thirteen ──── first protection
───────── CHAPTER THIRTEEN,
FIRST PROTECTION ─────────
❛ De cualquier forma los celos son en realidad una consecuencia del amor: os guste o no, existen ❜
El miedo empezó a aparecer en la mirada azulada de Alexander, sabiendo lo que estaba sucediendo sin necesidad de que la desconocida le dijera que estaba ocurriendo. Él se levantó al mismo tiempo que Acacia hizo que se pegara en la pared, dejando que las sombras lo ocultaran cuando varios astrales pasaron.
──── Son ellos, ¿verdad? ──── preguntó Alexander en voz baja.
La astral puso su mano en la boca del chico, callando las preguntas que iban a salir a causa del nerviosismo. Ella apenas sacó la cabeza del callejón, esperando contar con rapidez cuantos estaban ahí, a la espera.
──── No puedo verlos bien ──── dijo con molestia.
Las tiendas oscuras no ayudaban a su visión ni tampoco los grandes almacenes de basura que estaban en la calle.
Alexander se movió, cambiando de posición con Acacia. Ahora ella se encontraba pegada en la pared, escondiendo su pequeño cuerpo de la vista del resto. Los vellos de la nuca de la astral se erizaron, sintiendo ese calor que el cuerpo del chico desprendía.
──── ¿Cuántos son? ──── Acacia cuestionó, despejando su mente de lo que estaba sucediendo ──── Dime si van en grupos diferentes o todos juntos.
Él entrecerró sus ojos, concentrando en observar lo que estaba ocurriendo ──── Se están moviendo en grupos de tres o cinco, pero siguen juntos, todavía no se han movido. Puedo contar unos quince, tal vez ──── musitó con un deje de confusión.
Aunque Acacia podía vencerlos, sería muy tonto de su parte en dejar desprotegido a Alexander. Si los astrales eran inteligentes, se iban a dividir en atacarla y en perseguir al chico así que esa no era una opción.
El cuerpo de la astral se tensó al sentir el roce de unas manos calientes en su cuerpo. Respiró profundamente, cuidando sus pensamientos y deseos escondidos por un chico que apenas conoció. No iba a dejar que su autocontrol se disparara por algo tan minúsculo así que se concentró en lo más importante.
¿Cómo era que un humano como Alexander podía hacer que reaccionará de esa manera? Algo malo iba a suceder si esos sentimientos seguían ahí.
──── Lo lamento ──── Alexander murmuró. Él bajó su mirada, sin poder enfrentarla ──── Estoy siendo un estorbo para ti, ¿cierto?
Sin contenerse, Acacia soltó una suave carcajada, sorprendiéndolo. Colocó su mano en la boca, tratando de retenerlo, pero fue imposible.
──── ¿Pides disculpas por no saber cómo pelear? ──── ella cuestionó con diversión ──── No deberías de sentirte de esa forma. Tienes mucho que aprender, querido, una de ellas es nunca pedir disculpas por algo que no sabes. Es mejor pretender que si lo haces e intimidar a tu oponente. Créeme, eso siempre funciona.
Alexander asintió, sintiéndose repentinamente incómodo con sus palabras. Acacia soltó un suspiro, sabiendo que se sentía avergonzado. Estaba tirando demasiadas cosas sin sentido a alguien que jamás nació con la mentalidad de ellos.
Acacia lo miró directo a los ojos, pasando su pulgar por encima de los labios pálidos del chico.
──── Está bien no saber pelear. Está bien no tener todo el conocimiento del mundo, Alexander, eres un humano que no necesito aprender a defenderse y por eso estoy aquí ──── ella dijo, dejando su pulgar acariciara suavemente su piel ──── Yo voy a matarlos si llegan a tocarte.
Alexander contuvo su respiración, bajando la mirada a los labios rojizos de la astral. Sin contenerse, ella sonrió, mostrándole una suave sonrisa que hizo que su rostro adquiriera un brillo de seducción.
No podía evitar sentir esa electricidad recorriendo su cuerpo y la necesidad de protegerlo. Iba a hacer lo que pudiera para que Alexander estuviera a salvo.
