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A. Brah parecía satisfecho con el efecto de sus palabras, así que sólo agregó: —No se les olvide lo que acabo de decir — antes de desviar el tema de la conversación.
Honestamente, a Solveig no le interesaba escuchar del clima o de cómo Olaf II le enseñaba lo que podía a Lura acerca de la magia cuando al hechicero supremo le daba flojera atenderlos, así que se acercó a su papá para que la cargara, y como él entendía estos gestos de su pequeña, la tomó en sus brazos y la dejó dormirse.
Cuando Solveig despertó, ya habían regresado a casa, y estaba en su cama, aunque sus hermanitos aún no estaban junto con ella, pues el resto de su familia estaba cenando. Desde luego, se unió a ellos, acomodándose entre sus papás, que le acercaron la comida y preguntaron si había dormido bien.
La sirenita asintió y comenzó a comer, mirando de reojo que sus hermanos, tío, primos y abuelos también estaban cenando y platicando entre ellos, así que volvió a enfocarse en sí misma. Pero pronto recordó lo que había sucedido en el Alcázar del Pandemónium, y tras ver de nuevo si Aren estaba allí, junto a Delph, y que aparentemente Yngve no había vuelto a aparecer, su mayor duda fue acerca de Muntu: —¿Creen que vuelvan a dejar que juegue conmigo?
Anémona respondió: —Sí, Osun y Ahkona lo entenderán pronto, y les permitirán seguir siendo amigos. Pero aún si no lo hacen, estoy segura de que Muntu y tú encontrarán la manera de mantener esa amistad especial.
Solveig sonrió y asintió, sintiéndose reconfortada por las palabras de su mamá. Terminó de cenar, y como tenía energía aún, pensó que tal vez sería buena idea llamar a su amigo con la bola de cristal, aunque no estaba segura de encontrarlo despierto por la diferencia horaria, pero haría el intento.
Volvió a la habitación e hizo funcionar la esfera, que rápidamente reflejó un azul oscuro, y después a Muntu, quien, al ver a su amiga, le hizo seña de que guardara silencio, a lo que ella obedeció, mirando cómo el pequeño tritón tomaba la bola de cristal desde la que respondía y la llevaba a algún lado distinto a donde originalmente se encontraba, pero donde él por fin habló: —¡Hola, estrella! ¿Estás bien?
La sirenita rió, aunque con algo de nerviosismo, ya que el chico sólo la llamaba así cuando estaban solos, por lo que dedujo que él se estaba ocultando a propósito de su familia. Aun así, respondió: —Estoy bien, sólo que no nos despedimos apropiadamente y además aún no tengo sueño, así que quería hablar contigo. ¿Tú cómo estás?
—Uhm, supongo que bien. Aunque yo si tengo sueño, pero también quiero que hablemos un rato, ¿o que tal si jugamos algo? No sé a qué, pero podemos jugar.
Solveig respiró hondo y dijo: —No entiendo por qué tus padres se fueron tan rápido. Ellos siempre se despiden amablemente, pero ahora estaban enojados. ¿Aparte de mentir, hice algo malo?
—No, estrella, no has hecho nada malo —, respondió él con sinceridad. —No es culpa tuya.
La sirenita parecía aliviada por las palabras de Muntu, pero aún estaba confundida. —¿Estás seguro? —, preguntó.
El pequeño tritón le dio una sonrisa tranquilizadora y asintió. —Estoy seguro. Además, eso no afectará nuestra amistad, ¿verdad?
Solveig sonrió ampliamente y abrazó la bola de cristal, como si así pudiera abrazar también a Muntu: —¡Por supuesto que no! Siempre seremos los mejores amigos, sin importar lo que suceda.
Muntu sonrió también, con sus ojos brillando de emoción. —Sí, siempre lo seremos.
Solveig suspiró de alivio, y desvió la plática. Hablaron durante largo tiempo, jugando a adivinar palabras, contándose chistes y cuentos que habían escuchado recientemente.
Cuando finalmente se despidieron, Solveig se acostó en su cama, junto a su familia, con la bola de cristal a su lado.
Con una sonrisa suave, cerró los ojos y se dejó llevar por los sueños, sabiendo que su amistad con Muntu era un lazo que nadie podía romper.
Al día siguiente, y tras despertar tarde otra vez, la niña se apresuró a desayunar, aunque ya solamente estaba esperándola su papá, que la saludó y le dió algas para que comiera.
