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four ──── forbidden order




────────────── CHAPTER FOUR,

FORBIDDEN ORDER  ──────────────



❛ Siempre se repite la misma historia:  cada individuo no piensa más que en sí mismo 



Zoqri era como un segundo reino para Acacia, parte de su infancia ocurrió en ese lugar junto al rey astral y su esposa que la apoyaron en todo momento, incluso en los más difíciles por lo que sus relaciones eran bastantes cercanas.

Ella se despidió de Calista, cediéndole el carruaje que le habían dado para llevarla a su hogar. Por ese día, no quiso llegar temprano a su reino, en cambio, iría a visitar a sus reyes preferidos y probablemente comería hasta que recupere por completo su fuerza.

Acacia camino por todo el reino de Zoqri, esperando que el resto de primogénitos se fueran hacia sus reinos. Aunque no hubiera ningún problema en quedarse, no le gustaba la idea que el resto pensara que tenía alguna clase de preferencia cuando había trabajado demasiado.

El rey astral y la princesa de Poxzia sabían separar sus sentimientos en medio de las decisiones difíciles así que sabía que enfrente del resto, ella debía de comportarse ante el rey y recordarse que, en esos momentos, no era el astral que la crio, sino el rey de todo su planeta y aquel que decidiría sobre su futuro.

Acacia siguió recorriendo las calles de Zoqri, saludando algunos habitantes que la reconocieron y aceptando algunos alimentos que le ofrecían, tenía hambre después de tanto entrenamiento. En medio de su regreso al reino, se encontró con el hombre que estaba esperando.

El rey astral despidió al último primogénito, cerrando las puertas del Templo. Ella le sonrió, impulsándose para poder abrazarlo con mayor tranquilidad. Él le devolvió ese gesto, depositando un suave beso en su cabellera oscura.

──── Pensaba volver a casa, pero es muy temprano ──── Acacia contó, separándose.

──── Tienes suerte que te invitaré a la mansión ──── informó el hombre, fingiendo desinterés con una sacudida de hombres ──── Necesito un poco de sangre juvenil para esconder mis canas.

──── Si la reina lo escucha, va a matarlo ──── bromeó ella, caminando de espalda.

El rey astral entrecerró sus ojos azulados, señalándola con un dedo lleno de anillos ──── Nadie se lo dirá, ¿o sí? ──── preguntó, frunciendo sus cejas.

──── El secreto está guardado ──── prometió, cerrando su boca ──── O tal vez debería de tener un hijo. ¿Lo has pensado?

Él dejó escapar un suspiro, mirando el cielo ──── Es difícil con todo lo que ha pasado. Sé que deben de extrañar tener un heredero de Zoqri en su grupo, pero todavía no es el momento ──── susurró, negando.

──── Lo entiendo. Apuesto a que el heredero de Zoqri nos hubiera pateado el trasero ──── bromeó, haciendo reír al hombre.

Acacia entendía las razones por la cual el rey no quería tener más hijos. Tener una gran responsabilidad de gobernar al planeta traía consecuencias y él las pagó cuando sufrió varios intentos de asesinatos a manos de traidores y cuándo finalmente acabaron con su familia.

Su fuerza de voluntad era lo único que lo mantenía de pie, tratando de mejorar el planeta donde creció, aunque los recuerdos de sus hijos seguían ahí.

Desde que era joven, a la misma edad de los primogénitos que ahora entrenaba, el rey astral supo que su vida sería dura, pero nunca supo cuánto hasta que aceptó ese puesto y perdió a muchos astrales, batallando ante sus decisiones que, en ocasiones, no fueran las correctas.

──── ¿Y qué pasará cuando tenga que heredar la corona? ──── cuestionó Acacia con curiosidad. Se puso al lado del hombre, agitando la falda de su vestido ante cada paso ──── ¿A quién se la dará?

──── Tengo un plan para cuando el tiempo llegue ──── confesó, haciendo una pausa que generó curiosidad en la astral ──── Lo sabrás en su momento.

Acacia lo miró por un buen rato hasta incomodar al hombre. Ella podía leerlo con facilidad, desde pequeña aprendió los gestos del rey astral y sabía cómo hacer que los habitantes de Zoqri hablaran.