Él apartó su mirada, enfocándose en aquellos extraños que estaban corriendo alrededor y murmuró lo que Acacia estaba esperando.
──── Se dividieron. Solo veo a tres en el callejón que tenemos que pasar para llegar a Riverstood.
──── Mi número preferido ──── sonrió ──── Quédate ──── ordenó, dándole una suave caricia por última vez ──── Volveré por ti.
Acacia estaba preparada para terminar con los astrales cuando vio sus rostros, confundida por quienes eran. No los reconoció, preguntando si eran habitantes de Neex o de otros reinos que los apoyaban hasta que vio los ojos celestes que uno de ellos portaba.
Su rostro cambió, convirtiéndose en una máscara fría que solo mostraba enojo. Estaba enfrente de los Duksol, los oscuros que dañaron a su planeta y a los cuales, siempre les daban caza.
Ella corrió por la calle desolada, directo al primer astral que estaba distraído. Pasó su brazo por el cuello, apretando lo suficiente hasta oír el crujido que lo dejó muerto. El segundo astral se lanzó con decisión y enojo, ella lo esquivó, enterrando una daga en lo profundo de su estómago.
No necesitaba alertar a los oscuros que estaban alrededor así que lo sostuvo hasta caer al suelo en su propio charco de sangre. Una gota de sangre cayó en su labio, rápidamente la eliminó, no queriendo mancharse con lo que más despreciaba.
El último astral no se dio cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que sintió el impacto, mandándolo al suelo. Acacia sacó su espada, insertándola en el pecho del astral sin remordimiento.
No necesitaba a más oscuros en su planeta. Los traidores no eran bienvenidos y menos aquellos que cazaban a los habitantes que no creían en sus mismos valores de querer destruir su planeta y gobernar a los humanos.
Un error que Acacia solía cometer era dejar desprotegida su espalda. Sin reaccionar, un astral agarró su brazo, haciéndole una llave dolorosa que hizo que ella se quejara. Podía sentir como poco a poco, sus huesos iban quebrándose y eso no iba a ser fácil de sanar así que alzó su pierna, golpeando al astral justo en su rostro, una y otra vez hasta que la soltó, dándole el tiempo de insertar su espada.
──── La princesa salió de su escondite ──── una voz canturreó a su espalda. Dos astrales aparecieron, balanceando sus espadas con una sonrisa engreída.
──── Si no quieren quedar como sus amigos, los dejaré ir, incluso ocultaré mis ojos si lo desean ──── se burló la astral.
No les cayó muy bien.
Acacia detuvo los golpes de las espadas, tan veloz que apenas podía ser visto ante el ojo humano. Utilizó su peso para derribarlos, utilizando su cuerpo para golpearlos y dejarlos en desventajas, lo suficiente para insertar su espada.
La princesa no perdió tiempo, entendiendo que los astrales estaban acercándose. Balanceó la espada en su mano, deteniendo el filo de una espada que iba dirigido a su pecho, justo para matarla. Acacia disparó su puño directo al rostro de la mujer, sintiendo como sus dedos quedaron adormecidos por el golpe.
──── ¡Eres una maldita! ──── la astral gritó, probando el sabor de su propia sangre.
Acacia rio, caminando a su alrededor como si se tratara de una presa ──── Me han llamado con apodos mucho peores. ¿Quieres morir lentamente?
La mujer no dio respuesta, en cambio, sonrió. Acacia no esperó que un par de manos extras agarraran su cuello, aventándola con fuerza al asfalto. Dejó salir un siseo de dolor al mismo tiempo que giró, agarrando el puño que iba a su rostro.
──── Parece que alguien vino a salvar su astral ──── ella rio, sin dejar sus burlas para molestarlos.
Con la distracción, ella agarró un cuchillo, intentando enterrarlo en el abdomen del hombre que se atrevió a tocarla. El astral fue astuto, agarrando la delgada muñeca de la princesa, ejerciendo toda su fuerza para evitar que la cuchilla se moviera.
Acacia soltó un profundo grito, sintiendo el filo de una espada enterrarse en su pierna. No necesito mirar para saber que estaba sangrando, llenando la calle con esa sustancia pegajosa y que pronto iba a ser mucho peor.
