Capítulo 4: Mi Casa, Tu Casa.
Hoy me tocaba trabajar en casa del señor Gómez, pero —sorprendentemente —no es viernes, ni es de noche. Es miércoles y por la tarde. Al parecer el señor Gómez tenía una entrevista de trabajo y me toca ir a su casa.
Normalmente no me suele molestar mucho cuidar a los niños, pero hoy me da mucha pereza salir de casa. Me estoy terminando de arreglar cuando me suena el móvil por la llegada de un mensaje. El corazón se me acelera cuando me doy cuenta de quién es.
Tu autor favorito: ¿Estás libre?
Cada vez que veo el nombre con el que se guardó Aike me acuerdo de que lo tengo que cambiar, pero luego siempre se me olvida.
¿Se te olvida o no lo quieres cambiar?
Daira: No, tengo que trabajar.
Tu autor favorito: ¿A qué hora acabas?
Daira: No lo sé ¿Por qué?
Tu autor favorito: Para recogerte.
Cuando leo ese último mensaje me quedo bloqueada, sobre todo porque solo nos conocemos desde hace poco más de una semana y nos tratamos como si nos conociéramos de toda la vida.
Daira: Si quieres te puedo avisar cuando acabe.
Tu autor favorito: OK, chao.
Daira: Adiós.
Termino de prepararme y salgo de mi cuarto. Cuando llego al salón me encuentro con Erik en el sofá viendo la televisión.
—Me voy —le digo para despedirme de él. Entonces Erik levanta la cabeza y se percata de que estoy ahí.
—¿A qué hora vuelves? —pregunta.
—No lo sé, ¿por?
—Porque va a venir Katie —. Dice con una sonrisa de oreja a oreja. Cuando habla de Katie los ojos le brillan más que de costumbre lo que indica que le gusta mucho.
—Bueno, pues intentaré no venir muy pronto —. Le digo y esbozo una sonrisa.
Erik me devuelve la sonrisa y con eso nos despedimos. Me dirijo a la puerta y salgo de casa, bajo las escaleras tan rápido que me tropiezo un par de veces. Cuando salgo a la calle el frio de noviembre se hace notar por lo que me abrazo a mí misma para mantener el calor corporal. Y con eso empiezo a andar hacia la casa del señor Gómez.
Llego a la plaza del mercado y los recuerdos me vienen a la mente. La última vez que estuve ahí acaba de conocer a Aike y me había traído en coche. Y ya había pasado más de una semana.
Me acerco al portal y cuando voy a llamar al telefonillo la puerta del portal se abre para dar paso a un señor Gómez enfundado en un traje de chaqueta y corbata.
—Hola, muñeca —me saluda con una sonrisa.
—¿Qué hace aquí abajo? —pregunto yo descolocada.
—Pues irme—me contesta como si fuera lo más obvio del mundo.
—Me refiero a por qué está aquí abajo y no arriba con Lucía.
—Ah, porque ya está la otra niñera con ella—dice de lo más tranquilo como si lo que acabara de decir no significara nada.
—¡¿Cómo que con la otra niñera!? —espeto —¡¿Y yo!?
—Tú vas a subir ahora —contesta como si no supiera la razón de mi enfado.
—¿Y porque tiene Lucía dos niñeras? —pregunto ya algo más calmada.
—Porque cuando una no puede venir viene la otra —. Contesta.
—¿Y por qué estamos hoy las dos? —pregunto perdiendo la paciencia por lo mucho que le cuesta comprender a este señor.
—Es fácil, se me olvido de que ya venías tú y llame a la otra. Así que hoy trabajáis juntas —y con eso da por terminada la conversación.
Se da media vuelta y me deja sin opción a respuesta por lo que llamo al telefonillo porque el muy imbécil no me ha abierto ni la puerta.
—¿Quién es? —pregunta una voz femenina al otro lado del telefonillo.
—Soy la otra niñera —respondo y me doy cuenta de que ha sonado fatal.
—Ah, claro pasa —. Y abre la puerta.