El rey solo carraspeó, cambiando el tema.

──── ¿Tu padre no se preocupará por lo tarde que llegaras a casa?

Ella bufó, mirando a su alrededor con aburrimiento ──── No, ni siquiera se dará cuenta que no estoy ahí. Él está ocupado todo el tiempo.

──── Los reyes tienen muchas tareas que hacer en sus reinos, Acacia ──── él le recordó, sonriéndole ──── Pronto tú también lo estarás.

──── ¡Claro que no! Vendré a visitarlos todo el tiempo ──── ella replicó, volviendo a caminar a su lado ──── Acomodaré mi horario, lo prometo. Aparece en la noche para darles las buenas noches.

El rey astral río, acariciando el cabello oscuro de la astral. Sabía que Acacia cumpliría su palabra, lo demostró desde que era pequeña y escapaba de su reino para ir a tomar el té con la reina cada tarde como solía hacerlo con su madre.

Acacia se aferraba a los recuerdos y dejaba que siguieran viviendo incluso cuando los astrales ya no estuvieran presentes.

──── Sabes que no es necesario. Siempre te tendré...

──── Lamento interrumpir, rey astral y princesa de Poxzia ──── habló un guerrero, interponiéndose en su camino. El hombre acomodó el cinturón que sujetaba la resplandeciente espada que se le otorgaba ──── Necesito hablar con usted. Un par de habitantes están peleando por territorio no solicitado.

──── Tranquilo, Lex. Acacia, puedes seguir el camino hasta la mansión, llegaré dentro de poco.

──── Claro ──── masculló, mirando extraña la situación.

La princesa hizo lo pedido para seguir su caminata a paso lento. No estaba segura si quería llegar tan rápido al lugar, tal vez, si llegaba tarde, la reina le pediría que se quedara y así no tendría que estar tanto tiempo con su padre en la mansión solitaria de Poxzia.

Acacia asintió a sí misma sobre su plan y por eso, siguió girando en cada esquina que encontraba para poder perder más tiempo. El reino de Zoqri era una de los más bellos, sus habitantes eran cuidadosos y mantenían todo limpio y en orden, algo que sorprendió a la princesa en un principio. Les gustaba cultivar sus propios alimentos y utilizaban residuos para generar electricidad.

El reino de Zoqri era tan completo que podía ser un solo planeta independiente y podría crecer por sí solo.

El sol fue bajando por lo que los habitantes empezaron a entrar a sus casas, apagando las luces que no necesitaban y los carruajes iban vacíos. Eran pocas luces las que alumbraban el camino, lo suficiente para caminar con tranquilidad. Ya era tiempo de su valioso descanso, aunque para Acacia, era solo estar en un silencio incómodo con su padre hasta que fuera momento de ir a su habitación,

La princesa saludo a una familia, distrayéndose del camino por unos minutos. El astral cargaba a su pequeña en sus hombros, haciéndola reír cuando fingía caerse al suelo mientras su esposa cargaba los frutos que supuso que recolectó de sus cultivos.

Uno de los deseos de Acacia era volver a tener esa alegría con su padre, la misma que perdió cuando su madre falleció. Por unos años, ella vivió como esa pequeña astral, escalando hasta los hombros de su padre cuando no se convertía en el rey de Poxzia. Él la crio con tanto amor que era difícil verlo cada mañana sin volver a tener esos recuerdos cuando eran una familia.

Su mente volvió a ese recuerdo, donde fueron segundos que olvidó que su madre era la reina de Poxzia e hizo que olvidara mantener su enfoque a su alrededor y fue cuando todo ocurrió. Acacia fue descuidada, imprudente y por eso, aprendió una valiosa lección cuando perdió a la astral que era la única que llenaba su hogar de amor.

El sonido de un carruaje hizo que la astral despertará de su ensoñación, dándose cuenta que se quedó sola en esa calle. Miró a su alrededor, olvidando donde se encontraba después de haber caminado sin poner atención a su alrededor.

Un astral salió de una de las esquinas, caminando con rapidez hacia otro callejón que ya estaba oscureciendo. Acacia solo suspiró, entendiendo que iba a tener que pedir ayuda antes que el rey astral fuera a buscarla con todos sus guerreros.

