Tristan: Una Nueva Vida
El viaje de regreso al castillo del Oeste fue silencioso. Le respondí vagamente a Aitana sobre mi desaparición. No le gustó mi silencio o mi negación, así que no habló durante el camino. Después de tres semanas de viaje, llegamos al lado Oeste. El palacio no se me hace un lugar confortable, no lo hace mientras que Robert Stonwell siga siendo el rey.
Aitana se va a la sala de reuniones del consejo, no la sigo porque no tengo autorización para estar en dicha reunión. Es curioso que, a pesar de ser el heredero de la corona sombría, no pueda estar en el lugar donde se toman las decisiones más importantes de todo el reino, aunque sea como oyente. Sin embargo, la situación no es tan sencilla, sé por mi señora Laila que me enviarán a una provincia del reino sombrío. Gobernar un planeta, suena complejo; nunca he estado en uno y me da curiosidad experimentar la vida planetaria. Todos los miles de millones de planetas se los comparten entre el rey Robert y las Valquirias, ese pequeño, pero poderoso grupo de mujeres son las protectoras de que prácticamente todo el sistema planetario no se vuelva una mierda. No sé mucho sobre las galaxias y sus incontables planetas, pero lo que, si sé, aunque parezca extraño, es la presencia de los soles. A pesar de estar en el lado oscuro, resulta impresionante la presencia de la luz del sol.
Estoy por llegar a mi habitación, cuando un guardia me llama.
—El rey Robert requiere de su presencia ahora mismo —el guardia hace una breve reverencia. Sigo al guardia un poco consternado, quería dormir en una cama por tan solo un momento antes de enfrentarme con el rey. Pero no será así.
Al llegar a la sala de reuniones, el guardia se detiene en la puerta y yo entro a la sala que se encuentra llena de todos los concejales y algunos militares de alto rango; uno me resalta a la vista. Cedric Blackwood, un capitán fronterizo que trabajó conmigo en mis momentos de servicio.
—Considerando que necesitas alguna dosis de responsabilidad —el rey Robert me mira con desprecio—. Te enviaré a las provincias planetarias para que gobiernes un pequeño y olvidado planeta llamado Egil. Quiero que ese planeta esté en óptimas condiciones, no quiero seguir pagando por algo que no valga la pena —sus concejales asienten como rebaños—. Te irás ahora mismo, empaca todas tus pertenencias. El capitán Cedric Blackwood será tu capitán de tu ejército, claro el de ese planeta, no el de mis filas. ¿Te quedó claro?
—Sí, su majestad —hago una breve reverencia—. ¿Ya puedo retirarme?
—Sí, ya vete —él hace un ademán con la mano.
Salgo enojado de la sala.
¡Prácticamente me envía al fin del universo!
—Oye, detente —Cedric me frena con su cuerpo. Casi llega a los dos metros, su musculatura es digna de un guerrero hasta más que la de mi primo Taurus. Aunque Cedric no tenga súper fuerza, si puede destrozarte fácilmente—. Tenemos que hablar sobre Egil.
—Comprendo —me paso las manos por el cabello resignado—. Vamos a mi habitación para ahorrar tiempo.
Él se aparta y me sigue hasta llegar a las torres donde se encuentra mi habitación. Al llegar él se sienta en un mueble y libero a Nila.
—Busca a algunas sombras para que me ayuden a empacar mis cosas —le ordeno, ella asiente y desaparece de la habitación.
—¿Qué les ocurre a tus sombras? —él me mira curioso—. La última vez que te vi, tenías un ejército.
—Las tuve que liberar —lo miro fijamente desde mi escritorio. Abro los cajones y saco mis diarios y mis pertenencias.
—¿Por qué hiciste algo así? —él se recuesta en el sofá—. ¿Estás consiente que no puedes tomar ninguna sombra ahora?
—Sí, ya lo sé —recuerdo la ley del rey Robert de no esclavizar o apoderarse de ninguna sombra bajo ningún concepto—. Lo importante aquí es ¿Cuántos hombres tienes a tu cargo?
—Te recuerdo que el rey no te proveerá hombres en tu viaje y mucho menos en tu estadía en Egil —él me mira cansado.
—Sé que tienes hombres a tu cargo y no precisamente son soldados del reino —declaro a la defensiva.
—Y yo sé que tienes alianzas con tu señora Laila —él se endereza—. A ambos no nos conviene hablar.
—Concuerdo —me tranquilizo—. Lo que quiero decir es que no quiero arriesgarme a partir sin tener al menos un grupo de hombres custodiándome y aún más controlar un planeta sin un ejército.
—Gobernarás un planeta, no conquistarlo —él se pasa las manos por su gruesa melena—. Tienes la oportunidad de formar un ejército, tu ejército que hará lo que tú quieras. Tienes que ver ambas partes de la historia; tienes una oportunidad de demostrar que puedes gobernar, eso es lo que quiere el rey.
Asiento pensativo. Nila llama mi atención.
—¿Qué ocurre? —le pregunto cruzado de brazos.
—Ya están listas nuestras cosas —ella mira a Cedric desconfiada—. ¿A dónde la llevamos?
—Llévenla a mi carruaje —él libera a una sombra de su cuerpo—. Olivia los guiará hasta allí.
Olivia y Nila salen de la habitación con las sombras sirvientes del castillo. Tomo mi bolso de viaje y lo lleno de mis libros de hechizos, leyes, filosofía, y sobre el arte de la guerra. Y más importantes mis diarios y dos cuadernos en blanco por si acaso, con su respectiva pluma y tinta.
—¿A caso el rey no extrañará sus libros? —él se levanta del mueble.
—Primero, compré todos los libros que me llevo —me acomodo el bolso a un lado de mí cadera—. Segundo, el rey odia leer
Ambos salimos de la habitación, la verdad no me siento como si estuviera dejando mi anhelado hogar, porque nunca lo fue. Este castillo es tan ajeno a mí. Ni si quiera cuando me preparaba para gobernar o ser el peón del rey, lo sentí como mío. Los sirvientes eran reacios a cumplir mis órdenes, no les pedía que investigaran al rey, les pedía que me dieran de comer.
Llegamos a la entrada del castillo cuando Aitana aparece un poco agitada.
—Me alegro de que no te hayas ido —ella se recompone.
—Voy a ver cómo están las cosas en el carruaje —Cedric nos deja solos.
—Va a ser un largo viaje —ella me entrega gruesos libros de cuero rojo—. Necesitas ponerte a leer estos libros. Son los libros contables del planeta desde que las Valquirias lo declararon habitable. Ahí están los registros contables, legales y científicos.
—Aitana muchas gracias por esto —cargo los pesados libros intentando mirarla a los ojos.
—No te pongas sentimental —ella tuerce los ojos—. Es mi trabajo entregarte este tipo de cosas, además solo quería decirte que lo que sea que haya ocurrido en el castillo de tu hermana, se queda allí. No pienso arriesgarme a perder la cabeza por ti.
—Eres una buena persona —la miro gentil—. Aunque a veces no lo parezca. Para mí significó algo bueno lo que tuvimos.
—Creo que ya deberías irte —ella me mira inexpresiva. Asiento y bajo las escaleras del castillo. Llego al carruaje donde Cedric, Olivia y Nila ya se encuentran dentro de él. Nila me ayuda a guardar los libros en mi bolsa.
—Bueno, nos espera un largo viaje en carruaje —comento recostándome en el asiento. Sin embargo, Cedric y Olivia se ríen de mí—. ¿Qué es tan gracioso?
—Tu ignorancia me resulta hilarante —contesta Cedric—. Vamos a las costas donde tomaremos mi barco y zarparemos en las aguas universales.
—Me estás jodiendo ¿verdad? —lo miro inexpresivo.
—¿Le tienes miedo al agua? —él me mira chistoso.
—No, le temo al hecho que un agujero negro nos trague y nos escupa en lo más recóndito del universo, claro si es que sobrevivimos al viaje —exclamo aterrado.
—No va a pasar nada. He viajado por gran parte del lado Oeste —él le resta importancia con la mano—. Tú solo encárgate de idear un lindo plan de gobierno en lo que dure el viaje.
—¿Cuánto dura aproximadamente este viaje? —le pregunto nervioso.
—Aproximadamente cuatros a seis meses —él contesta con total tranquilidad.
Llegamos a la costa y todos bajamos del carruaje. Cedric nos guía a todos hasta llegar un muelle donde un pequeño ejército custodia un enorme barco.
—Ese barco se convertirá en nuestro hogar por los próximos seis meses —Cedric llega a un hombre alto e igual de musculoso que él—. Tristan, Nila, él es mi padre Harry Blackwood el capitán del Grace. Padre este joven es el heredero del rey Robert Stonewell y ella es la guardiana de Tristan Godness, Nila Hithaway.
—Es un placer conocerlos —el hombre hace una reverencia—. Espero que el barco sea de su agrado, su majestad.
—Muchas gracias por aceptarnos —le contesto amable. Cedric nos guía a subir por la rampa donde ya en la cubierta se encuentran varios hombres alistando el barco liderados por una mujer con chaqueta de cuero y un sombrero del mismo material, la mujer está acompañada de un conejo negro.
—Madre —Cedric se dirige hacia la mujer, la cual lo recibe con los brazos abiertos—. ¿Preparaste lo que te pedí?
—A duras penas, pero sí —ella lo mira agotada—. Ve adentro que ya vamos a zarpar.
Cedric hace señas para que lo siga, paso a un lado de la madre que se llama Cala, ella me hace un gesto de saludo con su sombrero. Bajo con Cedric a una cabina donde se encuentran unos asientos con personas de todo tipo, campesinos, sacerdotisas, sombras. Cedric me guía hasta otra cabina un poco más cómoda y sin tanta gente.
—Esta es la cabina exclusiva para gente como tú —él me señala, él se va a un bar pequeño dónde trae una botella de licor y dos vasos—. Siéntate, tenemos bastante de que hablar.
Tomo asiento en un sillón anclado al suelo de madera reforzada con tachuelas. Cedric se sienta a mi lado y sirve el alcohol.
—Yo tú, me tomo ese ron de una vez si no quieres que se derrame —Cedric se toma el ron de una sola jalada.
Yo hago lo mismo, aunque me arrepiento porque la bebida me quema la garganta. Cedric se ríe de mí. Y después de una media hora ya estábamos dejando la capital sombría para embarcarnos a los confines de las galaxias. Espero salir con vida de este barco.
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