La mujer sonrió, sintiéndose satisfecha de herir a uno de los primogénitos que se dedicaba a perseguirlos ──── Oh, la princesa siente dolor.
Entre los dos astrales sujetaron a Acacia, inmovilizando en el suelo mientras uno de ellos se encargaba de pasar una daga cerca del rostro de la princesa, sintiendo la emoción en acabarla.
──── Espera cuando la matemos ──── él apoyó, hundiendo ligeramente la daga en el cuello de Acacia ──── Ella va a rogarnos.
──── Si me matan ──── Acacia dijo, mirándolos con amenaza ──── Tendrán su propio encarcelamiento para la eternidad. Los primogénitos van a torturarlos cada día de su patética vida.
Los dos astrales se miraron por un segundo, sonriendo ──── Podremos superarlo ──── respondieron al mismo tiempo.
Acacia soltó el aire retenido, agitando su cuerpo con fuerza, solo necesitaba de una extremidad para deshacerse de los astrales que parecían satisfechos con tener a una princesa en su dominio. Ella siseó una maldición, entendiendo que estaba a punto de dejar a Alexander solo.
Un grito de frustración salió de sus labios, intentando luchar contra los astrales cuando recibió un golpe en su mejilla, sintiendo el escozor en todo su rostro. Su cabeza golpeó el asfalto, sintiendo como su visión estaba a punto de volverse borrosa.
El brillo de un cuchillo llamó su atención, haciendo que frunciera sus cejas. No supo si estaba alucinando por la pérdida de sangre o es que realmente alguien llegó a su rescate. La expresión de sorpresa en la mujer le hizo saber que no se trataba de una alucinación, sino que estaba pasando verdaderamente.
Cuando el cuerpo de la mujer cayó al suelo en un intento de detener el sangrado, Alexander apareció con una expresión sorprendida y sosteniendo un cuchillo entre sus temblorosos dedos. Acacia sonrió, teniendo esa esperanza de que saldría de ese problema.
Ella actuó rápido, deteniendo al hombre que iba a lanzarse contra Alexander. Utilizó su peso para someterlo al suelo y agarró la muñeca del chico, haciendo que enterrara el cuchillo en el pecho del astral.
La princesa se levantó del suelo, inspeccionando la herida de su pierna. Como supuso, la sangre seguía saliendo por lo que tuvo que vendarlo antes que siguiera perdiendo más, confiaba en que iba a sanar rápidamente al no ser tan profunda.
──── ¿Estás bien? ──── ella cuestionó, observando el rostro pálido de Alexander que seguía observando los dos cuerpos en el suelo ──── Parece que si sabes pelear. Eso será bueno, no tendrás que entrenar por mucho tiempo.
El chico parpadeó varias veces, intentando enfocarse en Acacia. No había culpabilidad en el rostro de la astral, ni siquiera alguna preocupación por lo que acababa de suceder.
──── ¿Ellos están muertos? ──── cuestionó Alexander en voz baja. Dio un paso atrás, mirando con terror a la desconocida que estuvo con él todo el tiempo ──── ¿Yo los maté?
Acacia asintió, quedándose en su lugar ──── No a todos, si eso ayuda ──── musitó, sin poder comprender lo que estaba ocurriendo con el chico ──── Yo maté a los otros ──── señaló con poca importancia.
Con su bota, la astral giró el rostro de uno de los oscuros, preguntándose por qué estaban en ese lugar. Ahora no estaban seguros, los Duksol matarían sin dudar, sin remordimiento y eso hará que cada una de las espaldas de los primogénitos sea su blanco perfecto para acabarlos.
──── ¿Por qué lo hice? ──── cuestionó Alexander, dando otro paso hacia atrás. Los latidos de su corazón empezaron a volverse más fuertes, incapaz de poder respirar con tranquilidad ──── ¿Por qué los maté?
──── Alexander ──── ella lo llamó, sabiendo que estaba ocurriendo ──── Mírame, mírame solo a mí ──── ordenó con fuerza.
