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La mañana siguiente, el viaje comenzó. Aunque al final Coral y su familia habían decidido quedarse, pues según su criterio debía haber alguien que cuidara de la casa, todos los demás se presentaron con el tío Google para comenzar su recorrido por el mundo submarino. Y tomando en cuenta que el océano cubre tres cuartos del total de la corteza terrestre, tenían demasiado por recorrer.

A pesar de que ocurrieron múltiples anécdotas memorables, debo hacer mención de tan sólo unas pocas, por tratarse de las más significativas para el futuro de Solveig.

La primera fue a los pocos días del inicio del viaje. Aprovechando que habían llegado a una zona que quedaba lejos de las rutas que los navegantes solían frecuentar y por lo tanto no corrían riesgo alguno, Anémona y Ari llevaron a sus hijos a la superficie, para que vieran las estrellas, siendo el final del invierno la mejor temporada por la falta de nubes, aunque el viento soplaba con fuerza, causando oleaje picado, lo que en realidad les pareció muy divertido a los peques, ya que el agua los hacía subir y bajar.

Como en otras especies, incluso la de los humanos, la observación astronómica es de mucha ayuda para saber en qué parte del mundo te encuentras, y aún más por las costumbres errantes de las sirenas.

La luna estaba apenas en fase creciente, por lo que era visible, mas sin opacar el brillo de los astros. Y aunque Solveig no asomó más que sus ojos, sin atreverse a respirar aire, le era suficiente para poder observar el cielo. Además, por su mala visión para la lejanía fuera del agua, podía identificar mejor los diferentes cuerpos celestes estando sumergida.

Tanto su papá como su mamá les señalaron las estrellas más importantes, como la Polar, que en el hemisferio norte es el mejor punto de referencia para navegar, al igual que las constelaciones zodiacales, que sin importar la influencia en las personas que se les atribuye, tienen la importancia de marcar la elíptica, que es la ruta por la que se desplaza la Tierra respecto al Sol, así como los planetas y sus órbitas, que al moverse también alrededor del astro rey, no siguen el mismo aparente camino de las verdaderas estrellas. Y con estas observaciones, también había historias que los niños de ninguna manera estaban dispuestos a escuchar después, así que sus creadores les cantaron esos relatos durante casi toda la noche.

Aquí debo mencionar que todas las historias que las sirenas cuentan son reales. No hay ficción alguna en sus canciones, así que todo lo que se transmite en verdad ha sucedido así. Pero por esa razón, la mayor parte de las sirenas no confían en los humanos, ya que aunque también hay otras especies que cuentan relatos inventados, ellos siempre aclaran cuando es verdad y cuando es una creación, mientras los humanos en pocas ocasiones lo hacemos así, y mucho menos cuando se trata de comunicarlas a otras especies. De esa manera han surgido muchos problemas entre especies a lo largo de la historia, pero por el momento nos vamos a enfocar en una, simple y sencillamente porque es la que le tocó vivir a nuestra protagonista, así que procedo a contar la segunda anécdota.

Después de viajar aproximadamente cinco meses, bastante más lento de lo que se esperaría sabiendo que la velocidad máxima a la que nadan es a 400 k/h, pero demasiado rápido para ver todo lo que había por ver en el rumbo que recorrieron, llegaron a unas aguas mucho más cálidas que las que habitaban, por lo que la mayoría de los viajeros que habían nacido o vivido más tiempo en el norte no estaban tan cómodos con la temperatura, y por ello estaban más activos en la noche que durante el día.

Naturalmente, entre ellos se encontraba la familia de Solveig, lo cual en realidad no fue tan aburrido para ella y sus hermanos, pues en el día se mantenían a la sombra en alguna cueva o tras los corales y rocas más altos que hubiera, incluso si pasaban por algún bosque de algas, estas protistas dejaban suficiente sombra para disminuir el calor, pero usaban las horas de sol para dormir, escuchar más historias o repetir alguna que les gustaba, jugar, y en el caso de la sirenita, practicar sus runas y pociones. De esta manera, el tiempo de esperar a la noche pasaba como en un soplo.