──── Disculpe ──── musitó, trotando detrás de aquel hombre.

Una parte de su vestido quedó estancada cuando giró en la esquina, haciéndola suspirar. Por alguna razón, su mala suerte estaba apareciendo y eso nunca traía nada efectivo, principalmente en mejorar su humor.

Tomó unos segundos en poder desenredarlo, sus damas no le perdonarían si arruinará su perfecto vestido incluso cuando le dijeron que era simple. Ellas adoraban todo lo que era hecho por sus manos y no quería ser la razón por la cual estuvieran disgustadas.

Acacia levantó su mirada, buscando al astral. No pensaba que el hombre se movería tan rápido, pero parecía que sí lo hizo porque no había ningún astral fuera de su hogar. Ella siguió caminando, dirigiéndose al mismo callejón donde lo vio por última vez hasta que encontró a varias figuras formándose en la oscuridad.

Su curiosidad apareció, preguntando qué hacían tan tarde y en un lugar con poca luz. Un instinto comenzó a surgir en la princesa, haciendo que sus pisadas fueran más lentas hasta que se detuvo por completo.

Los rostros de aquellas figuras estaban cubiertos por capuchas oscuras, eran de diferentes tamaños, altos y bajos, mujeres y hombres. No tardó en darse cuenta que esos astrales no pertenecían al reino de Zoqri.

Dio un paso más adelante, adentrándose en la oscuridad cuando noto que estaban muy cerca de la línea divisoria de los reinos, la gran oscuridad divina que solo era un espacio sin fondo y en el cual, cualquiera podría morir si llegaban a caer. En un principio, pensó que esos astrales iban a hacer alguna tontería como tirarse cuando noto el centellear de las espadas cubiertas de un escudo que reconoció al instante.

Sus ojos rojizos se expandieron, reteniendo su respiración cuando su boca se abrió de sorpresa al notar varias bombas y armas puestas en cajas de alimentos, un escondite perfecto si querían transportarlas sin ningún problema.

Supo que no esos astrales estaban a punto de hacer una gran equivocación y ella iba a detenerlos, sin importarles que la superaran. Su mano agarró el pomo de la espada que colgaba en su cintura, iba a dejar que el filo saliera cuando noto un rostro conocido en medio de esos astrales.

El perfil de aquel hombre era el mismo que solía ver todos los días en entrenamiento junto a un par de ojos rojizos que solo demostraban enojo y disgusto. Sus labios estaban en una sonrisa, oyendo las palabras susurradas del astral que estaba a su derecha, escondido en la oscuridad.

La capucha que lo cubría cayó, revelando su rostro por completo. El padre de Karsten, el rey de Neex, estaba mirando fijamente la oscuridad que envolvía a la princesa, pero su mirada no demostraba ninguna expresión. Acacia no respiro ni hizo ningún movimiento, temerosa de que la encuentre.

──── Quiero a todo el reino de Zoqri en llamas ──── él exigió, su voz cargada de odio como nunca fue oída ──── Asegúrense de que nadie pueda salir. Estaré vigilándolos, no quiero errores o ustedes lo pagarán.

Acacia detuvo su impulso de querer abalanzarse sobre ellos, sabiendo que perdería entre tantos guerreros.

Ellos tenían espadas, cuchillos adheridos a sus piernas e incluso al mismo rey. Su conocimiento sobre las leyes apareció en su memoria, si llegaba a herir a ese hombre o el simple hecho de atacar a uno de la realeza, la llevaría directo a la cárcel para esperar un juicio que todos conocían y que ella misma había incluido: la muerte.

Su mente empezó a unir todas las razones del por qué haría algo así, inclinándose en las historias donde las guerras comenzaron, pero recordó una, la más importante y donde muchos reyes revelaron sus verdaderos rostros.

Acacia se quitó sus tacones, sabiendo que debía de salir de ese lugar antes que fuera atrapada. La mirada del rey se dirigió a sus guerreros, dándoles unos segundos para correr. No iba a permitir que algo le sucediera a Zoqri, a sus habitantes y a sus reyes.