Entro y llamo al ascensor porque hoy no estoy de humor para subir escaleras, por muy pocas que sean. Cuando el ascensor llega me subo y pulso el botón del primero. En el momento que el ascensor abre las puertas salgo y voy a la puerta de la casa.
Llamo al timbre y al cabo de unos segundos la puerta se abre y da paso a una figura femenina. Es bastante alta —por los tacones que lleva —.
¿Quién viene con tacones a cuidar a una niña de cinco años?
Tiene el pelo rubio atado en un moño, los ojos marrones, la mandíbula recta y los labios finos. Va vestida con un vestido rojo de tirantes que le marca las curvas.
No me da buena espina la tía esta.
—Hola, me llamo Verónica, pero puedes llamarme Vero—dice con una sonrisa que no sé hasta qué punto será real.
—Yo soy Daira—respondo y le acerco la mano a modo de saludo.
—Perdona, pero no voy dándole la mano a desconocidos —me dice con una mueca de asco por lo que retiro la mano y le dedico una sonrisa de disculpa.
Nos espera un rato muuuuuy largo.
Ya lo creo que sí.
Se aparta para dejarme paso y que pueda entrar a la casa. Y eso hago, entro, dejo el bolso y la chaqueta en el sofá mientras ella me observa concentrada.
—¿Vas así vestida a trabajar? —me pregunta señalando mi ropa y levantando las cejas.
—Sí, ¿algún problema?
—No, no, pero me refiero que vas como si fueras a hacer la compra.
—No tengo más ropa—y con eso zanjo el tema —¿dónde está Lucía? —pregunto mientras recorro la habitación con los ojos y no la veo.
—Ah, la niña está en su cuarto —dice poniendo los ojos en blanco demostrando que le importa una mierda lo que haga o deje de hacer Lucía.
—Gracias — la rodeo y voy a buscar a Lucía que, efectivamente, está en su cuarto jugando con sus muñecas.
Cuando me ve entrar corre a abrazarme como si llevara sin verme años, y yo le devuelvo el abrazo encantada.
—¿Qué hacías? —le pregunto.
—Jugar. ¿Juegas conmigo? —pregunta emocionada.
—Claro —respondo yo y le dedico una sonrisa.
—¡Bien! —y parece feliz de verdad —. ¿Sabes que la otra chica no quería jugar conmigo?
La verdad es que me lo creo perfectamente la tía esa no tiene madera de niñera. Sinceramente tiene pinta de modelo famosa o algo así. Pero decido hacerme la sorprendida con Lucía.
—¿No? —ella niega con la cabeza—. Bueno, que le vamos a hacer—digo y me encojo de hombros.
—Podemos pegarle —dice como un angelito.
Estoy de acuerdo con la niña ¡pelea, pelea!
—No vamos a pegar a nadie —le digo tanto a ella como a mí conciencia que está empezando a sacar su lado violento.
Lucía parece decepcionada…
¡Y yo también!
… pero tarda menos de un segundo en recomponerse y volver a jugar, la imito y así pasamos toda la tarde en su cuarto, mientras que Verónica —me niego a llamarla Vero —se tira toda la tarde en el salón haciendo sus cosas, como lo había llamado ella cuando había aparecido por el cuarto.
Llevamos ya una hora cuando Verónica viene a avisarnos que el señor Gómez viene de camino por lo que Lucía empieza a recoger y yo mando a Aike un mensaje diciéndole que ya puede venir a recogerme.
Cuando suena el timbre las tres estamos sentadas en el sofá. Lucía y yo con cara de querer morirnos mientras que Verónica nos cuenta la vida tan maravillosa que tiene. Me levanto a abrir la puerta y cuando la abro el señor Gómez está al otro lado.
—¿Qué tal muñeca? —me saluda. No me da tiempo a responder porque se saca el dinero del bolsillo y me aparta para dirigirse al salón y dárselo TODO a Verónica.
Me aclaro la garganta y respiro para no ir a darle una bofetada.
—¿Y yo? —pregunto lo más relajada que puedo.
