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Stephan: Roles Y Disputas.

Ya han pasado un mes desde que dejamos a la mujer de mi hermano en ese horno desgraciado. Arem está ansioso por recuperar a su esposa para que se haga cargo de su mocoso. Mi reina, Arem y yo nos teletransportamos junto con nuestros guardianes en el mismo lugar donde llegamos por primera vez, caminamos en silencio y alertas por cualquiera que intente atacarnos. Mi reina nos guía hasta el recinto de su tía, la diosa de la mujer y la maternidad. Esta vez sí nos permiten la entrada con mayor facilidad, pero tenemos que dejar nuestras armas en la entrada.

 Una guardia nos conduce al interior del recinto sagrado, llegamos a una oficina resguardada.

—Mi señora Venus quiere verla, su majestad —la guardia hace una breve reverencia y se retira. Mi reina entra en la oficina sin nosotros. Arem y yo nos quedamos afuera esperando. La señora Venus hace llamar a una guardia y le da unas órdenes, y esta sale a cumplir dichas órdenes.

 Arem observa el jardín desde el balcón de piedra.

—Ya quiero que Gunilda esté a mi lado —mi hermano suspira nervioso.

—Estuvieron un mes separados, no es la gran cosa —expreso sin emoción.

—Tú como siempre mostrando grandes sentimientos —él se recuesta en el marco de la ventana—. No comprendo por qué no te agrada.

—No tiene que agradarme —me recuesto en el marco opuesto que mi hermano mayor—. No es mi esposa y mucho menos cojo con ella.

 Él me mira mal.

—¿A caso no sabes qué es el amor? —me interroga.

—Un sentimiento que pocos poseen y los que sí lo hacen son unos idiotas —expreso sínico.

—¿Acaso no quisieras tener a alguien especial con quien compartir tu vida? —él pregunta sonriente.

—Tengo a Camila —señalo a mi tigresa guardián, ella se sienta firme a mi lado.

—Me refiero a una persona especial —él aclara cansado—. Sin ofenderte Camila.

—No comprendo por qué tu hermano insiste en esa tontería —Camila suspira cansada por el tema.

—Porque es miserable y quiere que nosotros también lo seamos —le contesto sarcástico.

—Ustedes dos me causan malestar —comenta la loba guardiana de mi hermano.

—Dile a tu protegido que no se meta en mi vida —la miro sínico. Celia gruñe.

 Seguimos hablando Arem y yo, hasta que veo que Gunilda se aproxima con la mujer que había hablado la otra vez. Sé que su apellido es Calore, pero no me acuerdo su nombre. Arem se voltea, pero su rostro pasa a un auténtico enojo al ver a su adorada esposa vestida de forma vulgar; carga puesto un vestido amarillo con un escote bastante pronunciado viéndose parte de su abdomen, mostrando sus brazos sin ningún ápice de pudor. Ella se da cuenta de su error por su rostro asustado.

—¿Se puede saber por qué andas vestida de esa forma? —Arem gruñe enojado.

—Es que no había más ropa limpia y solo quedaba este vestido —Gunilda habla arrepentida. Arem se quita su capa de piel negra y se la pone encima de los hombros de su mujer.

—Supongo que usted es el esposo —la mujer que ahora recuerdo su nombre se cruza de brazos observando la escena con molestia.

—Sí lo soy —Arem habla autoritario, atrae a Gunilda a su lado protector—. ¿Y usted quién es?

—Soy Miranda Calore, soy la compañera de Gunilda —ella extiende su mano y la estrecha con la de mi hermano—. Me alegra por fin conocerlo señor Nieves, Gunilda ha hablado buenas cosas de usted.

 Miranda está vestida de una forma provocativa, carga un vestido blanco con un escote más prominente que el de Gunilda; el área de la copa se lo cubre una especie de la lámina de oro y los hombros también se los cubre dicha lámina. Ella posa sus ojos en mí solo en un momento fugaz, pero los desvía hacia mi hermano.

—¿Usted es la responsable de que mi esposa vista de esta forma? —mi hermano le recrimina. Yo me acerco por su espalda tocándole el hombro.

—Porque no mejor nos calmamos —propongo amistoso—, ya que no es el momento ni el lugar para hacer escenas.

—Me parece una gran idea, señor Nieves —Miranda me da la razón—. ¿Por qué no me mejor me acompaña a buscar las cosas de Gunilda mientras que su hermano y Gunilda conversan?

—Perfecto, así agilizamos el tiempo —asiento fingiendo una sonrisa—. Hermano, por favor recuerda que nuestra reina se encuentra en esa habitación —señalo el despacho de la diosa Venus, él se tranquiliza y sigo a la señorita Calore por el recinto.

—¿En serio no tenía otro vestido que ponerle a Gunilda? —le pregunto curioso

—No, no había otro vestido —ella responde de forma sínica— y si lo hubiera, ella es libre para vestir como quiera y eso no le quita el valor o respeto que posee.

—Ya me acordé cómo son las cosas por aquí —exclamo irónico—. Por favor perdóneme mi ignorancia señorita Calore.

 Ella se detiene y me mira fijamente.

—¿En serio piensa que esto es un chiste? —me recrimina mirándome furiosa.

—No, pero hay momentos que si me causan gracia —replico arrogante—. Además, dejando de lado todos esos temas liberales que le haya metido en la cabeza a Gunilda, permítame decirle que no sirvieron de nada. La ropa que usted le haya dado o idea, pronto se le olvidará porque ni usted ni nadie es libre. Y mi hermano se encargará de corregir a su esposa por el simple hecho que ella es de su propiedad —ella me mira asesina—. Ahora, mujer llévame a buscar las cosas de mi cuñada para que se puedan destruir como es debido.