Él negó, agitando su cabeza. Cerró sus ojos en un intento de calmar ese desesperante dolor que apareció en su cabeza, su corazón estaba enloqueciendo y su cuerpo estaba sintiéndose más débil, como si en algún momento iba a derrumbarse.
──── ¡No! No puedo mirarte, no puedo respirar ──── contó, tocando su pecho con la urgencia de quitar ese malestar ──── No entiendo lo que está ocurriendo, ya no quiero seguir con este juego ──── pidió, cayendo sobre sus rodillas ──── Te lo pido, déjame ir, no quiero seguir aquí.
Acacia se acercó a Alexander, agarrando gentilmente sus mejillas entre sus manos. La preocupación brillaba en el rostro de la astral, sintiendo esa culpa por haber hecho que el chico afrontara una situación donde no estaba preparado.
Él no estaba preparado para manchar sus manos con sangre, no para salvarla.
──── Todo estará bien, respira ──── ella pidió, mirándolo con calma ──── Respira, mírame, todo está bien, te tengo.
Una lágrima rodó por la mejilla de Alexander, cargando la culpa que sentía en su interior. No sabía que estaba sucediendo y ya no quería seguir en ese retorcido juego donde acabó matando a dos personas. Todo dentro de él se sentía enfermo por haberle quitado la vida a dos desconocidos por alguien que apenas conocía.
──── Yo... yo no sé por qué los mate, lo juro. Solo sentí esa adrenalina en mi interior, estaba enojado y... y algo me hizo agarrar ese cuchillo y...──── balbuceó el chico, bajando su mirada ──── No entiendo que me está ocurriendo, no sé por qué tuve esta urgencia de ayudarte. Quería hacerles daño, Acacia, quería herirlos por atacarte. ¿Por qué me pasó eso?
Acacia tampoco tenía la respuesta, no entendía lo que estaba pasando con ellos dos. Por primera vez, no tenía control de sus sentimientos ni tampoco de sus acciones, tenía esa extraña urgencia de protegerlo, de ofrecer su ayuda y pelear por él, pero no tenía ninguna razón para hacerlo ya que era la primera vez que lo veía.
¿De dónde venía esa conexión? Las historias de los ancianos eran mentiras, puras historias para poder convencer a dos reinos para unirse mientras jugaban con sus mentes sobre una conexión que no era cierto hasta en ese momento donde Acacia se preguntó si era real.
Si esa conexión hacía que ambos se protegieran, anteponiendo lo que sentían, no iba a terminar bien. No quería tener ningún sentimiento relacionado a Alexander, no podía bajar sus defensas, pero por ese momento, lo haría.
No soportaba ver el dolor en esos ojos azulados, no quería que Alexander cargara con una culpa que no era de él.
──── No lo sé ──── susurró, sin poder mentirle ──── No sé por qué sientes eso. No sé por qué yo también lo hago, pero no dejaré que sientas culpa por haberme ayudado. Evitaste que me mataran, Alexander, tú me protegiste.
Acacia acarició con suavidad el cabello rubio del chico, mirándolo como poco a poco, él iba cambiando su expresión a una calmada. Un par de dedos se entrelazaron con los suyos, haciendo que sintiera esa extraña pero reconfortante electricidad recorrer su cuerpo.
──── ¿Qué haremos con sus cuerpos? ──── él preguntó, dejando que su cabeza se apoyara en el brazo de Acacia sin energía para poder sostenerse a sí mismo ──── Si la policía los encuentra, van a buscarme.
──── No lo harán, no tendrán identificación de quienes eran así que cancelaran la investigación ──── aseguró la princesa, pasando sus dedos por el cabello del chico ──── De todas formas solo son cuerpos, títeres que una vez fueron utilizados. Sus almas, lo más importante, ya no están ahí.
──── ¿Solo lo vamos a dejar? ──── interrogó, frunciendo sus cejas ──── Ellos merecen un lugar para descansar. Tú harías lo mismo por tus amigos, ¿no?
──── No, no lo haría ──── ella negó, apretando sus labios por unos segundos, pensando en los primogénitos ──── Porque no morirán. Ninguno de nosotros lo hará.