—¿Tú qué? —me pregunta el señor Gómez. Y es lo que necesito para que me saque de mis casillas
¡Sálvese quien pueda!
—¡¿Cómo que yo que?! ¡Qué me pagues coño!
—¿Por qué te iba a pagar? —pregunta el señor Gómez sorprendido por mi reacción anterior.
—¡Porque llevo aquí toda la puta tarde cuidando de tu hija mientras que ella—señaló a Verónica—lleva toda la tarde sentada en el sofá haciendo quien sabe que! —espeto.
—Me da absolutamente igual, no te voy a pagar y punto. Y que sepas que aquí ya no vuelves a venir —. Señala mi bolso y mi chaqueta —y ahora si eres tan amable coge tus cosas y vete de mi casa —. Luego se gira a Verónica y le dedica una sonrisa dulce —. Cielo, muchas gracias por cuidar a Lucía ya te puedes ir.
Y así es como me quedo sin trabajo.
Cojo mi bolso y mi chaqueta y me dirijo a la puerta seguida de Verónica que parece muy feliz con lo que ha conseguido.
Estoy enfadada, muy enfada.
Al salir a la calle busco el coche de Aike, aunque lo que me apetezca ahora mismo es irme sola a casa y gritarle a alguna almohada, y cuando lo encuentro lo veo apoyado en el coche con unos vaqueros desgastados, una camiseta negra y una chaqueta de cuero. Pero cuando voy a acercarme veo a Verónica correr hacia su dirección.
¡Ojalá te mates corriendo con los tacones!
Por favor y gracias.
Pero cuando me doy cuenta se ha tirado —literalmente —encima de Aike.
Así que se conocen, ¡qué bien!
Nótese el sarcasmo.
Camino hacia su dirección y cuando llego a su altura Verónica ya se ha separado de Aike y se ha situado a su lado. Aike me saluda con un gesto de cabeza cuando ve que en cualquier momento empiezo a echar humo por las orejas. Y yo hago lo mismo solo que mucho menos amable.
—¿Os conocéis? —pregunta Verónica sorprendida. Luego se gira hacia Aike y este asiente. Eso es lo que necesita para enfadarse.
—¿Por qué te crees que estoy aquí? —pregunta Aike poniendo los ojos en blanco —. ¿Porque me apetece quedarme esperando a que una desconocida salga de un edificio?
—No, claro que no —. Empieza Verónica con ese tono de voz que me saca de mis casillas —Pensaba que habías venido por mí —. Dice como si fuera obvio.
Sigue soñando guapa.
—Vero…—empieza Aike dudando bajo la atenta mirada de Verónica —. ¿Cómo iba a venir por ti si ni siquiera sabía que estabas aquí?
Al escuchar eso Verónica parece cabrearse, cabrearse mucho.
—¡Claro que no sabías que estaba aquí! ¡Si nunca me preguntas nada! —suelta fuera de sí y después se le llenan los ojos de lágrimas —. ¿Ya no me quieres? ¿Es eso?
Aike parece tener que contenerse para no mandarla a la mierda, mientras que yo no me lo pienso dos veces y salto.
—¡¿Puedes dejar de tocar los cojones y lárgate a tu puñetera casa de una vez?!
Aike se queda atónito al escucharme hablar mientras que Verónica se irrita aún más.
Pelea, pelea, pelea.
Y cómo no mi conciencia saca su parte violenta.
—¿En serio prefieres a esta…—Me mira de reojo —tipa antes que a tu mejor amiga y exnovia?
Aike parece perder la paciencia también y le espeta:
—¿No te has preguntado nunca por qué te deje?
Eso descoloca a Verónica por completo y la hace perder las riendas.
—La verdadera pregunta es porque narices no te deje yo antes —. Y con eso se da media vuelta y se aleja no sin antes chocar su hombro con el mío y decirme al oído:
—No te creas especial, con todas hace lo mismo.
Y así la vemos alejarse. Luego me giro hacia Aike.
—¿En serio saliste con ella? —pregunto sorprendida.
