5
La sirenita no tardó en alcanzarla, y al haberse acercado lo suficiente, ambas pudieron ver que los zumbidos eran causados por los arpones lanzados desde un barco, que por su tamaño y forma parecía ser un knarr, algo extraño de ver en medio del océano, pues ese tipo de embarcación estaba diseñado para viajes cortos y poca profundidad.
Los pescadores a bordo del navío perseguían a una ballena, pues en ese entonces (y por desgracia en la actualidad no se ha erradicado del todo), era común cazar a estos cetáceos para obtener el aceite de sus cuerpos y usar las fibras que tienen en vez de dientes como material para la elaboración de algunos objetos de uso común.
Debido a que había pasado su infancia y gran parte de su adolescencia viviendo en la tierra, Anémona no había desarrollado una voz tan poderosa como la de Ari, pero con algo de esfuerzo, alcanzó la frecuencia sonora para imitar a la ballena, con lo que logró hacer que ésta se alejara de la superficie, y la sirena se dispuso a llamar hacia sí la atención de los humanos, pero al escuchar el eco de su canto, se dió cuenta de la presencia de Solveig.
Rápidamente, Anémona nadó hacia la niña y le ordenó: —¡Regresa con tu papá, es peligroso que vengas conmigo!
Pero Solveig, en vez de alejarse, se abrazó a ella: —¡No! Ven tú con nosotros.
—Por favor, regresa — insistió Anémona, tratando de soltarse de los bracitos de la pequeña, pero Solveig se sostenía con todas sus fuerzas.
Anémona no tenía tanto tiempo para decidirse, por lo que hizo un último intento de convencer a Solveig de que regresara con Ari: —Ve con tu papá, no te voy a poder proteger de los pescadores si te quedas conmigo.
Aun así, la sirenita insistió: —Pero a ti también te podrían lastimar.
—No lo harán, soy muy rápida y ya he escapado de cosas así antes.
—Déjame intentar detenerlos con magia, prometo que funcionará — rogó la niña, con rapidez que no ocultaba lo suficiente el temblor en su vocecita.
La ballena ya se había alejado, pero el barco giró hacia el otro lado, acercándose hacia donde estaban las dos sirenas. Tenían tiempo suficiente para alejarse, pero en ese caso tendrían que esperar más días y noches a que volviera a aparecer éste u otro barco para investigar su procedencia, pero eso también implicaría que habría más animales cazados y heridos, además de que la familia también pasaría más tiempo expuestos al peligro.
Anémona respiró hondo, y sosteniendo la carita de la niña, explicó: —En ese caso, quédate justo aquí. Voy a acercarme para que me escuchen y se distraigan, mientras tú haces tus runas para vencerlos, ¿de acuerdo?
Solveig miró hacia el navío que se acercaba. Ese plan no le gustaba, pero no tenía otro mejor, y soltó a su mamá. —De acuerdo.
Anémona dejó un beso en la frente de su bebé y nadó a toda la velocidad que podía alcanzar, casi dejando atrás al presunto knarr, pero volviendo junto a él con un simple y poderoso coletazo. Enseguida, se acercó a la superficie del agua, y entonando algunas notas, atrajo la atención de los navegantes. Aunque estos se dieran cuenta de que era una sirena, no los detendría de intentar cazarla, lo cual ella pensaba aprovechar para dejarlos desarmados y contraatacar.
Mientras tanto, Solveig comenzó a trazar las runas que formaban hechizos útiles para la situación, o que al menos se le figuraba que lo eran. Pero de ninguna manera causaban efecto alguno, por más que la pequeña se esforzó. Con desespero, escuchó y vió los arpones que se deslizaron por el agua, todos dirigidos hacia Anémona, quien los esquivó con facilidad, atrapando al vuelo una de esas armas y dirigiéndola de vuelta al barco, pero no con más rapidez de la que llegó una fuerte ola, que volcó el navío de un solo golpe. Finalmente había funcionado una de las palabras escritas por Solveig: "arco", con lo que el agua no avanza, sino que solamente se describe un giro al subir y bajar casi en el mismo sitio, como las típicas olas que se usan los surfistas, pero ésta con la fuerza suficiente para darle vuelta al barco.
Este inesperado movimiento casi arrastró también a Anémona, pero rápidamente nadó hacia la profundidad, donde el leve pero constante incremento de la densidad del agua le ayudó a evitar ser jalada por la ola. Sin perder tiempo, miró en dirección a donde había dejado a su pequeña, quien, sorprendida por haber logrado activar su primer hechizo, continuaba paralizada en el mismo lugar.
En sólo un par de segundos, Anémona llegó hasta Solveig, y abrazándola, nadó de vuelta al lado de Ari, quien, desde el sitio donde se había escondido con sus demás hijos, había visto lo que sucedió, por lo que había pasado unos minutos de terror al ver en peligro a su esposa y a su hija, sólo conteniéndose de gritar para no despertar a los otros tres pequeños. De manera que al volver a su casa, Anémona cargaba en uno de sus brazos a Solveig y con el otro sostenía contra su hombro la cabeza de Ari, acariciando su cabello para tratar de calmarlo. El amanecer iluminaba tenuemente el exterior de la casa, pero por instinto, todos dormían hasta que el sol alumbrara lo suficiente el fondo marino, así que los únicos que esperaban despiertos a que volvieran eran los padres de Ari, Werner y Gretel, quienes junto con el nokk, ya estaban por ir a buscarlos, pues nunca habían demorado hasta después de la aurora. Anémona explicó todo brevemente, y llevó a su familia a la habitación que les correspondía.
Dejando a Delph y los gemelos sobre la cama, donde continuaron durmiendo, Ari abrazó a su amada, llorando silenciosamente, pero recuperándose al poco rato, tranquilo de tenerla aún a su lado. Mientras tanto, Solveig, que también se había metido a la cama, estaba más calmada que su papá, puesto que ella ya había recibido su correspondiente abrazo, y en cambio estaba emocionada por haber logrado activar su hechizo, e intentó repetir cómo lo había hecho con otra runa.
Tal vez estaba más confiada de lo que debería, pero después de pasar tanto temor, era como si hubiera conectado su propia energía con la del océano, como si el agua tuviera electrodos médicos que conectaran con las órdenes de sus nervios y así el mar se comportara como una extensión de su cuerpo, siendo las runas sólo una herramienta para visualizar mejor el efecto que quería provocar. Aunque ahora no tenía miedo, recordaba muy bien esa sensación de conexión.
Trazando muy pequeñitos los signos, escribió "luz", esperando que el agua brillara, logrando un pequeño destello que apenas duró un instante, pero volvió a intentarlo repetidamente. Al estar escondida bajo las cobijas, podía ver cómo se encendían los pequeños chispazos de luz, pues había la oscuridad suficiente allí, pero desde el exterior de la cobija también eran visibles.
Solveig pasó mucho rato tratando de perfeccionar su hechizo, pero se cansó al poco tiempo. No sólo porque tenía sueño, sino que parecía que, al mantener esa conexión con el océano, desgastaba su energía. Además, sentía algo de frío, lo que era extraño porque estaba cubierta con las cobijas, y como sus hermanos estaban junto a ella, su calidez debería ser suficiente para no estar incómoda, pero no era así.
Ari ya había soltado a Anémona, y los dos hablaban en voz baja para no despertar a los pequeños, pero notaron tanto los destellos como el leve temblor de las cobijas, y se acercaron a averiguar la razón de esto. Con cuidado, el tritón apartó la cobija, descubriendo a la sirenita, que estaba acurrucada tratando de recuperar algo de calor. Sin perder tiempo, Ari tomó en sus brazos a Solveig y la meció junto a su pecho, mientras Anémona la envolvió con el rebozo. De esa manera, la niña dejó de sentir frío y quedó dormida.
Cuando despertó, ya era pasado el mediodía, y se encontraba acostada junto a su papá, que estaba despierto, y miraba a Delph, Ina y Viggo, que estaban jugando en el suelo. Anémona estaba dormida, abrazando la espalda de Ari.
Al ver que Solveig ya había despertado, Ari acarició su cabecita y le habló: —¿Ya te sientes mejor?
La pequeña asintió y sonrió, mostrando sus dientitos chuecos.
Ari también sonrió y dijo: —Creo que deberías dejar de intentar hacer magia, hasta que regrese el tío Google. Pero, gracias por ayudar a tu mamá. Eres muy fuerte y valiente.
Solveig asintió nuevamente, y volvió a abrazar a su papá.
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