forma en que dice mi nombre me despierta cada poro. Siento cómo extraña nuestros encuentros. Sus pequeños gemidos, casi inaudibles, hacen todo tan sutil como sus caricias en mi pecho.
Nuestros cuerpos rozan sobre las ropas hasta que me incorporo de rodillas para quitársela. Lleno de besos sus muslos y acaricio su piel con mis mejillas, restregándome a ella con cariño. Paso mis dedos por su vulva despacio y la estimulo hasta que sus gemidos son más sonoros. Beso cada parte de ella y me quito la ropa como puedo, sin levantarme de la cama, sin quitarme de entre sus piernas.
—Te amo —le susurro al oído.
Le hago el amor luego de estas semanas tortuosas, llenas de estrés y tonterías; después de verla en peligro, en sufrimiento, y en dolor, incluso por mi culpa. Empujo con suavidad dentro de su delicado cuerpo, besando sus hombros, su frente, sus labios. Cuando beso sus pestañas, las encuentro húmedas de nuevo; paso mis nariz sobre ellas para secarlas.
—¿Por qué lloras, mi amor?
—Te amo —dice al abrazarme por la espalda y apretarme con sus piernas.
Se aferra a mí mientras seguimos moviendo nuestros cuerpos. Ella gime mi nombre y yo el suyo. La abrazo para cargarla cuando me incorporo para cambiar de posición; la dejo sentada sobre mis piernas mientras la rodeo con mis brazos para que me monte. La lleno de besos y froto su cintura; es tan menuda entre mis grandes manos y sé que eso siempre la ha excitado. Ella se separa un poco de mí para verme a los ojos y acaricia mi rostro.
—Te extrañaba tanto —me declara y besa mi boca.
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Una disculpa por la tardanza, he andado enfermita 🤧 Pero acá andamos contando lo que pasó luego del suspenso en el que nos tenía el Bill. La verdad fue un capítulo difícil de revisar, así que espero que les haya gustado; está lleno de amor para ustedes, como siempre. Las tequieromucho 💜💖 No se olviden de dejar su estrellita para que la autora no llore 🤡
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