Hace años atrás, hubo una guerra nombrada era de oro, fue ocasionada cuando dos grandes reyes empezaron a enfrentarse por un poder. Pocos habitantes y primogénitos conocían la historia verdadera, fue distorsionada por cada boca que pasaba para evitar males u odios y aunque nunca se mencionó a los reyes involucrados, no era muy difícil imaginarse de quienes se trataban.

El rey de Neex era conocido por su gran ambición, su gran sed de poder y dominación hacia el planeta astral pero nunca le fue permitido o aceptado sus propuestas de guerras. El rey de Zoqri fue el primero en interponerse en cada uno de ellos, deseando la paz y una vida tranquila.

En esa guerra, el rey de Zoqri perdió a sus tres hijos, los primeros astrales que iban a heredar la corona y que entrenaron durante años para poder gobernar el planeta astral. Muchos reinos iban a cederles sus puestos al no tener primogénitos, pero otros se negaron, creando una gran ruptura a sus buenas relaciones.

Los tres hijos fueron asesinados a manos de traidores y aunque muchos negaron haber sido los responsables, se levantó un nuevo ejército llamados Duksol que querían gobernar al planeta astral con sus leyes y que seguían constantemente atacando a los reinos, pero ahora era diferente, ahora había un rey que dio el mandato y que Acacia presencio.

La princesa estaba decidida a evitar otra tragedia, aunque no estaba segura que ocurrió años atrás, pero tenía un sentimiento de que nada bueno saldría. Los guerreros de Neex tenían armas, bombas y la orden de su rey para matar a todos.

La gran mansión apareció ante Acacia, impulsándola a correr con más fuerza. Los guerreros dejaron que entrara sin preguntas, la conocían lo suficiente para hacerlo y se dirigió directo a la oficina donde sabía que la reina estaría, ella podría dar el aviso al resto de reyes sobre lo sucedido.

Para sorpresa de Acacia, el rey astral ya se encontraba dentro, sentado en el sofá con sus piernas cruzadas mientras la reina hablaba a su lado con esa voz dulce que hacía que pusieras atención a todo lo que dijera. Ella era una mujer hermosa, alta y con largo cabello rubio oscuro, sus ojos ya tenían pequeñas arrugas, pero eso solo mejoraba su aspecto.

Acacia agitó su cabeza, intentando aclarar sus ideas cuando los dos astrales la miraron con preocupación ante su aspecto sudado y agitado.

──── Tienen que reunir a todo el ejército de Zoqri en este momento ──── Acacia indicó, lanzando sus tacones a un lado. Dio una profunda respiración, intentando mantenerse tranquila ──── Van a atacarlos. El reino será atacado, puede ser está noche así que deben estar en alerta y mover el pueblo.

──── Cariño ──── la reina habló, levantándose de su asiento. Extendió el vaso a su esposo quien lo aceptó sin problema ──── Tienes que calmarte y explicarme que sucede. ¿Necesitas que hablé a los médicos para que te revisen?

La reina colocó sus manos fundidas en guantes oscuros sobre los hombros expuestos de Acacia, transmitiéndole tranquilidad. La princesa tomó una fuerte respiración, calmando los acelerados latidos de su corazón para poder explicarles lo que había visto.

No era momento de dejarse llevar por el pánico. Tenía que mantener su mente fija en su objetivo de decirles lo que presenció esa noche y lo que vendría.

──── Mire al rey Neex aquí, en Zoqri. Él estaba reunido con un grupo de guerreros y dio la orden de matar a todos en el reino ──── contó, viéndolos en silencio por unos segundos en espera de alguna reacción por parte de aquellos astrales que la conocían desde que era pequeña ──── Tienen que armar un plan de ataque. Primero deben sacar al pueblo, dividirlos entre los reinos para que puedan protegerlos. Mi reino, en Poxzia, se encargará de protegerlos a ustedes.

Acacia agarró la mano de la reina, intentando empujarla hacia la puerta, pero ella la detuvo, aferrando sus pies al suelo. Su expresión se suavizó, mirándola con esa ternura como si las palabras que la princesa acababa de decir no fueran algo malo.

Había algo en su mirada que Acacia no podía descifrar y no entendía el por qué.

──── Acacia, las diferencias con el rey de Neex fueron eliminadas hace tiempo. No veo ninguna razón para que empiece un ataque ──── excusó la mujer, agitando su cabeza en negación.