La pequeña miró con atención alrededor, y al notar que su mamá estaba ayudando a sus hermanitos a vestirse, pero con algo más de prisa y seriedad que lo normal, además de que Delph y Aren también estaban más calmados de lo usual, ya que en el tiempo que llevaban juntos, hablaban animadamente entre ellos, o el tritón jugaba con el cabello de su compañero. Pero ahora no hacían nada de eso.
El ambiente, aún así, no era tan solemne como para preocuparse, así que Solveig supuso que irían a Toivonpaikka, y preguntó a su papá: —¿Puedo quedarme en casa?
Ari sonrió y contestó: —No, necesitamos que nos ayudes, pequeña hechicera. Vamos a ir hasta Kuivuuden maa para investigar allí sobre las espumosas.
Solveig abrió mucho sus ojos y sacudió sus aletas: —¡Entonces sí voy!
Riendo, Ari acarició la cabecita de su pequeña y la dejó seguir comiendo. Solveig terminó rápidamente, por lo que no pasó mucho tiempo para que iniciaran el viaje hasta las costas de Kuivuuden maa.
La distancia para viajar hasta allá desde el barco donde vivían era bastante larga, pues estaba al sur de Kallioinenmeri, el antiguo reino de Aren, pero Solveig, emocionada por el viaje, buscó en su bola de cristal cómo lucían las costas de aquel reino, y después de observar un poco los sitios que le parecían más seguros, simplemente abrió un portal para llegar hasta allí en unos segundos.
Habiéndose ahorrado tanto tiempo, todos supusieron que lo mejor era comenzar a investigar para obtener resultados más rápidos, así que sólo se aseguraron de dos cosas: que llevaban el mini saco con el cabello de Yngve para poder invocarlo, y que no se encontraban lejos de una zona habitada de la costa, ya que necesitarían interrogar a varias personas sin importar su especie para llegar a la información sobre las espumosas.
El territorio de Kuivuuden maa es escarpado en su mayoría, pero no por eso no hay espacio suficiente para unas cuantas playas, y puertos tanto naturales como artificiales. Naturalmente, los puertos eran los más habitados en comparación con las playas y otras zonas costeras, por lo que buscarían la mayor parte de la información allí. Pero primero checarían los alrededores de las zonas deshabitadas por si había pistas físicas de qué sucedía con las espumosas.
El lugar al cual Solveig los había transportado era una bahía amplia, pero sólo habitada en un extremo, mientras ellos se encontraban en el lado opuesto.
Aren, Delph y Anémona, quienes eran los que tenían más confianza y habilidades para investigar en las cercanías de la tierra firme, se dirigieron al otro extremo de la bahía, mientras Ari se quedó con Solveig, Ina y Viggo para revisar la zona inhabitada y bajo el agua".
—¿Y por qué no fue también el tío Google para investigar? — inquirió un niño un poco mayor a los demás.
—Porque él se había reunido con los hechiceros de Toivonpaikka, se me olvidó decirlo. Si recuerdan, Anémona mencionó que Vanja, la hija mayor del rey Haakon y la reina Cressida, había sido la candidata electa para reinar en sucesión, y debido a este cambio, los hechiceros humanos, silfos, duendes y patatones también habían cambiado algunos puestos para representar a sus reinos bajo el mando de la nueva soberana. Aunque evidentemente el Kraken no recibiría ningún nombramiento, sí había sido invitado para conocer quiénes se retirarían y quiénes tendrían en adelante los cargos de los cuatro reinos de la isla.
—¿Pero se enteró de que iban a ir a Kuivuuden maa? — preguntó otra niña.
—Sí, pero después de que fueron allá — respondió el narrador.
Los pequeños oyentes entrecerraron los ojos y emitieron un "hmmm" de inconformidad, por lo que el narrador se apresuró a retomar el hilo de la historia: "De todos modos, no investigarían lo suficiente en un sólo día, así que contarían con la ayuda del tío Google en las próximas pesquisas que hicieran en aquel reino.
Sin perder más tiempo, Anémona, Delph y Aren se dirigieron a la costa para su parte de la investigación mientras Solveig, Ari y los mellizos se quedaron en el mar para buscar otras pistas allí.
Desde luego, aunque les había tocado algo bastante menos arriesgado, todavía debían ser cuidadosos al recorrer el lugar, así que los pequeños no se alejaron de su papá a pesar de la curiosidad que les daba conocer esta costa a la que no habían viajado antes. Además, Susto se había quedado con ellos por si había algún problema y tenían que escapar o combatir, lo que no por ser poco probable era imposible.
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