Ardiente Destino.
Curación pensó que para que Marshall recuperase la memoria, tendría que hacer algo que hacía en su mundo. Apagar Incendios. Rescatar a la gente. No conseguir cristales cargados de energía máxima.
Lo llevó por un camino de piedra, y le mostró el bosque.
Marshall: Es muy bonito.
Curación: Lo sé. Pero se quemará en breve. Éste es tu entrenamiento. Apagar el incendio sin víctimas. No puedes dejar que ningún árbol se reduzca a cenizas. De éstos árboles, viene la vida de las Dríadas y algunas Ninfas. Si se pierde un árbol, se pierde a una de ellas.
Marshall: Pero-
Curación: Sin peros Marshall. Anda a descansar. Mañana será el incendio.
Marshall se marchó cabizbajo, y en lugar de descansar, entrenó en su árbol. El Señor Vida lo observaba sonriente.
Vida: Pronto querido amigo. Recuperarás toda tu memoria, pero debes estar listo para afrontarlo.
Siendo honestos, los encarios pudieron haberle devuelto la memoria a Marshall sin vacilación o problema. No lo hicieron porque... bueno. Eso será en el siguiente capítulo.
Al día siguiente, Marshall ya podía oler el humo del bosque. El incendio ya estaba en Marcha. Entre más se parase, más fuego abría por apagar. Pero como Curación tiene todo controlado, el fuego era una ilusión para Marshall.
Marshall estaba ajeno a todo, agarró su cañón de agua (Uno mejorado y trabajado por encarios) y empezó a apagar el incendio. En medio de la acción, con su rabo agarró su máscara y su tanque de oxígeno, e inmediatamente se internó en el bosque masivo en llamas.
En medio de la humareda, Marshall miró algo peculiar en sí mismo. Pudo distinguir la fuente del fuego... el origen del daño al bosque. Una ardiente chispa se negaba a morir en un árbol, ocasionando el incendio. Pero eso no era lo que le llamó la atención. Una figura de una dálmata de ojos rosados, pelaje que se veía sedoso y algo esponjado, lo miraba fijamente con una expresión glacial. La dálmata se deshizo en un humo azul que inmediatamente entró al cuerpo de Marshall. Éste, alarmado por el humo, empezó a toser para extraerlo de sus pulmones caninos, pero entre más tosía, más se notaba que el humo no hacía daño y que tampoco quería salir de dentro de él.
Traumado y algo horrorizado por el humo azul, se limitó a respirar poco y a apagar el incendio ocasionado. Lo que le pareció horas, Marshall había terminado, y se acercó a Curación.
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