Tristan: Amenazas Hacia Un Mundo En Orden.
Han pasado una semana desde que la señorita Hoffman llegó a la capital, se siente su influencia en el ejército. Hay un cambio que se está generando y me gusta esa sensación de poder. Se siente como hay una disciplina, un mayor sentimiento de confianza. Ella junto con Cedric idearon un plan de patrullaje, sin dejar espacios de tiempo de cambio de turnos. Ella endureció las penas a los criminales y alargó las condenas. Los ministros se muestran un poco más receptivos con ella.
Regreso a caballo a mi casa, estoy cansado. Solo quiero llegar a dormir un poco, me escoltan tres hombres de Cedric; él no permite que vaya a algún sitio sin escoltas. Esa sensación es extraña, no me acostumbro a tenerla, supongo que no me hago a la idea de que soy una persona importante y que necesito protección. Al fin puedo llegar a mi casa, cenaré una deliciosa comida y me lanzaré a mi cama para poder empezar otro ajetreado día.
Entro a la casa cansado, pero me sorprendo al encontrar a mi padre sentado en las escaleras.
—Ya me empezaba a preocupar a que no vinieras —él se levanta y baja los escalones.
—Pero ¿por qué has venido? —expreso sorprendido.
—Quería ver cómo estabas y conocer tu casa —él mira a su alrededor—. Es acogedora.
—Gracias, pero... —él me guía hasta la sala, la cual cierra y yo me siento en el mueble de forma involuntaria—. Si querías que me sentara, lo podrías haber dicho y lo haría.
—Te pido disculpa por eso —él se voltea y se sienta a mí lado—. ¿Cómo estás?
—Cansado ¿y tú? —lo miro sin emoción.
—Bien, aunque vine aquí porque necesito mostrarte algo —lo miro escéptico—. Es sobre Lina.
Lo miro confundido, él me toma la mano y la sala se va desvaneciendo, y en su lugar nos encontramos en un amplio salón de baile. Hay criaturas marinas por todos lados, observo que mi familia se encuentra sentada en una amplia mesa horizontal. Me salta la vista que Lina se encuentre en el medio de la mesa, porta una corona con piedras azules y verdes, una corona espectacular digna de una reina.
—Nos encontramos en la coronación de Lina —mi padre habla a mi lado.
—¿Ya la coronaron? —pregunto atónito, sabía que la coronarían pronto, pero suponía que ella me invitaría o algo parecido.
—Sí, Robert no te informó y yo no quería causarte problemas al traerte sin su autorización —mi padre habla triste—. Ven, quiero que veas esto.
Él adelanta el recuerdo hasta que Lina se levanta de la mesa y empieza a bailar con un hombre bien parecido, él tiene aspecto de ser alguien importante. Ellos bailan por un buen rato, ella parece estar a gusto con ese sujeto que no para de sonreírle y ella le devuelve la sonrisa. Al finalizar el baile, ellos se dirigen a la mesa de mi familia.
—Sus majestades —él realiza una reverencia perfecta—. Quisiera pedirle de manera formal su permiso para cortejar a la maravillosa reina que tengo aquí a mi lado —los padres de Lina se sorprenden, igual que mis abuelos. Lina lo mira asombrada y nerviosa.
—¿Cuáles son tus intenciones con mi hija? —pregunta mi tío. Mis abuelos observan cuidadosos al joven príncipe.
—Su majestad —señala a Lina—, mi reina ha sido consciente de mis intenciones de cortejarla. Quiero llevar mis intenciones a la seriedad que se merece la reina Lina. Quiero tener una relación afectiva con ella ¿si ustedes me lo permiten?
—Comprendo, señor. Por favor, déjenos pensarlo y le avisaremos de nuestra respuesta —le dice mi abuela Eva. Él asiente y se despide de Lina
—Ella, pues claro rechazó a ese infeliz porque me ama ¿verdad? —le digo a mi padre decidido, él me mira triste.
—No necesariamente —él señala hacia Lina.
—¿Hija tú quieres que el señor Greco te corteje? —le pregunta su madre.
—El señor Greco ha sido uno de mis mayores aliados, un cortejo podría ayudarme a asentarme —responde Lina casi en silencio.
—Pero ¿lo quieres al menos? —le pregunta mi abuela.
—Le tengo un profundo cariño y es un buen amigo —ella responde tranquila. Ella no puede hacerme eso.
Mis tíos y mis abuelos acuerdan y aprueban el cortejo de Lina con el señor Greco. El señor Greco aparece y le dan la noticia, él se emociona y le toma de la mano a Lina.
—Prometo hacerte muy feliz —él le besa la mano y mi familia lo invita a conversar. Lina se encuentra tranquila, ella lo mira sonriente.
—No, ella no puede hacerme esto —me acerco a ellos, intento tomarle de la mano, pero mi mano traspasa la suya como un fantasma—. Ella me quiere a mí, ella y yo estamos juntos. Ella me ama.
—Si de verdad te amara no hubiera aceptado ser cortejada por otro —él pone una mano en mi hombro—. Tristan, comprendo que ella haya sido tu primer amor...
—No, ella me ama, lo sé —agacho la mirada triste—. ¿Ella me ama?
—Tal vez sus palabras dicen que sí, pero sus acciones la contradicen —mi padre me da un abrazo—. Eres un hombre joven, tienes una vida por delante —él me hace que lo mire—. Y en esa vida encontrarás a una mujer que te ame de verdad, ya lo verás.
Poco a poco el inmenso salón de baile desaparece y volvemos a la sala de mi casa.
—Ella no le gustaba mi casa, no se sentía a gusto estando aquí —me sorbo la nariz.
—Estás empezando, cuando tengas más poder, podrás tener más control sobre tus finanzas —él me mira gentil—. ¿Te parece bien si cenamos juntos?
Asiento sin ganas. El hambre se esfumó, solo quiero dormir. Él se levanta y me anima a seguirlo por la casa. Llegamos al comedor donde se encuentra Cedric y Bernadette, ellos se sorprenden al ver a mi padre.
—Su majestad —Cedric hace una reverencia, igual Bernadette—. Es un gusto verlo.
—Lo mismo digo señor Blackwood —mi padre le responde cortés y observa a la señorita Hoffman—. Disculpe, pero creo que no la conozco señorita...
—Hoffman, Bernadette Hoffman. Su majestad —ella responde abrumada. Yo tomo asiento y los demás me siguen.
Las sirvientes empiezan a servir la comida, incluso el embriagante olor del estofado no me quita el pensamiento que Lina aceptó y presentó a otro hombre que a mí. Ella me decía que todavía no era el momento adecuado de presentarme, que tenía que esperar un poco más; que su consejo no me aceptaría, que se me complicaría. Que esperara un par de meses de su coronación para que ella pudiera presentarme. Todo fue una mentira, Cedric tenía razón, solo me usaba como amante; solo fui un juguete manipulable.
Mi padre le saca conversación a Bernadette y a Cedric mientras que cenamos. La verdad no tengo ánimos de nada, como una gran parte del estofado. Me levanto y me disculpo con los presentes.
—¿Te encuentras bien? —Cedric me pregunta preocupado.
—Sí, solo estoy cansado —le respondo sin emoción.
—Que descanses hijo —mi padre se despide de mí. Salgo del comedor y subo las escaleras para ir a mi habitación.
Cierro la puerta de mi cuarto, me derrumbo en el suelo con una gran tristeza que toma su lugar en mi alma. ¿Por qué siempre que amo una persona me defrauda? ¿Por qué alguien no me puede amar de verdad? ¿Qué he hecho para merecer tanta desdicha? Apoyo mi cabeza en la puerta y las lágrimas brotan desde lo más profundo de mi ser. Yo en serio la quería, yo si quería presentarme ante nuestra familia, yo sí la tomaba en serio.
Me limpio mis lágrimas con la manga de la camisa, es lo único que puedo hacer. Pienso en ese príncipe marino, tal vez él sí posea un gran poder e influencia, tal vez él no tenga problemas financieros, tal vez él sí le pueda dar esa vida de reina que ella quiere. Yo solo soy un pobre hombre que intenta salvar un planeta de la ruina haciendo malabares con no morir, la delincuencia y la poca afluencia de dinero. Lina sabía todo eso, ella sabía que no le podía brindar mucho, que no podía ni remodelar mi propia casa porque prefería invertirlo en la gente de este planeta.
Supuestamente soy el heredero de uno de los hombres más importantes sin rebasar a los mismos dioses, pero que no tiene para pagarle a unos contratistas para que cambien un piso de un salón de baile. Pero soy el heredero. Necesito un milagro, uno donde pueda generar el dinero suficiente como para cubrir las deudas y hacer uno que otro proyecto ambicioso. El arquitecto Maxwell viene en dos años y aún no tengo parte de su dinero, le pude pagar una buena parte gracias a que mi padre me dio el dinero de mi perdida herencia. ¿Hubiera sido mejor haberle hecho caso a mi padre cuando me dijo que desistiera de ser el heredero del rey Robert? Probablemente.
Me levanto de suelo con la poca dignidad que me queda y me desnudo. Voy al cuarto de baño y me ducho rápido. Solo quiero dormir, quiero volver cuando las personas no disfrutaban de jugar con mis esperanzas y destruirlas como una promesa.
Me sumerjo en mis sueños hasta que llega el día siguiente y mi rutina me golpea, o más bien Cedric me golpea con una almohada.