—En serio usted es la escoria personificada —ella escupe esas palabras con todo el veneno que pueda su ser.

—Lo sé —sonrío arrogante. Ella me guía por los pasillos de este maravilloso lugar. Un grupo de mujeres se asustan en cuanto me ven, pero no les presto atención. Me da igual lo que piensen de mí o de mis palabras, no digo mentiras, solo digo la verdad; no es mí culpa que no sea el agrado de todos.

 Miranda llega a una puerta el cual abre y entramos en una simple habitación, no es muy grande solo dos camas pegadas a sus muros, un escritorio al frente de la cama derecha al lado de un pequeño libreo. Y un armario al frente de la cama izquierda. Miranda abre un pequeño baúl y empieza a sacar todo de su interior hasta dejarlo vacío, ella se aproxima al armario y saca prendas de ropa donde las introduce en dicho baúl.

—¿No que no había ropa limpia? —pregunto tenaz.

—No es ropa de mujer —ella se voltea con un pequeño vestido—. Llevé a Gunilda de compras donde le compré vestidos para su hija y también ropa para su hijo Tomas ¿hay algún problema con eso? —ella me mira amenazante.

—Sí, que tú no eres nadie para comprarle nada a mis sobrinos —protesto enojado.

—Me vale una mierda lo que pienses —ella escupe esas palabras—, también me vale mierda las estúpidas reglas de tu pueblo retrograda, así que en vez de estar parado como el propio imbécil que eres, ayúdame a llevar este baúl ¿o tengo que llamar a alguien más eficiente que tú? —ella se cruza de brazos firme.

 Respiro profundo, intentando calmarme para no matar a esta infame mujer. Ella se va al libreo y saca un cuaderno que introduce al baúl. Me aproximo a dicha libreta, ella protesta, pero empiezo a leer su contenido y me salta la vista que tenga números y datos confidenciales de las minas de mi hermano.

—Eso no te pertenece —ella intenta pelear conmigo, pero la empujo hacia la cama—. Eso es de Gunilda.

—Pues fíjate que tiene información confidencial de los negocios de mi reina, y todo lo que le afecte es mi puto asunto —exclamo agresivo—. Así que maldita mujer, habla de una vez porque créeme que no me importa quebrarte los putos huesos para hacerte hablar.

 Ella desvía la mirada sopesando sus opciones. No dura mucho hasta que suspira resignada.

—Gunilda me pidió que le explicara cómo funciona una mina y como se debería vender sus recursos —ella se levanta de la cama—. Le dije los precios del mercado de aquí y de Solaria, también le di nombres de las compañías que compraban minerales y cuales serían mejor para hacer negocios.

—¿Cómo sabes todo eso? —cuestiono un poco más tranquilo.

—Estudio finanzas y mi familia hace negocios con esas compañías. Mi tío tiene una empresa que se dedica a la compra de recursos, también se dedica a la construcción —ella habla firme—. Conozco algunos dueños y soy amiga de sus hijos, no es tan difícil sacarles información.

 Observo el cuaderno y luego la miro a ella.

—Por la naturaleza que mi cuñada de forma imprudente habló contigo —respiro un poco acelerado—, te propongo un tato.

—Es chiste ¿verdad? —ella me mira desconfiada.

—No, no es un chiste —me siento en la cama—. Necesito información a profundidad de estas empresas —alzo el cuaderno—, quiero saber si son confiables...

—Para darle esa información a tu preciada reina y hacerse ricos —ella expresa sínica—. Paso.

—No te conviene rechazarlo —sonrío petulante—. Me acuerdo que tú dijiste que tu agresor está libre como si nada ¿es eso cierto?

—¿A qué quieres llegar? —su humor cambia drásticamente del orgullo al terror.

—Mi reina es influyente, tú espías para nosotros y yo mismo me encargaré de llevar a tu agresor a la cárcel —me levanto y quedamos juntos mirándonos fijamente. Ella es un poco más pequeña, pero igual tiene la fuerza de destruir a quien se lo proponga y yo quiero explotar esa fuerza—. Está en tus manos de meter a esa escoria a prisión.

—¿Cómo tu reina lograría eso? —ella pregunta agobiada.

—Mi reina cumple su palabra si ve un beneficio para ella, y ese beneficio es la información que le darás —me cruzo de brazos—. También hay dinero de por medio por si te interesa.

 Ella se hace a un lado pensativa. Guardo el cuaderno en mi abrigo azul de lana incrustada con hielo sólido. Su material es tan resistente que, si recibiera una apuñalada de cualquier arma, nunca perforaría su tejido. Miranda se voltea y extiende su mano el cual yo estrecho.

 Ella termina de guardar las cosas que les compró a mis sobrinos y cierra el baúl. Yo lo cargo y le informo la naturaleza de su primera misión. Quiero un informe detallado de cada empresa con sus pros y sus contras. Ella me enviará dicha información por una bola de nieve que le entrego, esa bola introducirá los documentos y me llegará sin ningún contratiempo. Ella acepta y llegamos con mi hermano que ya se encuentra con mi reina, Miranda le hace una reverencia y se despide de Gunilda, y procede a irse por el mismo pasillo por el que llegó. Mi reina nos guía hasta la salida donde recogemos nuestras armas y así nos regresamos a El Páramo, donde cada quien tiene un rol que cumplir y yo tengo claro cual es el mío.


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