──── ¿Estás segura de lo que oíste? ──── preguntó el rey astral, tomando un trago del líquido ámbar de su vaso ──── Puede ser que malinterpretaste la situación. La paz en el planeta astral no se ha quebrantado desde hace años e insinuarlo sería...

──── No lo hice ──── gruñó Acacia. Trató de que su voz saliera suave, fallando en el intento por el enojo formándose ──── ¿Por qué no están haciendo nada? ¿Quieren una razón? El rey de Neex desea la corona del planeta astral, su resentimiento nunca acabó en estos años, solo fue incrementándose con el paso del tiempo hasta que ya no pudo soportar y envío esos guerreros a matarlos.

──── Si la paz fuera quebrantada, hay otros reinos que pueden optar por el puesto de ser el rey del planeta astral ──── explicó el hombre, ladeando su rostro ──── No somos los únicos justos en este planeta. Sabes la teoría, la estudiamos en clase.

──── El resto de reinos está en segundo y tercer lugar. El rey de Neex es la primera opción de convertirse en el rey del planeta astral, eso es lo que dice la teoría ──── masculló la princesa con sus manos apretadas de la molestia ──── Él ganaría sin importar que el resto se oponga. ¿Por qué no están haciendo nada? Tienen una amenaza en su reino, una que acabara con todos, ¿por qué siguen aquí?

El rey astral se levantó, dejando el vaso en la mesa más cercana para eliminar la distancia entre los dos e hizo la acción menos pensada.

Él abrazó a Acacia.

La princesa se puso tiesa bajo sus brazos, sintiéndose pequeña e indefensa, como si acababa de cometer un gran error, pero su padre estaba dándole tranquilidad. Los gestos con el hombre siempre habían sido iniciados por ella, los pequeños abrazos, los apretones de manos, pero esa vez, él decidió dar el primer paso y no se sintió bien.

Una suave melodía empezó a sonar en la oficina, intentando calmar la situación en que se encontraban. La reina había introducido un disco, sumamente tranquila a pesar de las palabras de Acacia.

La princesa se sonrojo, sintiendo el enojo y la molestia recorrer todo su cuerpo. No podía creer lo que estaba ocurriendo, los reyes no sentían ninguna preocupación por sus palabras, incluso pensaron que mentía, pero ella estaba segura de lo que oyó.

──── Deberían de estar...

──── En calma ──── interrumpió la mujer a la astral, agarrando una de las manos de la princesa ──── Estaremos en calma porque esa es nuestra forma de atacar.

La mujer empujó suavemente a Acacia, dándole una vuelta. La música hizo que todos los músculos de la princesa se relajaran, dejándose llevar por la melodía, como si el tiempo estuviera a su favor cuando sabía que no era así.

Pero no sabía qué hacer. Acacia estaba confundida sobre lo ocurría y se preguntó a sí misma si había presenciado la escena correcta, si aquel hombre que vio, realmente era el rey de Neex.

Acacia pasó entre los brazos de los dos astrales, moviéndose con fluidez como lo hacía cuando era pequeña. Esa era su forma de calmarla, de callar sus pensamientos y dejar que el tiempo pasará. Ese era el método de los reyes de Zoqri para que estuviera tranquila.

Los tres astrales se sentaron en el sofá, cada uno portando un vaso en su mano. La mujer pasaba sus dedos por el cabello oscuro de la princesa, mirándola como si fuera la primera vez.

──── No tenemos miedo ──── susurró la reina, manteniendo su mirada fija ──── Jamás lo tuvimos.

──── Y tú tampoco la tendrás ──── completo el rey, entrelazando sus manos con cariño ──── Eres la única que ha estado a nuestro lado y eso, Acacia, harás que seas la mejor reina del planeta astral.

──── No quiero estar en un lugar donde no los tendré ──── murmuró Acacia, bajando su mirada ──── No quiero un planeta sin ustedes.

──── Siempre estaremos para ti. Un Zoqri siempre estará contigo, lo prometemos.

Acacia los observó, buscando en sus rostros alguna señal del significado de sus palabras, pero no lo hizo, solo encontró la sensación de despedida.

Ambos estaban diciéndole adiós.

La astral se acomodó entre ellos, dándole una especie de escudo, esperando equivocarse sobre sus pensamientos. No podían darse por vencidos, debían de luchar para protegerlos, pero muy dentro de sí, ella tenía esa sensación de pérdida, como si todo estuviera a punto de derrumbarse.



Un estallido provocó que Acacia se despertara, el dormitorio se encontraba a oscuras, pero pudo distinguir una fuerte luz a través de las delgadas cortinas. La cama tembló por unos segundos y un desagradable sonido abarcó sus oídos, haciéndola sentir aturdida.

Ella se puso sobre sus pies, dirigiéndose a la ventana. Un grito quedó estancado en su garganta cuando vio el creciente fuego expandirse por todo el reino de Zoqri que podía observar desde su dormitorio. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas al igual que extraños quejidos de su boca que nunca había oído.

Acacia salió corriendo sin poner atención a su vestimenta, tenía un solo pensamiento y era llegar a ellos, a los reyes de Zoqri que estaban esperándola en su reino para ser rescatados.

Iba a hacer lo necesario para extinguir las llamas.

Pudo escuchar desde la distancia los gritos ahogados de los habitantes, incluso quejidos como si llegaran por todas partes, atormentando. Estaban recordándole que todo el reino estaba bajo llamas, bajo el fuego que estaba acabando con sus vidas.

Antes de poder salir de la mansión de Poxzia, sintió cómo agarraron su brazo, frenando su apresurada carrera y ese fue el mayor error que pudieron cometer.

Ciegamente, agarró los dedos de aquel astral, llevándolos hacia atrás. Con un increíble impulso de enojo, tomó el brazo, torciéndolo dolorosamente. Apenas pudo distinguir el cabello oscuro antes de plantar su pie en la espalda del astral.

Un segundo astral la agarró por la espalda y eso hizo que perdiera el control de sus movimientos. Impulsó todo su peso hacia adelante, llevando al astral con ella. Su espalda cayó al suelo, protegiendo el cuerpo de la princesa.

El astral soltó un quejido doloroso mientras Acacia dio un gruñido de advertencia. Su mirada rojiza estaba llena de ira, casi pareciendo que estaba dispuesta a herir a cualquiera que se interpusiera en su camino.

──── ¡Basta! ──── el mandato de su padre hizo que la princesa volviera a la realidad.

Los rostros de los dos astrales empezaron a surgir, transformándose en Karsten y Myles llenos de tierra, sangre y con un enfado evidente.

Acacia los ignoró, sabiendo que no les daría una disculpa por lo que acababa de hacer. Solo dio unos pasos adelantes, fijando su mirada en la destrucción del reino donde se encontraban sus reyes, esperando por ella.

Sin poder aguantar su propio peso, cayó sobre sus rodillas y bajó sus brazos a los costados. Su rostro solo mostraba la tristeza que estaba sintiendo en ese momento, el tormento de oír esas voces y como la culpa estaba creciendo.

Trató de llegar a ellos, realmente lo hizo. Intentó pelear para llegar al reino de Zoqri, pero no pudo, defraudando su palabra de siempre protegerlos.

Acacia dio una mirada recelosa a Karsten, sin poder evitar culpar a su padre por lo que estaba sucediendo. Sus guerreros fueron los que se levantaron en contra del rey astral, sin importar quienes murieran por una orden llena de injusticia.

El rey de Neex quebró una gran regla y no había nada que pudiera confirmar en lo que vio esa noche.

Karsten se encontró con la mirada de Acacia, observando cómo las llamas se reflejaban en sus ojos rojizos dándole un aspecto más peligroso, como si estuviera esperando el momento para cazarlo como una débil presa.

Sin poder resistirlo, él bajó su mirada, entendiendo el mensaje que estaba dándole. Iba a comenzar una gran guerra entre los reinos y su mejor amiga, la princesa de Poxzia, iba a estar en contra de él.







díganme  que les va pareciendo está historia.

¿les gusta los nombres de los reinos? He utilizado una aplicación para los nombres ya que soy pésima para inventarlos.

espero que sigan leyéndola. Sigo trabajando en mejorarla y por el momento, esta actualización me va encantando!

cuídense y no olviden votar.



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