──── ¿Cómo lo sabes? ──── Alexander cuestionó, alzando su rostro para observarla ──── ¿Cómo sabes que sobreviviremos a esto?
Acacia se inclinó, dejando que su rostro estuviera a escasos centímetros ────Voy a protegerte con mi vida, Alexander. Estoy decidida a permanecer a tu lado hasta que estés a salvo.
Acacia fue la encargada de guiar el camino, dejándose llevar por las múltiples señales que mencionaba a Riverstood. Alexander la seguía en silencio, arrastrando sus pies y con su mirada perdida, sin poder procesar lo que acababa de ocurrir.
Aunque ya se sentía mejor, su mente seguía sin procesar todo, creando demasiadas decisiones que pudo haber tomado en vez de elegir matarlos. Sus manos estaban manchadas de sangre inocente y no era algo que iba a aceptar con facilidad.
──── ¿Qué hacías en ese bar? ──── Acacia preguntó, tratando de iniciar una conversación.
──── Todo el mundo va a ese bar ──── fue su única respuesta, sintiéndose frustrado por la desconocida que parecía no afectada.
──── Tú no ──── ella negó, escaneando su rostro con lentitud ──── No es tu estilo, incluso tus amigos no son personas por las que tú considerarías cercanos. ¿Por qué sigues con ellos si no te agradan?
Alexander frunció sus cejas oscuras, recortando la distancia entre ambos.
──── ¿Por qué crees que no me agradan? ──── él cuestionó ──── No me conoces.
Ella ladeó su rostro, encogiéndose de hombros ──── Cuando pedí que se fueran, tú no dijiste ni una palabra. Ellos se fueron sin darte ni una mirada, por lo menos una de aprobación por haber hablado con alguien tan bonita como yo ──── mencionó con una media sonrisa ──── Y solo te has preocupado por ellos una o dos veces. Si fueran tus amigos de verdad, estarías corriendo directo a ese bar en su búsqueda.
El silencio del chico confirmó sus palabras. No conocía a Alexander completamente, pero era tan fácil de leerlo, como un libro abierto y con ilustraciones que su propio rostro creaba. Era un Zoqri de nacimiento y ella estuvo rodeada de esos astrales por tantos años que podía entender como ellos actuaban.
Ahora sabía que lo estaba agobiando. Él se enterró de nuevo en su modo tortuga con la cabeza baja y manos enterradas en los bolsillos de su desgastado jeans. Ella mordió su labio inferior, pensando en qué decir.
──── No es que no me agradan, solo... me hacen sentir seguro en esta ciudad ──── él habló, alzando su mirada ──── Estoy solo. No tengo un lugar donde ir y ellos parecen aceptarme por lo que soy, no al chico que no tiene nada que aportar al mundo.
──── Ya no estarás solo, Alexander ──── la princesa dijo, mirándolo fijamente ──── Ahora nos tendrás a nosotros. Nunca volverás a sentir que no tienes un lugar a donde ir porque nosotros te daremos tu propio lugar, tu espacio y será tan magnífico que olvidarás esta vida humana. Dirás que valió la pena seguir conmigo, incluso si te he amenazado en torturarte ──── bromeó, haciéndolo sonreír.
La sonrisa en su rostro trajo un poco de calma a sus pensamientos, olvidándose por un momento lo que había ocurrido hace pocos minutos,
──── Tampoco olvides que, si trato de huir, estoy seguro que puedes traer mi trasero de vuelta, con tus cuchillos y espada que pierdes con frecuencia.
Ella soltó una carcajada, sorprendiéndose de su propia gracia.
──── Tienes mucha razón ──── asintió.
──── Y también tengo una ligera sospecha que esos desconocidos que nos están siguiendo por toda la ciudad quieren mi trasero muerto ──── replicó, perdiendo toda diversión ──── Sigo sin saber el por qué.
──── Todavía no puedo darte la respuesta que quieres ──── negó, apartando su cabello oscuro de su rostro ──── La tendrás a su debido tiempo.
