18
Quince minutos duraron como tres inviernos en el ánimo de Solveig, hasta que un portal apareció en medio del agua, transportando allí a Muntu junto con sus papás.
Como es lógico, la familia de la pequeña hechicera se sorprendió, no tanto por verlos llegar, sino por descubrir que había dos Ahkonas. Desconcertados, miraron varias veces a uno y otro, sin poder encontrar más diferencia que la de que uno estaba despierto y el otro no.
La segunda familia también estaba muy impresionada con lo que veían. Sólo fue hasta que Muntu se acercó a Solveig para decirle: —¡Pero si son ilusiones! Ese tampoco es el tío Google.
Solveig parpadeó varias veces y miró con atención, pero no podía notar nada diferente. —¿Cómo sabes que lo son?
—Bueno, son más brillantes que los reales. Pensé que ya lo sabías... ¿no habías visto ilusiones antes?
—No... pero tampoco veo la diferencia en el brillo, ¿es muy tenue?
—¿Tenue? Yo lo veo con claridad.
—Hmmm... pues yo no. Aunque sí siento que su energía está un poco rara.
Para este momento, los adultos se acercaron y luego de la breve formalidad de los saludos, Osun fue la que habló con su hijo: —Muntu, no creo que estas sean ilusiones normales, se ven muy realistas. Deben ser de un hechicero muy poderoso, o tal vez sean alguna criatura que pueda copiar la apariencia.
—¡No son criaturas, de verdad son ilusiones! ¡Las veces que he visto otras ilusiones son igual de brillantes! — afirmó Muntu, haciendo gestos con las manos.
Anémona se cruzó de brazos y respondió: —En ese caso, deberíamos descartar al hechicero Dianthe como sospechoso. Si estos Ahkona y tío Google falsos hubieran sido creados por él, no les hubieran dicho que él podría ser el culpable de la aparición de las espumosas. Sería delatarse a sí mismo.
Ari asintió, pero Ahkona y Osun pidieron que les contaran específicamente qué era lo que habían dicho las ilusiones sobre el hechicero de Kuivuuden maa, a lo que el accedió, con Solveig, Ina y Viggo confirmando lo dicho.
Una vez que no quedó más posibilidad de dudas, Ahkona se apartó para mirar de nuevo a su falsificación y le dio un leve empujón. Normalmente eso sería suficiente para que se deshiciera, pero no funcionó, así que el hechicero procedió a pintarle las runas de "desvanécete" en el pecho, con lo que finalmente la ilusión desapareció.
Osun se encargó de hacer lo mismo con el Kraken falso, y sin mucha paciencia, ambos volvieron a su diálogo con los papás de Solveig.
—¿Por qué vinieron aquí solos? De haber encontrado al culpable en persona, probablemente no seguirían con vida.
Ari miró a su esposa, quien sin inmutarse, respondió: —Tengo suficiente experiencia, viví con el peligro respirándome en la nuca casi toda mi vida antes de conocer a Ari e incluso poco después. Y además, como los hechiceros tienen más desarrollado su aens, es de hecho mucho más peligroso que estemos ahora aquí todos juntos, ya que nosotros somos una familia grande y ustedes una familia de hechiceros. Nuestras energías juntas son mucho más notorias ahora que ustedes están aquí y quizá nos encuentren en poco tiempo.
Los cuatro pequeños se agruparon, un poco tensos por la actitud de los adultos.
Afortunadamente, ese momento fue interrumpido por un sonido extraño, haciendo que el nerviosismo aumentara en todos los presentes. Unos segundos después, el sonido disminuyó mientras algunas espumosas nadaban fuera de la cueva, diluyéndose al poco tiempo.
Instantes más tarde, Yngve, Aren y Delph salieron de la cueva, pues iban siguiendo a los espectros, pero al desaparecer estos, los tres chicos quedaron desorientados por un momento hasta que distinguieron al resto de la familia, por lo que se acercaron, mirando sorprendidos a los recién llegados. Ahkona, Osun y Muntu saludaron con rapidez, a lo que los muchachos respondieron de igual manera.
Como el menos respetuoso era Yngve, habló sin dilación sobre lo que habían visto, sin importarle si conocían o no el contexto: —Sí encontré a varias espumosas; según noté, suelen quedarse cerca de sus cuerpos, por lo tanto, de la orilla del agua. Para ese momento estos dos me alcanzaron, así que nos acercamos a la cabaña. El lugar está descuidado y la puerta estaba entreabierta. Desde allí ya se sentía demasiado desequilibrio de la magia, así que al entrar no fue sorpresa que el aire se volvió opresivo y oscuro. Aren intentó entrar junto conmigo, pero no soportó.
—No te burles, tienes ventaja porque eres un fantasma — contestó el aludido.
—Pues es la verdad, no te deberías ofender — respondió Yngve, encogiéndose de hombros.
—¿Y qué viste allí? — preguntó Solveig.
—Supongo que ya les dijo Ahkona que afuera había muchos cuerpos sin vida. Adentro, por el contrario, no había ninguno, pero sí partes de algunos seres mágicos, como las alas de sílfides que ya habían visto... —Yngve guardó silencio por un momento, como si de repente un pequeño rayo le hubiera quemado las pocas neuronas que le quedaban vivas.
Para darle tiempo a recuperarse, Delph explicó lo que él y su compañero habían visto desde fuera de la casa: —Los cuerpos afuera corresponden a diferentes especies, y al parecer todos fallecieron por heridas. Lo curioso es que, por la posición y fuerza de las heridas que alcancé a ver, se las hicieron ellos mismos.
—¿¡Se mataron unos a otros!? — exclamó Ahkona.
Los chicos debieron darse cuenta de que este era el Ahkona real y el anterior una ilusión, pero no lo notaron, y Delph respondió a su pregunta: —No, fueron suicidios.
Aren agregó: —Otro detalle importante es que todos se hirieron en puntos específicos. Donde pierden su principal poder.
—Es cierto — intervino Yngve, recuperándose de su momentáneo aturdimiento—. Parece que hubieran intentado escapar de algo peor que la muerte.
—Eso es extraño — comentó Osun, frunciendo el ceño —Aun así, debemos encontrar una respuesta contundente antes de que más vidas se pierdan. Pero debemos hacerlo con precaución, si nos descubren, nuestras vidas estarán en peligro. También debemos informar a los demás hechiceros sobre lo que está sucediendo, pero, sobre todo, ¿por qué y cómo es posible que Dianthe esté involucrado? Si realmente es él, deberá dar una buena explicación.
Para ese momento, Ina y Viggo habían vuelto a aferrarse a Ari, dejando a Solveig y Muntu, y escuchaban tan atentamente como asustados. Los pequeños aprendices de hechiceros también se había acercado más al tritón pelirrojo, sin dejar de prestar atención a la conversación, y Solveig pensó si sería a este tal Dianthe el problema al que el señor A. Brah se refería con sus indirectas.
Anémona tenía una idea parecida a la de su hija, pero aun así, no sentía que pudiera ser tan fácil encontrar al verdadero culpable. Había visto, al recorrer la población de Kuivuuden maa, que casi no había seres mágicos. Pero más que eso, creía que se estaban escondiendo a plena vista. Cuando vivió en Toivonpaikka, antes del reinado de Haakon, conoció cómo los seres mágicos se hacían pasar por humanos para no ser cazados, incluso ella misma usó muchas de estas estrategias, y reconoció técnicas similares entre los habitantes de este país. Recordar el miedo y volver a verlo en las expresiones de los pobladores la había afectado grandemente. Sin embargo, también le daban la certeza de que el hechicero no era el único, y quizás tampoco el verdadero culpable de todas estas muertes.
—Se supone que Kuivuuden maa es un lugar al que los seres mágicos de los países que habían estado bajo el control de Heland podían venir a refugiarse, ¿no es cierto? — dijo Anémona.
—Sí, es así — confirmó Yngve.
Anémona respiró hondo y señaló: —Bien, vayamos más atrás en la historia. En el verano de hace 45 años fue que el rey Christian Hanson del reino de Heland... mandó iniciar la persecución de los seres mágicos y hechiceros de su territorio, pero esto fue pocos días después de que... hubieran capturado y llevado a su presencia a algunas sirenas. A la mayoría les costó la vida aunque no habían hecho nada, excepto por... ¿qué?
—Por nada, realmente. El rey Christian creía que los seres mágicos eran aberrantes por ser especies que provienen del poder de las emociones, pero nunca se paró a pensar que cada especie, de la naturaleza que sea, existe para mantener el equilibrio en el mundo — respondió Ari.
Aren rió nervioso: —Con razón mi mamá casi no me hablaba de él, ni Erik tampoco. Tuve suerte de no conocer a tío Christian.
—Bueno, ¿y qué tiene qué ver eso con este asunto? — inquirió Ahkona.
Anémona respondió: —Todo, ya que significa que desde ese entonces los seres mágicos tuvieron que buscar refugio fuera de Heland y de los países conquistados por ese reino al iniciarse la exploración minera de cristales ruburum. Recordemos que Kuivuuden maa se creó con este propósito, así que ¿no sería lógico que todos o la mayoría de sus habitantes sean seres mágicos? Y así es, pero tienen que ocultarlo. ¿De qué o quién se tendrían que ocultar si están en un sitio seguro? Eso sin contar que también hace unos años había pescadores provenientes de aquí que estaban cazando en exceso.
Yngve exclamó: —A todo esto, ¿dónde está el tío Google? Así se llama el Kraken, ¿no?
Muntu se apuró a responder: —No estaba aquí, era una ilusión.
—¿Una ilusión? Pues se veía muy real. Quizá fue una distracción — dijo el ghoul.
Anémona frotó su entrecejo con sus dedos, intentando pensar algo más, pero todavía había muchos detalles que no cuadraban. Ari colocó sus manos sobre los hombros de su esposa, intentando hacer que se relajara un poco.
Pero para Ahkona, sólo faltaba agarrar a Dianthe y obtendrían las respuestas faltantes, así que propuso: —Esperemos a que Dianthe vuelva a esa cabaña, así lo atraparemos con las manos en la masa y ya sea que actúe por cuenta propia o bajo órdenes, tendrá que confesar la verdad.
Honestamente, era algo demasiado sencillo, pero podría funcionar, y además no hubo otra propuesta. Por el momento era lo más sensato de hacer.
Ya comenzaba a oscurecer, por lo que Anémona decidió que ella y su familia deberían regresar a su casa. Ahkona y Yngve se quedaron vigilando en la laguna mientras Osun vigiló fuera de la cueva, esperando para capturar al hechicero de Kuivuuden maa.
Muntu quedó temporalmente bajo el cuidado de Anémona y Ari. Debía informar, junto con Solveig, al tío Google lo que había sucedido.
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