—Levántate pedazo de escoria —él abraza la almohada.
—Así me siento en estos momentos —me subo la sábana a la cabeza.
—¿Sabes? —él me empuja dentro de la cama y se sienta en ella—. ¿Quieres saber lo que hago en esos días donde me siento miserable?
—¿Te comportas como un idiota? —le respondo por debajo de la sábana. De inmediato recibo otro almohadazo.
—A parte de eso —él me quita la sábana de la cabeza—. Hago todo lo que una vez me dijeron que no podía ser o hacer —él me mira comprensivo—. ¿Qué te dijo tu padre que te puso como si te hubieran dado una paliza emocional?
—¿Se me notaba? —pregunto abatido.
—Sí, asustaste a Bernadette —él responde más relajado.
—Lina aceptó que otro hombre la cortejara y se lo presentó a nuestra familia el día de su coronación. A parte de no invitarme —me siento en la cama.
—¿Quieres que te lo diga o ya te sientes lo suficientemente miserable como para recordártelo? —él me mira con aires de superioridad.
—Como sea —salgo de la cama hacia el armario para vestirme.
—Debo decir que tienes un lindo trasero —Cedric comenta chistoso.
—No eres digno de admirar mi bello trasero —comento un poco más animado. Saco la ropa que me voy a poner hoy.
—Lástima, ya lo vi —él se levanta de la cama—. Arréglate que tenemos mucho que hacer hoy.
Asiento, pero de inmediato siento un increíble dolor en mis nalgas.
—Buen culo —él se ríe y se va de la habitación. El ardo en mis nalgas es atroz.
Me voy al cuarto de baño, donde tomo una toalla y la sumerjo en la tina, para pasármela por mis nalgas para calmar el ardor. Ese infeliz me las va a pagar.
Me lavo mi cara y me voy a vestir. Es cierto, tengo muchas cosas que hacer. No puedo quedarme en la casa lamentándome porque Lina no me quiera como yo lo hago. Me pongo la camisa blanca, por encima me coloco un chaleco negro como el pantalón y por último una chaqueta roja que me llega un poco más abajo de la altura de la cadera. La barba me está naciendo, la dejo como está; quiero aparentar más edad.
Salgo de la habitación aún con el dolor en el trasero. Ese desgraciado las pagará bien caro. Bajo las escaleras y me dirijo hacia el comedor. Cedric conversa con su guardiana mientras que Bernadette los observa atenta, Nila juega con su pulsera.
—Buenos días a todos, menos a Cedric —le digo a todos. Me siento en la punta de la mesa.
—¿Todavía sigues enojado? —él me mira sonriente.
—Me la vas a pagar —lo amenazo. Él me mira tranquilo.
Todos desayunamos tranquilos. Bernadette me comenta las cosas que hará hoy con Cedric. Se irán a las zonas sur para inspeccionar las regiones para así poder planear mejor las rutas de las patrullas. Ellos terminan de comer y se van antes que yo. Olivia se fue con Cedric y Nila me observa.
—¿No vas hablarme? —ella pregunta seria.
—¿Qué quieres que te diga? —le respondo resignado.
—Que estás bien —ella estira su mano y yo se la tomo.
—¿Aunque sea mentira? —la miro abatido. Ella besa mi mano.
—Nadie te merece, Tristan. Eres demasiado bueno para este mundo lleno de alimañas —ella me suelta la mano.
Una sirviente entra en el comedor asustada.
—Mi señor, lo están buscando —ella habla aterrada. Salgo veloz a la puerta y me encuentro a un espectro de aspecto demoniaco, él se encuentra parado cubierto hasta la cabeza con una toga gris y curtida.
—Estoy buscando a Tristan Godness —él exclama gutural. Su piel del rostro está cubierta por tentáculos grises que se mueven de forma asquerosa que también está en sus pies.
—Soy yo ¿Quién demanda mi presencia? —cuestiono en su propio idioma.
—Mi reina Olena Dumont demanda su presencia lo antes posible —él habla monótono.
Nila me mira aterrada.
—No, Tristan —ella exclama agitada.
—¿Por qué motivo su reina quiere verme? —interrogo al espectro.
—Mi reina quiere ver al señor Tristan Godness. Acepte el mandato o absténgase a las consecuencias —me amenaza el espectro. Las sombras a mi alrededor se encuentran listas para atacar o huir.
—Acepto las ordenes de su reina —hablo determinado. Nila me mira aterrada—. Volveré, dile a los ministros que me tuve que ausentar por la mañana. Y si no vuelvo al medio día, busca a mi padre urgente ¿me entendiste?
Ella asiente aterrada. Camino hacia el espectro y este con su bastón abre un portalhacia un reino donde muchos no regresan con vida.
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