—No me juzgues, tenía diecisiete años y me apetecía divertirme —. Responde.
Sonrío y él me devuelve la sonrisa y nos montamos en su coche. Enciende la radio y comienza a conducir. No me había dado cuenta de que en cuanto Aike me ha sonreído el enfado había desaparecido por completo.
—¿Tienes frío? —pregunta al cabo de un par de minutos.
—No —contesto yo, porque como ponga la calefacción voy a terminar derritiéndome.
Ninguno de los dos empieza una conversación, por lo que aprovecho a inspeccionar su coche. Lo tiene muy limpio y cuidado salvo por unas chaquetas que lleva tiradas en los asientos de atrás.
Me doy cuenta de que no vamos a mi casa cuando toma una salida que no es la que va a mi casa y entramos en la zona en la que hay pisos más caros.
—¿Dónde vamos? —pregunto desorientada.
—A mi casa—dice tranquilo y luego añade—No te importa ¿verdad?
Por un momento, abro y cierro la boca sin decir nada, le iba a pedir que me llevara de vuelta a casa, pero luego recuerdo que Erik me dijo que Katie iba a ir a casa y me había pedido que volviera tarde, por lo que no le llevo la contraria a Aike.
—No, no pasa nada.
Y con eso Aike parece satisfecho. Cuando aparca en lo que supongo será su garaje me doy cuenta de que voy a ir a su casa, y me pongo nerviosa muy nerviosa.
Me apresuro a bajarme del coche cuando veo que Aike hace lo mismo, y después lo sigo de cerca para no perderme. Cuando llegamos a la puerta soy consciente de que, de verdad, voy a entrar en la casa de mi autor favorito. Y además sin apenas conocernos.
Aike abre la puerta tranquilamente mientras que yo empiezo a hiperventilar y a entrar en crisis. Y justo antes de que la puerta ceda Aike se gira y cuando me ve en estado de crisis su cara cambia a una mucho más preocupada.
—¿Estás bien? —pregunta mientras me revisa con los ojos.
—Sí, claro. Cómo no iba a estar bien —respondo y después me río nerviosa.
Aike no parece muy convencido con la respuesta, pero no insiste más y abre la puerta. En cuanto entro los ojos se me abren como platos.
—Adelante, mi casa, tu casa —. Me dice cuando entro.
En cuanto entro a la casa lo primero que distingo es un perchero, donde Aike cuelga su chaqueta, y justo enfrente hay una barra donde están todas las llaves colgadas, y como hay bastantes supongo que no vivirá solo. Al entrar al salón me fijo en que hay un sofá grande, bastante grande, y un par de sillones a los lados de este. En el centro hay una mesa de café redonda y bajita pero que está muy bien, y justo debajo hay una alfombra blanca, en frente hay un televisor enorme, el más grande que he visto nunca, y al fondo del todo hay un ventanal gigante que da al jardín y por el que entra mucha luz.
Y mientras que yo analizaba todo el salón dos personas estaban sentadas en el sofá. Uno de ellos tiene el pelo negro y los ojos verdes y tiene la cabeza metida en un libro.
Me cae bien.
Y el otro… el otro es idéntico. Con que son gemelos, genial.
Ya verás lo que nos va a costar distinguirlos.
No creo que lleguemos a distinguirlos nunca.
Cuando Aike entra al salón se aclara la garganta para llamar la atención de los gemelos, y funciona a la perfección porque ambos levantan la cabeza, uno del libro y el otro del móvil. Uno de ellos se levanta, el que estaba con el móvil, y va a saludar a Aike con un apretón de manos y entonces recae en mi presencia.
—¿Y tú quién eres? —pregunta extrañado.
—Se llama Daira —responde Aike por mí, cosa que no tolero que hagan.
—Puedo hablar ¿sabes? —le espeto furiosa, y todos los nervios anteriores desaparecen.
—Vaya, tiene carácter —le dice a Aike mientras le guiña un ojo. Y luego se acerca a mí y me da un repaso —Entonces te llamas Dara.