Un día, jugaban con una piedra que encontraron, la cual tenía una forma bastante curiosa, pues desde su perspectiva parecía una mantarraya. La cuestión es que decidieron quedársela, y jugar por turnos a que uno de ellos la escondería para que los demás la buscaran. Aunque los bebés ya estaban aprendiendo a nadar solitos, no eran buenos todavía ni para esconder la piedra ni para ponerse de acuerdo, así que no fue difícil para los niños mayores encontrarla. Delph se encargó de ocultarla lo bastante difícil para Solveig y lo bastante fácil para Ina y Viggo, que la hallaron primero. Pero cuando le tocó a Solveig, decidió que debía hacer que se le complicara más a su hermano mayor el hallar la roca, y se alejó un poco para esconderla entre unos corales. Mas, antes de que pudiera mirar si ese era de verdad un buen escondite, se encontró con algo que al principio le pareció una sombra, pero al dar una segunda mirada, se dio cuenta de que se trataba de otro niño de su especie, sólo que su color de piel era mucho más oscuro que el suyo, aunque en contraste, sus escamas eran más coloridas, teniendo reflejos tornasolados sobre el violeta y dorado que predominaba en ellas, además de unas aletas dobles que le daban cierta elegancia.

Aquel niño se acercó a Solveig con mucha emoción y exclamó: —¡Tú eres la estrella que cayó anoche!

La sirenita se quedó confundida. ¿Cuál estrella? Afortunadamente, el niño siguió hablando: —Anoche estaba con mi mamá y papá viendo las estrellas y vimos que una de color rojo se cayó al agua, pero creí que estaba muy lejos porque no sonó al hundirse. Como papá dijo que a las estrellas que caen les puedes pedir algo, yo pedí poder verla, ¡No pensé que funcionara tan rápido!

Solveig entendió que debido a su cabello y escamas rojas, este chico la había confundido con la estrella fugaz, y no quiso romperle la ilusión, aunque sí le dio mucha curiosidad saber si realmente un meteoro podía volverse un ser vivo, pero decidió que lo investigaría más tarde.

—Hmm, sí, esa soy yo.

El tritón sonrió mostrando sus dientes y preguntó: —¿Cómo te llamas? Yo soy Muntu.

—Me llamo Solveig.

—¡Qué lindo! Casi te llamas como el sol. Tiene sentido porque también es una estrella, ¿cierto?

La niña sonrió y asintió. Por primera vez un niño que no era de su familia le agradaba, así que decidió que lo iba a conservar de amigo.

Pero en ese momento, tanto el papá de Solveig como el de Muntu llegaron en busca de sus respectivos hijos. Desde luego, el pequeño tritón no perdió tiempo en hablar: —¡Mira papi!, ¡ella es la estrella que vimos caer anoche! ¡Se cumplió lo que pedí! — y al observar a Ari, agregó: —¡También su papá es una estrella! Mira su cabello rojo, igual que su cola.

Al oír eso, el tritón pelirrojo sonrió tímidamente pero muy divertido, mientras el padre de Muntu se sintió bastante apenado. Le había dicho a su pequeño acerca de los deseos que se piden a las estrellas fugaces como una simple curiosidad, sin imaginar que lo tomaría en serio, así que se apresuró a disculparse: —Perdón, mi niño es muy imaginativo. 

Ari sonrió levemente y contestó: —No se preocupe.

Solveig recorrió a lostres con la mirada, sin darse cuenta de que su propia expresión era muy seria,y al parecer los intimidó, puesto que Muntu se ocultó detrás de su papá,mientras que Ari cargó a su pequeña y se apresuró a despedirse y volver denuevo junto a Anémona.

La sirenita no tuvo tiempo de protestar por no haber podido decirle nada a Muntu, pero ya que estaba de vuelta con su familia, antes que nada tenía que aprovechar para preguntar acerca de las cosas que el niño había dicho acerca de las estrellas: —¿Es verdad que le puedes pedir deseos a las estrellas fugaces?

Anémona fue quien respondió: —Por supuesto. Pero que sí se cumplan ya es otra cosa.

Los otros adultos que estaban cerca y alcanzaron a oírla se rieron, unos con discreción y otros abiertamente, con lo que Solveig frunció el cejo, y Ari se apresuró a sugerir: —Tal vez el tío Google sepa más al respecto, ¿quieres que vayamos a preguntarle?

La niña asintió con la cabeza, pero como el kraken en aquel momento no estaba con los viajeros, debían esperar a que se desocupara y volviera. Pero como tardó mucho, incluso después de que oscureció, Solveig se empezó a impacientar, y también un poco a preocupar. 

La niña asintió con la cabeza, pero como el kraken en aquel momento no estaba con los viajeros, debían esperar a que se desocupara y volviera. Sin embargo, tardó mucho, incluso después de que oscureció, con lo que Solveig se empezó a impacientar, y también un poco a preocupar.

Pero luego de un buen rato, quizá cerca de la medianoche, Solveig pudo ver a lo lejos unas luces de colores que llamaron su atención, y acercándose a su mamá, quien vigilaba sentada sobre una gran roca mientras los demás se preparaban para dormir, se las señaló: —¿Eso lo habrá hecho el tío Google?

Anémona observó y asintió: —Es muy probable.

—¿Me llevas a ver si sí es él?

—No creo que sea buena idea.

—¿Pero me llevas?

La sirena respiró hondo y dijo: —Si el tío Google se fue lejos para hacer lo que sea que esté haciendo, debe ser porque es algo riesgoso para nosotros y así nos protege del peligro. Regresará en cuanto lo resuelva.

La niña se dejó caer sobre la cola de su mamá y estiró su cuerpo antes de quejarse: —Hmm, bueno. ¿Y qué hago mientras tanto? Ya nos cansamos de jugar con la piedra, así que papá les está cantando a Ina, Viggo y Delphi para que puedan dormir, pero yo no tengo sueño.

Anémona pensó por un momento y preguntó: —¿Por qué no me cuentas más del niño que te dijo que eras una estrella fugaz? Tu papá sólo me dijo que tenía miedo de que te enojaras por sus palabras y por eso te alejó de allí.

—Ah, ya ves que papá es un poco despistado, no se dio cuenta de que no me enojé, yo quería saber más de las estrellas que dijo Muntu. Creo que ese sí puede ser mi amigo, porque también le gusta la magia.

Anémona estuvo a punto de decir que ese argumento no era convincente porque antes Solveig había conocido a otros niños y niñas a los que les gustaba la magia y no los había apreciado, pero prefirió no hacerlo; en cambio, inquirió: —No recuerdo haber escuchado su nombre entre los viajeros. ¿Sabes si vive aquí o su familia está viajando por cuenta propia?

—Uhm, no le pregunté, pero supongo que vive aquí cerca, abuelita dice que la gente que vive en el agua cálida tiene la piel más oscura y las escamas más brillantes que los que somos de agua fría. Muntu y su papá son así. Además tiene mucha razón en que me parezco al sol, soy roja y soy brillante, sólo que yo vivo en el agua y no en el aire.

Anémona rió suavemente y dijo: —Eso me parece adecuado. Eres el pequeño astro de las profundidades.

Solveig bostezó, pero siguió hablando: —Muntu también dijo que papá también parece una estrella roja, así que Viggo también debería serlo, igual que Ina. ¿Pero qué serían tú y Delph? ¿Agujeros negros?

La mayor rió, pero no supo qué responder. No había estudiado lo suficiente en materia de astronomía.

Qué capítulo más largo 🙊

Espero que no los haya aburrido, pero siéntanse libres de quejarse si fue así.

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