Algunas lenguas dicen que hace mucho tiempo, entre los abundantes bosques verdes y las altas montañas grisáceas, vivía una pequeña tribu. Esta comunidad era conocida por su hermoso canto.

En esta pequeña tribu vivía una niña llamada Dua. Dua era una chica tranquila con cabello gris como la plata y ojos oscuros como la noche. Le gustaba mucho caminar sola por el bosque y contemplar las bellezas de la naturaleza mientras cantaba. Creció con gracia y belleza entre pinos y alerces.

Cuando se convirtió en una adolescente, llegó el momento de poner a prueba su voz y ver si podía ser parte del coro ritual.

Todas las niñas que tomaron la prueba cantaron sus delicadas y finas melodías como pájaros durante la primavera. Se esperaba que ella hiciera lo mismo.

Pero cuando lo intentó, su voz era gruesa y fuerte como un trueno durante las tormentas. A la gente no le gustó y se burlaron de ella. Ahogada en tristeza, terminó huyendo con los ojos llenos de lágrimas.

Luego de correr por el bosque, llegó a un gran lago azul a los pies de la montaña. Ella comenzó a cantar para consolarse. Pero luego se dio cuenta de que no estaba realmente sola. Alguien la estaba escuchando. Era una figura alargada, escamosa y temible. Esta estaba bajo el agua, y se acercaba a la orilla.

Parecía gustarle su canción. Luego, ella volvió a cantar y la criatura se acercó cada vez más. Se enamoró de su voz.

El tiempo pasaba, y ella solía llegar todos los días a las orillas del lago, cantando canciones de cuna para la bestia serpenteante.

Cantaba al amanecer y cantaba al atardecer. El vínculo se hizo cada vez más fuerte. Finalmente, había encontrado un verdadero amigo.

Un día, unos exploradores del reino más cercano visitaron la tribu. Tenían sed de dinero. Hablaron con la asamblea de jefes, diciendo que un monstruo vivía en el lago. Querían cazarlo.

Dua los escuchó y se escapó al amanecer. Tenía que proteger a su amigo.

Los cazadores fueron al lago, así como los jefes de la tribu. Pero el monstruo la estaba esperando a ella. Ellos le arrojaron una red de caza encima, con la intención de atraparlo. La bestia estaba inmovilizada y gritaba pidiendo auxilio.

Dua apareció por detrás de los árboles y cantó su canción. La serpiente trató de liberarse de la red, motivada por su canto. Cantaba cada vez más fuerte, haciendo que el monstruo tuviese más y más fuerza.

Entonces, el lago se despertó. Las aguas azules se volvieron grises, las olas feroces comenzaron a temblar. Su voz hizo rugir las aguas. Las olas arrojaron a los cazadores lejos y liberaron a la gentil bestia. La criatura se llevó a la niña con él y desapareció de su vista. Ella pasó de ser una niña incomprendida a una guardiana del lago.

Se dice que ambos amigos siguen nadando eternamente en el lago, como si fueran una sola alma. Y si alguien se atreve a hacerle daño, esa persona siente la rabia y el poder de su poderoso y atronador rugido.