—Es Daira —le corrijo irritada — ¿Y tú como te llamas?
—Dylan —contesta y luego señala a su hermano —Y ese de ahí es Byron —. Este último me mira y asiente y luego vuelve a su libro —. Somos todos compañeros de piso.
—Y ellos dos son gemelos —aclara Aike.
—Gracias, no me había dado cuenta —ironizo.
—Me cae bien tu chica —le dice Dylan. Al escuchar esas últimas dos palabras tanto Aike como yo nos tensamos, él por el nerviosismo y yo por la irritación.
—No somos nada —aclara Aike mucho más relajo de lo que parece. Dylan parece bastante contento con esa respuesta.
—Entonces no te importará que me la quede ¿no? —dice Dylan retando a su amigo y con una sonrisa que me dan ganas de borrarle de la cara.
—¿Podéis dejar de hablar como si no estuviera delante? —cuestiono entre enfadada y cansada.
—Bueno, pues elije tú. ¿A quién prefieres? —me reta Dylan y eso ya me saca de mis casillas.
Hago que me lo pienso como si hubiera caído en su juego y entonces respondo.
—A ninguno de los dos —. Sentenció y doy la discusión por acabada. Luego me giro hacia Aike que parece un poco decepcionado por mi respuesta —¿Por qué me has traído? —le pregunto.
¡Esa es mi chica!
—Quería hablar contigo —me contesta —en mi habitación —aclara.
—Bien, pues vamos —le respondo.
Y con eso Aike se da la vuelta y se adentra en el pasillo por lo que no me queda otra que seguirlo. Cuando llegamos a la que supongo que será la puerta de su habitación soy consciente de lo que va a pasar a continuación. Ya no sólo estoy en la casa de mi autor favorito, sino que también voy a entrar a su cuarto. Lo que, para mí sorpresa, no me pone nerviosa, sino que me emociona.
Al entrar a su cuarto me fijo en que tiene las paredes llenas de fotos, tanto suyas como de portadas de libros. Y muchas de ellas las reconozco.
—¿Te gusta Joana Marcus? —pregunto sorprendida y emocionada a partes iguales.
—Nunca he dicho lo contrario —. Dice y en su voz puedo notar que esta nervioso —. ¿Te gusta? —pregunta con miedo.
Al principio no entiendo a lo que se refiere, pero luego caigo a que se refiere a la habitación. Aparte de las fotos tiene una cama grande con unas sábanas simples, a los pies de esta hay un baúl de color madera, en la pared de enfrente hay un escritorio lleno de papeles, bolígrafos… y todo ese tipo de cosas, hay otra puerta que supongo que será el baño y para terminar hay una ventana con unas cortinas azul clarito.
—Sí —respondo a su pregunta anterior —pero… ¿Dónde está el armario?
Aike sonríe y luego se dirige a la puerta que yo he supuesto que era el baño, pero no, no era un baño sino el vestidor más grande que he visto en mi vida.
Mis ojos se abren como platos.
—¡¿Tienes toda esa ropa?! —pregunto atónita.
—Esto no te lo esperabas ¿eh? —responde divertido.
—No, claro que no me lo esperaba. Yo creí que tendrías un cajón con cuatro sudaderas y dos pantalones.
—Pues ya has visto que no todo es lo que creemos —. Y con eso cierra la puerta del vestidor y se sienta en la cama. Yo lo imito solo que me siento a una distancia prudente.
Es la segunda vez que estamos solos en una habitación, pero sorprendentemente esta vez no estoy tan nerviosa como la primera, sino que me siento mucho más cómoda. A lo mejor tiene algo que ver que la habitación de Aike sea el doble de grade que la mía.
—¿Qué tipo de libros te gustan? —pregunto para romper el silencio.
—¿No es obvio? —contesta él señalando todas las fotos.
Y entonces me fijo bien cuales son las que tienen y entre esas descubro: Antes de diciembre, después de diciembre, tres meses, las luces de febrero, La última nota, tardes de otoño, etéreo, sempiterno, Boulevard, nosotros en la luna… Y otro montón más.
Y después de eso poso mis ojos en su estantería donde están todos y cada uno de sus libros.
—¿Los conoces todos? —me pregunta cuando ve que me he quedado callada.
—La mayoría —. Respondo todavía asimilándolo.
Después de eso nos miramos fijamente y yo me quedo observando sus ojos. Son del azul más bonito que he visto en mi vida, son una mezcla entre un azul eléctrico y el azul del mar, y tienen un brillo que te hipnotiza completamente.
—¿Cuál es tu mayor sueño? —le pregunto todavía mirándolo a los ojos. Él sube la mirada hasta los míos deteniéndose primero en mis labios.
—No lo sé, nunca me lo he planteado—contesta encogiéndose de hombros —. ¿Y el tuyo?
Me tomo un momento para pensarlo, pero me doy cuenta de que lo tengo claro.
—Ver el atardecer en una playa con el amor de mi vida.
Aike me observa mientras analiza mi respuesta y después pregunta:
—¿Y quién es el amor de tu vida? —pregunta enarcando una ceja.
Jack Ross, Jared Garber, Aiden Walker… Hay muchos, querido.
Joder conciencia estaba siendo un momento bonito.
Perdón, perdón.
—No lo sé —le contesto a Aike —No creo ni que lo haya conocido todavía. ¿Y quién es el tuyo?
Aike me mira y después contesta a mi pregunta:
—Pues a diferencia de ti yo creo que ya lo he conocido.
No lo puedo evitar los celos me llenan, porque por un momento había pensado que era yo, pero luego me he dado cuenta de que es técnicamente imposible. Seguro que ha conocido a más gente de la que yo nunca conoceré.
Nos observamos fijamente, pero el contacto se rompe cuando mi móvil suena por la llegada de un mensaje.
Erik: ¿Puedes volver a casa?
Me preocupo porque ha sido el mismo que me ha dicho que llegue tarde.
Daira: Sí, claro ¿Qué pasa?
Erik: Ven y te lo cuento. Por favor.
Daira: En quince minutos estoy.
Erik: OK, hasta ahora.
Me guardo el móvil y me giro hacia Aike.
—¿Puedes llevarme a casa? —le pregunto rogándole con los ojos.
—Claro —. Contesta y me mira preocupado —¿Qué ha pasado? —pregunta
—No lo sé, solo me ha pedido que fuera —. Contesto, Aike asiente y se levanta de la cama. Yo lo imito y cojo el bolso de la silla del escritorio y después lo sigo hasta la puerta de la entrada. Coge las llaves y sale de casa.
Llegamos al garaje y me monto en su coche y él hace lo mismo. Luego enciende el motor y comienza a conducir.
Me paso todo el viaje moviendo la pierna, nerviosa y preocupada a partes iguales. Y cuando por fin llegamos a mi casa le doy las gracias a Aike por haberme traído y bajo del coche.
Subo lo más rápido que puedo y abro la puerta. En cuanto entro a casa me encuentro a Erik sentado en el sofá mirando a la nada. Pero en cuanto me acerco clava sus ojos verdes en mí. Pero no son los mismos, hay algo en ellos que se ha apagado, ya no tiene ese brillo típico de Erik, ni tampoco tiene esa sonrisa contagiosa que hace que te pongas feliz solo con verla. Parece otro, un Erik que no reconozco.
—¿Qué ha pasado? —pregunto preocupada al verlo en ese estado.
Erik me mira y solo con verlo sé que algo dentro de él se ha roto.
—Katie y yo lo hemos dejado.
***
Hola,
Cómo estáis?
Siento haber tardado tanto en publicar capítulo pero es que no estaba en casa y no tenía conexión.
Pero espero que la espera os haya merecido la pena.
Tenemos nuevos personajes!!
Opiniones sobre Dylan y Byron.
Y sobre Katie y Erik
Que les habrá pasado??
Lo averiguarémos en el próximo capítulo.
Un beso.
PD: no os olvedeis de comentar y votar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro