Masacre
La universidad, un día más de aburrimiento.
Cassandra no era una mala alumna, al contrario, siempre sacaba 10 en todas sus materias, pero sus compañeros eran el problema. No le hablaba a nadie, ellos susurraban y reían cuando ella pasaba a su lado.
En realidad no le importaba, le gustaba estar sola; no entendía como es que las personas podían estar rodeadas de hasta 11 de esos, aquellos que se hacían llamar sus "amigos".
Patéticos.
Un chico golpeó contra su hombro haciéndola tirar su celular. Se giró furiosa para enfrentarlo pero sólo alcanzó a ver la espalda del chico y su largo cabello café. Levantó su celular aliviada al ver que no le había pasado nada y caminó hacia su clase.
Estaba un año adelantada pues desde pequeña había demostrado su gran inteligencia; sus padres estaban orgullosos de ella y siempre la mandaban a concursos de la escuela. Todos creían que ya tenía planeada su vida por delante pero no, al contrario, ni siquiera sabía qué ser de grande, simplemente estaba estudiando medicina porque sus padres estaban seguros de que esa era la mejor opción. En realidad nunca estuvo en los planes de la chica el dedicarse a ayudar a otras persona.
¿Qué han hecho ellos por mí?
– Señorita Nuñez, sé que usted sabe la respuesta. –dijo la maestra llamando la atención de la chica. Estaba a punto de preguntarle de qué estaba hablando, pero sólo necesitó 5 segundos para ver el pizarrón y entender lo que la profesora le pedía.
Iba a responderle cuando se escuchó un fuerte ruido que parecía provenir del salón de a lado, a continuación se escucharon gritos desgarradores.
– ¿Qué fue eso? –. Preguntó una chica.
– ¿Qué está pasando? –. Preguntó otro al momento en el que se volvía a escuchar otra vez el fuerte ruido; diez veces seguidas.
– ¿Son disparos? –. Preguntó la chica a su lado.
– ¡Yo me voy! –. La que estaba atrás de Cassandra se levantó y corrió hacia la puerta. En cuanto la abrió apareció un chico frente a ella.
– ¿A dónde ibas? –. Sin esperar respuesta le disparó entre las cejas.
Todos gritaron horrorizados y algunos lloraban. Cuando el chico entró lo reconoció, aunque esa fuese la primera vez que veía su rostro. Era el que le había pegado en el hombro y ni siquiera se había molestado en pedirle una disculpa, ahora entendía porqué.
Le disparó a unos cuantos chicos mientras reía.
– Ok, dejaré viva a la chica que me la chupe. –dijo señalándose la entrepierna con el arma.
Podrías dispararte por accidente, ¿lo sabes?
Cassandra rió para sus adentros al imaginarse aquella situación.
Una chica se levantó temblando, con las mejillas rojas y mojadas por las lágrimas. El chico sonrió. Le disparó en el pecho tres veces. Cassandra daba un pequeño brinco involuntario cada que el arma era disparada.
– ¿Alguien más? –preguntó jugando con el arma– ¿Tú? –le apuntó a la chica que estaba sentada frente a Cassandra– ¿No? –la pobre no podía responderle, estaba paralizada por el miedo–. Que aburrida –le disparó en la cabeza. A continuación volteó a ver a Cassandra su sonrisa se borró y su entrecejo se frunció–. ¿No tienes miedo a morir? –. Le apuntó directamente en el pecho.
– ¿El miedo me serviría de algo? –. Preguntó Cassandra sorprendida de estar tan calmada. El castaño le apuntó a la que estaba a su lado y giró la cabeza para verla.
– ¿Tú quieres morir? –le preguntó. Ella negó con rapidez, sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas–. Dímelo. Dime que no quieres morir.
– N-No quiero morir... P-Por favor...
Idiota, acabas de firmar tu sentencia de muerte.
El chico no escuchó sus suplicas y le disparó matándola al instante. Gritos de horror inundaron el salón de nuevo pero nadie se movió.
– ¿No te asusto? –. Preguntó él aún sin entender cómo era que Cassandra no temblaba ni un poco.
– No responderé a eso –el chico estaba a punto de preguntar porqué pero ella respondió antes–. Si te digo que sí tengo miedo, me matas, y si te digo que no...muy probablemente también lo vayas a hacer. Así que mátame de una vez si lo piensas hacer.
– ¿Quién es tu mejor amiga en este salón? La dejaré vivir si te mato. –negoció él.
– No tengo mejor amiga o amigo.
– ¿Dejarías que matara a todos aquí? –. Esa era una pregunta capciosa.
– ¡Llévatela y déjanos en paz! –. Gritó un chico en la esquina llorando. El castaño le disparó apartando los ojos de los de Cassandra apenas medio segundo para poder dar en el blanco. Se escucharon más gritos de sus compañeros.
– Tu plan desde el principio era matar a todos, ¿no? ¿Cuál sería la diferencia?
– ¿Cómo sé que no te haces la ruda para que te deje vivir? –. Estaba a punto de responderle cuando algo llamó su atención detrás del asesino. Éste sin pensarlo se giró sobre los talones sólo para ver que un joven con cabello hasta la cintura estaba intentando escapar del salón. Le disparó cinco veces.
– ¿Cómo sabes que no te estoy distrayendo para ganar tiempo y que la policía llegue? –. Preguntó Cassandra levantando la ceja y sonriendo de lado, lo que le robó una sonrisa a él.
– En ese caso serás mi rehén. –la tomó del brazo con fuerza y sin cuidado la puso de pie. Antes de que salieran del salón el castaño se giró y le disparó el resto de los compañeros de clase de la chica.
Cassandra vio todo sin gritar, sin llorar, sin sentir esa presión en el pecho al ver a sus compañeros en el suelo, sangrando, muertos.
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