Una explosión sonó cerca de ellos, por instinto, Acacia dio un paso delante de Alexander, abriendo sus ojos rojizos en búsqueda de más astrales. Un par de dedos suaves se envolvieron en su muñeca, dándole una oleada de calma que por unos segundos la asustó. Solo había tenido ese sentimiento con los Zoqri, uno que era muy difícil de explicar para el resto de astrales.
──── Tranquila ──── él susurró, apretando su agarre ──── No es nada.
Sus palabras ocasionaron que ella se relajará por completo, pero no separó su agarre así que se dio la vuelta, forzándolo a que lo hiciera. No tenía mucho tiempo caminando cuando soltó un grito ahogado, mirando una herida en el brazo de Alexander.
──── ¡Por todos los reyes vejestorios! ¡Estás sangrando! ──── Acacia musitó, mirando la sangre fresca.
──── No te...
──── ¡Los humanos se desangran con tanta facilidad! No debí de quedarme contigo ──── siguió hablando, pensando en todos los posibles casos que podía suceder ──── No sé coser, Dion es un idiota en decir que yo te buscará.
──── Pero...
──── ¿Sientes tu brazo? ──── cuestionó, frunciendo sus cejas oscuras con evidente preocupación ──── ¿Adormecido, dolor, entumecido?
──── ¡Acacia! ──── Alexander gritó, deteniéndola.
──── ¿Qué? ──── respondió de la misma manera, ampliando sus ojos rojizos ──── Solo porque te desangras no significa que puedes gritarme.
──── Solo es un corte y ya dejó de sangrar ──── él la calmó, acariciando su mejilla ──── Es exactamente igual a este corte que tienes que ya está sanando.
Acacia quedó entumecida, viendo el deleite en los ojos azulados del chico, él estaba experimentando esos mismos sentimientos desenfrenados que ella y eso no era bueno. Dio un paso atrás, forzándose a eliminar esos pensamientos sobre desear más que solo unas caricias.
──── No te he preguntado si estás bien ──── él recordó, bajando su mano ──── ¿Tú estás bien?
La preocupación que Alexander sentía por ella hizo que su corazón latiera con fuerzas. Hace mucho tiempo dejó de preocuparse por ella misma o aceptar la ayuda de otros, prefería enfrentarse al mundo a solas antes que alguien pudiera ver alguna vulnerabilidad por lo que esa pregunta fue tan diferente.
Ella permitió que Alexander siguiera observándola, como si quisiera memorizar su rostro mientras Acacia miraba esos ojos azulados, iguales a los del astral que ella amó y los cuales, no pudo proteger.
──── ¿De dónde has salido? ──── ella preguntó en voz baja, más para sí misma.
Acacia decidió seguir el camino, cortando con la conexión que empezaba a formarse entre ellos dos. Las pisadas de Alexander eran lo único que le hacía saber que seguía ahí, junto a ella.
──── ¿Crees que saldrán otros a atacarnos? ──── interrogó el humano, manteniendo sus pisadas rápidas para poder alcanzarla ──── Estamos cerca de llegar a Riverstood,
──── Dudo que nos hayan seguido. Ellos son inteligentes para saber que no deberían y el resto debe estar dándoles cazas, no son bienvenidos aquí.
Si alguno de los primogénitos se encontrará con los Duksol, Acacia estaba segura que iba a perseguirlos hasta acabarlos. No necesitaban a esos oscuros en el mundo de los humanos, no cuando planeaban matar a cada ser vivo para transformar ese planeta en el suyo en manera de venganza contra los dioses que los crearon.
Los Duksol eran una rareza para los astrales, sus pensamientos y su manera de actuar era tan diferente que no encontraban sentido a sus metas, los ancianos no hablaban mucho y por la poca información, tenían que adivinar sus razones para querer hacer un asesinato.
──── ¿Me dirás lo que sucede cuando estén todos tus amigos?
──── Si ──── murmuró, dando por finalizada la conversación.
yo amo a Alexander y no solo porque lo saque de mi imaginación sino porque es el chico dulce e inocente que todxs necesitamos en nuestras vidas ♥
por cierto, ¿le gustan los gifs? pase horas haciéndolo y algunos no me convencían pero no quise perder el trabajo hecho :)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro